Mundo ficciónIniciar sesiónEstela es una chica muy perfeccionista recién graduada de la universidad que comienza su primer empleo como gestora de ventas en la prestigiosa compañía “Más uno”,dedicada a ventas de autos de lujos,aquí debe trabajar directamente con el subdirector,Sam Hill,un hombre de 28 años muy atractivo y codiciado,pero oculta un gran secreto,es un hombre lobo beta,que lucha incansablemente por ser el alfa.Sin saberlo Estela también guarda un gran secreto,sus vidas se entrelazan en un mundo de lujuria y pasión,y son obligados a vivir una serie de sucesos inesperados que los conecta más allá del tiempo. Contiene escenas eróticas y detalladas
Leer másSam.
La sangre espesa se escurre sobre las comisuras de su boca y sobre su labio superior,pero parece no importarle.Tiene la ceja partida y la mejilla colorada pero la adrenalina que recorre su cuerpo ahora mismo es deliciosa,es una sensación tan placentera que el corazón no late bajo su pecho desnudo,ruge cómo si un tren se descarrilase y sus ruedas chirriantes esparcieran chispas por todas partes .
Un puñetazo directo a la nariz lo aturde por unos segundos, percibe la luz muy tenue y lejana y un pitido sordo allana sus oídos ,pero continúa firme ,de pie, cómo el gran líder que se cree.
Esta mañana Sam,el hombre lobo más codiciado entre las mujeres y odiado entre los hombres no escatima en esfuerzos para ganar la pelea contra Mark,el alfa.Sam es sólo un beta,pero no existe pelea en lo más angosto del sendero que no se lleve a cabo sin su participación.
El sol caliente y constante magulla su espalda pálida como las nubes ,sus nudillos ensangrentados están tan estrujados cómo un papel,y un sudor indiscreto y sofocante se mezcla con su perfume caro.
—¡Suficiente!—ordena a lo lejos una voz ronca y oscurecida.
—Parecen niños ...Sam...ya basta
El público bullicioso y frenético que creen tener no es más que un reducido grupo de lacayos de Mark que reclaman su nombre entre cada golpetazo,al escuchar la órden un silencio perpetuo sella sus labios y se retiran.
Unos pasos coordinados sobre la maleza seca y la tierra húmeda por las lluvias se detiene justo enfrente de Sam.
—No es para tanto padre...además iba ganando.—se burla Sam secándose el sudor que empapa su frente .
—Son las 9 hijo,no sé si hice bien en cederte la empresa.
—Ya..ya..no es para tanto ,ya me voy.
El negocio familiar más nombrado de la ciudad tiene al frente al hombre más inestable y mujeriego del país ."Más uno",la mayor venta de autos de lujos jamás vista , tantos ceros en los cheques que no hay espacio,tantos billetes moviéndose de un lado a otro que es alucinante.
Pero Sam ,solo tiene un objetivo,ser el alfa,el número uno , acostarse con quién se le atraviese,ganar dinero y beberselo o simplemente jugarlo en la lotería .
Un mundo muy torcido e indecente para mí, recién me gradúo de la universidad y espero con ansias mi primer día de trabajo.Mi padre es muy reservado y será una sorpresa,una dirección borrosa en una nota pegada a la puerta del refrigerador será suficiente para cumplir mi sueño.
La mañana corre de prisa ,me visto lo más decente y elegante que me permite mi guardarropas,mi hermosa falda azul platino hasta las rodillas y mi camisa blanca de botones dorados ,mi cabello rubio rebelde y super enredado bien alto sobre mi cabeza ,y mate sobre mis gruesos labios.
Unas nubes grises e imprudentes esconden el sol hirviente que acompañaría mis pasos ,ya estoy en la acera pidiendo un taxi,pero las gotas de lluvia chocan contra mis manos dejándome en ridículo.
Muy cerca un auto negro de lo más lujoso con las ventanillas subidas pasa muy despacio,pero no creo que se detenga .
De repente un barro mezclado con el agua que adorna el charco del frente ahora adorna mi perfecta falda y mis rodillas desnudas .
—¡Maldito imbécil!—grito con todas mis fuerzas.
La ventanilla se baja ,y un brazo largo con una manga negra ajustada asoma un tatuaje de un cinco en número romano,con gran emoción me muestra el dedo del centro.
—¡Grosero!—espeto enojada y maldigo hasta quedarme sin aliento.
Mi primer día perfecto está arruinado por quién sea que oculta ese feo tatuaje,unas lágrimas de odio quieren asomarse a mis ojos azul arándano,pero soy muy fuerte .
No tengo más opción que tomar el único taxi que se detiene bajo la lluvia, sino quiero ser despedida sin trabajar.
Una toalla húmeda agrava más las manchas ,con el pelo alborotado y las mejillas rosas del enojo logro bajarme ante un edificio inmenso,es precioso,en la puerta un señor muy cortés me da la bienvenida y me explica a dónde debo ir.
Ya es tan tarde ,el elevador es tan fino cómo la arquitectura que se observa desde fuera ,en el pasillo largo lleno de lámparas brillantes un grupo de personas aglomeradas contemplan atentas al señor Dante,el gerente que convocó a la reunión matutina para dar la bienvenida.
Todos me observan con sus horribles ojos que juzgan hasta mi alma ,me incorporo muy sutil como si llevase horas ahí y no muevo ni un músculo.
—Muy bien ...ahora les presento al señor Hill,el subdirector general,su padre el dueño de la compañía nos acompañará más tarde .—informa Dante con la mirada clavada en mí.
El pasillo se torna silencioso, atento,a lo lejos se vislumbra un chico muy alto ,de cabellos negros ,unos músculos marcados se adhieren a su camisa negra y una piel blanca resplandece bajo la luces incandescentes.
—Hola a todos ,sean bienvenidos a su primer día en la compañía... cómo les explicó el señor Dante puntualidad,respeto y cumplimiento laboral...sin más pueden retirarse.
Me quedo muy quieta, pues mi padre me advirtió que debo trabajar directamente con el subdirector, pues llevaré su gestión de ventas ,debo esperar a su orden .
De pronto el corazón se me acelera,las manos me sudan y un nerviosismo leve y marcado se adueña de mi cuerpo, cuándo el señor Hill se dirige hacia mí un tatuaje de un cinco en número romano se asoma bajo su manga,no lo puedo creer .
—¡Vaya !...si es la hija del señor Bridge...eres Estela ...¿verdad?
—Sí...sí señor ...—carraspeo mi garganta y no alzo la vista.
—¡Acompáñame!
No digo ni una palabra,cabizbaja y avergonzada ruedo los ojos por el largo pasillo y me detengo detrás de él,la camisa es tan ajustada que moldea toda su espalda ,tiene los nudillos llenos de sangre seca y un aroma muy peculiar a perfume y miel de maple.
Cuando abre un pequeño escritorio con un ordenador acompaña un escritorio enorme repleto de papeles, con la vista directo a una ventana inmensa ,escondida tras unas cortinas azules aterciopeladas.
—¡Este es tú escritorio Estela! ...debes limpiarte primero...—me ordena con una sonrisa maliciosa dibujada en sus labios con una cortada debajo.
Lo miro como si mi mirada lo borrara de la faz de la tierra,y sonrío sarcásticamente.
—¡Oh!...por supuesto...es que un imbécil por la mañana ensució mi ropa —gruño y sonrío con la misma ironía de sus palabras.
Sus ojos color avellanas ruedan por mi cuerpo, siento que un vapor inexplicable me consume y me arde el estómago.Sólo asiente y con una sonrisa muy pícara me invita a sentarme.
—Natali te entregará tu priemera tarea,el informe es para el medio día.
Pronunciada la última palabra una chica alta de cabellos negros largos hasta la cintura irrumpe pavoneandose a la oficina .Sus ojos color turmalina verde me observan con desprecio,su perfecta silueta se adhiere a su falda gris más corta que sus palabras, lanza con desdén unos papeles y se marcha.
Mientras se va sus ojos intentan encontrarse con los de Sam ,pero los de él están más ocupados encontrándose con los míos.
—¿Tienes calor ?
—¿Qué?... yo... —respondo tan sonrojada que siento como la piel se me eriza con sus palabras.
—Tomen asiento adelante, no sean tímidos —nos da la bienvenida con una voz cálida y dulce. Se alisa el vestido color café y camina hacia la cocina.Me tomo un momento para admirar la decoración. Es algo retrógrada, pero de buen gusto: un florero rústico amarrado con mimbre raído y sogas alargadas descansa bajo la ventana; dos flores amarillas adornan el respaldo del sofá y un portarretratos antiguo ocupa una pequeña mesa lateral.De pronto, un exquisito aroma a café me cosquillea la nariz y me hace agua la boca.—Sé a qué vinieron, no se preocupen. Les diré todo lo que sé —dice al regresar con una bandeja entre las manos, ofreciendo café recién hecho en tazas de cerámica.Me permito disfrutar el aroma profundo del café.—Está hecho en cafetera de hierro —explica—. Sin mezclas, sin enchufes.La observo por un momento y me apresuro a averiguar que pasará conmigo.—Yo… soy una… —tartamudeo, dejando que el líquido caliente roce mis labios y conquiste mi paladar.—Una loba. La última, de h
La respiración se me entrecorta por unos segundos, así que me siento en la cama para poder recuperar el aire. Paso una mano por mi frente empapada en sudor y reacciono de golpe al darme cuenta de dónde me encuentro.—Yo… yo… soñaba —respondo con el corazón desbocado y la humedad aún entre mis piernas.—Gritabas… ¿qué soñabas? —pregunta Mark, avanzando hacia mí.—Que era una loba otra vez —miento, observando cómo se sienta descaradamente a la orilla de la cama.—Esos gemidos, Estela… no eran de miedo —murmura. Sus ojos azules recorren mi piel, ahora corrompidos por la lascivia.Siento el pecho saltarme con cada latido; el vientre me vibra con un palpitar tenue, incómodo.—¿De qué más iba a ser? —indago con la voz ligera, casi invisible.—¿No… soñabas conmigo? —me interrumpe, acercándose cada vez más.—¡Basta, Mark!… no —lo freno, pensando en Sam.—Sam jamás lo sabría. No se va a enterar —insiste, como si la ausencia de culpa lo volviera correcto.—No se trata de que no lo sepa. Yo lo a
—Dos habitaciones, por favor —pide Mark, ignorando las miradas cada vez más provocativas de la recepcionista.—No hay… perdón… me queda una —susurra casi pavoneándose.Mark me dedica una mirada, luego vuelve a la chica y acepta sin más.—¿La quiere… para usted y su novia? —averigua, rodando sus ojos indeseables sobre mí.Mark vuelve a mirarme y niega con la cabeza.—¿Las llaves? —pregunta, señalando el llavero que la chica sostiene entre los dedos.—Si necesita algo… búsqueme —lo insinúa ella, apoyando los codos sobre el mostrador y apretando el escote, a punto de desbordarse.Mark la ignora una vez más y nos dirigimos a la habitación.Al abrir la puerta, descubro que el cuarto es sencillo pero confortable… y que solo hay una cama.Recuerdo de inmediato mi estadía en el hotel con Sam y, mientras Mark entra, respondo el mensaje número veinticinco que me ha enviado desde que salimos.—No te preocupes, dormiré en el sofá —me tranquiliza, señalando uno pequeño acomodado en una esquina. Es
Quién diría que el CEO, mujeriego y desesperante, reclamaría mi corazón. Sonrío, casi eufórica, y regreso a mi lugar.Mi mente divaga, lejos, perdida entre las sábanas de Sam y el recuerdo de su lengua deliciosa recorriendo mi cuerpo.Pero unas palabras amables irrumpen mis pensamientos: las de mi madre. Reniego de su presencia y clavo la mirada en la pantalla del ordenador.Una pantalla atestada de números y fórmulas de Excel.De pronto, el celular de Sam me hace dar un brinco en la silla.—¿Sí? —responde sin saber, al parecer, quién lo llama.…—¡Oh!... sí… —carraspea y traga saliva; la llamada lo pone visiblemente nervioso.…—De acuerdo, hasta mañana.Coloca el móvil con excesivo cuidado sobre la mesa, estirando el momento, y de pronto me observa.—¿Qué pasa, Sam? —indago, curiosa.—Es Britanis… dice que ya está bien y que mañana se reincorpora —responde sin mirarme.Un fuego peligroso me recorre la médula. Los oídos me pitan y siento que pierdo el control.—Esa… maldita… ¿y Miran
En el trayecto a Más Uno, Sam no deja de vigilarme, de acecharme. Quiere tener bajo su control cada movimiento que hago.—¡Basta, Sam! —chillo, enojada. No tengo paciencia para sus tonterías.—¿Qué… qué? —pregunta fingiendo no entender, girándose hacia mí con un gesto inocente.—No me mires más. No tengo nada —respondo cortante, con una frialdad extrema.Sam se encoge de hombros, clava la vista en la carretera y no vuelve a pronunciar palabra en todo el camino.Llegamos más rápido de lo que esperaba. Al entrar a la oficina, Natali ya ha regresado al trabajo. Tiene los ojos marchitos y la nariz enrojecida.—¡Buenos días, chicos! —nos saluda entre estornudos. Lleva su cabello lacio, normalmente impecable, recogido en una cebolla desordenada, y no deja de soplarse la nariz.—¿Aún estás enferma, Natali?… Si quieres, puedes regresar a casa —le dice Sam con esa voz melosa y cautivadora que tan bien sabe usar.—Gracias, señor… creo… que será lo mejor —responde ella, cubriéndose la nariz con
Ni la brisa gélida de la noche recompone mi cordura. Me quedo ahí, perpleja, con un nudo en la garganta y otro en el corazón.—Imposible, Sam… ¿quién te dijo eso? —reacciono incrédula, aunque consciente de que sus palabras son verdad.—Mark. No me lo confirmó, pero cuando llegó me preguntó qué hacíamos allí…—¿Y qué hacía él? —lo interrumpo.—Dice que Miranda sabe, de alguna forma, que él es mi hermano. Hace unos meses se conocieron, antes de Marcos… ellos… ellos…—¡Ay, Sam, dale! —lo apuro, impaciente.—Se acostaron… y mantuvieron contacto hasta que luego… bueno, conoció a Marcos.Respondo con una mueca, pero en realidad no me extraña. Miranda es una psicópata que se acuesta con cuanto hombre ve. Aun así, siento algo extraño en el pecho al saber que Mark formó parte de su círculo amoroso venenoso. Casi siento celos.—¿Y cómo sabe de Asher? —pregunto, negándome a lo que pueda escuchar.—Dice que en la manada una vez se lo contaron…—Pero, Sam… ¿por qué dices que es mi mate?—La ancian
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