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4. Subiendo hasta caer

Indra.

Sin pensarlo di media vuelta para abrirme paso entre la multitud lo más rápido que pude.

Solo debía mezclarme entre el resto de las personas y ese peligroso sujeto perdería el interés en mi.

Los sudados cuerpos estaban ajenos a la realidad en la que yo me había sumergido.

Todos estaban tan perdidos en su fiesta. En medio del alcohol, los besos, la cocaína y las tachas, nadie entendería que estábamos en un lugar tan electrizante como peligroso.

Estos eran los riesgos con los que una persona común tenía que lidiar a diario.

"Este debe ser su antro".

"Nada va a pasar Indra".

"Tu sabias perfectamente dónde te estabas metiendo".

Llegué a la pista de baile aún distraída mirando siempre por encima del hombro. De pronto un impacto humano de pronto me sacudió.

—¡Fíjate por donde vas, estúpida!— una mujer con un prominente delantera me chilló antes de empujarme con sus largos brazos tomándome por sorpresa.

—¡Oye fue un accidente! No tienes por qué empujarme— proteste mientras lograba agarrarme a una alta mesa para no caer de lleno al suelo.

—¿¡Qué dijiste!?—la mujer, quien con sus tacones de plataforma me llevaba una cabeza de ventaja, avanzó hacia mí con una mirada intimidante.

Su vestido naranja, ajustado y brillante, resaltaba su figura llena de curvas, el grupo de mujeres que la acompañaban se alineó tras ella como un ejército listo para atacar.

—¿Quién te crees que eres, perra?— volvió a espetarme. Esta vez la mujer me empujó con más fuerza arañándome con sus largas uñas de colores neón.

—Solo fue un accidente —respondí con inseguridad.

—Te voy a dar tu accidente —gruñó ella, echándose hacia atrás la larga peluca rubia en un exagerado movimiento.

Trague saliva demasiado asustada para hablar, estaba segura de que me iban a dar la paliza de mi vida en este momento.

Pero tenías que defenderte Indra.

—¿Quieres que le hable a tu hermano? — dijo una voz varonil a mi lado.

El hombre rubio había aparecido como un extraño demonio protector tomando mi cintura con firmeza.

No me atreví a quitar su mano ante el miedo latente de saber que él era lo único que se interponía entre recibir una paliza en medio de la pista. 

—¿Es tu zorra?—la rubia volvió a la carga, mirándome con desprecio mientras se acercaba aún más a mi espacio personal, su aliento impregnado de alcohol y tabaco fue intenso.

Me obligue a quedarme callada. No quería hacer esto más grande.

—Porque no mejor te callas y llevas a tus perritas a la mesa; estoy seguro de que tu hermano pagó suficiente por ellas —replicó el hombre con frialdad.

La rubia se quedó muda por un instante, me lanzó una última mirada de odio antes de dar media vuelta y marcharse con su séquito hacia el segundo piso.

La mesa donde se reunieron pronto fue un espectáculo: un grupo de chicos todos con gorras comenzó a vitorearlas.

Todos con excepción del moreno de la capucha que parecía vernos fijamente. ¿Un guardaespaldas tal vez?

Saqué todo el aire retenido cuando volví la vista al hombre a mi lado, quien me observaba con atención.

—¿La loca te golpeó?— me preguntó, mientras sus ásperos dedos tocaban suavemente mi rostro.

—No...solo fue un roce. Gracias por el rescate, tengo que encontrar a mis amigas— respondí rápidamente tratando de encontrar una excusa para huir, pero él me detuvo al sujetar mi muñeca.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Como un ligero flashback todas los testimonios sobre secuestros que había leído con mi padre en los periódicos llenaron mi mente.

—Por desgracia, mi hermanastra va a querer matarte cuando salgas de aquí. Y te aviso, esa pequeña cabrona siempre se sale con la suya —dijo el rubio con una tranquilidad que me aterrorizo, pero que a él le sacó una cordial sonrisa.

Mi corazón latió a toda marcha. La palabra "querer matar" en este momento me causó pánico. Claramente las personas que cargaban armas con ellos no lanzaban amenazas vacías.

—No te preocupes prometo no moverme de mi mesa— dije entre risas nerviosas para tratar de liberarme de su agarre.

—Debo insistir en invitarte al menos un trago después de la escenita— repitió el hombre cerca de mi cabeza.

Me guió casi obligadamente por las escaleras hacia el tercer piso de donde yo había salido.

Pasamos de largo el segundo piso, ahi donde estaban todos sus "amigos".

Entre recibir una paliza a manos de media decena de mujeres y tener que explicar en casa porque regrese con un ojo hinchado si bien me iba o tener que lidiar con un hombre que cargaba un arma en sus pantalones, no sé qué me parecía más peligroso.

Cuando arribamos al lado contrario de donde estaba mi mesa, el hombre sacó un fajo de billetes que captó la atención de todos los meseros los cuales se desvivieron por ponerle la mejor mesa VIP a su disposición.

Intenté ubicar a alguien en mi mesa pero la ausencia de la gran mayoría me hizo realizar que mis amigos estaban tan dispersos por el antro que me era imposible ubicarlos en este momento.

El hombre me alzo un brazo invitándome a tomar asiento primero en el sillón rojo. 

Solté un largo suspiro ante el y luego acepté mi derrota. Por mi mente pasaron todos los escenarios posibles verbalizados con la voz interior de mi padre, "Se amable y te dejará pronto", "Finge indiferencia y se aburrirá de ti", "Pide ir al baño, luego escápate por la ventana y piérdete en el mar de gente de la quinta avenida".

Mi corazón aún bombardeaba fuertemente cuando un mesero de acerco a tomar la orden.

—Primero las damas— dijo el rubio volteando a verme.

Negué con la cabeza suavemente.

—Está bien no te preocupes en serio— hable rápido intentando no perder el tono amable en ningún momento.

—Un Macallan en las rocas y una piña colada para ella— ordenó por ambos el hombre antes de extenderle un billete de 100 dólares al mesero.

—No me creo que no tomes, ¿Si no que chingados haces aquí?— volvió a hablar el hombre antes de darle una calada a su cigarro electrónico.

¿Qué hacía yo aquí? Esa era una buena pregunta que me dejó en blanco en este momento.

El mesero regresó a tiempo para colocar ambas bebidas frente a nosotros.

—Es cumpleaños de mi mejor amigo— mentí de nuevo. No quería tener que especificar nada de mi realidad con un hombre así de peligroso.

—Pues no pareces estar disfrutándolo—El hombre me dijo entre cortas risas y yo me reí con el dejando que mi nerviosismo tuviera una vía de escape.

—No, créeme que después del susto de tu hermanita no estoy disfrutando para nada esto— le respondí mientras movía el popote por todo el largo vaso.

—Será un placer ofrecer mis servicios de ángel a una mujer tan guapa como tú y si te sirve de consuelo corazón, mi única meta hoy es que mi hermanastra no asesine a nadie— el hombre sonó tranquilo cuando poso uno de sus brazos sobre mis hombros y un escalofrío recorrió mis piernas.

—¿Apoco si está muy loca?—le susurré aterrada y luego me quise morder la lengua.

¿Por qué no analizaba las cosas que estaban saliendo de mi boca hoy?

El hombre se carcajeo ajeno a mi miedo. 

—No tienes idea de lo que Victoria es capaz de hacer— el hombre le dio un sorbo a su Whisky más tranquilo y me pregunte internamente cuantas probabilidades tenia de sobrevivir a la noche sin él. 

Ambos volteamos hacia el escándalo de su mesa donde la rubia hizo que absolutamente toda la mesa nos alzara el dedo de en medio en un extraño berrinche digno de hijos mimados de millonarios.

—Vaya que tiene clase tu hermanita — le respondí molesta al hombre. ¡Pero que vulgar mujer!

—Clase y valentía tuviste tu para enfrentarla amor— dijo el hombre fumando de nuevo completamente sereno de todo el caos.

Una de sus piernas rozo la mía y ahora si repare totalmente en su figura a mi lado. 

Era altísimo, su collar de oro sostenía una cruz que se veía ya que la camiseta negra estaba semi abierta mostrando un abdomen marcado por el ejercicio, su rostro ondulado tenía hoyuelos y una corta barba rubia. El aroma a tabaco que salía de él era extrañamente placentero. 

—Te voy a tomar la palabra acerca de no dejar que esa loca me asesiné —le dije al hombre intentando sonar segura mientras pensaba aún como me iba a librar de él.

Podría volver a ir al baño en unos minutos y huir de todos. Volví a intentar analizar a las personas en medio de tantos colores, pero de nuevo no vi absolutamente a nadie conocido.

El hombre se rio suavemente ante mi expresión pero rápido perdió cualquier tipo de felicidad del rostro cuando de las escaleras inferiores emergió un joven de piel blanca que tenía pecas en el rostro.

El rubio a mi lado se había levantado en un parpadeo para abrazar al otro muchacho de estatura más corta. 

Sentí que se me revolvió el estómago, de reojo busqué la mesa de este hombre, pero parecía estar vacía o tal vez todos estaban dispersos como en la mía. 

Mi vista se perdió desesperada en búsqueda de la rubia y cuando la encontré en medio de la pista ajena a todo bailando con las demás mujeres, solté el aire retenido.

Muy bien, ella no me iba a matar en este preciso momento.

Regrese mi vista aun insegura hacia el rubio y su nuevo acompañante, en una de las tantas veces que vi al acompañante del rubio alzar las manos ya algo exaltado mientras hablaba note que los nudos de sus manos tenían manchas rojas.

Parecía sangre.

Se me heló el alma. Tenía que aprovechar estar oportunidad para huir a como diera lugar. Obligue a mis piernas a levantarme y alce el celular que tenía la pantalla apagada.

—Mis amigas me dijeron que están en el baño— sentí que las manos me temblaron en una extraña adrenalina y en ese instante el hombre que tenía los nudillos manchados de rojo me vio furiosamente tomando un aura parecida al de la rubia. 

El hombre rubio hablo naturalmente en una lengua totalmente ajena a la mía y me quede impactada.

Ni siquiera tenía un gran acento a la hora de hablar español.

El otro tipo le contesto en el mismo idioma con un marcado acento; di dos pasos hacia las escaleras dispuesta a dar la carrera de mi vida y lanzar mis tacones para aclamar atención de la multitud que seguía ajena a toda mi creciente pesadilla que se estaba formando. 

Sin previo aviso sentí que alguien tiro violentamente de mi muñeca, no pude evitar chillar del horror cuando el rubio me jalo directo al suelo con el como escudo sobre mi.

Su cuerpo nos arrastró por el resto del tramo quedando resguardados detrás de la pared de metal del área de bebidas.

Las botellas de alcohol arriba de nosotros explotaron haciendo una fina lluvia de cristales y licor.

Luces verdes y rojas se reflejaron en la pared y luego vi perfectamente los huecos que las balas habían hecho en esta. 

—¡Por favor no me hagas daño! —alce mis manos aterrada cuando le grite al rubio el cual ya tenía el arma en sus manos.

El otro hombre de cabello corto había aparecido agachado entre los barrotes de las escaleras solo para lanzarle algo al primero; el de ojos azules atrapo ágilmente lo que parecía ser un moderno audífono gris cuando se lo puso sobre su oreja izquierda. 

El tipo de los nudillos rojos desapareció rápido entre la multitud.

¿Pero qué estaba sucediendo? La música continuó su curso natural ajena.

Miré fijamente las escaleras y abrí los ojos de más cuando realicé el cadaver de un mesero, la sangre comenzó a escurrir por los demás escalones haciendo una tétrica cascada antinatural.

El caos explotó en medio de la velada nocturna, comencé a ver a la gente correr hacia todos lados mientras la música ahogaba los gritos de muchos, otros se lanzaron al suelo e intentaron gatear buscando una salida.

¿Cómo había escalado todo tan rápido?

No había modo humano de que yo hubiese quedado atrapada en medio de una balacera.

La voz se me fue cuando quise gritar.

El rubio ya de nuevo en pie y en todo su peligroso esplendor me miró con tranquilidad.

Luego alzó su mano para que su arma quedara en mi frente.

Estupendo Indra.

Vas a morir y todo por una mentirilla blanca.

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