En lo más alto del poder empresarial en Nueva York, Bianca Lancaster lo tenía todo: un apellido venerado, un compromiso pactado y un lugar asegurado en el futuro del imperio familiar. Pero el regreso de una figura del pasado lo cambiará todo… Una joven desconocida, un secreto enterrado y un amor que amenaza con reescribir el destino de tres familias entrelazadas por el orgullo, el deber y la traición. Mientras las máscaras caen y las alianzas se desmoronan, Bianca deberá descubrir quién es realmente… antes de que le arrebaten todo lo que creía suyo.
Leer másSombras de Secretos
—¡Bianca! —gritó la joven, corriendo hacia ella con pasos torpes, dejando un rastro de agua tras de sí—. ¡Tu padre es Zachary Lancaster, verdad? ¡Necesito verlo! ¡Quiero una prueba de paternidad!
Bianca sabía de su existencia, pero nunca imaginó que se presentaría así, en su propia casa, con una acusación tan audaz.
—Willow —dijo Bianca con una calma gélida, recostándose ligeramente contra una mesa antigua—. Sé que estás obsesionada con Cassian, pero inventar lazos familiares para meterte en nuestra familia es un movimiento bajo, incluso para ti.
Willow apretó los puños, sus ojos brillando con una furia contenida. Bianca y Cassian Thornhill estaban comprometidos desde la infancia, un acuerdo sellado por las familias Lancaster y Thornhill para consolidar su poder en el mundo financiero de Nueva York. Bianca siempre había amado profundamente a Cassian. Eran compañeros de infancia, y aunque a Bianca le costaba mucho relacionar a Cassian con el niño de sus recuerdos, solo lo amaba por instinto. Sin embargo, habían crecido juntos desde pequeños, y además de Cassian, no podría haber nadie más.Antes de que Bianca pudiera continuar, Willow agarró un jarrón de porcelana de la mesa y lo estrelló contra el suelo. El estruendo del cristal al romperse resonó en la sala, seguido por un grito desgarrador:
—¡Zachary Lancaster! ¿Solo sabes hacer promesas y luego abandonar? ¡Dejaste a mi madre embarazada! ¿Te atreves a darme la cara ahora?
En ese instante, una figura elegante bajó lentamente las escaleras. Judith Lancaster, con su vestido de seda color marfil y su expresión serena, era la imagen misma de la compostura... hasta que escuchó las palabras de Willow. Su rostro palideció, sus ojos se abrieron de par en par, y antes de que alguien pudiera reaccionar, se desplomó en el suelo.
—¡Mamá! —gritó Bianca, corriendo hacia Judith, el pánico apoderándose de su voz. Olvidó por completo a Willow y se arrodilló junto a su madre, sus manos temblorosas marcando el número de emergencias en su teléfono
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Horas después, Bianca paseaba inquieta por el pasillo del hospital, el eco de sus tacones resonando en el silencio estéril. La preocupación le apretaba el pecho, pero su mente no podía dejar de repasar la escena en la mansión. ¿Cómo se atrevía Willow a presentarse así? ¿Y qué significaba esa acusación contra su padre?
La puerta del pasillo se abrió, y Cassian Thornhill entró junto a Willow. Cassian, con su porte elegante y su mirada reservada, era tan carismático como siempre, pero sus ojos estaban fijos en Willow, no en Bianca. Aunque era su prometido, todos en su círculo sabían que el corazón de Cassian parecía inclinado hacia la recién llegada.
—Bianca —dijo Cassian, su tono cargado de reproche—. ¿Cómo dejaste que las cosas llegaran a este punto? ¿Viste lo que le causaste a tu madre?
Willow, escondida tras él, bajó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas que parecían ensayadas. —No culpes a Bianca —murmuró con voz suave—. Fui yo la impulsiva. Solo... solo quiero encontrar a mi verdadero padre...
Tragó saliva, conteniendo las lágrimas, cuando una figura familiar se acercó por el pasillo. Era Zachary Lancaster, su padre, vestido con un impecable traje gris oscuro. Él hizo unas breves preguntas sobre el estado de salud de Judith, luego dirigió su mirada a Willow, llena de asombro.
—¿Tu madre era Elena Maddox? —preguntó, su voz tensa pero controlada.
Willow asintió, bajando la cabeza con un aire de fragilidad que no engañó a Bianca. —Sí, señor Lancaster. ¿La recuerda? Ustedes estuvieron juntos hace años. Después de que se separaron, mi madre descubrió que estaba embarazada...
Zachary no respondió de inmediato. Sus ojos se nublaron por un instante, como si un recuerdo olvidado hubiera resurgido. —Y... ¿dónde está tu madre ahora? —preguntó, su tono más suave.
—Falleció... —Willow rompió en llanto, sus hombros temblando—. Su último deseo fue que encontrara a mi padre biológico.
Una sombra de dolor cruzó el rostro de Zachary, aunque rápidamente recuperó la compostura. —Entiendo —dijo con firmeza—. Pero aunque lo afirmes, tu identidad no está confirmada. Haremos una prueba de paternidad.
Bianca miró a su padre, pero no reconoció aquella cara. Aquel hombre que alguna vez la había llevado en la palma de su mano, sin siquiera darle una explicación, se giró y creyó a Willow.
Abrió la boca, pero no pudo decir nada. Rabia, injusticia, miedo... todas las emociones afloraron como una marea, pero se quedaron atascadas en su garganta, tan pesadas que casi no podía respirar.
Solo pudo mirar, impasible, cómo las muestras de ADN de Zachary y Willow eran enviadas al laboratorio.
Mañana, saldrían los resultados.
El EscándaloEl salón del Waldorf Astoria vibraba con el murmullo de la alta sociedad neoyorquina. Los ecos de las risas y las conversaciones se entrelazaban en una sinfonía superficial de elegancia y glamour, pero el aire se volvió denso, cargado de tensión, cuando Aldric Thornhill irrumpió en la escena. Su figura imponente, envuelta en un esmoquin negro que parecía absorber la luz de las enormes arañas de cristal, cortó el aliento de los presentes. Como si el mismo tiempo se hubiera detenido por un instante, todos los ojos se volvieron hacia él, y una inexplicable sensación de peligro flotó en el aire.Aldric no necesitaba decir una palabra para dominar la habitación. Sus ojos grises, fríos como el hielo, recorrieron el salón con una mirada calculadora, casi despectiva, hasta detenerse en Bianca Lancaster, quien, en su vestido azul medianoche, brillaba como una estrella caída en medio de la penumbra. Un suspiro colectivo recorrió a los invitados, como si todos contuvieran el alient
La Máscara de la EleganciaEl salón de baile del Waldorf Astoria resplandecía bajo las luces de las arañas de cristal, con mesas cubiertas de manteles de seda y copas de champán que reflejaban el brillo de la élite neoyorquina. La fiesta de compromiso entre las familias Lancaster y Thornhill era el evento del año, y todos los presentes felicitaban alegremente la unión de dos dinastías. Hasta que Bianca Lancaster apareció en la entrada.Vestida con un vestido de alta costura en un tono azul medianoche, con un escote asimétrico y una falda que caía en ondas suaves, Bianca parecía una reina destronada. El colgante de zafiro que Aldric le había enviado destellaba en su clavícula, capturando la luz como un faro. Eso desató una oleada de murmullos entre los invitados.—¿No era ella la prometida? —susurró una socialité, ajustándose los pendientes de diamantes.—¿Por qué llegó sola? —preguntó otro, con un tono cargado de curiosidad.Bianca, con una sonrisa elegante pero afilada, avanzó entre
Cenizas de un SueñoBianca Lancaster, la joya mimada de los Lancaster, siempre había creído que su vida estaba destinada a la perfección: un futuro al frente de Lancaster Holdings, un matrimonio con Cassian Thornhill, y el amor incondicional de sus padres, Zachary y Judith. Pero ahora, todo eso se desmoronaba. Willow Maddox, la hija biológica de Zachary, había irrumpido en su mundo como un huracán, robándole no solo su lugar en la familia, sino también la fiesta de compromiso que debía celebrarse en un mes, donde ella, y no Willow, debería haber sido la protagonista.En el salón de la mansión Lancaster, la tensión era palpable. Bianca estaba de pie, con los puños apretados, frente a Zachary, Willow y Cassian. Judith, sentada en un sillón, observaba con una tristeza que no alcanzaba a disimular. Y no dijo absolutamente nada.—¡Esto es absurdo! —espetó Bianca, su voz temblando de furia—. ¿Cómo puedes dejar que ella tome mi lugar, papá? ¡Soy tu hija!Zachary, con el rostro endurecido, la
Susurros en la TormentaEl pasillo del hospital, con su luz fría y estéril, parecía alargarse infinitamente mientras Bianca Lancaster corría, las lágrimas quemándole las mejillas. El eco de la bofetada de su padre y las palabras de su madre, defendiendo a Willow, resonaban en su mente como un tambor implacable. No podía aceptar que Judith, la mujer que la había criado con tanto amor, permitiera que Willow Maddox, una extraña con un pasado dudoso, se integrara en su familia como si nada. Su mundo, cuidadosamente construido sobre los cimientos de Lancaster Holdings, se desmoronaba, y ella no sabía cómo detenerlo.Se detuvo abruptamente al doblar una esquina, su respiración agitada. Fue entonces cuando lo vio: Aldric Thornhill, el enigmático heredero de Thornhill International, estaba de pie al final del pasillo. Su figura alta y esbelta destacaba bajo la luz tenue, como una sombra elegante tallada en mármol. Vestía un traje negro impecable, su cabello oscuro peinado hacia atrás con prec
Verdades que QuiebranA la mañana siguiente, la lluvia había cesado, dejando un aire fresco y húmedo que se filtraba por las ventanas entreabiertas del hospital. Bianca Lancaster no había pegado ojo en toda la noche. Seguía sentada en un banco del pasillo, con las manos apretadas sobre su regazo, el corazón latiendo con una mezcla de ansiedad y furia contenida. Su vestido de diseñador, arrugado por las horas de espera, contrastaba con las ojeras que marcaban su rostro, normalmente impecable.—Ya llegó el informe —dijo Cassian Thornhill en voz baja, de pie junto a ella, aunque manteniendo una distancia que a Bianca le pareció un abismo. Sostenía un sobre en la mano, pero no se lo entregó de inmediato, como si temiera la reacción que provocaría.Bianca tembló ligeramente al extender la mano para tomar el documento. Era una simple hoja de papel A4, pero pesaba como si cargara el destino de su familia. Con dedos temblorosos, desdobló la hoja y leyó las palabras que cambiarían todo:Conclu
Sombras de Secretos—¡Bianca! —gritó la joven, corriendo hacia ella con pasos torpes, dejando un rastro de agua tras de sí—. ¡Tu padre es Zachary Lancaster, verdad? ¡Necesito verlo! ¡Quiero una prueba de paternidad!Bianca sabía de su existencia, pero nunca imaginó que se presentaría así, en su propia casa, con una acusación tan audaz.—Willow —dijo Bianca con una calma gélida, recostándose ligeramente contra una mesa antigua—. Sé que estás obsesionada con Cassian, pero inventar lazos familiares para meterte en nuestra familia es un movimiento bajo, incluso para ti.Willow apretó los puños, sus ojos brillando con una furia contenida. Bianca y Cassian Thornhill estaban comprometidos desde la infancia, un acuerdo sellado por las familias Lancaster y Thornhill para consolidar su poder en el mundo financiero de Nueva York. Bianca siempre había amado profundamente a Cassian. Eran compañeros de infancia, y aunque a Bianca le costaba mucho relacionar a Cassian con el niño de sus recuerdos, s
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