El rugido del Alfa Karl hizo vibrar el aire, tan potente que incluso los árboles parecieron inclinarse ante su autoridad.
Su aura llenó el jardín como una tormenta: densa, aplastante, innegable.
Jacob gruñó bajo, aún con los colmillos manchados de sangre, mientras Damián yacía en el suelo, jadeando y cubriéndose las heridas.
Ambos estaban a medio camino entre la forma bestial y la humana, respirando con dificultad, con los ojos ardiendo de furia.
—¡Les ordeno que se transformen ahora! —bramó Karl, y su voz retumbó como un trueno—. ¡Antes de que pierda la paciencia!
Lucía se apartó, el corazón golpeándole el pecho.
Kira murmuró dentro de su mente, divertida:
—Ups… parece que el espectáculo terminó, querida.
—Cállate —susurró Lucía, con la voz temblorosa—. Esto no tiene nada de divertido.
Jacob fue el primero en obedecer. Su cuerpo comenzó a contraerse, los huesos crujieron y el pelaje se disolvió bajo la piel.
En segundos, volvió a su forma humana. Sus ojos seguían encendidos, y su res