Mundo ficciónIniciar sesiónUn amor por contrato – Sinopsis Luciana Rivas ha pasado los últimos cinco años sobreviviendo en la jungla corporativa como asistente personal del hombre más insoportable de la ciudad: Dylan Richard. Exigente, arrogante y encantadoramente peligroso, él representa todo lo que Luciana prometió evitar. Pero cuando una propuesta inesperada irrumpe en su rutina, todo cambia.Dylan necesita una prometida... de mentira.Y Luciana, sin saberlo, es su candidata perfecta.A cambio de un simple compromiso falso y tres meses de actuación frente a la élite empresarial, ella podría alcanzar su verdadero sueño: estudiar leyes. Solo hay una regla: nada de sentimientos, nada de confusión... y nada de enamorarse.Pero en medio de cenas elegantes, miradas que dicen más que las palabras y una convivencia forzada, las líneas entre el contrato y la realidad empiezan a desdibujarse.¿Podrá Luciana salir ilesa del juego del hombre que jura no saber amar?¿O será este "acuerdo profesional" el comienzo del romance más inesperado de su vida?
Leer másPOV Luciana
Mientras mi mente seguía en blanco después de escuchar aquellas palabras, vi cómo mi jefe movía las manos frente a mí y su rostro comenzaba a fruncirse. Entonces decidí hablar: —Ja... creo que no lo oí bien, señor. ¿Qué acaba de pedirme? —Lo que escuchó, señorita Rivas. Necesito que se case conmigo... bueno, no casarnos realmente. Hacerles creer a todos que estamos comprometidos, y luego, una vez que tome la presidencia, romperemos el compromiso. Vi en su rostro que no había ni un rastro de duda en lo que me estaba pidiendo, y fue entonces cuando una risa histérica, sin gracia, escapó de mis labios. —Ja... ja... ja... señor Richard, veo que hoy sí que se levantó de muy buen humor. —Estoy hablando en serio, señorita Rivas. —Guardé silencio y él agregó—: Lleva trabajando para mí los últimos cinco años. No tiene vida personal, ni novio, ni vicios. Es de perfil bajo, muy discreta... Eso me gusta, y es justamente por eso que ha sabido mantenerse a mi lado. No quiero una relación seria, y por eso le propongo esto a usted. —Yo sí tengo novio, señor Richard... —¿Sí? Ah... sí. Kevin. —Scott. —El abogado que nunca está aquí. ¿Cuándo fue la última vez que lo vio? ¿Hace seis meses? ¿Siete? —Siete... pero aun así es mi novio. No ha podido venir por temas laborales, pero... —No le pedí explicaciones, señorita Rivas. Su vida privada puede mantenerse así. Incluso si ese tal Scott es su novio, no interfiere con mis planes. La ve tan pocas veces al año que para su próxima visita nuestro contrato ya estará terminado. —Señor Richard, se está sobrepasando. Mire, aun si él no viniera, usted es una figura pública. Nuestro compromiso, planes de boda, o como quiera llamarlo, aparecería publicado en todas las revistas. —En ese caso, usted saldría beneficiada. Estoy seguro de que su novio se tomaría el tiempo de venir al ver que otro hombre la pretende. —Sonrió de una manera que me hizo fruncir el ceño. Estaba a punto de mandarlo al demonio cuando añadió—: Señorita Rivas, me conoce desde hace años. Sabe que no le pediría esto si el destino de mi empresa no estuviera en riesgo. ¿Qué cree que pasaría si mi primo toma el mando? —Para empezar, me despediría... —Yo diría que a ambos. Recuerde que nunca le cayó bien. —Eso fue por su culpa... —No importará. Si yo me voy, todo por lo que usted ha trabajado también desaparecerá. Además, no le pido esto como un favor... Yo podría pagarle. Sé que su sueño es convertirse en abogada. Podría costearle la escuela de leyes. —Espere un momento... Aun si acepto, ¿qué pasará si no gana? ¿Aun así cumplirá su palabra? —Por supuesto. Jamás rompo una promesa. Y para que no haya dudas, dejaremos todo por escrito. Sabe que me gusta hacer las cosas de manera profesional. —¿Y solo sería hasta que tome la presidencia? —Así es... tres meses, a lo mucho. —Déjemelo pensar y... —Tiene hasta mañana en la mañana. Lo vi levantarse para volver a su escritorio, dando por terminada la conversación. —¿Por qué hasta mañana? —Mañana llegan mis padres de Italia. Les dije que tenía algo importante que anunciarles. —Pero aún no he dicho que sí... —Lo sé, pero lo hará. Ahora, vuelva a su trabajo y comuníqueme con el abogado Choi. Debo finiquitar algunos asuntos. Sin más, se puso serio y, en cuanto salí de la oficina, mi mente no dejaba de dar vueltas a su propuesta. Tenía razón. Si su primo tomaba la presidencia, todo mi esfuerzo de estos años se iría al caño. Llevaba cinco años trabajando para Dylan Richard y, en ese tiempo, había renunciado —o intentado renunciar— al menos seis veces por año. Pero las cuentas siempre me hacían regresar. A pesar de lo gruñón, estricto y quisquilloso que era, Dylan también era generoso. Cuando Scott todavía vivía aquí y tuve que apoyarlo, mi jefe —al enterarse, no por mí, sino por los chismes de las demás secretarias— me aumentó el sueldo y cubrió parte de mis viáticos. Debo reconocer que, si sabes manejarlo, puede ser un hombre amable... aunque eso mismo lo hace aún más peligroso para las mujeres. Durante estos años, incontables modelos, actrices e incluso herederas habían pasado por su cama. Dylan Richard era un libertino, y su reputación de donjuán lo precedía. No entendía cómo tantas mujeres seguían cayendo en su encanto. Sí, era atractivo y rico, pero aun así... era evidente que no era del tipo que se compromete. Al ver pasar al abogado Choi frente a mi escritorio, lo saludé con una sonrisa antes de volver rápidamente a mi trabajo. Sabía muy bien que a mi jefe no le gustaban las distracciones. **Narrador omnisciente** Cuando el abogado ingresó a la oficina de Dylan, lo saludó como siempre y, tomando asiento, habló: —Muy bien, Dylan... ¿para qué me mandaste a llamar? Tu secretaria mencionó "asuntos pendientes", pero... que yo recuerde, ya tenemos todo finiquitado... —Alex, siéntate. No te llamé por algo relacionado con la empresa. Esta vez es algo personal. Necesito que redactes un acuerdo matrimonial. —¿Acuerdo matrimonial? ¿Para quién? ¿Para ti? —La sonrisa del abogado fue irónica, pero, al ver la seriedad de su amigo, se enderezó en su silla—. ¿En serio vas a hacerlo? —¿Qué otra opción tengo? Tú mismo escuchaste a mi abuelo. Si no me caso, la presidencia pasará a manos de Max. No trabajé tantos años para ver cómo todo se va al demonio por culpa de ese idiota. —Espera, Dylan... Entiendo lo que dices, pero... ¿casarte? Tú no estás hecho para eso. Ninguna mujer de nuestro círculo aceptaría. Tu reputación lo arruina todo. —Por eso me comprometeré con alguien fuera de nuestro círculo. —¿Ah, sí? ¿Y quién es la desafortunada? —La señorita Rivas. —¿Ella? —El abogado abrió mucho los ojos, incrédulo—. ¿No estaba saliendo con su novio? —El tipo se mudó a Nueva York. Trabaja en un bufete de abogados. Por lo que sé, siguen "juntos", pero hace meses que no se ven... y francamente, no me importa. Solo necesito que acepte el trato. No planeo casarme de verdad. —Ya sabía yo que había truco. —Alex sonrió. —Obvio. No nací para el matrimonio, y tú lo sabes mejor que nadie. —Ya entendí, Romeo. Pero cuéntame... ¿qué te dijo tu Julieta cuando le propusiste matrimonio? Dylan frunció el ceño, molesto por la burla de su amigo. —Ella me conoce tan bien como tú. Sabe que jamás tendría una relación seria. Por eso fui directo: le dije la verdad. —Le dijiste que lo hacías por la empresa. Qué romántico... —No necesito fingir con ella. Además, confío en la señorita Rivas. Lleva cinco años trabajando para mí. Es dedicada, obediente, discreta. Conoce todo mi pasado y, créeme, jamás se fijaría en mí. Ella todavía cree en los cuentos de hadas. No sé por qué sigue aferrada a ese novio suyo. —Eso es lo que me deja dudas. ¿Por qué aceptaría si sigue en una relación? —Todavía no acepta, pero sé que lo hará. Le ofrecí pagarle la escuela de leyes a cambio de su ayuda. Por eso te llamé: necesito que redactes el contrato. —No te preocupes. Me encargaré. Pero... ¿estás seguro de que aceptará? —Confía en mí, Alex. Conozco a la señorita Rivas mejor de lo que ella misma se conoce. No podrá rechazar esta oportunidad. —Así que... vas a comprometerte con la señorita Rivas...Capítulo Final. “Nunca imaginé que un contrato cambiaría mi vida” El regreso a casa fue tranquilo. Demasiado tranquilo para lo que habíamos vivido en el hospital. Dylan y yo cruzamos el umbral de la mansión Richard cargando en nuestros brazos a los pequeños milagros que nos cambiaron la vida para siempre. Dos niños hermosos, idénticos, con el cabello castaño claro como su padre y los ojos grandes que todavía no decidíamos de quién habían salido. Aunque si me preguntaban a mí, tenían la mirada de Dylan desde el primer instante. La familia nos recibió con una mezcla de emoción y caos organizado. Victoria lloraba, Sarah no dejaba de tomar fotos y Francisco, desde su sillón, simplemente asintió con una leve sonrisa cuando Dylan le mostró a sus bisnietos. —Bienvenidos a casa, pequeños —dijo, con la voz más cálida que le había escuchado en años. Desde ese momento, todo fue adaptarse. Las noches eran largas, las siestas cortas y el amor… infinito. *** Sarah, poco después del nacimient
Mientras subían al vehículo, Luciana jadeó con fuerza, apoyando la cabeza en el hombro de Dylan. —Esto… duele más de lo que recordaba de las clases —murmuró entre contracciones. —Respira conmigo —le dijo él, concentrado—. Tú puedes, amor. Ya casi estamos. Joaquín arrancó el auto, saliendo de la propiedad a toda velocidad, pero con cuidado. El silencio dentro del vehículo solo era interrumpido por los jadeos de Luciana y las frases entrecortadas de Dylan: —Tranquila… ya vamos… todo va a salir bien… Luciana, entre suspiros y una mueca de humor negro, murmuró: —Si en la próxima contracción me vuelvo violenta… prométeme que no me lo guardarás en rencor. —Lo firmo ahora si hace falta —respondió Dylan, sonriendo con nerviosismo. En el hospital, ya estaban alertados gracias a la llamada de Sarah. Dos enfermeras salieron con una camilla mientras el personal abría paso. Dylan se bajó con Luciana aún en brazos y caminó directo hacia la entrada. —Ella está en trabajo de parto. ¡Está de
Después de la inesperada revelación del ultrasonido —cuando el doctor anunció que esperaban gemelos y Dylan terminó desmayado— la pareja decidió regresar a la mansión Richard para compartir la noticia en persona. No querían hacerlo por teléfono. Era algo que se tenía que vivir, que se tenía que sentir. Luciana se apoyaba en el brazo de Dylan, su mirada cansada pero dulce, mientras subían lentamente los escalones de entrada. El auto apenas se había alejado cuando la puerta principal se abrió bruscamente. —¿¡Luciana!? ¿¡Dylan!? —exclamó Victoria, con los ojos abiertos como platos—. ¿Qué hacen aquí? ¡No volvían hasta el lunes! —Sorpresa —dijo Dylan, forzando una sonrisa mientras sostenía la mano de su esposa. —¡¿Qué sucedió?! ¿Todo está bien? —preguntó Sarah, corriendo detrás de su madre. —Todo está bien —respondió Luciana—. Pero tenemos una razón para haber vuelto antes de tiempo. —¡Si! —dijo Luciana entre risas, aunque su rostro denotaba agotamiento—. Pero tenemos noticias impor
El sol acariciaba suavemente la piel de Luciana mientras el murmullo de las olas le adormecía los pensamientos. Dylan, detrás de ella, la envolvía con los brazos mientras ambos yacían en la enorme cama de lino blanco con vista al mar. La brisa entraba por los ventanales abiertos, llevando consigo el aroma del mar y el eco lejano de unas gaviotas. —¿Cómo puede existir un lugar tan perfecto? —susurró ella, apoyando la cabeza en el pecho de Dylan. —¿El lugar o el momento? Porque si me preguntas, yo ya toqué el cielo —respondió él besándole la frente. Luciana sonrió, pero su cuerpo no respondía con la misma alegría. Desde hacía un par de días se sentía rara. A veces tenía frío, a veces calor. Dormía más de lo habitual, y la comida, esa que antes devoraba sin problemas, ahora le revolvía el estómago. —Dylan... creo que necesitamos volver —dijo de pronto. —¿Volver? ¿De qué hablas? ¡Aún nos quedan dos días de luna de miel! —protestó él con una mueca de niño malcriado. —Lo sé… pero me
Días después de la segunda boda, Dylan y Luciana aterrizaron en una pequeña isla privada del Mediterráneo. El cielo parecía pintado, y el mar azul profundo chocaba suavemente contra la orilla como si el mundo entero hubiera decidido hacer silencio para no interrumpirlos. La villa que Victoria había reservado para ellos parecía sacada de un sueño: paredes blancas, ventanales que daban al mar y una terraza privada con piscina infinita. Luciana se quedó boquiabierta apenas entraron. —¿Esto es real? —preguntó, con los ojos brillando. Dylan, detrás de ella, la rodeó con los brazos y apoyó su barbilla sobre su hombro. —Real y reservado para ti, señora Richard. Ella sonrió con esa mezcla de dulzura y picardía que lo volvía loco. Aunque aún estaba adaptándose a que el mundo la llamara así… señora Richard. Una parte de ella aún no podía creerlo. --- La primera tarde transcurrió entre risas, mojitos sin alcohol para Luciana —que Dylan preparaba con el cuidado de un alquimista— y baños d
La música suave de jazz envolvía el ambiente, acompañada por el tintinear de copas y las risas discretas de los invitados más selectos. El salón de eventos, decorado con elegancia minimalista, reflejaba perfectamente el estilo sofisticado que Victoria Richard había planeado para la recepción. Todo estaba milimétricamente dispuesto: las flores blancas con toques dorados, los centros de mesa de cristal tallado, y un piano blanco en el rincón, donde un músico interpretaba melodías clásicas con maestría. Luciana, de pie al lado de Dylan, lucía deslumbrante con un segundo vestido de novia, más ligero y delicado, pero igual de elegante. Dylan no le soltaba la mano. Los ojos de ambos se encontraban una y otra vez, como si todo lo que había sucedido aún necesitara ser verificado para creerse real. De pronto, un discreto golpeteo en el micrófono atrajo la atención de los presentes. —Familia, amigos —anunció Victoria desde el escenario—. Esta noche no solo celebramos el amor y la unión de e





Último capítulo