Bianca apretó los labios en una línea fina, sosteniendo la mirada de la matriarca sin parpadear, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.
—Señora Thornhill, con todo respeto, Aldric me encargó dirigir esta reunión en su ausencia —replicó, su voz firme pero con un leve temblor que delataba su tensión interna.
Margaret sonrió con desprecio, como quien escucha una osadía infantil, ladeando la cabeza y soltando una risa baja y desdeñosa.
—¿Dirigir? ¿Tú? —escupió la palabra con veneno, gesticulando con una mano enjoyada—. Una cosa es calentarle la cama a mi hijo, y otra muy distinta es sentarte en la mesa de los Thornhill. —Su expresión se endureció, y miró alrededor para captar las reacciones de los accionistas, que murmuraban incómodos.
Un murmullo incómodo se elevó entre los presentes, un coro de susurros y toses disimuladas. Bianca sintió un nudo en la garganta, el calor subiendo a sus mejillas, pero no bajó la cabeza, clavando las uñas en la palma de su mano para mantener el co