Isabel Valente reconstruyó su vida desde las ruinas. Tras un matrimonio fallido y una traición que la dejó marcada, su único deseo es vivir en paz… hasta que el hijo de su mejor amiga aparece para desordenarlo todo.Jareth Lombardi es todo lo que Isabel debería evitar: joven, provocador, y comprometido con otra mujer. Pero también es quien ve más allá de sus heridas, quien enciende deseos que creía enterrados.Entre ellos hay años de diferencia, promesas rotas y una amistad que Isabel juró jamás traicionar. Lo que empieza como una chispa incómoda se convierte en una obsesión imposible de ignorar.Mientras las sospechas crecen, el pasado vuelve con sed de control y las apariencias se agrietan, Isabel y Jareth deberán enfrentarse a lo que sienten…¿Puede el amor sobrevivir cuando nace del deseo prohibido?¿O terminará por destruir todo lo que intentan proteger?
Ler maisLas palabras de Sam aún seguían rebotando en su cabeza…”La prometida de Jareth “El mundo no se detuvo. No hubo relámpagos, ni truenos, ni tragedias externas. Pero dentro de ella, algo sí se quebró.Como si un cristal se astillara en silencio, apenas perceptible… pero irrecuperable.Jareth, mientras tanto, permanecía en una esquina, con el rostro tenso, la mirada fija en el suelo. Ni un intento por acercarse. Ni una sola palabra.Eso dolía más.—Voy a subir un momento, Sam, necesito revisar un correo urgente —dijo Isa, fingiendo calma. Nadie debía notar que estaba a segundos de estallar. Que por dentro llevaba una tormenta que amenazaba con destruir todo a su paso.Sam asintió, sonriendo como siempre. Celina se despidió con un beso ligero en la mejilla y una sonrisa torcida que Isa no supo cómo interpretar.Cuando Isabel cerró la puerta de la habitación de huéspedes, por fin pudo soltar el aire. Su pecho ardía, no sabía si por rabia, vergüenza o decepción. Quizá por todo junto.Se sen
El silencio después fue casi peor.Jareth seguía sobre mí, su respiración agitada, su frente apoyada en la mía. Podía sentir los latidos de su corazón, tan desbocados como los míos.—Isa… —susurró, como si intentara decir algo, pero no encontraba las palabras.Yo aparté la mirada. El peso de lo que habíamos hecho cayó sobre mí como una maldita losa.La culpa. La certeza del error. El miedo.—Esto no debió pasar. ¡Es la casa de tu madre! —dije, empujándolo suavemente, buscando mi ropa con manos temblorosas.Jareth se incorporó, observándome mientras me vestía a toda prisa. Sus ojos ya no tenían esa arrogancia, sino algo que no quise descifrar.—Isa…—No, Jareth. No lo compliques más. Esto fue un error. Uno que no debe repetirse.Él se pasó una mano por el cabello, frustrado.—No puedo fingir que no pasó.—Pues tendrás que hacerlo —repliqué, alzando la voz sin querer—. Por tu madre. Por mí.Por favor. — suplique. Él pareció renuente a aceptar. Un golpe en la puerta nos congeló.—¿Isa?
Esa noche apenas dormí. Cada vez que cerraba los ojos, lo veía. Esa maldita sonrisa, esos ojos que parecían desnudarme sin permiso, esa voz que resonaba en mis oídos como un eco maldito.Jareth. El hijo de Sam, mi mejor amiga.El hombre que nunca debió cruzarse en mi camino. En quien no debo poner mis ojos. Por la mañana, me desperté temprano, intentando ordenar mi mente y mi respiración. Me duché, me vestí con algo sencillo —vaqueros ajustados y una blusa blanca— y bajé a la cocina. Necesitaba café. Urgente.Pero claro, esto no iba a ser fácil. Ahí estaba. Jareth.Sentado en la isla de la cocina, con una taza en la mano y ese aire de hombre que sabe exactamente el efecto que causa. Es que se ve tan jodidamente sensual y varonil. ¿Qué me has hecho, Jareth Lombardi?—Buenos días, tía —saludó, con esa maldita sonrisa ladeada. Sabe que me molesta que me llame de esa forma. Pero se que lo hace para cabrearme.—No empieces, ¿que no trabajas?—le advertí, sirviéndome café sin mirarlo.—¿Em
Dos semanas después de aquella noche, regresé a la ciudad.Mi amiga me había ofrecido quedarme en su casa hasta que resolviera dónde vivir. Ella tenía una habitación de huéspedes libre y se lo agradecí.Lo que no sabía… era que el infierno apenas comenzaría en esa casa.—¡Isabel! —gritó Sam, corriendo a abrazarme apenas abrí la puerta—. Te ves increíble, joder. ¿Qué diablos hiciste?—Divorciarme.—¿Y qué más?—Irme a vivir a Europa. Ponerme en forma. Reconectarme conmigo misma. Y tal vez… tirarme a un dios griego.Samantha me miró con ojos grandes.—¡¿Qué?!—Olvídalo.—No, no, no. ¿Te tiraste a un dios griego?—No literalmente, obviamente —mentí—. Pero se parecía. Alto, guapísimo, mirada intensa…—¿Y buen polvo?Sonreí con picardía.—Sobretodo eso. El mejor de toda mi puta vida.—Quiero detalles.—No los tengo. No sé su nombre. No sé nada de él.—¿Qué?—Fue en el baño de un club. Estaba tan… borracha de vida, que solo me dejé llevar.Samantha soltó una carcajada.—Sabía que debajo de
PRÓLOGOSiempre pensé que tenía mi vida resuelta. Era una diseñadora de moda exitosa, tenía un esposo guapo, poderoso y multimillonario. No me hacía falta nada. Era feliz... o al menos eso creía. Amaba a mi esposo, y pensé que él también me amaba.Lastimosamente, no era así.Me juraba lealtad y fidelidad todos los días, con éltodo era sonrisas y felicidad. Pero a mis espalda me enganaba. Me decia que yo era su unico amor, su todo y que si lo dejaba se moriría... mientras se follaba a su secretaria en la oficina y la paseaba por toda su empresa, nuestra empresa. Y no solo eso, también en nuestra casa. En mi cama.Lo descubrí el día que decidí sorprenderlo. Era su cumpleaños y me dijo que no quería nada, solo mi amor y atención incondicional. Ese era para él, el regalo más hermoso. Maldito mentiroso e infeliz infiel.Yo había viajado a una presentación importante para mostrar mis diseños más innovadores, pero por suerte —o por destino— el evento se adelantó un día. Volé de regreso, con
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