Mundo de ficçãoIniciar sessãoSinopsis La Luna no siempre acierta al unir dos almas. Lucía Lódwood lo aprendió de la forma más cruel cuando, frente a todo el Consejo de Alfas, su pareja destinada —el poderoso Damián Wulfric— la rechazó sin titubear. Desde entonces, su nombre se convirtió en un susurro entre las manadas… y su corazón, en una fortaleza. Seis meses después, Lucía ya no es la misma loba ingenua que creía en los designios del destino. Es fuerte, indomable, y está decidida a no volver a inclinar la cabeza ante ningún Alfa. Pero cuando Damián reaparece alegando haber sido víctima de un hechizo, y exige completar su unión bajo la próxima luna llena, el pasado amenaza con desgarrar nuevamente todo lo que ha reconstruido. Entre mentiras, vínculos rotos y una nueva fuerza que despierta en su interior, Lucía descubrirá que el destino no siempre está escrito en las estrellas… a veces se forja bajo la lluvia, entre sangre, dolor y fuego.
Ler maisEl salón del Consejo Supremo estaba lleno antes del amanecer. Las antorchas de plata iluminaban los rostros de los alfas reunidos, y el aire olía a tensión contenida y viejas rivalidades.El eco de los pasos resonaba en el mármol mientras los representantes de cada territorio tomaban asiento. Nadie hablaba. Nadie se atrevía.Lucía había regresado con vida.Pero Damián… seguía desaparecido.En el centro de la gran sala circular, el trono de la Alta Luna permanecía vacío. Solo el sonido del fuego crepitando en las columnas marcaba el tiempo.—Daremos inicio a la sesión extraordinaria —anunció con voz solemne el Alfa Supremo de las Montañas del Alba, un hombre de cabello blanco y mirada acerada—. Que se registre en actas: nos encontramos reunidos para discutir los sucesos ocurridos durante la caída de la Luna del Norte y la desaparición del Alfa Damián del Valle Rojo.Los murmullos se alzaron como un enjambre.El representante del Sur Salvaje golpeó la mesa.—¿Desaparición? —repitió con
Lucía dormía profundamente, envuelta en la calidez de su hogar, en la habitación que había vuelto a llenar de vida con su presencia. Afuera, el bosque descansaba bajo el manto plateado de la luna, y la nieve que caía lentamente amortiguaba cada sonido, como si el mundo entero contuviera la respiración para no despertarla.El fuego del hogar chispeaba suavemente, proyectando sombras doradas en las paredes de piedra. En medio de aquella quietud, la puerta principal se abrió con un leve crujido, y un hombre de figura imponente cruzó el umbral con pasos silenciosos. Su mirada recorrió el lugar con una mezcla de alivio y respeto. Finalmente, sus ojos se posaron sobre la puerta entreabierta del dormitorio.Jacob había llegado.Horas atrás, había hablado con el Alfa Karl. La conversación había sido tensa, pero inevitable. Ambos sabían que el destino de Lucía y del joven Alfa de Fuego Eterno estaba sellado. Karl, aunque reacio, comprendió que pelear contra el vínculo sería solo prolongar el s
El ambiente en la Manada del Norte era pesado, tan denso que ni el viento se atrevía a soplar con fuerza entre las cabañas. Desde el amanecer, el silencio reinaba como un luto interminable. El Alfa Karl y su Luna, Alina, apenas se mantenían en pie. Su hija, su orgullo, su luz… Lucía, la heredera del linaje blanco, había caído en combate. Nadie lo había querido creer, pero los guerreros del alfa Jacob lo confirmaron: su cuerpo había desaparecido tras el derrumbe del barranco, y ni el rastro de su esencia permanecía en el aire.Habían pasado semanas desde entonces, y la ausencia de Lucía se sentía como un hueco imposible de llenar. Dylan, su amigo, su hermano de alma, apenas comía. Se pasaba las noches en el límite del bosque, mirando hacia el sur, esperando lo imposible. Ni siquiera Ronan, su compañero, había logrado arrancarlo de esa tristeza que lo consumía por dentro. Ambos compartían un mismo dolor —uno por amor, el otro por lazos que iban más allá de la sangre.Esa noche, la manad
Él sonrió apenas, temblando.Lucía, con el corazón latiendo como un tambor de guerra, no pudo resistirlo más. La chispa en su interior se convirtió en un incendio. Dio un paso adelante, y luego otro, hasta que se lanzó a sus brazos con un sollozo ahogado. Sus cuerpos desnudos se encontraron en un choque de calor y necesidad, piel contra piel, como si el universo entero hubiera conspirado para unirlos de nuevo.Jacob la atrapó sin esfuerzo, envolviéndola en un abrazo que era a la vez protector y posesivo. Sus labios se buscaron con urgencia, colisionando en un beso profundo, salvaje, cargado de todo el dolor y la añoranza acumulados. La boca de él devoraba la de ella, su lengua explorando con hambre, mientras las manos de Lucía se enredaban en su cabello oscuro, tirando con fuerza para acercarlo más.El frío de la nieve contrastaba con el fuego que ardía entre ellos. Bajo la luz plateada de la luna, que ahora asomaba entre las nubes como un testigo silencioso, sus cuerpos se presionaba
El viento cortaba como cuchillas en el aire helado del norte. La luna se escondía entre nubes densas, y el silencio del bosque se mezclaba con el murmullo lejano de un río que bajaba desde las montañas.Entre los árboles, una figura blanca se movía con gracia y fuerza salvaje: Kira. Su pelaje resplandecía bajo la luz difusa del amanecer mientras corría sin detenerse, guiada por un instinto que no pertenecía del todo a ella.Lucía, en lo más profundo de su mente, estaba despierta… pero confundida.Cada paso que daba la loba, cada respiración agitada, era acompañada por la voz temblorosa y perdida de su humana interior.—No entiendo nada, Kira… ¿por qué siento esto? ¿Por qué sé a dónde ir si ni siquiera recuerdo quién soy?La loba soltó un gruñido suave, casi maternal, sin detenerse.—Porque el alma siempre sabe a dónde pertenece, aunque la mente lo haya olvidado.Lucía suspiró.—Eso suena muy poético, pero no me ayuda en nada. ¿Estamos perdidas?—No —respondió Kira con firmeza—. Vamos
El hospital de Saint Claire amanecía con su rutina habitual: pasillos relucientes, olor a desinfectante y enfermeras corriendo con tazas de café en una mano y carpetas en la otra.En la habitación 312, sin embargo, algo fuera de lo normal ocurría.Lucía —la misteriosa paciente sin memoria— ya no parecía tan “delicada”.En solo dos semanas, sus heridas habían cerrado como si el tiempo hubiera decidido acelerarse para ella. Los médicos estaban fascinados. O más bien, confundidos.—Esto no tiene sentido —decía el doctor Harris, revisando los informes con una ceja arqueada—. Fractura de costilla completamente regenerada en siete días. Contusiones severas… desaparecidas.—¿Cree que es mutante? —susurró una enfermera, a medio tono entre broma y miedo.—Casi preferiría eso. Al menos tendría una explicación científica —gruñó el médico, quitándose las gafas.Mientras tanto, Lucía observaba desde la cama, con el cabello negro cayéndole sobre los hombros y los ojos ámbar brillando con una vitali





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