La amenaza de mi enemigo.

Con tanta valentía y fuerza —una que ni ella misma sabía de dónde provenía—, Aitana no podía olvidar aquellos besos que esa vez la hicieron temblar. 

«¡¿Qué diablos me pasa?!», grito en su fuero interno, totalmente escandalizada de su propio sentir. «Nada de Jax O’Brien debe agradarme»

Lo aborrecía con cada fibra de su ser por haberla maltratado verbalmente durante años, por no haber querido investigar la verdad, por no buscar jamás la razón por la cual el video del accidente de su hermana había desaparecido misteriosamente.

—Estás aquí comiendo helado mientras mi hermana lleva años conectada a una máquina. Odio que vivas tan libremente —escupió Jax, con una furia que le deformaba el rostro.

—Libérame, por favor —pidió Aitana con voz temblorosa. 

Su respiración se aceleró, y Anny, percibiendo la angustia de su madre, rompió a llorar desconsoladamente, aferrándose a su cuello  como si sintiera el peligro.

—Solo sabes hacerte la víctima… “libérame, por favor” —repitió él, imitando su tono de voz con una crueldad infantil, burlándose—. Pero tú y yo sabemos que eres un demonio —espetó Jax, y su mirada brilló con un odio que heló la sangre de Aitana.

—¿Qué quieres que haga? —gritó ella, quebrada—. Siempre te he dicho que no fui quien lanzó a tu hermana a esa piscina, y te empeñas en verme como la mala. Me has tratado mal durante años, he soportado tus maltratos… ¡¿qué más quieres que haga?!

—Quiero que vivas en agonía. Que no sonrías. Que no seas feliz. Que sufras lo que mi familia sufre. Eso quiero. —Jax escupió cada palabra con desprecio, apretando los dedos sobre su brazo con tanta fuerza que Aitana frunció la frente de dolor, intentando zafarse sin éxito.

Entonces su mirada se desvió hacia la bebé que lloraba desconsolada.

—¿Qué clase de madre deja a su criatura en las manos de una mujer desarmada como tú? —dijo con una mueca de asco, estirando una mano hacia la niña.

Aitana, aterrada, jaló a Anny contra su pecho con desesperación.

—Esta niña es de mi amiga, no tienes derecho a tocarla. Puedes hacerme lo que quieras, pero a ella no. —gritó aunque temblaba, entre el miedo y el coraje.

En ese instante, Marisa salió apresurada del baño y corrió hacia ella con el rostro pálido de susto.

Aitana, sintiendo que las fuerzas la abandonaban y que las piernas ya no la sostenían, se apartó tambaleante, apretando a su hija contra sí mientras caminaba hacia la salida del centro comercial.

—Juro que no dejaré que seas feliz… —oyó decir a Jax a sus espaldas, con la voz tan cargada de odio que le erizó la piel.

—Aitana, no tienes por qué soportarlo. ¡Repórtalo a las autoridades! Él siempre te ha tratado como basura sin tener pruebas de que lastimaste a su hermana —le aconsejó Marisa, casi gritando, tomándola del brazo.

—Mari, no puedo, aunque quisiera… —respondió Aitana, con un hilo de voz y el rostro empapado en lágrimas.

—¿Por qué no? No le debes nada, al contrario, él te ha hecho mucho daño.

—Por qué… porqué él es el padre de Anny. —susurró al fin, con el alma desgarrada—. Aunque nunca lo sabrá… no puedo demandarlo.

Marisa quedó sin aire. El silencio cayó como una losa.

Aitana caminó hacia el parqueo con el corazón desbocado, mirando a todos lados, aterrada de que Jax apareciera de nuevo. Y cuando una mano se posó en su hombro, quedó helada, incapaz de moverse.

—Jax, yo… —murmuró con un temblor en la voz, mientras el miedo le paralizaba el alma.

Aitana giró nerviosa, y con el corazón golpeándole con tanta fuerza que creyó que se le saldría del pecho. 

.

Rezaba internamente para que no fuera Jax. Ya que, si era él… estaba segura de que había escuchado lo de Anny, y  todo estaba perdido.

Pero su corazón se calmó —aunque apenas— cuando descubrió que se trataba de la dependienta de la heladería.

—Señora… dejó su tarjeta sobre el mostrador —le informó la joven, extendiéndole la tarjeta de crédito.

Aitana soltó un suspiro tembloroso, con el alma hecha un nudo.

—Gra… gracias —balbuceó con una sonrisa forzada.

Después de dejar a Marisa y a la pequeña y adorable Anny en casa, Aitana, con el alma desgarrada, condujo su viejo coche rumbo a la mansión Fonseca. 

Odiaba aquel lugar con cada fibra de su ser. Pero no tenía opción. Debía soportarlo por el bien de Anny.

Debido a que los recursos médicos que necesitaba su hija provenían del hospital de su padre, y esa dependencia era una cadena que la mantenía atada a esa familia que tanto daño le había hecho.

Apenas cruzó el recibidor, unas voces acaloradas la hicieron detenerse en seco. Frunció el entrecejo y se acercó, con pasos silenciosos, hasta quedar detrás de la puerta del salón.

 Se escondió, conteniendo la respiración.

—¡No puedes hacerme esto, mamá! —gritó Isaura con voz temblorosa, llena de rabia y lágrimas—. ¡Jax me gusta mucho! ¿Y tú pretendes que se case con esa… bola de sebo andante?

Aitana cerró los ojos un instante, tragando el dolor que esas palabras le provocaron. Ya estaba acostumbrada a que su media hermana la humillara, pero oírlo una vez más le desgarró el alma. No le sorprendió el desprecio, pero sí el contenido de la conversación. 

“¿Jax casándose con ella?” “No podía ser.” Era absurdo. Ese hombre la odiaba tanto que la sola idea de compartir un espacio con él ya era una tortura.

«A menos que… quisiera lastimarme con más libertad», pensó con un escalofrío que le recorrió la espalda.

—Hija —la voz de Sandra, su tía y madrastra a la vez, sonó cargada de falsa calma—, ese hombre es un demonio y lo sabes. Además, odia a Aitana. Que la pida en matrimonio no es más que una fachada para torturarla.

—No importa, ese lado malicioso de Jax es lo que me tiene enganchada a él y si hay una posibilidad de que una Fonseca se case con él, esa debo ser yo.

Aitana observó desde su escondite cómo Sandra ponía un dedo en la sien de Isaura, en ese gesto manipulador tan suyo.

—Piensa un poco, ¿quieres? Si él llega a descubrir cómo fue que su hermana cayó a esa piscina… ¿crees que te tratará mejor que a Aitana? No, Isaura. Ese tipo es capaz de destruirte. Mereces un hombre bueno, uno que no sea mujeriego… ni viudo, ni padre soltero.

«Vieja maldita», murmuró Aitana entre dientes, apretando los puños con tanta fuerza que las uñas se le hundieron en la palma.

—Jax tiene dinero, es muy guapo y ese mocoso suyo puedo enviarlo a un orfanato, para darle hijos. Unos que ame mucho —protestó Isaura, obstinada, con los ojos llenos de envidia—. Esa gordoflona va a disfrutar de vivir con un hombre millonario, ¡no lo voy a permitir!

Entonces Marisa se inclinó hacia Isaura y le susurró algo al oído. 

La expresión de Isaura cambió al instante; sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa, cargada de una satisfacción oscura. 

Aitana frunció el ceño, con un mal presentimiento apoderándose de ella. No entendía qué demonios tramaban esas dos arpías, pero algo le decía que no era nada bueno.

En ese instante, Mauricio Fonseca, su padre, entró en el salón. Y el silencio cayó de golpe, pesado como una losa.

 Marisa, al verlo, sonrió con una elegancia calculada, una sonrisa que Aitana conocía bien.

—Querido, ¿en qué quedaste con el señor Jax O’Brien? ¿Se casará con Aitana? —inquirió ella.

Aitana, sin pensarlo dos veces y aterrada por la posibilidad de que su desgraciado padre la comprometiera con alguien tan malvado como Jax, estalló furiosa. 

—No te permitiré que me cases con alguien que me ha maltratado verbalmente —bramó, entrecortada por la rabia y el miedo.

—Puedo comprometerte con quien quiera —replicó Mauricio, sin vacilar—. —Te casarás con el señor O'Brien quieras o no. Si no, atente a las consecuencias…

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP