Los cartones de cerveza y las botellas de alcohol estaban regadas por doquier.
Dante y Luka entraron de nuevo a la vacía planta baja en la cual ya había tiradas varias personas con las agujas en los brazos sobre los pisos bancos. Otras parejas disfrazadas descaradamente estaban teniendo sexo en el área donde debería estar la cocina. Al salir por la sencilla puerta de madera que tenía luces neones afuera Dante hizo contacto visual con la mujer de la máscara de gas. —¿Por qué no te has ido JoJo? — Dante hablo tronando su cuello en un un ligero tic de estrés. —Me voy a perder en el camino— Johanna contesto sencillamente lanzándole las llaves de la Jeep negra al tatuado. Luka extendió una de sus palmas hacia Dante y el bufo entregándole la llave. —No estoy borracho Luka— dijo Dante Salazar alzándole el dedo de en medio al ruso, luego Dante trepo arriba de una moto deportiva BMW que tenía franjas rojas en ella. El motor rugió cuando temerariamente Dante avanzo a toda potencia sin casco. El tatuado se perdió solo entre el camino de terracería que lo regresaría de nuevo a su pueblo de nacimiento. Santos Reyes Tepejillo en Oaxaca. Luka soltó un suspiro al ver marchar a su mejor amigo, muy a menudo Luka se preguntaba como es que había acabado involucrado en uno de los carteles más poderosos del mundo. Su sed de venganza lo había impulsado a hacer y deshacer su vida en los años pasados. A él también le habían marcado la vida desde que nació. Comprendía perfectamente los sentimientos de su amigo Dante. Habían sido involucrados en un mundo que no querían y ahora tenían que seguir adelante porque la vida no se detiene por nadie. Luka arranco la camioneta para seguir a su amigo, Johanna se había quitado su máscara y él lo hizo también oliendo perfectamente el humo que provenía de la quema de brujas que aún seguía adentro de la selva. Una manera tan extraña de terminar el año, pero no para ellos. Para la gente como Dante, Luka y Johanna era un día más de rutina en su peligrosa vida. Dante Salazar entró a la calle principal de su pueblo justo en el momento que los caseros fuegos artificiales reventaron en el cielo. El diablo se quitó su máscara mientras descendía la velocidad de la moto. Otro de sus hombres disfrazado y armado le asintió al hombre cuando lo reconoció. Dante anduvo por las calles mal hechas repletas de gente normal que le aplaudían al verlo pasar. Las ollas gigantes de comida habían invitado a todas las personas sin importar fueran parte del cartel del infierno o no a comer hasta reventar en todas las calles. Dante se había encargado que la celebración llegara a manos de su pueblo. Otros de sus hombres, disfrazados de Santa Claus pasaban de puerta en puerta regalando dinero y muebles para las pequeñas casas de esta gente. Los pocos policías que habitaban aquí eran corruptos y convivían con los personajes disfrazados mientras bebían cartones de cerveza en medio del caos. Los niños revoloteaban en todos lados recogiendo dinero y dulces de piñatas que el diablo había pedido fueran comprados para ellos. Dante se detuvo en la única gran casa que estaba en medio del resto de la población de bajos recursos. La casa dorada era un recordatorio de que un narco nació aquí. Y no cualquiera. Si no uno que entendía perfectamente lo que era estar en la posición de pobreza y vulnerabilidad. La gente aquí siempre estaba protegida por el cartel del infierno, en retorno la gente le era leal a Dante Salazar de una manera en la que el tatuado sabía que sería imposible obtener a cambio de dinero. Dante Salazar había cambiado todos los rotos focos de la comunidad para que estuviera en perfecta iluminación, pero la geografía los ocultaba de los enemigos perfectamente. Los bebedores públicos rebosaban por doquier, las grandes áreas verdes con sistema de riego de primera rebosaban de amapola. Toda la gente del pueblo trabajaba en la plantación de hierba, a cambio nadie pasaba nunca más hambre, incluso "La peque" había construido una pequeña escuela donde adultos y niños por igual aprendían las cosas más básicas de la vida y de las cuales fueron privadas al nacer en medio de la pobreza. El presidente municipal ganaba más de la nómina de Dante que la del gobierno. Esta era tierra de los Salazar y del cartel del infierno. Aquí había nacido la familia de Dante y aquí mismo habían asesinado a la mitad de ellos ante sus ojos. La Jeep se detuvo enfrente de Dante con los altos faros todo terreno cegando al tatuado unos segundos. Johanna bajo primero con un suéter de lana sobre el vestido a pesar de la temperatura. De todos modos, Dante sabía que todos los aires acondicionados de la casa estaban prendidos. Luego Luka apareció colocándose un muy grande suéter con la cara de un reno mal hecha. Dante se carcajeo aun arriba de la moto al verlo. —Qué m****a es eso— Dante atrapo con una mano la prenda que el ruso le lanzo. Su propio suéter mal tejido con un pino en ella. El tatuado se quitó la sport dejando ver todos sus músculos al aire y mas tatuajes en su abdomen. Luego se colocó la casera prenda y guardó su pistola en la correa del cinturón. A Dante no le gustaba estar desarmado ni cuando dormía. Luka rodo los ojos al quedar frente a la puerta de metal llena de luces de colores. —Ya conoces a "La Peque" ahora mueve tu trasero que vamos tarde— Dante soltó un suspiro bajándose de la moto. Las cosas que hacía por la gente que quería. El ruso le lanzo a Dante una cajita de mentas y el asintió con la cabeza. Dante sabia lo mucho que "La Peque" odiaba verlo bebiendo. Los recuerdos que eso le traían y Dante no iba a dejar que ella recordara nada de su terrible pasado. Dante se tranquilizaba en estos momentos; por ella. Luka sostuvo la puerta invitando a Dante a la privada vida familiar que tenían. Este nuevo año iba a ser el de las venganzas bien hechas. Ojo por ojo, diente por diente y terror por terror. Pero en este preciso momento el diablo iba a disfrutar ser solo ser Dante Salazar. El líder de su familia.