Vida huyó de su pasado como sicaria de la mafia china, dejando atrás sangre, traiciones y una identidad que ya no le pertenecía. Con un nombre nuevo y un futuro incierto, buscó refugio en Estados Unidos, donde aprendió a vivir en las sombras como una mujer común. Pero la calma nunca fue su destino. Su camino se cruza con Kaelion, un alfa poderoso y enigmático que dirige un imperio de placeres prohibidos. Entre ellos se enciende un vínculo tan irresistible como peligroso: Vida es su elegida, la única capaz de doblegar la fuerza salvaje que arde en él. Sin embargo, Kaelion ha jurado no aceptar a su mate destinada, y esa negación los sumerge en un juego de tensión, deseo y celos. Mientras el mundo sobrenatural se mueve entre secretos, traiciones y alianzas ocultas, Vida deberá enfrentar no solo a sus enemigos del pasado, sino también a sus propios demonios internos. ¿Podrá una mujer que aprendió a matar para sobrevivir aprender ahora a amar sin perderse a sí misma? Una historia de pasión, fantasía y poder donde cada decisión puede significar la diferencia entre la libertad… o la condena eterna. Debidamente registrada con todos los derechos reservados, prohibida su copia parcial o completa.
Leer más—¡Está ahí! ¡No la dejen escapar! —los gritos llegaron segundos después.
Disparos. Uno, dos, tres... Las balas rompieron la madrugada como látigos de fuego. Vida, rodó sobre el pavimento, sacó su pistola desde el tobillo y disparó sin mirar, hasta que se hizo un profundo silencio. Después, un grito. Y luego, el estruendo del caos.
Los cuerpos cayeron como fichas de dominó, ella era una depredadora viviente de humanos. No había quién se quedará vivo ante su mirada, era como la misma encarnación de la muerte, aún así, todo aquello dolía, estaba matando a su propia familia, familia no biológica, pero sí quien la educó como la asesina que era.
Ella corrió. Sus botas resonaban como latidos urgentes sobre el concreto. No llevaba mucho: una mochila con dinero en efectivo, un pasaporte falso aún caliente de tinta, y una cadena oxidada que su madre le había dado cuando tenía cinco años. "Vida", decía el dije. El único nombre que no tenía sangre encima.
El plan era sencillo. Ir a la frontera. Sobornar al tipo correcto. Tomar una nueva identidad y salir de China, suponía que salir del país sería lo más difícil. Pero la mafia no perdona, y mucho menos cuando quien los traiciona es su mejor francotiradora, y no solo eso, cuando la habían criado y educado como una hija. En ese momento el jefe de la mafia sentía que había construido la misma arma que lo estaba destruyendo, quedarse sin ella, era como quedarse en silla de ruedas y sus enemigos aprovecharían sin duda esa debilidad.
Cuando giró la esquina, se encontró con tres de los suyos. Los Sanate. Su unidad de élite. No había margen para titubeos. Disparó a la cabeza del primero antes de que pudiera hablar. El segundo intentó cubrirse, pero ella ya había vaciado el cargador. El tercero… era Jin. Su primer beso. Su compañero de entrenamientos. Le tembló la mano, pero apretó el gatillo, mientras una lágrima traicionara rodó por su pálida mejilla, hundiéndose en sus labios temblorosos.
No se permitió mirar atrás, pero mentira si decía que dispararle no le dolió.
Robó una motocicleta y atravesó la ciudad como un rayo maldito. Los noticieros ya hablaban de una "masacre en los barrios del bajo mundo", sin saber que era el inicio del colapso. Su nombre ya corría por radios clandestinas, junto a la palabra más temida por los suyos: traidora.
A las dos cuadras, un auto la embistió. Cayó sobre el parabrisas. Rodó sintiendo un fuerte dolor en el costado. El conductor salió gritando, pero ella le disparó en la pierna y le quitó el vehículo. El escape siguió con los neumáticos chillando como almas en pena.
En un punto fronterizo, llegando a las aguas del océano Índico, las cosas casi se arruinan. El tipo de migración no era el sobornable. Vida, sonrió con la dulzura exacta para que él olvidara hacerle más preguntas. Era buena en eso. En matar, en mentir, en producir la atención suficiente para salvarse. Le sellaron el pasaporte con un nombre nuevo. Oficialmente, ahora ella era Xu Ling Zhen, pero solo hasta llegar a su destino.
Subió a un enorme barco; un crucero que la paseó con cautela y reposo, durante varios días, hasta pasar por Madagascar, siguiendo rumbo a Sudáfrica, ahí se permitió dormir, comer, tener sexo con un desconocido y mirar peces en medio océano.
Llegando a Brasil, se refugió en una bodega abandonada. Pasó un día y medio ahí, hasta que la poca tranquilidad que sentía, se le fue por la borda, cuando la encontró Liang.
—No quiero matarte —le dijo él, apuntándola con la misma pistola que ella le había regalado años atrás.
—Entonces no lo hagas —susurró ella, sin soltar la suya.
Liang, temblaba. Ya estaba viejo. Le costaba mantenerse firme. Pero sus ojos… sus ojos eran puro fuego.
—Tú eras la mejor. Nuestra esperanza. ¿Por qué te vas, Vida?, sin ti, nos hundiremos. Pide lo que quieras y te lo daremos, ¿te hace falta más dinero?, ¿quieres una mansión?, ¿un león de mascota?, solo pídelo.
—Porque no quiero seguir matando por ellos. Porque ya ni siquiera sé quién soy —dijo, ella, mientras que una lágrima traicionera y solitaria rodaba por su mejilla, cosa que ya se había hecho costumbre y es que no podía negar que irse dolía.
—No hay salida, debes volver, pedir perdón y olvidaremos todo.
—Sí, la hay —respondió ella, disparando al corazón que más le dolía. Se acercó, le cerró los ojos y murmuró—: Gracias por enseñarme todo. Incluso cómo matarte —termino diciendo entre sollozos.
Siguió con su viaje, que fue toda una odisea. No podía usar aeropuertos. Cruzó en buses, a pie, en barcos, escondida entre cajas. Cambiaba de ropa, de acento, de postura. Durmió sobre alfombras de cemento. Se despertaba con la sensación de que una bala le estaba rozando el cuello. Y en más de una ocasión, era cierto.
La mafia había mandado a los Sanates restantes. Pero ella era mejor. Y ahora estaba furiosa.
Mientras más países cruzaba, su rastro se iba perdiendo y llegó un punto, exactamente en Centroamérica, donde ya no fue rastreada, se perdió en el radar de la mafia china.
Cuando por fin llegó a Estados Unidos, Vida ya no era Vida. Era una sombra vestida de civil, un eco de lo que había sido.
Encontró un pequeño departamento, pero se le hizo difícil encontrar uno solo para ella, así que aprovecho que un raro hombre solitario, buscaba compañera de piso. Estaba cómoda, no era a lo que estaba acostumbrada, pero era algo decente.
Acostada en la cama, estaba esa rara sensación en el pecho, algo que dolía, algo que no se sabría explicar. Había dejado atrás la única vida que conocía y se enfrentaba a un reto mayor que disparar una Barrett, que era esa sensación del miedo a lo desconocido.
Salió de su habitación y miro al tipo raro, feo no era, pero no tenía amigos y pasaba trabajando desde casa, en esa ocasión estaba jugando videojuegos en el sofá y la miro tan raro a como ella lo veía a él y no se hablaban, estaban juntos, porque ambos tenían necesidad, él no podía costear un departamento solo, y ella no había podido conseguir algo propio por falta de tiempo.
Caminó hasta la fábrica que había investigado durante meses. Sabía que ese lugar era la entrada a una nueva vida. Una empresa de juguetes sexuales que parecía inofensiva, pero escondía secretos. La fachada perfecta para desaparecer.
Entró como si nunca hubiera tenido que correr para salvar su vida. El cabello ahora teñido de castaño, las uñas limpias, la mirada vacía.
La oficina de Recursos Humanos olía a café frío y perfume costoso. Una mujer de rostro inexpresivo tecleaba sin parar. Ni la miró.
—Documentos —dijo, con la voz seca.
Vida, deslizó el sobre manila con sus papeles falsificados.
—¿Nombre?
—Vida... —titubeó por una milésima de segundo— Vida Ling.
La mujer levantó las cejas. Revisó los documentos. Se detuvo en la foto. Observó a Vida, con más atención. La miró de arriba abajo.
—¿Primera vez trabajando en una fábrica?
—He trabajado con armas más complicadas que un vibrador —dijo, con una media sonrisa.
La mujer soltó una carcajada involuntaria.
—Tienes agallas. Bien. Te llamaremos si todo está en orden.
Vida, asintió. Dio media vuelta. Y justo cuando iba a salir, algo la hizo girar levemente el rostro.
Una figura se deslizaba por el pasillo. Alto, imponente. No caminaba, se desplazaba con una presencia que lo envolvía todo. No era el jefe de Recursos, ni un operario. Había algo salvaje en él. Algo que resonaba en sus huesos.
Sus ojos se cruzaron durante un segundo. Uno solo. Suficiente para que el corazón de Vida, hiciera un sonido que no conocía. No era miedo. No era deseo. Era algo más profundo. Algo que dolía.
No lo sabía aún, pero ese hombre no era solo su futuro jefe.
Era su destino.
Y también su condena.
—¿Qué tal el prototipo? —preguntó Kaelion con ese tono grave que parecía vibrar en las paredes, como si cada sílaba pudiera arrancarle la respiración.La luz de la tarde entraba por los ventanales de la oficina, pintando su figura con tonos dorados que lo hacían parecer aún más irreal. Vida alzó la mirada desde su escritorio, sintiendo esa presión invisible que siempre ejercía sobre ella. No sabía qué pensar de él. Había días en los que su sola presencia le encendía la piel con un calor insoportable, y otros en los que se repetía, casi como un mantra, que no caería en su juego… que no sería una más en su lista de conquistas.—Estaba pensando en pedirle que me pagara un hotel, una botella de vino y me diera la tarde libre… —sus labios se curvaron con picardía— para disfrutarlo como se debe.Su voz salió suave, provocadora, como quien coloca una pieza en el tablero para probar la reacción del rival.Kaelion no se lo esperaba, pero la sonrisa que le respondió fue lenta y peligrosa. La ob
Vida despertó minutos antes de que la alarma sonara. No se permitió el lujo de quedarse mirando el techo; se incorporó con la misma determinación con la que tomaba decisiones que luego le pesaban. Se vistió deprisa, recogió el cabello húmedo en una coleta alta y salió del departamento en silencio, procurando no cruzarse con Silas. El caos de su compañero era una forma extraña de orden: comía cuando se acordaba, dormía cuando su cuerpo lo obligaba y aparecía en los momentos menos oportunos. Aun así, esa forma de vivir le resultaba peligrosa, como si hubiera un abismo disfrazado de calma en él.En el trayecto al trabajo, se prometió no pensar. No pensar en el jefe. No pensar en el sofá. No pensar en lo que había sentido con un hombre mientras imaginaba a otro. Pero el cerebro se le iba a los bordes del deseo como si fueran barandas calientes. Fantaseaba con Kaelion, con su voz grave, pidiéndole cosas que jamás debía concederle, y a la vez recordaba el gemido breve que se le escapó a Sil
Vida llegó a su departamento con el cuerpo ardiendo. Había prometido controlarse, pero la tela sobre su piel la había dejado húmeda, temblando, con la mente desbordada. Intentó dirigirse a la ducha, pero al ver a su compañero en el sofá, el instinto le ganó.Lo tomó del cuello y lo besó con violencia. Él reaccionó tarde, sorprendido, pero el deseo de ella era tan feroz que terminó por arrastrarlo.—Vida… espera… —alcanzó a murmurar, pero ella lo calló con otro beso más profundo.Lo montó sin delicadezas, buscando saciarse a sí misma más que darle placer. Se movió sobre él hasta arrancarse un orgasmo, y luego otro, mordiéndose los labios para no gritar. Solo cuando estuvo saciada, permitió que él acabara.El chico la miró atónito, jadeante. —¿Qué fue eso? —preguntó entrecortado, casi suplicante.Ella se levantó, ajustándose la ropa, sin mirarlo. —Nada —respondió, seca—. No significa nada.Lo dejó tendido, confundido y con el corazón latiendo, desbocado. Él no era de sentimentalismos,
Era noche, pero no podía dormir, así que decidió ir por unos tragos, caminando por una calle apenas iluminada, no supo en qué momento, dos hombres en moto intentaron asaltarla.Kaelion apareció justo en ese instante con su auto. Frenó de golpe, listo para intervenir. El instinto lo impulsaba a bajar y destrozar a esos tipos con sus propias manos, pero lo que vio lo dejó clavado en el asiento: Vida no gritó, no huyó, no tembló.Ella se movió como un rayo. Una patada certera contra el primero, un giro letal contra el segundo. En cuestión de segundos, los dos estaban en el suelo, jadeando y gimiendo de dolor, mientras ella se sacudía las manos como si hubiera espantado polvo.El alfa real se quedó apretando el volante con fuerza. ¿Qué demonios fue eso? La había subestimado. Para él, era solo una secretaria humana, delicada, normal… pero lo que acababa de presenciar lo contradijo todo.Un calor extraño le subió por el pecho, mitad admiración, mitad alarma. No es común. Ninguna humana se m
Nyxara, acudió al llamado de su mejor amigo, apenas recibió su mensaje. Kaelion, le había hablado por el móvil con esa voz grave y contenida que solo usaba cuando algo lo inquietaba, confesándole que tenía a su elegida justo al lado. Aquello no podía ignorarlo.La loba alfa, con la curiosidad ardiendo en las venas, cruzó los pasillos de la empresa como si fueran su territorio. No se detuvo a esperar anuncios ni permisos: abrió la puerta de la oficina presidencial como quien abre la entrada de su propia guarida.Vida levantó la mirada solo un instante, movida por la curiosidad, y así sus ojos se encontraron con los de Nyxara. Fue un choque silencioso. La humana era hermosa. Alta, delgada, rozando el metro ochenta, con un porte que imponía aunque no intentara hacerlo. Sus ojos, ligeramente rasgados, le daban un aire exótico, pero no eran lo que más llamaba la atención: su cabello ondulado y dorado rompía cualquier expectativa. Uno imaginaría un negro intenso acorde a sus facciones, per
Vida, no se sorprendió de que la hubieran llamado. El currículum que ella misma había creado era impresionante. Había omitido algunas cosas, sí… pero no había mentido del todo. Sabía muchas cosas, demasiadas. Era una mujer sumamente inteligente, aunque sus documentos fueran falsos. Ese pequeño detalle no le restaba mérito a sus habilidades reales. —Vida —la llamó la joven secretaria del piso con una sonrisa cálida, de esas que acariciaban el aire con dulzura. —Soy yo —confirmó ella con naturalidad.Había llegado muy temprano a la empresa. La habían llamado con carácter de urgencia: la anterior secretaria del alfa real, había desaparecido sin previo aviso, y su perfil encajaba perfectamente con el puesto. Así, al menos, lo decía el currículum. —¿Es humana? —había cuestionado Kaelion, en cuanto Milah, la secretaria del piso presidencial, le informó a quién había llamado. —Lo es —respondió ella—. Pero una humana muy inteligente. Su currículum es excepcional.A pesar del descontento i
Último capítulo