Bianca jadeó, sus ojos abriéndose de par en par, mientras las palabras de Aldric le caían como una lluvia torrencial. Las imágenes en la pantalla gigante, aquellas que habían expuesto la traición de Cassian y Willow, eran obra de él. Aldric había sido el artífice de todo, y su mente comenzó a girar frenéticamente, atrapada entre la gratitud por lo que él había hecho y un deseo confuso que la hacía temblar por dentro.
—¿Tú? —preguntó Bianca, su voz quebrándose al pronunciar la palabra, como si la revelación la hubiera dejado completamente vulnerable. ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué hacer todo esto a escondidas?
Aldric dio un paso hacia ella, sus pasos llenos de una deliberada calma que contrastaba con el torbellino de emociones que Bianca sentía. Con un movimiento suave pero cargado de electricidad, su mano rozó la de Bianca, un contacto fugaz, como una chispa que atravesó su piel y dejó un rastro de fuego donde lo había tocado. Sus dedos, fuertes y cálidos, se detuvieron a m