Mundo ficciónIniciar sesiónLa primera vez había sido un choque; la segunda, un desafío.
Desde el ventanal del lobby del Hotel Empire, la luz de la mañana acariciaba el mármol pulido y los candelabros de cristal, pero yo no notaba nada más que su silueta.Alice Miller apareció con una caja en las manos, caminando con ese aire de determinación que me irritaba y fascinaba a la vez. Cada paso, cada curva, cada gesto estaba calculado para que nadie más pudiera ocupar su espacio.
—Buenos días, señorita Miller—dije, con voz profunda, suficiente para atravesar el murmullo del lobby.
Ella levantó la mirada y me devolvió el saludo con una mezcla de cortesía y desafío. Su ceja arqueada, el leve temblor de la mandíbula, esa chispa que decía claramente: No me subestimes.
—Buenos días, señor Carter —respondió con frialdad, sin una pizca de sonrisa.
Frialdad. Perfecto. Eso me excitaba. Porque normalmente, todo el mundo se rendía a mis palabras, a mi presencia… menos ella.
Y mientras la veía acercarse a la recepción para registrar su entrada, observé cómo su mirada se distraía por un momento con una de las inversionistas, una mujer elegante de ojos grises que me sonreía y me susurraba algo al oído. Alice reaccionó con una leve tensión de hombros, y no pude evitar sonreír por lo evidente: ella no estaba acostumbrada a los hombres imponentes como yo.
—Maldita sea —susurré para mí mismo, consciente de la atracción que me provocaba—. Nunca he querido a alguien así… alguien que me desafíe, que no se derrita a mis pies.
Cruzando la recepción, ella se acercaba con pasos firmes, pero su respiración ligeramente acelerada delataba el efecto que yo tenía sobre ella. Cada gesto mío parecía un imán, y yo lo disfrutaba más de lo que debía.
—Veo que El Empire no te intimida —comenté con un dejo de arrogancia, un paso demasiado cerca de ella para ser casual.
Ella frunció el ceño apenas, como si pudiera leer cada pensamiento mío. Su respuesta fue directa y punzante:
—No veo porque deba intimidarme, señor Carter. Ademas solo estoy aqui por trabajo.Trabajo. Trabajo.
Trabajo. Sí, claro. Como si su concentración pudiera protegerla de lo que pasaba por mi mente con ella.
Como si pudiera engañarme con su calma calculada.Pero entonces vi algo. Un ligero sonrojo en sus mejillas cuando comenté algo sobre la precisión de su entrega. Y ese instante… hizo que me estremeciera. Porque podía hacerla reaccionar, podía tocar su orgullo, su control. Y eso, más que su belleza física, me volvía loco.
—Todo perfecto —dije inclinándome apenas para mirar la caja—. Como tú.
Sus ojos se abrieron, esa mezcla de indignación y sorpresa. La franqueza de mis palabras la desconcertó, y por un segundo, la vi vulnerable.
“Maldito seas Carter…”, pensé. “Nunca debería ser tan obvio, nunca debería disfrutarlo así. Pero no puedo
evitarlo”.Mientras la banda de jazz del hotel llenaba el lobby con notas suaves desde muy temprano, noté
cómo Alice jugaba ligeramente con la cola de su cabello perfectamente peinado , una
respuesta inconsciente a mi presencia. La tensión entre nosotros era casi palpable, una cuerda que
podíaromperse en cualquier instante. Observo a otra mujer acercarse a mi en la sala de reuniones, con sus
labios rozando mi oído. Queríendo demostrar poder, cercania. Pero Alice… se comportaba indiferente ante este gesto. Sin embargo un leve rubor en sus mejillas, la forma en que fruncía el ceño al escuchar mis
palabras halagadoras, era tan natural como mi respiración. y tan revelador.
“Es estúpido…”, me dije, pero no podía dejar de mirarla “Queria que me odiara. y a la vez que me deseara Y que tuviera miedo de mi cercania” Y si parece algo muy loco de mi parte. Pero en Cada paso que daba hacia ella era un mensaje silencioso: control y deseo, mezcla de peligro y promesa.
—Alice —dije, bajando apenas el tono—, ¿alguna vez has pensado en lo que podría pasar si el mundo
dejara de ser tan predecible? Ella me miró con esa chispa desafiante que me rompía por dentro.
—Señor Carter… el mundo no se detiene por usted ni por nadie —contestó, con voz firme, pero con un
temblor apenas perceptible.Y allí estaba, desafiante, hermosa, irresistible… y completamente fuera de mi
control.
¿Por qué ella tiene que ser tan increíblemente imposible?
¿Por qué, incluso cuando actúo como si no me importara, cada fibra de mi ser grita que me acerque, y que
debo poseer cada gesto suyo?
No puedo. No debo. Y aun así… cada palabra arrogante que le digo, cada mirada intensa que cruza sus
ojos con los míos, es un recordatorio de que estoy perdido. con tan solo una segunda mirada.
Alice Miller no es solo otra mujer en mi vida. Es un desafío que no puedo resistir. Su belleza, su inteligencia,
su orgullo… todo me desafía a querer poseerla.
Y lo peor: cada sonrisa suya, cada rubor que consigo arrancarle con una palabra o un gesto, me hace sentir vivo y al mismo tiempo completamente impotente. Porque sé que si ella supiera todo lo que estoy a punto de hacer en Londres… si supiera lo cerca que estoy de romper todo por obligación…Ni siquiera me miraria,
Y no puedo perderla. No sin antes tenerla. No mientras respira y desafía mis límites con solo mirarme.
Cuando finalmente la vi acomodar el contenido de la caja sobre la mesa frente a los inversionistas, mi cuerpo se tensó. Cada detalle, cada movimiento de sus manos, cada respiración contenida… todo era perfecto.
Me acerqué por detrás, sin tocarla, solo para observarla. Cada paso que daba era un recordatorio de su independencia, su fuerza. Y cada gesto de concentración, de profesionalismo, era una provocación que me volvía loco.
—Todo listo —dijo, tratando de esconder la vibración en su voz.
—Perfecto —respondí, dejando que mis ojos recorrieran cada línea de su figura—. Incluso así, Alice, no sabes lo mucho que me atrae verte en acción.
Ella giró apenas, suficiente para percibir la intensidad de mi mirada. Pude ver el destello de sorpresa, el leve rubor. Por un segundo, nuestras respiraciones se sincronizaron sin que lo planeáramos.
“Es imposible no acercarme”, pensé. “Pero debo esperar… debo dejar que el juego continúe… por ahora”.
Su fuerza y su arrogancia, su indiferencia fingida, todo eso me excitaba más que cualquier acercamiento físico. Porque sabía que cada vez que me ignoraba o me corregía, estaba jugando conmigo… y yo jamás había querido ganar un juego tanto como quiero ganarla a ella.
Mientras los inversionistas hablaban y aplaudían, yo permanecí detrás de ella, respirando su perfume, observando cada pequeño gesto. Alice miller no sabe cuánto la deseo ni como me esta provocando.
Y yo… no puedo dejar que esto termine sin antes intentar ganar este juego que ella ni siquiera sabe que hemos empezado.







