Lina se encontraba sentada en el asiento del coche, mirando a través de la ventana mientras el paisaje se deslizaba lentamente hacia atrás. Las colinas verdes y los árboles altos se estiraban a su alrededor, pero nada de eso lograba calmar el torbellino que sentía en su interior. Había dejado atrás su vida tranquila en la ciudad, una vida que ahora parecía un recuerdo distante, una vida que ya no pertenecía a la Lina que estaba viendo pasar el mundo por la ventana. A su lado, su padre iba al volante, y aunque no decía nada, podía sentir la tensión en su postura, la misma que había estado presente desde que le reveló la verdad sobre su linaje.
La noticia sobre su familia, sobre su destino, aún era difícil de procesar. ¿Hombres lobo? ¿Ella, una descendiente de una antigua manada? Cada vez que intentaba asimilarlo, una nueva ola de preguntas surgía. Pero lo que más la confundía era la sensación extraña que tenía de que algo dentro de ella estaba a punto de despertarse. Algo que no podía controlar.
Su padre miró hacia ella por un segundo, como si le leyera la mente.
—Te enviaré con tu tío, Lina —dijo en voz baja, como si estuviera hablando más consigo mismo que con ella—. Él podrá explicarte lo que necesitas saber. Aquí, en la ciudad, no hay forma de que lo entiendas completamente.
Lina asintió sin decir nada. Sabía que no tenía otra opción. Y, aunque le dolía, no podía negar que su destino estaba tomando un giro que ya no podía cambiar. Pronto, llegaron a la gran propiedad donde su tío vivía. Se sentía enorme, rodeada de una vegetación densa y exuberante, como si el lugar en sí mismo fuera una fortaleza.
Cuando el coche se detuvo frente a la mansión, Lina no pudo evitar sentirse pequeña. La casa era imponente, de piedra oscura y enormes ventanales que reflejaban la luz del sol. La entrada estaba adornada por columnas de mármol, y más allá de ella, el jardín parecía extenderse hasta el horizonte. No era solo la belleza del lugar lo que la dejaba sin palabras, sino la sensación de poder que emanaba de todo. El aire era denso, cargado de una energía que no podía explicar, una fuerza que la rodeaba y la hacía sentirse vulnerable.
Su padre se detuvo un momento antes de abrir la puerta.
—Recuerda, Lina, esto no es solo sobre ti. Es sobre todos nosotros. Tu tío te enseñará lo que necesitas saber.
Lina salió del coche y miró hacia la mansión, un nudo se formó en su estómago. Mientras caminaba hacia la entrada, sentía los ojos de quienes estaban dentro observándola, evaluándola. Algunos miembros de la manada, al parecer, se habían reunido en el patio. Había algo inconfundible en su presencia. No eran humanos, al menos no del todo. Sus miradas eran intensas, llenas de una seguridad y un poder primitivo que Lina no podía comprender.
El tío de Lina, un hombre alto y robusto, salió a recibirla con una sonrisa cálida, pero había una seriedad en su rostro que la hizo sentir incómoda.
—Lina, bienvenida —dijo con una voz profunda, abrazándola brevemente—. Mi nombre es Erick. Me alegra que finalmente hayas llegado.
Lina asintió y trató de sonreír, pero no podía evitar sentir una presión creciente. ¿Cómo debía comportarse en un lugar así? Estaba rodeada de personas que parecían conocer su destino mejor que ella misma.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Erick, observando la expresión de su sobrina.
—Confusa… —respondió Lina, su voz titubeante. —No sé qué esperar de todo esto.
Erick la miró con comprensión, pero también con una seriedad que hacía que su corazón latiera más rápido.
—Lo sé. Este mundo no es fácil de entender, Lina. Pero tu destino está sellado, y es mejor que lo aceptes cuanto antes. Aquí aprenderás lo que significa ser parte de la manada.
Antes de que Lina pudiera decir algo más, un gruñido suave resonó en la distancia. Todos se giraron hacia el sonido, y Lina pudo ver a un hombre caminando con paso firme hacia ellos. Sus ojos dorados brillaban con una intensidad que parecía atravesarla. Su presencia era abrumadora, como si toda la manada le perteneciera.
Kian.
El Alfa.
Lina no pudo evitar quedarse quieta, como si algo en su interior la atrajera hacia él. La mirada de Kian se fijó en ella por un momento, y el aire se volvió más denso, más cargado de tensión. No era solo que fuera impresionante en su aspecto físico, sino que había una energía en él, una fuerza primitiva que la hacía sentirse pequeña. No podía dejar de mirarlo, y al mismo tiempo, no quería.
Kian caminó hasta ellos con una arrogancia indiscutible, su presencia envolviendo todo a su alrededor.
—Erick —dijo Kian, su voz grave y autoritaria—. Parece que tenemos mucho que discutir.
Lina sintió cómo su cuerpo reaccionaba ante la cercanía de Kian, pero rápidamente apartó la mirada. No quería que él viera que estaba afectada. En cambio, se centró en su tío.
—¿Me permites hablar con ella a solas? —preguntó Kian, mirando a Lina con esos ojos que parecían poder leerle el alma.
Erick miró a Lina y luego asintió.
—Lina, no te preocupes. Kian no es tan malo como parece. —Su tono fue algo burlón, pero también había una advertencia en sus palabras.
Lina asintió, aunque no estaba segura de qué esperar. Kian se acercó a ella, su presencia dominando el espacio.
—Tienes que aprender que aquí, las reglas son diferentes —dijo Kian, su voz un susurro bajo, como si la conversación fuera algo privado entre ellos, aunque había una multitud a su alrededor—. Aquí, no eres solo una persona. Eres parte de algo mucho más grande.
Lina no sabía cómo responder. La atracción era innegable, pero había algo en su actitud fría que la desconcertaba. No entendía por qué Kian la trataba con tanta indiferencia, cuando su destino estaba claramente entrelazado con el suyo.
—No quiero ser solo una pieza en tu juego —respondió Lina, intentando mantener la calma.
Kian sonrió levemente, pero no era una sonrisa amable. Era una sonrisa que la hacía sentir como si hubiera dicho algo ingenuo.
—No es un juego, Lina. No lo es. Y no tienes elección en todo esto. La manada necesita lo que está por venir.
Lina frunció el ceño, la frustración llenando su pecho. ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado? ¿Por qué no podía tener una vida normal? Pero antes de que pudiera decir algo más, una serie de ruidos extraños se escucharon a lo lejos, como si alguien estuviera golpeando algo. Kian se giró bruscamente, su expresión endurecida.
—Esto no ha hecho más que empezar —dijo, antes de girarse hacia la distancia y caminar rápidamente hacia el sonido.