La música suave de jazz envolvía el ambiente, acompañada por el tintinear de copas y las risas discretas de los invitados más selectos. El salón de eventos, decorado con elegancia minimalista, reflejaba perfectamente el estilo sofisticado que Victoria Richard había planeado para la recepción. Todo estaba milimétricamente dispuesto: las flores blancas con toques dorados, los centros de mesa de cristal tallado, y un piano blanco en el rincón, donde un músico interpretaba melodías clásicas con maestría.
Luciana, de pie al lado de Dylan, lucía deslumbrante con un segundo vestido de novia, más ligero y delicado, pero igual de elegante. Dylan no le soltaba la mano. Los ojos de ambos se encontraban una y otra vez, como si todo lo que había sucedido aún necesitara ser verificado para creerse real.
De pronto, un discreto golpeteo en el micrófono atrajo la atención de los presentes.
—Familia, amigos —anunció Victoria desde el escenario—. Esta noche no solo celebramos el amor y la unión de e