Mundo ficciónIniciar sesiónOphelia es una princesa proveniente de un Reino llamado Lumiere, un Reino donde la paz y la belleza reinan en cada rincon, su vida tal cómo la conocía daría un giro radical cuando inició una guerra en su propio palacio, cayó inconciente tras intentar escapar, lo ultimo que logro ver fue su corona cayendo y una espada llena de un color carmesí. Al despertarse confundida, se encontro cara a cara con el temible emperador Sylas, quien tiene una reputación llena de venganza y sangre por donde quiera que camine. ¿Podra Ophelia escaparse y retomar su antigua vida o sucumbira ante Sylas quien ya tiene sus ojos fijados en ella?
Leer másUn estallido se escucho en uno de los pasillos del palacio, Ophelia corría por los pasillos del palacio donde vivían sus padres.
— ¡Madre! ... ¡Padre! ... ¿Dónde están?... —gritaba mientras intentaba desesperadamente encontrarlos. Uno de los guardias intentaba llevarla por la fuerza lejos del caos pero Ophelia no quería irse sin sus padres. No entendía como es que todo esto estaba pasando, hace unas horas reinaba la paz y la tranquilidad, había un hermoso atardecer, y ahora solo reina el caos, la desesperanza y los gritos de dolor de los sirvientes del palacio. Rapidamente se solto de aquel guardia y corrió a la habitación más cercana, sus padres no se encontraban ahí por lo que tenía que actuar a como diera lugar. Al llegar a esa habitación y buscar freneticamente, logro ver una espada con un emblema familiar. Intento agarrar la espada de su padre que estaba tirada en el suelo cuando sintió un dolor punzante en su brazo derecho y su pierna izquierda. Alguien le había disparado dos flechas. Aún sintiendo dolor intentaba moverse con todas sus fuerzas. Poco a poco su visión se volvió borrosa, y termino cayendo en el suelo, su corona tambien cayó... Pudo ver un poco borroso, como alguien daba unos pasos hacía donde ella se encontraba, Ophelia seguía extendiendo su brazo hasta que vislumbro una espada, de la cual escurría varías líneas de sangre, al ver aquella espada poco a poco fue quedando inconsciente hasta que todo se quedo en negro, ya no reconocía en donde se encontraba o que era lo que debía de hacer. Al abrir sus ojos lentamente, desorientada y con sus vagos recuerdos de lo que pasó antes de perder la conciencia... Pudo ver borrosamente una habitación sumamente oscura, y a lo lejos unas velas iluminaban lo que parecía ser un trono. Aún confundida intentaba levantarse pero seguía mareada, sentía aun el dolor de aquellas dos flechas que la atravesaron. Al tocar su brazo y su pierna, notó que tenía unos vendajes... Se le hizo algo extraño, mas sin embargo siguió intentando sostenerse para levantarse hasta que escuchó la voz de un hombre. — Qué bien, mi invitada por fin se ha despertado... despues de una semana... —exclamo en voz alta mientras caminaba hasta el trono iluminado por las velas. Ophelia seguía confundida, y lentamente levanto su cabeza. Aquél hombre, se sentó en ese trono, inclinándose hacía delante, la luz de las velas lograban iluminar su rostro. En ese momento Ophelia se percato quien era el que le hablaba. Nada más y nada menos que Sylas, su rostro reflejaba mas que seriedad, parecía que se la comería con solo mencionar una palabra. — ... Fuiste tú... —murmuro Ophelia. Sylas solo sonrió desinteresadamente. — Ah... se me olvidaba que yo “ataque” tu hermoso palacio... —comento provocando a la princesa. — ... ¿Como pudiste hacer algo así?... Espera... ¿En donde se supone que estoy?... ¿Y mis Padrés?... —preguntaba ansiosa, pues quería las respuestas en ese mismo instante. A Sylas se le borro la pequeña sonrisa que tenía. El es inocente en todo esto, pero Ophelia se negaba a creer que el no hizo nada. El vió el alcance de aquella guerra y sabía que sus padres ya no estaban con vida, incluso su reino, tal y como lo conocía, ahora mismo solo quedaban ruinas. — Y también curiosa... —dijo en tono serio. — !Respondeme! Te lo ordeno, tu estas ante una futura Reina. —jadeando se levanto. Sylas solo suspiro y chasqueo sus dedos. Al instante toda la habitación se ilumino, Ophelia no podía creer donde se encontraba. Al mirar alrededor, mas sentia escalofríos... Estaba muy lejos de su hogar y ahora la oscuridad la rodeaba. Ophelia aun que ya era mayor, es un poco impulsiva... Y para Sylas esto en muchos otros casos sería un detonante gigante... Pero... Hay excepciones... — ¿Por qué un emperador como yo... Debería responderte?... ¿Sólo por qué eres la princesa de Lumiere?... Dame otra razón y... Lo pensaré. —levemente sonrió queriendo provocarla. — Eres... El... ¿Emperador?... —Ophelia murmuro. — Al menos no eres sorda... —comento mientras se levantaba del trono. Sylas camino hasta donde se encontraba Ophelia, la miró fijamente y volvió a chasquear sus dedos haciendo que uno de sus sirvientes viniera exclusivamente para proporcionar una copa con lo que parece ser agua. Ophelia estaba palida, sin fuerzas para levantarse, el emperador tomo la copa en sus manos... Con una de sus manos, la agarro algo brusco sus cabellos y le inclino levemente la cabeza. — ... Abre y traga... —dijo mientras inclinaba el borde de la copa lentamente en los labios de Ophelia. La princesa se sentía nerviosa, y al instante que tomo un pequeño sorbo se sintió sin fuerzas. Sylas aparto la copa y se dispuso a cargar a Ophelia. — ... Eres como dicen las historias... —murmuro Ophelia apenas entendible. — ... hmm.. ¿Así que sabes sobre mi vida?... Que lindo. —comento mientras la cargaba y caminaba por los pasillos de su palacio. — Esto es... Una estupidez... Y lo sabes... El daño que me has hecho, jamás lo olvidaré... Es el peor veneno que he bebido... —murmuro molesta. — ¿No te enseñaron a hablar bien de tus mayores?... Suerte para ti... Te enseñaré varios modales... —murmuro. Despues de caminar unos minutos, llegaron a un pequeño cuarto, al abrirlo, había una cama, el lugar parecía muy modesto y sencillo. Sylas entro y sin dudarlo dejo a la princesa en la cama, este se detuvo un momento para apreciar la belleza de aquella princesa, una hermosa mujer, de palida piel, de labios naturales que aun conservan un poco de su labial, sus ojos como zafiros que vienen del oceano y su larga cabellera. Ophelia solo lo ignoraba mientras Sylas la veía atentamente. Otro sirviente entro al cuarto, este llevaba mas vendajes y agua limpia en una bandeja de oro. Sylas le pidió que se quedará haciendo un gesto con su mano. Ophelia se percato de esto y lo miro algo confundida. — ... Qué... ¿Qué se supone planeas esta vez?... Sylas sonrió con picardía.— Esta decidido... Tu seras mi emperatriz... Te guste o no... Espero te cures pronto, tienes mucho que hacer a mi lado. Ophelia se sorprendió lo suficiente como para girar la cabeza y ver su rostro. — ... Ah esto debe ser una broma pesada ... ¿verdad?... El sirviente que había traído la bandeja de oro la dejo de lado para correr fuera del cuarto y gritar a los cuatro vientos que tendrán una emperatriz. Ophelia entendió que esto no era una broma e intento levantarse, Sylas se lo impidió sosteniéndola por la cintura y acercó su cabeza a su pecho. — Sí... Ya no necesitó que nadie mas venga... Tampoco buscaré a alguien más... Solo a ti te deseare como mi emperatriz... Estas palabras a Ophelia le sabían peor que cualquier sabor amargo que haya probado anteriormente, y hacia que su corazón latiera con fuerza.A la hora del almuerzo, la emperatriz había salido a dar un paseo por los pasillos del palacio al lado de Sara, su dama de compañía, ya que Sylas no la va a dejar andar por ahí sola. Mientras camina se escucha el golpe rítmico del tacón en el suelo de mármol, la belleza que lleva consigo ahora mismo es suficiente como para volver loco no solo a Sylas si no a cualquier otro hombre. Sara se percató del hermano de Sylas, quien caminaba por el mismo pasillo que la emperatriz, lo cual la hizo temblar de miedo y asustarse un poco. Mientras Pasarón por el lado de él, este simplemente detuvo ágilmente a la emperatriz agarrandola del brazo, justo por encima del codo. Sara al ver lo que iba a suceder solo se limitó a hacerse a un lado. Está claro que si interviene algo malo podría llegar a pasarle, la familia imperial no perdona ningún tipo de intervenciones por parte de sus sirvientes o gente común y corriente. — …¿Este es el nuevo juguete de mi hermano?... —preguntó Victor, con una voz
Al llegar, no había un alma por los alrededores. Ni una multitud esperando conocerla, ni siquiera un ave merodeando, lo cual se le hizo extraño. Al entrar noto el aroma a rosas. Aquella iglesia tenía pétalos de rosas, mientras caminaba observaba todo, cada detalle, cada cosa, y si, era verdad que solo estaría ella y Sylas, al llegar frente, solo se dispuso a seguir con el plan que ya había planeado. Camino hasta estar ante Sylas, se sintió un poco nerviosa porque no esperaba nada de esto. — Ophelia… Eres una princesa qué viene desde tierras llenas de sol para iluminar mi vida y llenarme de calidez, quiero… Con este anillo, quiero que seas mi Emperatriz… —dijo mientras con una sonrisa pícara colocaba un anillo en el dedo izquierdo de la mano de Ophelia. La princesa no sabía qué decir, estaba preparada para todo menos para estas palabras. Nerviosa sin que decir, solo vio como Sylas se acercaba cada vez más a ella. Contuvo la respiración, sin más remedio, Sylas la beso. Un beso que
Ophelia se levanto del suelo y seco su rostro lentamente. Al verse al espejo, notó una pequeña mejoría en su estado de salud, pero seguía palida. — ... ¿Cuanto tiempo demorare en recuperarme?... —pregunto algo preocupada. — Si no estoy mal y mis calculos no fallan... Creo que un mes su majestad. —dijo mientras se acercaba a verla detenidamente. — ... Con que un mes... Si voy a ser la emperatriz... Necesito estar a la par de Sylas o incluso pasarlo... ¡Hare que no quiera estar conmigo!. —dijo alegremente. Sara solo podía sonreír un poco incomoda pues sabía más que de sobra que Sylas no iba a perdonar ninguna de las faltas de la emperatriz. Intento aclararle lo malo que puede ser hacer este tipo de cosas y mas contra el emperador pero Ophelia no escuchaba, estaba tan feliz de su plan que ya no le molestaba la boda que hoy se llevaría a cabo. La sirvienta solo suspiro y se dirigió al baño, empezó a preparar la tina con petalos de rosas y algunos aceites para que la piel de la
Ophelia no podía creer todo esto, en menos de un día fue secuestrada por el emperador Sylas, sin saber si sus padres estaban bien o que sucedió, o incluso si alguien la estaba buscando... Y ahora esta comprometida. Esto era una broma o algo parecido de muy mal gusto, de ninguna manera se casaría con alguien como Sylas. Unos minutos después del anunció de aquél sirviente, Ophelia intentaba nuevamente levantarse, no sabía en específico que clase de droga usaron en ella. La puerta de ese cuarto se abrió para dejar ver a una sirvienta, su cabello era rubio, sus pestañas y cejas hacian juego con su cabello, se acercó para auxiliar a la princesa. — ¡Su majestad!, no debería de moverse... Aún necesita recuperarse... —dijo con voz temblorosa intentando hacer que Ophelia se recueste. Ophelia sin embargo chillaba mucho, como una niña pequeña, quería irse lo más rápido posible. — Una sirvienta como tú jamás entenderá nada de mí... ¡No me toques!. —exclamo y de un fuerte movimiento la
Un estallido se escucho en uno de los pasillos del palacio, Ophelia corría por los pasillos del palacio donde vivían sus padres. — ¡Madre! ... ¡Padre! ... ¿Dónde están?... —gritaba mientras intentaba desesperadamente encontrarlos. Uno de los guardias intentaba llevarla por la fuerza lejos del caos pero Ophelia no quería irse sin sus padres. No entendía como es que todo esto estaba pasando, hace unas horas reinaba la paz y la tranquilidad, había un hermoso atardecer, y ahora solo reina el caos, la desesperanza y los gritos de dolor de los sirvientes del palacio. Rapidamente se solto de aquel guardia y corrió a la habitación más cercana, sus padres no se encontraban ahí por lo que tenía que actuar a como diera lugar. Al llegar a esa habitación y buscar freneticamente, logro ver una espada con un emblema familiar. Intento agarrar la espada de su padre que estaba tirada en el suelo cuando sintió un dolor punzante en su brazo derecho y su pierna izquierda. Alguien le había dispara
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