En cuanto Lucía terminó de ingresar a la oficina, el Alfa Karl la recibió con una sonrisa inusualmente alegre.
—Cariño, ven. Siéntate junto al Alfa Damián —dijo con un gesto amable.
Lucía parpadeó confundida. Sin decir una palabra, asintió y tomó asiento frente al escritorio de su padre. Pudo sentir la mirada penetrante de Damián sobre ella, y también la de Dylan, que permanecía de pie detrás.
Él, más que nadie, estaba desconcertado. No entendía qué hacía el Alfa Damián allí, ni por qué su presencia parecía tensar tanto el ambiente. Lucía jamás le había contado sobre el rechazo. Ni siquiera a su mejor amigo.
El silencio se rompió cuando Karl habló con voz solemne, atrayendo la atención de todos.
—Cariño —comenzó—, el Alfa Damián ha venido a pedir tu mano. Me contó que es tu pareja destinada y que planea completar su unión, pero antes quiso hablar conmigo. ¿Es así?
Lucía sintió un escalofrío recorrerle la espalda. La sonrisa arrogante de Damián no ayudó. Todo su cuerpo se tensó, pero aun así asintió levemente.
—Perfecto —continuó Karl, visiblemente complacido—. Podríamos arreglar su unión para la próxima luna llena.
Lucía apretó los puños sobre su regazo. Cada palabra que salía de su padre la golpeaba como una daga.
Mientras él hablaba alegremente sobre los preparativos de la ceremonia, la voz de Dylan resonó en su mente a través del enlace.
—¿Qué? ¿Cuándo sucedió esto? ¿Cómo que el Alfa de Valle Rojo es tu pareja destinada?
Ella mantuvo el rostro sereno, aunque por dentro ardía.
—Lo es… mejor dicho, lo era. Y es algo que planeo aclarar ahora.
Lucía se volvió hacia el Alfa Damián y habló con firmeza.
—Veo que no fuiste sincero con mi padre.
Karl levantó la vista, confundido.
—¿Por qué dices eso, hija?
—Porque el Alfa Damián era mi pareja destinada. Me rechazó hace más de seis meses.
El silencio que siguió fue helado. El rostro de Karl se endureció de inmediato y sus ojos, del mismo tono ámbar que los de Lucía, se oscurecieron hasta casi volverse negros. Su lobo, Maximus, emergía a la superficie.
Con voz gutural, el Alfa rugió:
—¿Eso es verdad?
Damián perdió su sonrisa. No esperaba que ella hablara con tanta franqueza.
—Sí… pero hay una explicación para eso.
Lucía soltó una carcajada seca, cargada de ironía.
—Por supuesto que la hay. Me rechazaste porque ya tenías una pareja elegida y planeabas aparearte con ella. ¿O acaso no fue así?
Damián bajó la mirada un instante antes de responder.
—Esa loba me había hechizado —dijo con voz tensa—. Me intoxicó con una poción de amor para que la convirtiera en mi luna y, cuando tú llegaste, el hechizo me obligó a rechazarte. Pero cuando lo hice, el dolor del vínculo roto destruyó el encantamiento.
Lucía lo miró incrédula. Kira, su loba interior, rugió con furia dentro de ella.
—Mentiroso… —gruñó con la voz cargada de rabia mientras se levantaba de golpe.
El aire vibró con energía contenida. Antes de que perdiera el control, Dylan reaccionó con rapidez. Se acercó, la sujetó por la cintura y la apartó del Alfa Damián, tratando de calmarla.
—Tranquila, fiera —le susurró mentalmente—. Si pierdes el control, el lobo de tu padre le arrancará la cabeza a Damián y eso sería un problema para toda la manada.
Lucía respiró agitadamente. Podía ver a los dos alfas discutir acaloradamente al otro lado del escritorio. La tensión se volvía insoportable. Dylan aprovechó para hablarle en voz baja.
—¿Por qué no me lo contaste? Soy tu amigo.
Ella bajó la mirada.
—Por eso mismo. No quería que me miraras con lástima. Sabía que cuando la manada se enterara, todos lo harían… y no soportaba que tú también lo hicieras.
Dylan asintió despacio. Entendía su punto, aunque no lo compartía. Si se lo hubiera dicho, habría estado a su lado desde el principio.
Mientras tanto, los alfas finalmente bajaban el tono. Karl respiró hondo, conteniendo a Maximus. Dylan aflojó su agarre y la miró con cautela.
—¿Estás en control? —preguntó.
Lucía asintió.
—Sí. Vamos a ver en qué termina esto.
Cuando regresaron al centro de la habitación, Karl habló con voz más serena, aunque aún cargada de autoridad.
—Bien, hija. El Alfa Damián está arrepentido por su comportamiento. Asegura que todo fue producto de ese hechizo y que, si tú lo aceptas, se hará responsable de ti y continuará adelante con la unión.
Lucía sonrió con ironía.
—¿Ah, sí? Qué conveniente. Se presenta, finge arrepentimiento y listo. ¿Qué planeas ahora, Alfa Damián?
—Lucía… —Karl intentó apaciguarla, pero ella no lo dejó continuar.
—No, padre. No confío en él. Está mintiendo. No sé qué pretende, pero no dejaré que se convierta en el alfa de mi manada.
Damián apretó los dientes. Su expresión se volvió oscura, y Lucía supo que había tocado una fibra sensible.
Karl suspiró con pesadez.
—Hija, entiendo tu enojo, pero él es tu pareja destinada. Sabes que sin él no podrás asumir el liderazgo.
Las palabras cayeron como un balde de agua helada. Lucía lo sabía bien. En las manadas, los herederos de los alfas podían tomar el liderazgo sin tener luna… pero las hembras necesitaban a su pareja para hacerlo. Era una tradición antigua, injusta, pero vigente.
Sin pensarlo demasiado, levantó la barbilla y lo miró con desafío.
—Pues yo sí tengo pareja, padre. El Beta Dylan y yo planeamos elegirnos.
El silencio que siguió fue aún más denso que antes. Dylan la miró atónito.
—¿Qué haces? ¿Cómo que nos elegiremos?
—Dylan, no me abandones ahora —le suplicó mentalmente—. Ese alfa miente. No me reclama por el vínculo, hay algo más detrás. Si lo permitimos, destruirá todo lo que nuestros padres han construido.
Antes de que él pudiera responder, Karl los observó fijamente.
—¿Beta Dylan, eso es verdad?
Lucía lo miró con ojos suplicantes. Dylan respiró hondo, sabiendo que se estaba metiendo en un lío monumental. Finalmente, asintió.
—Sí, Alfa. Así es.
El rostro de Damián se crispó de furia. Por un instante, Lucía creyó que su lobo iba a tomar el control. Sin embargo, ella se adelantó antes de que pudiera decir algo.
—El Beta Dylan será un gran alfa para la manada del norte —declaró con voz firme—. Nuestra gente lo respeta y confía en él. No cambiaré de decisión, padre. Así que espero que esté de acuerdo con mi elección.
Karl la observó largo rato. Había rabia en su mirada, pero también orgullo. Por primera vez, su hija lo estaba desafiando abiertamente. Finalmente, asintió con solemnidad.
—Muy bien. Aceptaré a tu compañero. Su ceremonia de apareamiento se llevará a cabo la próxima luna llena. Ahora, déjenme a solas con el Alfa Damián.
Lucía sintió cómo el aire volvía a sus pulmones. Dylan le tomó la mano con suavidad y ambos salieron de la oficina sin mirar atrás. Solo cuando el ruido de la puerta se cerró a sus espaldas se atrevieron a respirar con alivio.
Sus corazones aún temblaban, golpeando al unísono con la adrenalina del momento. Dylan no esperó más: la tomó de la mano y la guió por los pasillos hasta su cabaña.
Lucía apenas podía pensar. Lo que acababa de hacer era una locura… pero una parte de ella sabía que no tenía otra opción.
Cuando finalmente llegaron, Dylan cerró la puerta tras ellos y se apoyó contra ella, exhalando con frustración.
—Lucía, ¿puedes explicarme qué demonios fue eso? —preguntó, mirándola con una mezcla de enojo y preocupación—. Me acabas de poner en una situación imposible...