Mundo ficciónIniciar sesiónAitana Fonseca nunca imaginó que la malicia de su media hermana cambiaría su vida para siempre. Tras caer en una trampa, termina en la cama de Jax O'Brien, su peor enemigo, quien la desprecia profundamente. La consecuencia de esa fatídica noche es que Aitana queda embarazada, desatando la furia de su padre, un hombre cruel que, además de maltratarla, la encierra para que pase un parto humillante y desgarrador. Lo peor llega cuando le arrebata a uno de sus bebés, pero con la ayuda de una sirvienta, Aitana logra ocultar a la pequeña que logra nacer sin que su padre la vea. Sin embargo, la niña nace con una grave enfermedad del corazón, que solo puede curarse con una cirugía costosa. Desesperada, Aitana decide estudiar medicina, permaneciendo bajo el techo de su malvado padre, mientras la amenaza constante de su situación le persigue. Años después, cuando finalmente está lista para operar a su hija, el destino la enfrenta nuevamente con Jax. Al verla feliz, Jax no duda en hacerle la vida aún más miserable. Movido por el rencor, ofrece una suma de dinero al padre de Aitana para que la obligue a casarse con él, sumiéndola en un nuevo infierno del cual solo ella podrá decidir si escapar o someterse.
Leer másCon tanta valentía y fuerza —una que ni ella misma sabía de dónde provenía—, Aitana no podía olvidar aquellos besos que esa vez la hicieron temblar. «¡¿Qué diablos me pasa?!», grito en su fuero interno, totalmente escandalizada de su propio sentir. «Nada de Jax O’Brien debe agradarme»Lo aborrecía con cada fibra de su ser por haberla maltratado verbalmente durante años, por no haber querido investigar la verdad, por no buscar jamás la razón por la cual el video del accidente de su hermana había desaparecido misteriosamente.—Estás aquí comiendo helado mientras mi hermana lleva años conectada a una máquina. Odio que vivas tan libremente —escupió Jax, con una furia que le deformaba el rostro.—Libérame, por favor —pidió Aitana con voz temblorosa. Su respiración se aceleró, y Anny, percibiendo la angustia de su madre, rompió a llorar desconsoladamente, aferrándose a su cuello como si sintiera el peligro.—Solo sabes hacerte la víctima… “libérame, por favor” —repitió él, imitando su to
Tres años después:Con tanta valentía y fuerza —una que ni ella misma sabía de dónde provenía—, Aitana estudió diligentemente, con noches enteras sin dormir, con lágrimas contenidas y con una determinación que rozaba la locura. Y así se convirtió en una gran cirujano cardiovascular, no por ambición ni reconocimiento, sino con un único propósito: operar a su hija, aquella bebé que era su luz, su razón para seguir respirando, la única que no pudieron arrebatarle.Esa pequeña que Aitana tuvo que criar a escondidas para que su padre y su maliciosa hermana no supieran de su existencia, sufría una grave enfermedad del corazón.Con la ayuda de Marisa, la antigua sirvienta de la familia —que con el tiempo se convirtió en su confidente, su hermana del alma y la madrina de la bebé—, lograron mantenerla lejos de esa casa infestada de víboras.Sin embargo, Isaura, como siempre, no tardó en copiarla. Estudió lo mismo, creyendo que el afán de Aitana por ser cirujano era solo para ganarse el derech
La humedad del sótano se pegaba a su piel como una segunda prisión. Aitana se revolcaba sobre la pequeña cama de hierro antigua, mientras el cemento frío vibraba bajo su cuerpo con cada contracción. El dolor la doblaba en dos; los gemidos se le convertían en gritos agónicos que rebotaban contra las paredes desnudas. Mordía su propio brazo con tal fuerza que el sabor metálico de la sangre le llenaba la boca, y aun así gritaba, clavando las uñas en la tabla y llamando, entre jadeos, a su padre.—¡Papá! ¡Por favor… no me dejes! —clamaba, con la voz rota—. ¡Ayúdame!La puerta cerrada parecía burlarse de ella. Nadie acudía. El mundo fuera del sótano continuaba ajeno, y dentro, la noche era un pozo de luz escasa y barrotes de silencio. Tenía veinte años y, en cuestión de horas, la vida dentro de ella pedía paso al mundo. Tenía miedo; no por dar a luz, sino por cómo y con quién había llegado hasta allí.Mientras Aitana sudaba y se retorcía en el sótano, expulsando líquido amniótico y gim
Aitana asustada de lo que esas víboras planeaban logró arrebatarles una de las dos pruebas.Madre e hija se sonrieron con una satisfacción mezquina y corrieron a contárselo a Alan. —Aitana está embarazada de un mendigo—, susurraron con deleite. Mientras que Aitana no podía creer que estaba embarazada del hombre que le había hecho daño, del enemigo que jamás supo que la mujer disfrazada y mareada era ella. No tuvo tiempo de ordenar los pensamientos; antes de que la idea se asentara, la puerta de su habitación se abrió con violencia. Su padre entró dando un portazo, con el rostro encendido por la ira. Asustada, Aitana se levantó de un salto, apretando la prueba positiva y ocultándola detrás de su espalda como un pecado por confesar. Pero antes de que pudiera preguntar qué pasaba, la palma de su padre la impactó con fuerza contra la mejilla.El rostro le giró en un movimiento brutal, la sangre caliente brotó en la comisura del labio y la piel le ardió por el golpe. —Papá, pero ¿q
A la mañana siguiente.Con un dolor desgarrador en la entrepierna, y sintiendo que cada hueso de su cuerpo había sido triturado por dentro, Aitana abrió los ojos de golpe. El aire le ardía en los pulmones. Se incorporó con dificultad, y lo primero que vio fue la espalda ancha de su enemigo y su cabello negro, tan liso, hidratado y sedoso, que le caía sobre la nuca con una elegancia irritante. Su piel, endemoniadamente suave para ser de un hombre, parecía provocarla incluso sin tocarla. Aunque lo odiaba con todo su ser, era imposible no reconocer que ese hombre estaba *a pedir de boca*. Cejas negras y tupidas, perfectamente delineadas; pestañas largas que sombreaban una mirada feroz, de esas que hacían temblar hasta al orgullo más firme. Sus ojos color miel, cálidos y crueles al mismo tiempo, tenían el poder de desnudarla sin tocarla. Sus labios —demasiado rosados, demasiado húmedos— parecían hechos para el pecado. Sus dedos largos, sus uñas cuidadas, su piel sin exceso de vello… to
El mundo giraba alrededor de Aitana. Las paredes eran de cristal oscuro, y su reflejo distorsionado parecía observarla con horror.—Por favor… llévame a casa —susurró, apenas audible.El hombre se acercó tambaleante. Aunque estaba ebrio, mantenía ese porte arrogante, de quien se cree dueño de todo lo que pisa.—Lo siento, conejita… —murmuró él, con un tono que heló el aire.La rodeó como una pantera elegante, pero sigilosa a la vez, alerta, hábil y con mirada profunda esa que indica que se avecina una tormenta.Aitana retrocedió con torpeza, sus manos temblaban, su mente no reaccionaba con claridad. Todo era una confusión entre miedo, mareo y una sensación de peligro que la mantenía paralizada.—Te lo suplico… déjame ir —pidió, buscando una salida que no existía.El ambiente se volvió denso, opresivo. Ella lo manoteó por el pecho, pero estaba tan mareada que apenas tenía fuerza.—Te lo suplico, déjame ir— volvió a pedir mirando a todos los lados y sintiendo que su cuerpo explotaría p
Último capítulo