Zayden, Alfa entre Alfas, ha perdido mucho más que una compañera: perdió el amor, la esperanza y el futuro que soñó con ella. Incapaz de engendrar un heredero por su fuerte genética, se refugia en la bebida y abandona sus responsabilidades… hasta que una joven Omega irrumpe en su vida. Lyra no es una Omega cualquiera. Centrada, valiente, e inspirada por su mejor amiga Brina —una Beta fuerte e independiente—, ha aprendido a resistirse al rol que la biología le impone. Pero el engaño de su prometido Cade la empuja a liberarse por una noche, entregándose al instinto... y al Alfa Zayden. Lo que debía ser una fuga momentánea se convierte en un giro del destino: son Mates. Sin embargo, Lyra no siente el vínculo. Y Zayden, aunque lo reconoce, se niega a confiar en lo que considera una simple reacción química. No la acepta… pero tampoco puede dejarla ir. Obligada a trabajar para él, Lyra comienza a mostrar una fuerza que lo desconcierta. Cuando estaba a punto de ceder ante su sentir, los malentendidos lo hacen retroceder. La arrastra a una ceremonia de selección de Luna. Pero Lyra, humillada, pero con orgullo, abandona el evento, haciéndole comprender que la ha juzgado mal. Ese dolor, esa lucha constante, despierta algo ancestral en ella: Mara, su loba interior surge por fin. Una Omega Pura, con características deseadas por muchos. Mientras Brina encuentra el equilibrio entre el amor y la libertad junto a Clark, el leal Beta de Zayden, Lyra y Zayden deberán enfrentarse a sí mismos y a una verdad incómoda: ¿puede el amor crecer incluso cuando el instinto falla? ¿Pueden elegirse más allá del vínculo? Con traiciones al acecho, tensiones entre manadas y un futuro incierto, el amor no será una debilidad… será su única salvación.
Leer másYa todo estaba listo. El lugar, la comida, los invitados y desde luego la hermosa y pequeña prenda que usaría con mi prometido en su noche, para entregarle mi primera vez. Se lo había prometido a Cade hace meses y ya no tengo excusa para seguir posponiendo ese momento. Cuando le pregunté que quería como regalo de cumpleaños, no dudó un segundo en su respuesta.
—A ti, Lyra. Eres lo que quiero como regalo —dijo con esa mirada de deseo que erizó mi piel e infló mi ego— nos conocemos desde hace meses, estamos comprometidos, conozco a tus padres, ¿qué más quieres para sentir que esto es real y permitirnos llegar al siguiente nivel?
Sus palabras sonaron sinceras y de alguna forma... lógicas.
Cada vez me es más difícil resistirme a él. Mi naturaleza Omega me está exigiendo una evolución en el contacto y él con su genética Alfa no hace sino hacerme las cosas más complicadas, o así era hasta hace una semana.
Últimamente, ha estado muy ocupado, casi no pasamos tiempo e incluso sus mensajes se empiezan a sentir algo fríos. Algo está cambiando y quizás sea mi culpa. ¿Acaso estoy exagerando en aquello de no dar?
¿Hago mal en luchar contra lo que soy? Una Omega es normalmente complaciente y no llegan muy lejos en la escala social no importa lo inteligente y hábiles que seamos debido a eso. Es difícil no ceder ante los deseos ajenos y no me refiero expresamente a la parte sexual. Es casi como si estuviéramos diseñados para aceptar la sumisión.
Para muchos soy una especie de unicornio. Un ser mítico de esos que las niñas pintan en lindos tonos pastel en sus libros. ¿Pero cómo no luchar por serlo? Mi mejor amiga desde la niñez es Brina, una Beta y siempre ha sido mi ejemplo a seguir. Ella se ve fuerte, decidida, con un norte propio y eso lo envidio.
—El sexo está bien —dijo una vez en medio de alguna de nuestras conversaciones— solo no permitas que un hombre te domine por eso. Si él es bueno, tú debes ser mejor para mantener el control...—aunque eso fue lo que dijo, no estoy segura de ser tan "fuerte" como ella en ese sentido.
Estaba pensando en eso cuando piso algo que se queda incrustado en mi zapato. Es un gemelo. Al tomarlo llama mi atención que es idéntico a los preferidos de Cade y ahí mi inseguridad toma el control. Miro hacia el lujoso hotel del cual acababa de salir y en el cual organicé la celebración de su cumpleaños y un pensamiento absurdo cruza mi mente.
¿Y si él está ahí con otra? Sonrío nerviosa. Tal vez pueda preguntar por su habitación en recepción y si me dicen que no hay nadie registrado con ese nombre, nada pasó, no hay afectado. El plan parecía sólido en mi cabeza.
Llego a recepción y saludo a la recepcionista con una gran sonrisa.
—Buena tarde, voy para la habitación del señor Cade Morrow —dije tan segura como pude— debo entregarle algo.
La chica teclea en el sistema y tras ver el resultado en la pantalla su mano se dirige al teléfono haciendo que mi corazón se acelere. ¿De verdad está aquí? Mi mente corrió de manera vertiginosa para buscar la forma de manejar la situación.
—Por favor no le marque. Es mi jefe. Me pidió traerle un medicamento, tiene una jaqueca horrible y no tolera en este momento el ruido ni la luz—comenté en tono suplicante— lo que pasa es que salí corriendo en cuanto me llamó y olvidé anotar el número de la habitación. Se enojará mucho si se entera de mi descuido. Me dijo que le pidiera la llave y le dejara lo que le traje sobre la mesa de noche si lo encuentro dormido.
La chica me observa de pies a cabeza y supongo que si tengo apariencia de asistente o algo así, pues al final me mira con comprensión.
—Bien, suite 505 —me pasa una tarjeta de repuesto.
Traté de que mi mano no temblara al recibirla y le agradecí a la chica para ir directo al ascensor. Podía escuchar mi corazón tan fuerte como un tambor. Me paré un minuto a observar la puerta imaginando lo que podría encontrar. ¿Y si se trata de un homónimo? ¿Y si todo esto no es más que una mala interpretación? ¿Le alquilo la habitación a otra persona o me encontraré una escena para adultos tras la puerta?
Eso definitivamente sería lo peor. Pensé. Pero no, la realidad era más cruel. Abrí la puerta y aunque inicialmente no vi su rostro, ese en definitiva era su olor, pero no era el único olor que conocía en aquella habitación. La larga melena rubia que caía sobre una blanca piel y se batía enérgicamente sobre la pelvis de mi prometido era sin lugar a duda la de mi hermana menor: Zaira.
No se percataron de mi presencia de inmediato, estaban muy concentrados, pero cuando no pude seguir conteniendo el aire en mis pulmones y la tarjeta que tenía en la mano cayó, las manos de Cade ciñeron la cintura desnuda de Zaira y la inmovilizaron. Su mirada encontró la mía y no vi arrepentimiento ni miedo por ser descubierto. En su lugar asomó una mueca de fastidio. Una lágrima se deslizó por mi mejilla incapaz de creer lo que estaba viendo.
—A esto es a lo que me orillaste con tu indiferencia, Lyra —dijo haciendo que mi hermana se bajara de él —no había otra forma para aplacar mis instintos, tengo necesidades propias de un hombre, de un Alfa. Espérame y hablamos —tras esas palabras tomó su ropa del suelo y entró al baño.
No me importó su desnudez, mi mente no estaba para sentir vergüenza por eso, solo dolor y humillación. Aquel hombre con quien me había atrevido a soñar y quien supuestamente me quería como su compañera elegida, no tenía reparos en ofrecer su cuerpo a otras. Mi pecho se sentía apretado y dolía como nunca imaginé que pudiera hacerlo.
Cuando la puerta del baño se cerró, miro hacia la cama y me encuentro la mirada triunfante de mi hermana. Nunca tuvimos la mejor relación pero no creí que se atreviera a tanto por lastimarme.
—Es tu culpa, no entiendo de qué te sorprendes —aseguró descaradamente Zaira.— soy mejor que tú en todo, hasta nuestros padres lo saben, incluso soy más hermosa y él es un Alfa. Eres una tonta al no haberlo amarrado de verdad.
El sonido de la ducha cesa. Reacciono saliendo y azotando la puerta tan fuerte como pude.
Mis dedos hurgaron frenéticos en el bolso hasta encontrar el celular, justo cuando el ascensor se abrió.
—Necesito un bar —fue todo lo que pude decir en medio del llanto, pero no necesité más para que mi amiga comprendiera lo serio de mi situación.
Un corto silencio nuestra su sorpresa.
—Necesitas entonces licor de verdad. Encontrémonos en el bar licán del centro.
Colgamos la llamada. Tiene razón, el licor humano no será suficiente para quemar lo que está atrapado en mi pecho, afortunadamente el licor licán es cuatro veces más potente.
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—Es un maldito —dice mi amiga con la mirada encendida— me alegra saber que no te acostaste con él. Así no lo diga, sé que le debe estar pesando la estupidez que hizo.
La música estridente, la mala iluminación y los shots de tequila licán, no fueron suficientes para arrancar la imagen de mi mente y dejar de escuchar los gemidos de mi hermana. Brina estaba haciendo un excelente trabajo como paño de lágrimas y consejera, pero cuando se retiró al baño, dejó en línea de mi campo de visión a un hombre con un cuerpo de ensueño.
"Tal vez eso es lo que necesito", pienso tomándome el siguiente shot y yendo directamente hasta él. "Tanto frenar mi naturaleza Omega para lograr nada, entonces al menos por esta noche, la dejaré fluir"
Su presencia se hacía más fuerte a medida que me acercaba y definitivamente mis manos ya anhelaban tocar esa piel ligeramente bronceada. Mi mano se desliza con intención por su espalda y entonces aquel hombre se gira y me mira.
No pedí permiso, y casi creí arrepentirme cuando tras besar sus labios me aleja.
Creí que mi noche sería aún peor, que mi ego como mujer terminaría de ser pisoteado ahora por un sexy desconocido, pero entonces, es él quien me hala y me besa con tal ímpetu que de ser por sus brazos en mi cadera habría sido evidente que mis rodillas flaquearon. Nuestras lenguas húmedas se unieron y generaron tal estrago en mí que sentí mi naturaleza activarse por completo.
—¿Qué quieres hacer? —pregunta sobre mis labios.
Aquellos ojos miel y sonrisa ladina era lo más cautivante que recordaba haber visto y digo visto porque obviamente no había tocado antes a un espécimen así.
—¿No pensar en el resto del maldito mundo por un rato? —digo decidida a olvidarlo todo por algunas horas en los brazos de este adonis.
Su mirada me recorrió con descaro y creo que babié por cierta parte privada y muy íntima.
"Solo por esta noche... seré quien realmente soy".
Los años pasaron y el mundo siguió su curso.Pantallas más delgadas.Mentes más vacías.Una civilización que presume avances mientras retrocede con una sonrisa programada. Y no solo hablo de los humanos, pues las otras razas se camuflaron con tal magistralidad entre ellos que en partes se fusionaron a su cultura.Me resulta entretenido cómo se repiten, siglo tras siglo, con ropas diferentes.Llaman "evolución" a una rueda que da vueltas en el mismo lodo.Yo no discuto.Sería como hablar de filosofía con un perro: puede que te mire, pero no entenderá.Y yo no estoy aquí para educar.Estoy para trascender.Así que me adapté.Aprendí su tecnología.Sus algoritmos, sus patrones sociales, sus redes infectadas de banalidad.Algunas herramientas son útiles... si sabes mirar más allá del ruido.Solo esperaba con paciencia los momentos claves.Las estrellas no mienten.El día llegó.El día en que el Gamma puro surgiría. El primero en aparecer.Creí que sería una odisea encontrarlo.Que tend
No tuve piedad de nadie.Ni siquiera de ella.Mi madre.Un niño siempre espera que su madre lo proteja. Que sea escudo, refugio... hogar.Pero ella no fue nada de eso. Me escondió. Me negó. Me abandonó con sus silencios.Al final, cuando me miró con ese gesto de súplica, temblando entre los escombros de la casa familiar, vi en sus ojos que nunca pensó que yo llegaría tan lejos.Y entonces supe que la había subestimado. Ella no era débil. Solo fue cobarde.Por eso no temblé cuando apreté mi puño y dejé que el hechizo final se llevara lo poco que quedaba de su vida.Ni siquiera parpadeé.Le siguió el abuelo. Su cuerpo inerte seguía en el suelo y su rostro arrugado, contorsionado por el dolor, parecía aún suplicar por un milagro que nunca llegó.Me quedé mirándolo durante un largo rato.Y sonreí.Había algo exquisitamente justo en que su última expresión fuera una mezcla de sorpresa y sufrimiento.De alguna manera, esa imagen me recompensó por cada noche que dormí en el frío, por cada ins
EL VILLANO—¡Mierda! ¡Mierda!Grité con tanta fuerza que la garganta me ardió. Ya había destrozado todo lo destrozable en esta inmunda habitación que ahora se había convertido en mi escondite. Me oculto como una vil cucaracha, cuando en realidad soy un ser poderoso.Aunque lo admito: no todo ese poder fue mío al principio. Pero ahora lo es. Y necesito más.Durante generaciones, el cuidado del templo y su contenido fue confiado de forma secreta a la familia de mi madre. Mi supuesta familia. Porque cuando mi madre se enamoró de un mago y me trajo al mundo —hace cinco generaciones— los Montiel no la perdonaron. Mucho menos a mí. Para ellos, yo nunca fui digno. Ni lobo, ni heredero, ni nada. Un error. A ojos de todos, fui una obra de caridad.Mamá me cuidaba en secreto, como si mi existencia fuera una vergüenza. Pero en esas madrugadas a escondidas, me contaba cosas. Secretos de la familia a la que yo soñaba pertenecer. Historias de poder. De linaje. Del Ring.Cuando cumplí ocho años, la
Zayden despertó.No necesitaba girarme para saberlo. Su energía era un hilo invisible que siempre me encontraba. Sentí el leve crujido del colchón cuando se incorporó. Escuché el silencio entre sus latidos, esa contención que solo él tenía cuando algo lo conmovía profundamente.—Lyra… —su voz fue apenas un suspiro quebrado—. No puede ser…Me giré despacio, y al ver su rostro, supe que él creía que aún soñaba. Sus ojos, siempre fieros, estaban abiertos de par en par, como si temiera que yo desapareciera al parpadear.—No soy un sueño —susurré.Él se levantó con torpeza, como si su cuerpo dudara de lo que sus sentidos percibían. Se acercó hasta mí y alzó una mano. Sus dedos tocaron mi mejilla y en ese instante, una chispa recorrió mi piel. El vínculo vibró entre nosotros, como una cuerda antigua que nunca se había roto.El aire entre los dos se volvió sagrado.—Eres tú… —dijo, con la voz rota de emoción—. Dioses, eres tú.Me envolvió en sus brazos y se aferró a mí como si pudiera perder
Estar encerrado era lo más parecido al infierno.No importaba que la cama fuera cómoda, ni que los días fueran tranquilos. Para un Beta, la quietud es un castigo.Y peor aún, un lujo que no podíamos darnos cuando el mundo afuera se tambaleaba.Las órdenes de mi Alfa fueron claras.—No podrás volver hasta que el médico lo autorice.Lo dijo con esa firmeza que no dejaba espacio a discusión, aunque cada célula de mi cuerpo gritara por volver al campo, a proteger, a dirigir, a estar donde debía. Donde estaba mi manada.Me costó aceptarlo.Pero Brina…Ella convirtió el suplicio en algo más suave.En algo tentador.Era fuerte, decidida. Brava como una tormenta y cálida como el hogar. Había algo en ella que siempre parecía arder. Una pasión natural que me volvía loco. Y aún así, durante estos días, me había mantenido alejado de su piel. Era ella quien me lo recordaba con cada caricia interrumpida:—Si vuelves a abrir esas heridas, vas a tener que quedarte otra semana aquí, gruñón.Dioses… si
No sabía cuánto tiempo llevaba aquí. A veces me parecía un instante. Otras, una eternidad.Entonces, frente a mí, el suelo se transforma. Aparece un espejo de agua, quieto y brillante, sin fondo. Me acerco lentamente. Me veo reflejada, pero... no soy yo.Mi reflejo estaba allí y este me sonríe.No es burlón ni amenazante. Es una sonrisa de comprensión. De certeza. Sus ojos brillan con una luz que no recuerdo haber tenido.Y entonces, aquella imagen mía de cabello blanco me habla.Con mi voz, pero con una fuerza que no me pertenece.—Por fin —dice—. Es hora de hablar.Mara se materializa a mi lado y no puedo evitar mirarla con asombro.Los ojos de Mara parecían tan profundos como el bosque, miraban con atención hacia el frente. La aprecié como no lo había hecho. Estiré mi mano y la toqué, entonces ella respondió a mi caricia y me sentí feliz. Era una loba hermosa. Suave, cálida y tan confiable que me sentí orgullosa de compartir alma con ella. Entonces volví mi atención a mi reflejo.
Último capítulo