La Confesión de Aldric
El eco del escándalo aún reverberaba en los pasillos del Waldorf Astoria cuando Bianca Lancaster se encontró en una sala privada, apartada del tumulto, con Aldric Thornhill. La habitación, iluminada por la suave luz de una lámpara de pie, tenía un resplandor íntimo que no podía deshacer la tensión palpable que colgaba en el aire. El silencio que los rodeaba era denso, como si el mismo tiempo hubiera decidido detenerse para escuchar los latidos entrecortados de Bianca.
Ella, con su vestido azul medianoche, apretaba el colgante de zafiro contra su pecho, como si la joya fuera su única ancla en ese mar de caos emocional. Su corazón latía desbocado, atrapado entre la traición de Cassian, la humillación de Willow, y la presencia arrolladora de Aldric, cuya cercanía la hacía temblar. Cada segundo que pasaba en su presencia era como una presión creciente, como una llama que amenazaba con consumirla.
Aldric estaba frente a ella, su figura alta y poderosa envuelta en un