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No puedes comprar alegría

César se estacionó junto a un elegante Lamborghini rojo sangre.

La enorme fuente de la entrada, adornada con una estatua dorada de Atlas sosteniendo el mundo, ahora estaba cubierta de confeti metálico que flotaba entre los chorros de agua.

"Atlas no estaría contento con lo que el mundo se ha convertido," pensó Fausto mientras subía los anchos escalones de piedra blanca.

Frente a las anchas puertas principales de madera, Vladimir Kuzlov lo esperaba con dos copas de champagne.

—El colombiano casi entra en pelotas a la fiesta, ¿No me estarás volteando la tortilla, Fausto? —bromeó Vladimir con un acento apenas perceptible.

Fausto tomó la copa sin entusiasmo.

—Cierra el pico, ruso. Hoy me voy a dar el lujo de ignorar las extravagancias de Ulises —respondió Fausto de Villanueva, pasando un brazo por los hombros del sujeto de cabello rubio y rizado. Ambos poseían la misma gran altura.

César, como siempre en silencio, los siguió a pocos pasos. Para Fausto, esa era la única manera en la que su hermano debía comportarse frente a él: callado y al margen de sus negocios.

—¡Solo porque es tu cumpleaños maldito! — Vladimir dijo mientras dejaba que Fausto guiara el paso.

La extensión de la mano derecha de Fausto por órdenes de su padre, Cesar. Era el más centrado y aburrido de su equipo. Siempre ofrecía ideas y estrategias libres de muertes, Cesar se encargaba de organizar las reuniones del cartel con sus aliados políticos y empresariales, eso y también de  proveer todo lo que su hermano mayor necesitará en un chasquido de dedos.

En contraste, Vladimir Kuzlov Volkov, el "entero brazo izquierdo" de los Villanueva, era explosivo y temido. Su fama de sicario inteligente y brutal lo precedía. Había sido amigo cercano de Fausto desde su adolescencia, y su lealtad lo hacía indispensable. Juntos eran el núcleo del poder del cartel. La cabeza del hydra.

Públicamente se había comenzado a correr el rumor de que "El ruso" ahora gobernaba el cartel de los Villanueva, pero a Fausto le tenía sin cuidado lo que se mencionara en los medios de publicación. Todo era una farsa.

Su padre, Alejandro de Villanueva ya tenía programadas las sistemáticas nominas para las televisoras y medios más grandes del país.

Después de todo como estrategia de los Villanueva, Fausto se había hecho íntimo amigo de los hijos de los dueños responsables de la m****a que pasaban en la televisión con la cual lograban mantener como zombies a la mayoría de los mexicanos.

Los pisos blancos y negros como un tablero de ajedrez dejaron ver el reflejo de los hombres vestidos formalmente mientras se dirigían entre las cortinas de papel metálico hacia el enorme patio trasero al aire libre.

Al inicio del magno evento un mayordomo les relleno sus copas de Champagne Armand De Brignac y otro les tendió los puros cubanos recién cortados listos para ser encendidos.

Fausto aspiró el frío aire complacido ante la escena.

Para lo único que era buena su otra media hermana menor era para hacer fiestas. Lejos de eso, Victoria era inútil.

El amplio toldo blanco tenía globos negros, dorados y plateados amarrados por todas las columnas creando paredes enteras de globos entrelazados entre sí, la piscina a un costado tenía las luces azules neón y decenas de mujeres en ella. Algunas exquisitas mujeres bailaban en el jacuzzi del cual salía espuma que ya había comenzado a manchar todo el suelo.

El resto del lugar estaba completamente alfombrado para la ocasión.

Victoria sabía que no tenia que escatimar en gastos. Su hermano nunca le pondría un límite cuando se trataba de preservar su propio nombre.

Fausto camino sobre la alfombra morada denegando con las manos las bandejas de plata que los meseros le extendían como si se tratase de joyas.

Caviar, finos quesos y jamones artesanales con galletas saladas hechas a mano.

En otras bandejas, chocolates Godiva los favoritos de Fausto en todas sus presentaciones se alzaron ante él haciéndole imposible a Fausto resistirse a uno de sus antojos favoritos.

Lo primero que capturó la atención de Fausto en medio de las redondas mesas fue el centro del lugar.

Una genuina mesa de Póker sostenía un pastel de veintisiete pisos de altura, los años que cumplía se reflejaron en fondant negro y blanco. Las fuentes de chocolate alrededor de la mesa de poker eran adornadas por dulces en tonos dorados.

El techo también estaba lleno de enormes globos con helio que tenían listones metálicos en las puntas y los cuales hacían otra cortina sobre la cabeza de los invitados.

Su sola presencia hizo que la gente se comenzara a levantar de sus sillas para poder aplaudirle al anfitrión de la noche.

Las bellas mujeres mayormente unos veinte años menos que sus parejas fueron más eufóricas para felicitar a Fausto de Villanueva. Por supuesto no era algo que le importara al hombre de ojos verdes, él sabía que era encantador y que todas las mujeres matarían por un poco de su atención.

Fausto acepto manos de toda la gente alcohólica y drogada que se aparecía en su camino.

Las mesas con manteles rojos, negros y blancos tenían excéntricas cenas y pirámides de copas con Champagne siendo servidas por meseros personales en cada una de ellas.

Los regalos de Fausto estaban apilados al costado de la mesa de Póker.

El hombre sabía que no había nada que lo podría sorprender dentro de estos, pero Fausto aun así se tomó la molestia de agradecer a la gente presente.

A los empresarios que le lavaban dinero y tenían sus propios intereses de por medio.

A los políticos corruptos que lo trataban como rey con tal de que sus fondos monetarios y vidas no fueran cortados.

A los dueños de los medios más importantes del país que amaban recibir excéntricos favores de los Villanueva.

Y sobre todo, Fausto agradeció a sus amigos leales e internacionales que tenían negocios ilícitos como el suyo.

Aquellos que movían economías enteras desde la oscuridad.

Los fuegos artificiales no tardaron en hacer presencia en medio del alcohol, el baile y las drogas para algunos.

El veinticuatro de diciembre nació una leyenda y no fue precisamente Jesús.

Fausto finalmente llego a su mesa donde uno de sus mejores amigos "Zeus" el colombiano, se notaba un poco más borracho de lo que lo había visto hace unas horas.

Ulises ahora vestía una sencilla camisa blanca haciendo juego con los pantalones de vestir verde militar. Sus collares y pulseras de oro deslumbraron sobre las luces.

El día de hoy la embarazada esposa de Ulises, Isabela Atlántico había sido el blanco de los enemigos de la alianza internacional de la mafia llamada "El contrato de caballeros", pero Ulises parecía haber olvidado completamente el incidente mientras presumía orgulloso el hinchado vientre de su esposa frente a todos.

A su lado Enzo Egizio de cabellos cafés ondulados y ojos oscuros ignoraba al extrovertido Ulises mientras degustaba su pizza al carbón con desinterés. El italiano tenía tres copas de diferentes vinos a su izquierda.

Fausto choco su copa a modo de saludo con una de las suyas cuando tomo asiento a su lado.

Enzo era miembro de una de las familias de mafiosos más importantes de Italia, gracias a esto, la alianza tenia una línea directa con todas las operaciones de narcotráfico y venta de armas en Rusia, España, Italia y Portugal.

El italiano era un experto en doce lenguas superando a Fausto por mucho.

Enzo era el único que vestía casualmente con una camisa a cuadros, pantalones de mezclilla y chanclas. Fausto no menciono su vestimenta porque no le importo en el momento, así era Enzo siempre de impredecible.

"El Halcón italiano" era el personaje favorito de Fausto cuando se trataba de cazar a los enemigos de la alianza.

Enzo era un perfecto halcón que cuidaba las espaldas de su gente. Un ágil y disciplinado francotirador.

Fausto dejo que le rellenaran su copa muchas veces más mientras degustaba un corte de carne.

Todos eran prisioneros de algo en este frío mundo; del dinero, la ambición, del poder, la superioridad, la lujuria, la impunidad, las drogas; todos tenían una adicción en este mundo. Algo por lo que harían cualquier cosa.

Fausto aprecio el panorama meneando suavemente la cabeza en medio de las hipnóticas luces de discoteca.

Vladimir a su izquierda abrazaba a su esposa Kimberly Kirks "La diva" la cual era uno de los miembros más preciados de la alianza liderada por Fausto.

La sexy mujer de lacios cabellos largos negros, cuerpo lleno de curvas, piel tostada y un extraño piercing en los carnosos labios era la persona más peligrosa dentro de Estados Unidos en este momento.

Colegas de talla internacional de renombre. Eso era lo que más ambicionaba tener Fausto entre sus manos.

La mujer de treinta y tres años tenía una red de contactos para cualquier cosa que se requiriera. Ya fuera en el mercado negro, entre hackers, terroristas y exsoldados de todas las nacionalidades dispuestos a hablar de estrategias, informes y misiones casi imposibles. Gente infiltrada en lo profundo de la Dark Web y en importantes gobiernos alrededor del mundo, algunos incluso con capacidad de armamento nuclear.

Una mujer con la capacidad de falsificar documentos que habían puesto a presidentes de otros países. De inflar dinero en bancos y hacer que un equipo en específico ganara el mundial de fútbol. Esa era la clase de poder que Kimberly poseía.

Kimberly era la clase de mujer que nadie hacia tonta...a  excepción del Playboy Vladimir, pero Fausto nunca traicionaría a su amigo.

Después de todo Vladimir era su hermano de armas. El único al que le confiaba plenamente lo más sagrado de su vida.

Su seguridad.

También gracias a Kimberly, Fausto había conocido al legendario Ulises Rodríguez; el colombiano era dueño del cartel más poderoso de drogas en Colombia en la actualidad.

Ulises se había convertido rápidamente en un amigo de copas y consejos para Fausto. En eso y en su principal proveedor de clorhidrato de cocaína.

Fausto desvió los ojos de sus sagrados alimentos cuando miro entrar a Victoria de Villanueva; ella era la única que había heredado la cabellera y los ojos oscuros de su padre, aunque con todos sus retoques y operaciones pronto no se parecería en nada a Alejandro.

Victoria solo tenía diecisiete años y ya había pasado por la tabla metálica del hospital más veces que cualquier persona que Fausto hubiese conocido. Su diminuto vestido neón le recordó a Fausto al de las putas que tenía repartidas en el interior del país haciendo trabajos de reconocimientos para el cartel.

El heredero sabía que ella era la única Villanueva femenina y por lo tanto era su obligación cuidarla. Así le había educado su padre desde que tenía memoria.

Pero Fausto no estaba para nada contento con el hecho de tener que lidiar con una adolescente borracha a estas horas.

Victoria tenia los desnudos brazos sobre el cuello de nada más que la inigualable Carlota Cuervo.

Fausto miro de pies a cabeza la figura de la rubia natural y cuerpo escultural el cual el hombre sabía ejercitaba día y noche.

A pesar de la diferencia de edad, Victoria y Carlota de veinticinco años eran inseparables.

Carlota dejo a Victoria vomitando a lado de un asqueado Cesar en otra mesa; luego la rubia se acomodó el vestido de látex azul el cual remarcaba ridículamente cada parte de su cuerpo.

Fausto no entendió los gritos de emoción que Ulises comenzó a lanzarle a Vladimir; aunque ambos estuvieran cerca y pudieran hablar perfectamente en vez de gritar, Fausto sabía que no lo iban a hacer.

A sus amigos les gustaba hacerse notar a kilómetros de distancia.

Carlota comenzó a caminar hacia la mesa de Fausto, pero la cruda verdad era que el hombre de ojos verdes no quería lidiar con ella fuera de sus encuentros sexuales.

La rubia y poderosa mujer tenía pasatiempos como la cacería, lanzarse de paracaídas, concursos de tiro, carreras a campo abierto, cualquier deporte que fuera capaz de subirle la adrenalina estaba en la lista de quehaceres de Carlota.

El padre de Carlota había dejado el cartel de los naipes a cargo de su hija después de que fue encarcelado y extraditado. Y al parecer también le habían lavado el coco desde muy pequeña porque Carlota siempre decía que Fausto iba a ser su esposo.

Tan públicos eran sus comentarios que solían hartar a Fausto. Él era un hombre libre y no le pertenecía a nadie.

Mucho menos a esa loca impulsiva con complejos sociópatas.

La principal función del cartel de los naipes era proveer seguridad al cartel de los Villanueva, la gente de Carlota se encargaba del reclutamiento de jóvenes para sicariato, halcones, mulas, de los cuales algunos eran atrapados por los gobiernos como acuerdos que existían entre ambos bandos.

En el mundo de Fausto no existía el bien y el mal. Solo las egoístas ambiciones de cada lado.

Y aunque Fausto sabia de sobra que las mujeres del narco eran exquisitas, él no pensaba comprometerse con nadie.

Nunca había estado en sus planes, se lo había dejado en claro a su padre y no necesitaba darle explicaciones a nadie más.

Para suerte del hombre de ojos verdes, Ulises le había palmeado el hombro con una violencia desmesurada que no supo controlar.

—¡Carrera en lasss cuatrimotos!— grito el colombiano.

Fausto sonrió genuinamente, porque la verdad era que prefería pasar tiempo con el borracho de su amigo que con alguien tan tóxica como Carlota Cuervo.

Fausto jamás pensó que su nueva alianza le traería un genuino amigo. Incluso Fausto había sido designado para ser el padrino de la niña aun no nacida de la pareja de colombianos.

El ruso aulló de la emoción y luego estrello su cara botella de tequila contra el suelo.

Fausto no dudo en seguir a sus amigos, salió por una destruida pared de globos la cual habían roto en primer lugar sus amigos para huir de la secreta fiesta.

Las cuatrimotos ya habían sido traídas por sus hombres, Fausto se quitó su saco Burberry dejándolo sobre el inicio de la tierra. De todos modos, ya no se lo pondría otra vez.

El hombre procuraba no repetir más de dos veces una muda de ropa.

La rubia intentó seguirle el paso a Fausto cuando este trepo elegantemente en la cuatrimoto con otro grueso habano sobre los labios.

—¡Fausto ven aquí!— Carlota le ordeno a Fausto sobre la alfombra morada ya que sus altos tacones no le permitían avanzar sobre las piedras colocadas al inicio del bosque.

Fausto la ignoro completamente. No tenía por qué responderle a ninguna mujer. El no aceptaba ordenes de nadie.

El ruido de la cuatrimoto gano terreno cuando esta avanzo hacia la improvisada línea de carrera donde ya estaban sus dos amigos en sus respectivos vehículos.

—Si yo gano vamos a comer lo que yo quiera una semana entera— dijo Ulises en medio de un ataque de hipo.

Vladimir se carcajeó hasta que pudo hablar.

—Si yo gano quiero que Ulises use falda un día entero— Fausto no se aguantó la carcajada al escuchar a Vladimir.

Estaba claro que el trio dorado siendo tan asquerosamente rico, necesitaba un incentivo más grande que el monetario.

Fausto volteo hacia la mujer rubia que parecía dirigirse a toda marcha descalza hacia él y sin pensarlo a fondo Fausto acelero.

—¡Eso es trampa! — grito Ulises, pero a Fausto no le pudo importar menos.

Dejo que el frío aire lo hiciera libre mientras andaba a toda marcha por otra carretera privada.

Este era su ultimo día libre antes de comenzar de lleno el nuevo proyecto que le cambiara la vida y quería disfrutarlo sin ninguna limitación.

El 2017 había sido un año tranquilo para Fausto en comparación de lo que tenía planeado para el 2018.

Los verdaderos emperadores trabajaban por su corona y el mundo sabría muy pronto como se gobernaba bien.

Después de todo Fausto planeaba dejar su legado ante al mundo y nadie lo iba a poder detener de cumplir esa meta.

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