Capítulo 3

Susurros en la Tormenta

El pasillo del hospital, con su luz fría y estéril, parecía alargarse infinitamente mientras Bianca Lancaster corría, las lágrimas quemándole las mejillas. El eco de la bofetada de su padre y las palabras de su madre, defendiendo a Willow, resonaban en su mente como un tambor implacable. No podía aceptar que Judith, la mujer que la había criado con tanto amor, permitiera que Willow Maddox, una extraña con un pasado dudoso, se integrara en su familia como si nada. Su mundo, cuidadosamente construido sobre los cimientos de Lancaster Holdings, se desmoronaba, y ella no sabía cómo detenerlo.

Se detuvo abruptamente al doblar una esquina, su respiración agitada. Fue entonces cuando lo vio: Aldric Thornhill, el enigmático heredero de Thornhill International, estaba de pie al final del pasillo. Su figura alta y esbelta destacaba bajo la luz tenue, como una sombra elegante tallada en mármol. Vestía un traje negro impecable, su cabello oscuro peinado hacia atrás con precisión quirúrgica, y sus ojos grises, fríos como el acero, la observaban con una intensidad que la hizo estremecer. Había algo en su postura, en la forma en que sus manos descansaban en los bolsillos, que desprendía una autoridad natural, pero también una vulnerabilidad apenas perceptible, como si él también cargara un peso invisible.

—Bianca —dijo Aldric, su voz baja y profunda, con un matiz que parecía más una caricia que una orden—. ¿Estás bien?

Bianca se tensó, limpiándose rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano. Había oído hablar de Aldric, el nieto mayor del patriarca Thornhill, cuya reputación de mano dura en los negocios lo precedía. Aunque Cassian, su prometido, nunca se había molestado por con quién hablaba ella, la opinión pública aún no sabía que su compromiso estaba a punto de desmoronarse. No podía permitirse ser vista intimando con otro hombre, mucho menos con Aldric, el tio de Cassian, una figura casi mítica en los círculos de poder de Nueva York.

—Estoy bien —respondió Bianca, esforzándose por mantener la voz firme, aunque el temblor en sus manos la traicionaba. Se cruzó de brazos, intentando erigir una barrera invisible entre ellos—. No necesito tu compasión.

Aldric inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos captando el destello de dolor en los de ella. Por un instante, una sombra de decepción cruzó su rostro, pero no insistió. En lugar de eso, dio un paso hacia ella, lo suficientemente cerca como para que Bianca percibiera el leve aroma de su colonia, una mezcla de sándalo y cítricos. —Si alguna vez necesitas algo —dijo en voz baja, su tono cargado de una sinceridad que la desarmó—, puedes buscarme.

Extendió una mano, y sus dedos rozaron apenas el brazo de Bianca, un gesto tan sutil que podría haber sido accidental, pero que envió un escalofrío por su piel. Había algo en ese contacto, en la calidez de sus dedos contra la tela de su vestido, que contrastaba con la frialdad de su expresión. Bianca dio un paso atrás, su corazón latiendo con una mezcla de cautela y algo más, algo que no quería nombrar.

Desde la distancia, Cassian salió del hospital de la mano de Willow. Sus ojos, normalmente tan reservados, se detuvieron en la escena: Bianca, vulnerable y con las mejillas húmedas, y un hombre cerca de ella. Willow, siempre atenta a cualquier oportunidad, no perdió el momento. —Mira nada más —dijo con una sonrisa venenosa, su voz apenas un susurro—. Bianca acaba de perder su compromiso y ya está coqueteando con otro.

Cassian la interrumpió con frialdad. —No digas tonterías. Ella está enamorada de mí quizás esta intentando darme celos. —Pero sus ojos no se apartaron de Bianca. Por un instante, un sentimiento extraño lo invadió, un anhelo de estar en el lugar del desconocido que no lograba ver bien, de ser él quien consolara a Bianca, quien la protegiera. Sacudió la cabeza, como si quisiera deshacerse de ese pensamiento absurdo, y apretó la mano de Willow con más fuerza.

✨✨✨✨✨✨

Esa noche, Judith fue dada de alta del hospital y regresó a la mansión Lancaster. Willow, por su parte, ya estaba instalando sus pertenencias en una de las habitaciones de invitados, como si siempre hubiera pertenecido allí. Bianca no dijo nada. Estaba agotada, física y emocionalmente. Soltó un bufido frío y subió a su habitación, cerrando la puerta tras de sí como si pudiera encerrar el dolor en el pasillo.

A la mañana siguiente, unos golpes insistentes en la puerta la arrancaron de un sueño inquieto. Al abrir, encontró a Judith, que la miró con una seriedad que rara vez mostraba. —Vamos, Bianca. Hay una reunión familiar —dijo, su voz firme pero cargada de cansancio.

Aunque no tenía ánimos, Bianca se arregló rápidamente y bajó al salón principal. Allí ya estaban sentados Zachary, Willow y Cassian. La mesa de caoba, que había sido testigo de innumerables decisiones de Lancaster Holdings, ahora parecía un campo de batalla. Zachary la miró y, sin preámbulos, habló con una autoridad que no admitía réplicas:

—Bianca, la fiesta de compromiso con Cassian se celebrará como estaba previsto. Solo que…  Willow será la prometida.

Un zumbido ensordecedor llenó los oídos de Bianca. ¿Qué clase de broma cruel le estaba jugando el destino? Miró a Cassian, buscando una señal de resistencia, pero él evitó su mirada, sus manos apretadas en puños sobre la mesa. Willow, por su parte, mantuvo los ojos bajos, fingiendo humildad, aunque Bianca podía sentir el triunfo que irradiaba de ella.

—¿Cómo puedes hacer esto? —susurró Bianca, su voz temblando de furia y dolor—. ¿Cómo puedes quitarme todo… por ella? ¿Por una recién llegada?

Zachary se levantó, su rostro endurecido. —¿Acaso no entendiste lo que te dije en el hospital la bofetada que te di no fue suficiente, esto no es una maldita negociación, Bianca. Willow es mi hija, y merece su lugar en esta familia. Entiéndelo de una maldita vez

La mirada de Bianca recorrió el pálido rostro de su madre.

De repente se dio cuenta de que Judith no estaba sorprendida ni se oponía.

Simplemente... bajó la cabeza, como si estuviera evitando algún tipo de vergüenza.

«Mamá...», dijo lentamente, «¿lo sabías desde hace tiempo?».

Extendiendo una mano hacia Bianca, pero ella se apartó, el contacto de su madre ahora le parecía una traición.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP