Isabel se encerró en el baño del piso de arriba, cerró la puerta con seguro y se dejó caer contra la madera.
Solo entonces se permitió llorar. Silenciosa. Contenida. Como si al soltar el primer sollozo también se rompiera el frágil equilibrio que había logrado construir.
—Esto no está bien. No puedo sentir esto por él.— se repetia una y otra vez en su cabeza.
No sabía cuánto más podría fingir.
Celina estaba apretando cada botón con precisión quirúrgica.
Y Jareth… él solo la miraba. Con esos ojos de culpa, deseo y dolor.
Y eso dolía más que todo. Porque ella sentía lo mismo y unos celos que la estaban asfixiando.
—¿Amiga? ¿Esta todo bien?— Sam la llamaba del otro lado con preocupación. Isabel se obligó a calmarse para que ella no se diera cuenta.
—Sí, estoy bien. ¡Ya salgo!— respondió. Samantha sabía que le ocurria algo y tendría que hablar con ella seriamente. No podía estar así, se sentía excluida de su vida y ellas noneran así. No habia secretos entre ellas, entonces… ¿que habia c