El aire del jardín estaba impregnado de incienso y magia antigua. La luna, brillante y distante, bañaba el altar con un resplandor plateado que parecía observarlo todo… incluso lo que debía permanecer oculto.
Lucía respiró hondo, intentando concentrarse en las palabras solemnes del líder del consejo. Pero su mente estaba lejos.
Su corazón, también.
Desde que había llegado al altar, no había podido pensar en otra cosa que en ese olor.
Fuerte. Salvaje. Adictivo.
Era el olor de su pareja de segunda oportunidad.
Intentó ignorarlo. Intentó convencerse de que era un error, un capricho del destino. Pero cada inhalación la hacía estremecerse, cada latido de su corazón la traicionaba. Y Kira, su loba, estaba fuera de control.
“Está cerca… está viéndonos.”
Lucía apretó los labios. Sabía que era verdad. Su compañero estaba allí, en algún punto entre los asistentes, observándola mientras se preparaba para unirse a otro.
A su lado, Dylan mantenía la compostura. Pero cuando la vio perder el foco po