KIAN
Ha pasado mucho tiempo desde aquellas noches de fuego y sombra, desde el día en que la luna pareció detenerse para observar nuestra lucha. Ahora, mis pasos son más lentos, mi cuerpo lleva las marcas de los años y las batallas. Pero en el corazón, el recuerdo de Lina arde con la misma intensidad que aquella primera llama.
Hoy me encuentro frente a un grupo de jóvenes, sus ojos llenos de curiosidad y esperanza, mientras el viento mece suavemente las hojas del árbol que planté en el lugar donde Lina decidió sacrificarse. Es un roble robusto, cuyas ramas parecen rozar el cielo, y bajo su sombra he reunido a esta nueva generación para contarles la historia que nunca debe olvidarse.
—Escuchen bien —comienzo, mi voz firme pero cargada de emoción—. Esta es la historia de una mujer que no se rindió ante la oscuridad, que enfrentó su destino con coraje y amor. Ella era Lina, la loba que encendió la luna.
Los jóvenes se miran entre sí, algunos con ojos brillantes, otros con cejas arqueadas,