En cuanto Lucía vio a Damián acercarse, puso los ojos en blanco. La última persona con la que deseaba cruzarse esa noche era él.
El aire estaba cargado de magia, de esa energía espesa que suele quedar flotando después de un ritual, y lo único que quería era respirar, alejarse del ruido, encontrar silencio. Pero, como siempre, el destino tenía otros planes.
—Creo que es mejor que regrese… —murmuró, dando media vuelta para volver al salón.
—Espera —la voz ronca de Damián la detuvo mientras su mano se cerraba en torno a su brazo—. Aún no hemos hablado… ¿por qué me rechazas? Ya te he dicho mis razones.
Lucía giró lentamente, sus ojos brillando con un leve destello dorado. Kira se agitaba bajo su piel, impaciente, irritada.
—¿Que por qué te rechazo? —repitió con una sonrisa amarga—. ¿Acaso tú me diste explicaciones cuando decidiste rechazarme? No me moleste, alfa Damián. Y suelte mi brazo antes de que mi loba no pueda contenerse más.
Su voz fue firme, aunque su pulso se aceleraba. El conta