Mundo ficciónIniciar sesiónDos almas destinadas a encontrarse. Un amor tan profundo… que se vuelve imposible. Alice Miller, una artista apasionada, que vive en Nueva York trabaja en una galeria de Arte como asistente mientras busca una oportunidad para exponer su arte. Nunca imaginó que su destino se entrelazaría con el de Ethan Carter, un magnate reservado que esconde más secretos de los que su mirada permite adivinar. Entre lienzos, promesas y una atracción que roza lo prohibido, ambos se entregan a un amor que parece eterno. Desde las playas de Bora Bora, donde el mundo parecía detenerse, hasta las luces de París, donde el arte la consagra, su historia florece como una pintura perfecta... hasta que la verdad comienza a desgarrar el lienzo. Un compromiso oculto. Una mentira disfrazada de amor. Un brindis que marcará el final de todo lo que creían real. Cuando Alice lo descubre, el mundo que construyeron se desmorona frente a sus ojos. Y Ethan deberá enfrentarse al precio de sus decisiones: ¿Perder al amor de su vida para siempre o destruirlo todo por mantener las apariencias? En medio del lujo, el arte y la traición, El brindis de la mentira revela que a veces el amor no se apaga con la distancia… pero puede morir en el silencio.
Leer másAlice
Hay días en que la ciudad respira más rápido que uno.
Nueva York no tiene compasión con los distraídos; te arrastra entre bocinas, luces, y sueños a medio morir.
Yo solo intentaba llegar a tiempo. Otra vez. Creo que tendre que madrugar mas me dije.
El sol de la primavera iluminaba mi cara mientras corría por la Quinta Avenida con una taza de café y un portafolio lleno de catálogos. Crucé el vestíbulo de la galería Lefèvre, esquivando turistas y clientes, hasta detenerme frente al mostrador de mármol.
—Señorita velez, llegó tarde —la voz de Margot Lefèvre tenía filo—. Otra vez.
Su perfume caro llenó el aire antes que su sonrisa vacía.
—Lo siento, hubo un retraso en el metro,Y es Miller mi apellido. —Excusas. El arte no espera. Y los clientes tampoco.
No era la primera vez que me lo decía, ni sería la última.
Llevaba casi dos años trabajando en la galería más elitista de Manhattan, rodeada de lienzos que costaban más que mi vida. Y aunque Margot nunca recordaba mi apellido y me tratara como una asistente invisible, , yo respiraba arte.
Era lo único que no podían quitarme. Esa mañana había una inauguración privada. El artista principal era un francés al que Margot adoraba, un hombre cuya obra —según ella— “entendía la oscuridad del alma”.
Yo entendía la oscuridad, pero no me la pagaban igual.
Coloqué una de las esculturas en su pedestal mientras Margot daba instrucciones a los empleados.
—Cuidado con esa pieza, Alice. Cuesta más de lo que ganarás en toda tu vida.
“Gracias por el recordatorio”, pensé.
Pero mientras el resto solo veía precios, yo veía historias. En cada trazo, en cada mancha de óleo, había una herida. El arte sangraba. Y yo también.
A media mañana, la galería comenzó a llenarse de murmullos, flashes y copas de champagne.
Yo llevaba una carpeta con las fichas de los artistas cuando escuché una voz masculina detrás de mí:
—Disculpa… ¿sabes quién pintó esta pieza?
Giré. Y lo vi. con unTraje gris, hecho a medida, que a simple vista parecia costar unas tres veces mas que mi renta, mirada firme, y un aura de alguien acostumbrado a obtener respuestas.
—“Cuerpos suspendidos”, es de Lucien Moreau, un artista francés. Explora la fragilidad del deseo —respondí sin pensar.
Él sonrió apenas. —¿Y tú? ¿Exploras algo? -
¿Perdón? —Trabajo aquí —contesté, evitando sus ojos.
—No lo pregunté por eso.
Su comentario me descolocó.
Antes de poder responder, Margot apareció a mi lado.
—Señor Carter, qué sorpresa tenerlo aquí —su tono cambió de hielo a miel.
“Carter.” El apellido resonó en mi mente. Acaso será este hombre tán... Apuesto Ethan Carter, el empresario, que había comprado media colección de Moreau el año pasado. Vaya lo imaginaba un viejo. pense.
Margot me fulminó con la mirada y me apartó con disimulo.
Yo fingí ordenar unos catálogos, pero lo observé.
Ethan Carter no era el tipo de hombre que uno olvida: tenía el porte de alguien que ha visto demasiado para su edad y aún así sonríe.
Cuando nuestras miradas se cruzaron por segunda vez, sentí algo que no sabía nombrar.
Ni amor ni deseo. Curiosidad. De esa peligrosa que termina por destruirte.
Horas después, cuando la galería se vació, Margot me llamó a su oficina.
Su escritorio estaba cubierto de copas y contratos.
—Alice, necesito que cordines la limpieza del salón antes de irte y entregues estos catálogos mañana en el Hotel Empire. El señor Carter hospedará a los coleccionistas allí. No los pierdas, ¿entendido?
—Sí, señora Margot.
Tomé la caja sin decir una palabra más, Pero en el fondo, algo dentro de mí sabía que ese encargo cambiaría el rumbo de mi vida.
A eso de las seis de la tarde, cuando salí de la galeria, la tarde comenzaba a caer, asi que me abrace a la caja y Caminé por la Sexta Avenida, mientras observaba las luces del Times Square reflejándose en los charcos.
Pensé en lo irónico que era amar tanto algo —el arte— y a la vez sentirse tan invisible dentro de él.
Esa noche llegué a mi diminuto apartamento en el Upper West Side.en la zona oeste de Manhattan.
Tome una ducha, me coloque ropa comoda y me hice una coleta alta, mientras el ruido de la cafetera me
avisaba que el cafe estaba listo. tenia poca hambre asi que me prepare un bocadillo que devore en menos de diez minutos.
Mientras tomaba mi cafe,observé mis pinceles, y encendí una vela aromatica. y frente a mí, un lienzo en blanco esperaba.
—Cuando el arte sangra, también sana —murmuré. Encendi los altavoces y una hermosa melodia envolvio
el ambiente, comence a cantar la cancion que sonaba.
You're the light, you're the night You're the colour of my blood You're the cure, you're the pain You're the only thing I wanna touch Never knew that it could mean so much, so much
Mi dedos se deslizaban por el lienzo con facilidad, no pense, solo me deje llebvar por la letra de la canción
y por esa melodia, que afloraba mis emociones mas ocultas.
> “Esa noche pinté con rabia. Con miedo. Con amor.
Sin imaginar que la siguiente vez que viera a Ethan Carter, el destino pondría mi corazón en subasta.
El reloj marco la una de la madrugada cuando coloque mi firma en el cuadro, Aurora mi seudonimo, limpie
mis manos que estaban manchadas de pintura, y me sente en el sofa a contemplar la obra terminada, está
es la razón por la que suelo llegar tarde a la galeria, por lo general pinto hasta muy tarde y luego me
quedo dormida, no pude evitar esbozar una sonrisa, al pensor en eso. Pero mi corazón se sentia
particularmente satisfecho por el resultado obtenido en esta pieza. Y quizás no sea Lefevre, la galeria
donde exponga mis obras pero se que algundia dejare de ser solo una asistente en una galeria de arte y las
personas me reconoceran como la artista detras de las obras.
Sin embargo en ese momento,no sabía que en cada trazo que pintaba estabá escribiendo un primer
capítulo de una historia que estaría llena de mucha pasión, deseo, y que también seria mi destrucción.”
Esa madrugada me fuí a dormir, con el alma satisfecha por lo que habia pintado, pero también con la
sensación de que mi vida cambiaria más pronto de lo que yo misma podia imaginar.
La alarma de mi despertador sono faltando quince minutos para las seis de la mañana, Aunque queria
quedarme acurrucada entre las sabanas, sabia que debia estar a las ocho de la mañana en el Hotel Empire
State Building en Midtown Manhattan. y Eso me tomaria llegar al menos unos sesenta minutos, si el trafico
me lo permitia. Igual que todas las mañanas monte mi cafetera, y el aroma del café fue lo primero que
desperto mis sentidos al salir de la ducha, obte por ponerme un pantalon blanco que se ajustaba
perfectamente a mi figura una blusa rosa palida y una chaqueta del mismo color del pantalón, y unos
estiletos rosados de tacón, a juego con un bolso. Para celebrar la primavera.. Recogi mi cabello castaño en
una cola alta perfectamente peinada para darle un toque más elegante a mi look, y un maquillaje natural
que solo resaltara el contorno de mi rostro, mis ojos y mis labios rosados.
Sonrei frente al espejo, de satisfaccion por lo que veia en el y que me agradaba. Al terminar de tomar mi
café, tome mi bolso y la caja que debia entregar y sale de mi departamento con destino al Hotel
Empire, y lo volveria a ver. ese guapo pero muy arrogante hombre que no sabia se convertiria en mi
alegria y también en mi condena.
El cielo de Londres estaba tan gris que parecía hecho de ceniza.Mientras el avión descendía, observé las gotas de lluvia deslizarse por la ventanilla como si fueran los restos líquidos de un recuerdo que no termina de morir.David estaba a mi lado, con el rostro serio. Desde que me contó la verdad, mi mente era una tormenta.Margot no era mi madre.Mi madre verdadera se llamaba Elena Whitmore.Y, según los registros que él había descubierto, no había muerto en el accidente.“Tu madre sobrevivió, Ethan. La mantuvieron oculta. Margot lo planeó todo.”Esa frase se repetía en mi cabeza desde que despegamos de Nueva York.Y cada vez que pensaba en ello, sentía que mi vida entera se desmoronaba por segunda vez.La mansión Whitmore se alzaba imponente en medio de la niebla londinense.El mismo lugar donde aprendí a hablar, a leer, a temer.El mismo lugar donde, sin saberlo, había crecido junto a mi verdugo.El chófer abrió la puerta del coche. Bajé, acompañado por dos abogados.Margot me es
El viento mecía las cortinas del ventanal cuando llegué a su casa. Claire me abrió la puerta con una sonrisa cansada, pero sus ojos decían lo que sus labios no: “ha tenido días mejores, pero está avanzando.”Alice estaba en el sofá, con una manta sobre las piernas, el cabello suelto cayendo como un río dorado sobre los hombros. Parecía más tranquila, aunque había en su mirada algo distinto, una especie de niebla que empezaba a disiparse.—Hola —susurró cuando me vio.—Hola, pequeña luz —se me escapó sin pensarlo.Sus ojos se abrieron un poco más.—¿Qué dijiste?—Nada —mentí torpemente, aunque mi pecho se contrajo. “Pequeña luz”… No sabia porque lo habia dicho, No podía saberlo. Y sin embargo, lo dije.Ella frunció el ceño, tratando de atrapar un recuerdo huidizo.—A veces… —dijo bajito— me vienen imágenes. No sé si son sueños o recuerdos. Estábamos en un campo, había girasoles… y tú me dabas la mano.No pude respirar por un segundo.Los recuerdos,¿ Quizas, estaban llamando a su puerta
—El insiste en que debe hablar con usted —dijo Tyler—. — Soy David Ethan —contestó el hombre con voz grave, arrastrando el peso de los años—. David Collins.La sangre se me heló cuando lo escuché pronunciar el siguiente nombre.—Trabajé para tu padre.Hubo un silencio largo. Insoportable,Tyler dejanos solos y dile a mi secretaria que estoy en una reunion que nadie me interrumpa.Tyler asintió y salió, cerrando la puerta tras de sí. El sonido del picaporte me pareció una sentencia.David y yo quedamos frente a frente, separados solo por el escritorio. Él se sentó sin que yo se lo pidiera, como quien sabe que no hay tiempo para protocolos.—Empiece a hablar —le dije, cruzando los brazos—. Y no me haga perder el tiempo.David suspiró, entrelazando las manos sobre sus rodillas.—Tu padre y yo trabajamos juntos más de veinte años. Él confiaba en mí más de lo que confió en nadie… quizás demasiado.Su mirada se perdió unos segundos en el vacío, como si estuviera rebobinando la cinta de su
Salí del apartamento con el corazón desordenado. Ese beso… tan leve, tan inocente, había sido suficiente para abrir una grieta en el muro que me había construido.Cerré los ojos dentro del ascensor y todavía podía sentir su aroma, su voz suave diciéndome adiós.No era el beso de una mujer que recordara el pasado. Era el de alguien que estaba empezando de nuevo, sin saber que ya me había amado antes.Y, aun así, me hizo temblar.Me descubrí sonriendo, como un idiota, mientras caminaba hacia el auto. Por primera vez en mucho tiempo, sentí esperanza.Quizás el destino nos estaba dando otra oportunidad.Me quedé un rato dentro del coche, observando las luces de la ciudad reflejadas en el parabrisas.Tomé el teléfono, abrí nuestra vieja conversación y escribí:> “Si tan solo supieras cuánto te extraño…”Pero antes de presionar enviar, la pantalla se iluminó.Era Claire. Conecte la llamada al auto y Respondí enseguida, sin pensar.—¿Claire?Su voz tembló, quebrada, como si acabara de corre
Habían pasado cuatro meses desde el accidente, y por primera vez, la habitación del hospital estaba vacía. Alice había sido dada de alta. El cuarto donde pasé tantas noches pidiendole a Dios, leyendo y esperando, ahora tenía el aire pesado de los lugares que guardan demasiada historia. Me quedé unos minutos más después de que se la llevaron, respirando el silencio, como si dejarla ir también significara soltar parte de mí.Claire la acompañó a su departamento, el mismo donde todo comenzó, con paredes que olían a pintura nueva y recuerdos a medio reconstruir. Yo ayudé a llevar algunas cosas, pero cuando ella entró, sentí que no era el momento de quedarme. Era su espacio. Su reencuentro con una vida que ya no recordaba. Una vida de la que yo no era parte.A los pocos días, Claire me llamó. Su voz temblaba.—Tuve que decirle —susurró—. Le conté lo de su madre.Cerré los ojos. Sabía que ese momento llegaría, pero no estaba preparado para imaginar su dolor una segunda vez.—¿Cómo lo tomó?
El sonido de las máquinas se había vuelto el compás de mis días. Ese pitido constante, tenue, pero presente, era el recordatorio cruel de que ella seguía aquí... y, al mismo tiempo, de que no estaba. Tres meses. Noventa y dos días. Dos mil doscientos ocho horas sentado frente a una cama blanca, viendo un cuerpo inmóvil que alguna vez fue todo mi mundo, y por mi estupides está en esta cama.Arón se encargaba de los negocios. A veces me enviaba reportes o hacía llamadas breves, pero yo no estaba ahí. No podía. Mis oficinas, mis reuniones, mis clientes… todo se había reducido a un nombre en coma: Alice.Dormía en una habitación que el hospital me había concedido por que el director era mi amigo. Una cama comoda, una lámpara , y todo lo que podia necesitar para estar cerca de ella. Tenia ropa suficiente para cambiarme a diario. Tyler, el chofer que contraté después del accidente, se encargaba de traerme comida, flores, y de llevar a Claire cuando venía a visitarla.A veces, cuando todos
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