Después de la inesperada revelación del ultrasonido —cuando el doctor anunció que esperaban gemelos y Dylan terminó desmayado— la pareja decidió regresar a la mansión Richard para compartir la noticia en persona. No querían hacerlo por teléfono. Era algo que se tenía que vivir, que se tenía que sentir.
Luciana se apoyaba en el brazo de Dylan, su mirada cansada pero dulce, mientras subían lentamente los escalones de entrada. El auto apenas se había alejado cuando la puerta principal se abrió bruscamente.
—¿¡Luciana!? ¿¡Dylan!? —exclamó Victoria, con los ojos abiertos como platos—. ¿Qué hacen aquí? ¡No volvían hasta el lunes!
—Sorpresa —dijo Dylan, forzando una sonrisa mientras sostenía la mano de su esposa.
—¡¿Qué sucedió?! ¿Todo está bien? —preguntó Sarah, corriendo detrás de su madre.
—Todo está bien —respondió Luciana—. Pero tenemos una razón para haber vuelto antes de tiempo.
—¡Si! —dijo Luciana entre risas, aunque su rostro denotaba agotamiento—. Pero tenemos noticias impor