Lina siempre ha llevado una vida tranquila, ajena a los secretos oscuros de su familia. Sin embargo, al cumplir 18 años, descubre la aterradora verdad: su destino está atado al de Kian, el Alfa de una antigua manada de hombres lobo. La conexión entre ellos es inevitable, pero Lina no está dispuesta a ceder. ¿Cómo podría aceptar ser la mate de alguien tan distante y marcado por el dolor? Kian, el líder de la manada, ha vivido toda su vida luchando contra su propio corazón. La atracción hacia Lina es innegable, pero su miedo a repetir los errores del pasado lo mantiene alejado. Ambos se ven atrapados en un lazo predestinado, uno que ni el tiempo ni la voluntad pueden romper. Cuando la manada se ve amenazada por antiguos enemigos y traiciones internas, Lina y Kian deberán enfrentarse a sus propios miedos y al destino que se les impone. Mientras sus sentimientos se intensifican, los secretos familiares de Lina y el peligro acechante pondrán a prueba la fuerza de su vínculo. En un mundo donde el amor y el poder se entrelazan, Lina tendrá que decidir si acepta su destino con Kian, o lucha por la libertad que siempre ha deseado. Pero, ¿puede el amor sobrevivir a los sacrificios que el destino les exige?
Leer másLina siempre había sentido que su vida estaba demasiado bien estructurada, casi como una rutina repetitiva. Tenía 18 años, vivía en una ciudad tranquila al norte de Italia, y sus días se pasaban entre la escuela y los cafés con amigos. No había grandes sorpresas ni cambios, nada que alterara su tranquilidad. Pero en lo profundo de su ser, sentía una inquietud que no lograba explicar, como si algo estuviera esperando a manifestarse.
Era una noche más de insomnio, una de esas que parecían interminables, donde la quietud del ambiente era opresiva. La luna llena iluminaba débilmente la habitación de Lina, lanzando sombras largas sobre las paredes. Su mente no dejaba de darle vueltas a las pequeñas cosas: las responsabilidades que se venían con la mayoría de edad, la universidad, y la creciente sensación de que su vida era demasiado... común.
Se giró en la cama, mirando el reloj digital en la mesita de noche: las 3:14 a.m. Sus ojos se entrecerraron, intentando dormir, pero algo no la dejaba relajarse. De repente, un susurro bajó hasta sus oídos, suave pero claro.
Lina…
La voz resonó en su mente como un eco, y se levantó en un sobresalto. Miró a su alrededor, pero la habitación estaba vacía. Estaba sola, o al menos eso pensaba. Su corazón latía acelerado, el miedo la recorrió en un escalofrío. ¿Había sido su imaginación?
Pero, entonces, la voz volvió, más fuerte y precisa.
Lina… ya es hora.
Su piel se erizó. ¿Quién estaba hablando? Nadie más estaba en la casa. La habitación parecía tan tranquila, casi demasiado. La sensación de desconcierto aumentó, y trató de calmarse, convencida de que era solo una alucinación causada por el cansancio. Pero en lo profundo de su ser, sabía que algo no estaba bien.
Bajó de la cama y caminó hacia la ventana, intentando encontrar algo, cualquier cosa que pudiera explicar lo que acababa de escuchar. Miró hacia afuera, donde la oscuridad reinaba, y entonces vio algo que la dejó sin aliento: una figura difusa de un hombre de pie en el jardín delantero, bajo la luz tenue de la luna. No podía verlo con claridad, pero sentía su presencia como si su alma lo reconociera.
Respiró profundamente, alejando la idea de que había visto algo que no debía. Volvió a la cama y se arropó hasta la cabeza, cerrando los ojos con fuerza, como si eso pudiera hacer que la inquietante sensación desapareciera. Pero en lugar de dormir, la voz volvió, esta vez en un susurro urgente.
Lina, escúchame…
El corazón le dio un vuelco. ¿Qué estaba pasando? No podía ser real, ¿verdad? No puedes ignorarme más.
—¡Basta! —gritó, levantándose de la cama y dando un par de pasos hacia la puerta, incapaz de soportar más el ruido en su cabeza.
Pero antes de que pudiera abrir la puerta, un golpe sordo en la pared exterior de la casa la hizo detenerse. Su mente estaba tan alterada que no pudo pensar con claridad, solo caminó hacia la puerta del vestíbulo.
La puerta principal estaba cerrada, pero Lina sabía lo que tenía que hacer. Su padre, un hombre que siempre había sido protector y algo misterioso, debía saber algo sobre lo que estaba sucediendo. Se armó de valor y bajó las escaleras rápidamente, sin saber si iba a encontrar algo que la calmara o solo más preguntas.
Al llegar al salón, vio a su padre sentado en la mesa, con el teléfono móvil apagado en su mano. No le gustaba que su padre estuviera despierto a estas horas, especialmente después de una larga jornada de trabajo.
—Papá, ¿estás bien? —preguntó, tratando de que su voz no temblara demasiado.
Él la miró, su rostro serio pero cansado. La luz de la lámpara hacía brillar las arrugas de su rostro, señal de las preocupaciones que siempre había tenido, las que nunca le contaba a Lina.
—Lina, ven, siéntate. —Su voz era grave, como si estuviera esperando algo.
Con pasos vacilantes, Lina se acercó y se sentó frente a él. El silencio pesaba en el aire, pero ella lo rompió de inmediato.
—¿Qué está pasando? —su voz sonó más temblorosa de lo que le hubiera gustado. Los recuerdos de la voz que aún resonaban en su cabeza la dejaban inquieta.
Su padre la observó por un largo momento, y entonces, con una expresión sombría, comenzó a hablar.
—Hay algo que debes saber, Lina. Algo que nunca te he dicho. —Suspiró profundamente, como si se estuviera preparando para revelar un secreto largo guardado. —Tu madre y yo, bueno, no somos como los demás. Nosotros venimos de una línea de lobos. Una antigua línea de lobos.
Lina lo miró, sin poder comprender. ¿Qué estaba diciendo? Su mente comenzó a procesar las palabras, pero no lograba entender cómo encajaban en la realidad.
—¿Lobos? ¿Qué estás diciendo, papá? —preguntó, sus ojos llenos de desconcierto. El sueño y la confusión se mezclaban, creando un torbellino de pensamientos.
—Escúchame, Lina. Eres la descendiente de una antigua manada de lobos. —Su padre se inclinó hacia adelante, su voz llena de gravedad. —Y tu destino está ligado al Alfa de esa manada.
Lina sintió que el aire le faltaba. Un sudor frío la recorrió, y por un momento, se quedó en silencio, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. ¿Alfa? ¿Manada de lobos?
—Papá, ¿qué estás diciendo? —su voz era un susurro, asustada, aún sin poder creer lo que le decía.
Su padre la miró con seriedad, como si no hubiera vuelta atrás.
—Es hora de que conozcas la verdad. Tu vida está a punto de cambiar para siempre, Lina. El Alfa te está esperando, y tú no podrás huir de él. No puedes huir de lo que eres. Tu destino está sellado.
El peso de sus palabras cayó sobre Lina como una losa. ¿Destino? ¿Alfa? ¿Qué se suponía que debía hacer con todo eso?
Su padre se levantó de la mesa, dejando a Lina sola con sus pensamientos. La situación era demasiado absurda, y sin embargo, sentía que algo profundo en su interior le decía que todo lo que acababa de escuchar tenía que ser cierto.
Su vida estaba a punto de cambiar, y ella aún no sabía si quería aceptarlo.
Esa noche, Lina soñó con un hombre lobo. Un ser imponente, fuerte y oscuro, con ojos intensos que la observaban con una mezcla de deseo y desesperación. Era el Alfa. Y aunque no comprendía completamente lo que todo eso significaba, algo en su pecho le dijo que la conexión ya estaba hecha, que su destino estaba marcado.
KIANHa pasado mucho tiempo desde aquellas noches de fuego y sombra, desde el día en que la luna pareció detenerse para observar nuestra lucha. Ahora, mis pasos son más lentos, mi cuerpo lleva las marcas de los años y las batallas. Pero en el corazón, el recuerdo de Lina arde con la misma intensidad que aquella primera llama.Hoy me encuentro frente a un grupo de jóvenes, sus ojos llenos de curiosidad y esperanza, mientras el viento mece suavemente las hojas del árbol que planté en el lugar donde Lina decidió sacrificarse. Es un roble robusto, cuyas ramas parecen rozar el cielo, y bajo su sombra he reunido a esta nueva generación para contarles la historia que nunca debe olvidarse.—Escuchen bien —comienzo, mi voz firme pero cargada de emoción—. Esta es la historia de una mujer que no se rindió ante la oscuridad, que enfrentó su destino con coraje y amor. Ella era Lina, la loba que encendió la luna.Los jóvenes se miran entre sí, algunos con ojos brillantes, otros con cejas arqueadas,
La habitación estaba en silencio, salvo por la respiración tranquila de Kian, que parecía ajeno a la tormenta que se desataba en mi interior. Lo observé dormir, con el pecho subiendo y bajando, como si el mundo fuera simple y seguro, como antes.Mis dedos rozaron su mejilla suavemente, un contacto ligero que quemaba más que mil llamas. ¿Cómo decirle adiós cuando las palabras se me atoraban en la garganta? ¿Cómo explicarle que esta vez no había vuelta atrás?La oscuridad de la noche se colaba por la ventana, mezclándose con la débil luz de la luna. Sentí el frío envolverme, como un presagio. Aun así, en mi pecho ardía una llama que no podía apagar.Me levanté sin hacer ruido, mis pasos eran ecos en el suelo frío. Cada paso me acercaba al destino que había elegido, a ese altar donde el ritual final nos esperaba.No hubo lugar para dudas. Sabía que mi alma sería el sello, el sacrificio que encerraría para siempre a Elarian, deteniendo su caos. Pero también sabía que partiría con ella, de
El rugido de las trompetas rompió la quietud de la noche como un grito desgarrador. Desde el horizonte oscuro, miles de figuras emergían, sombras afiladas que avanzaban con la ferocidad de la tormenta. Las tropas de Elarian estaban aquí. La última guerra había comenzado.No había lugar para el miedo, solo para la determinación. Mi pecho ardía con un fuego que nunca antes había sentido, un fuego lunar que quemaba con intensidad y claridad, guiándome. Kian estaba a mi lado, su mirada clavada en el enemigo, su postura firme y desafiante, un verdadero líder nacido en medio del caos.—¡Por el amanecer! —su voz resonó como un trueno, despertando a los que dudaban—. No dejaremos que Elarian conquiste lo que amamos.Sentí el latido de su corazón en mi cuerpo, la fuerza que irradiaba. Y supe que juntos éramos invencibles.El campo de batalla se abrió ante nosotros, un abismo donde la luz y la sombra luchaban por el dominio. Me concentré en mi fuego interior, dejándolo fluir, como una llama sag
El aire estaba cargado, esa clase de tensión que se siente cuando el mundo se detiene y te das cuenta de que todo está a punto de explotar. Los portales, esas puertas místicas que mantenían a Elarian encadenado, comenzaron a tambalearse, colapsando uno a uno con un sonido que retumbaba en mis entrañas. Era como si la tierra misma estuviera gimiendo, avisándonos que el final estaba más cerca de lo que pensábamos.Los Ancianos, esas figuras solemnes que parecían extraídas de otra era, se reunieron a mi alrededor en el centro del círculo sagrado. Sus miradas se posaron sobre mí con un peso imposible de ignorar. Yo era la elegida, la líder de ese ritual final que podía o salvarnos o condenarnos a todos.—Lina —dijo el Anciano más viejo, con una voz profunda que parecía resonar en mi alma—. Solo tú puedes cerrar el último portal y sellar a Elarian para siempre.Sentí el peso de sus palabras como una cadena invisible que me anclaba al destino que me habían impuesto.—¿Y cómo? —pregunté con
Volver a casa nunca había sido tan amargo y dulce al mismo tiempo. Cruzar el umbral de nuestro refugio y encontrar a Kian allí, desplomado contra la pared, con la respiración agitada y las manos manchadas de tierra y sangre, fue como recibir un golpe directo al pecho. Su piel pálida contrastaba con esos ojos que, a pesar de todo, brillaban con un fuego que parecía negarse a apagarse.—Lina... —su voz fue un susurro roto, como si cada palabra le costara un esfuerzo enorme—. Estuve a punto de perderte. Casi muero buscándote.La culpa se me clavó en el estómago como un puñal. “¿Qué clase de egoísta soy para poner a Kian en ese peligro?”, pensé con un nudo que apretaba mi garganta.Pero antes de que pudiera acercarme, él se levantó con dificultad y, con un tono seco, casi acusador, dijo:—¿Sabes cuánto te busqué? ¿Sabes cuánto sufrí pensando que… no volverías?Sentí el peso de sus palabras caer sobre mí, y por primera vez en días, la coraza que había levantado para protegerme se resquebra
La emboscada no fue una sorpresa. Tenía la piel acostumbrada a la paranoia, y el instinto, afilado como una daga, me alertó demasiado tarde. El aire a mi alrededor se espesó, como si la misma oscuridad se acercara a devorarme. En un abrir y cerrar de ojos, sentí cómo fuerzas invisibles me arrastraban hacia un lugar que no era este mundo. El frío se filtró hasta los huesos y, cuando por fin abrí los ojos, me encontré encerrada en un plano oscuro, un vacío que no era vacío.Las sombras no solo eran oscuridad; eran una presencia, casi tangible, que susurraba mis dudas y mis miedos. Allí, en ese abismo sin forma ni tiempo, la única luz venía de mi propia respiración entrecortada.Intenté moverme, pero era como si una prisión invisible me sujetara. La desesperación comenzó a corroerme las entrañas mientras la voz —su voz— resonaba en mi cabeza, tan suave y letal como un veneno que se infiltra lentamente.—Bienvenida, Lina —susurró la oscuridad—. Aquí no hay más que tú y tu verdad.Y entonc
Último capítulo