Cuando Mary llega al pueblo tras la trágica muerte de sus padres, lo último que espera es convertirse en el centro del deseo enfermizo del hombre más poderoso de la región: Carlos Robles, hacendado respetado por todos y temido por muchos. Joven, ingenua y hermosa, Mary busca refugio en la hacienda donde trabaja su tía, sin imaginar que está entrando a una jaula de oro de la cual será casi imposible escapar. Carlos, un hombre ambicioso y manipulador, está decidido a hacerla suya a toda costa, sin importar las consecuencias. Ni el matrimonio, ni los ruegos, ni la inocencia de Mary lo detendrán. Lo que comienza como un simple capricho se transforma en una obsesión peligrosa que arrasa con todo a su paso: amores, lealtades, familias… e incluso la libertad. Mientras Mary lucha por sobrevivir, resistir y recuperar su dignidad, se enfrenta no solo al poder desmedido de un hombre que lo tiene todo, sino también a una red de silencios, traiciones y dolor. Pero en medio de la oscuridad, también florece la esperanza. La fuerza del amor propio, la maternidad y la sororidad podrían convertirse en su única salvación. “La Casa de las Rosas” no es solo una historia de amor prohibido y obsesión, es una batalla por la libertad, la justicia y la dignidad de una mujer que se niega a ser silenciada.
Leer más—¡Eres el niño más hermoso del mundo! —exclamó Mary mientras abrazaba al pequeño con ternura. Luego dirigió su mirada a Juliana, con una sonrisa cálida—. Mucho gusto, y gracias por cuidar de mi muchacho.—El gusto es mío, señora Mary —respondió Juliana con amabilidad.—No me digas “señora”, que no soy tan vieja —añadió Mary con una risa ligera.Juliana no se esperaba tanta calidez de su parte. La imaginaba distinta, más distante quizá, pero lo que encontró fue una mujer amable, con una energía maternal que la envolvía. A su parecer, Mary era una persona buena, de gran corazón, y sin duda una figura importante en la vida de Pedro.Al salir del aeropuerto, Mary se colocó las gafas de sol y pidió llevar al niño en su regazo durante el trayecto. En el auto, Juliana le sugirió que se quedara con ellos en casa, pero Mary declinó con suavidad.—No quiero incomodar a nadie —dijo—. Estaré más tranquila en un hotel.Juliana no podía apartar los ojos de ella. Era como mirar a Isabel… la misma ex
La pérdida de sus dos hijos la había marcado profundamente, pero Mary encontraba cierto consuelo al pensar que al menos el niño estaría a salvo con su padre, quien sabría cuidarlo y ofrecerle lo mejor. Sin embargo, no podía decir lo mismo de su pequeña. No sabía quién la tenía, ni en qué condiciones vivía. La imaginaba desamparada, frágil, necesitada del amor y del calor de una madre. Su mente se atormentaba día tras día con imágenes de su hija descuidada, maltratada, sola... y eso la destruía por dentro.Ahora más que nunca necesitaba ver a Pedro. Tenía que explicarle tantas cosas. ¿Por qué se había marchado al pueblo solo, sin decirle nada? Sabía que había personas peligrosas que no querrían verlo de nuevo, y eso la preocupaba profundamente.Pedro, por su parte, estaba lleno de emoción por la llegada de su madre. Ya se había puesto en contacto con ella, y había informado a sus superiores sobre su paradero y todo lo ocurrido. Además, le confesó que había encontrado a sus hermanos. Ma
—¿Qué hiciste... qué dijiste? —preguntó Carlos, enfurecido, con la voz temblando de rabia contenida.—La vendí a una mujer —respondió con frialdad—. Me pagó muy bien.—¡Dime el nombre! ¡Dámelo ahora mismo! —gritó Carlos, cada vez más fuera de sí.—La vendí a Rafaela Martín. Una mujer poderosa... y muy rica.Carlos se quedó inmóvil por un segundo, como si las palabras se hubieran clavado en su pecho.—¿Vendiste a mi hija... a Rafaela? —repitió, incrédulo.—Sí. Eso fue lo que dije —confirmó la mujer, sin ningún remordimiento.—¡Maldita sea! ¡Eso no puede ser!Carlos se levantó de golpe. Sus manos temblaban al sacar varios billetes de su billetera. Los lanzó con furia sobre la mesa. Ella, rápida y codiciosa, los recogió con una sonrisa torcida, dejó uno en la caja y salió rumbo a su auto sin decir palabra.Carlos, paralizado, murmuraba una y otra vez:—Esa chica es mi hija… ¡es mi hija! Y Rafaela lo sabía. Sabía desde el principio quién era, y aun así me la arrebató. Cada lágrima que le
Michael se sentía terrible. Pedro había sobrevivido tanto a los golpes como al accidente, y ahora estaba de nuevo junto a Juliana, la mujer de quien él había intentado separarlo sin éxito. Pero eso no era lo peor. Isabel lo había escuchado referirse a Pedro como “maldito negro”. Michael no había considerado las consecuencias de esas palabras... y ahora era demasiado tarde.Isabel, de piel canela, lo había mirado con profunda decepción. Se notaba en su rostro que se sintió herida. Y con razón. Si antes lo ignoraba, ahora sin duda lo odiaría. Michael sabía que debía intentar arreglar las cosas… aunque ya no sabía cómo.Mientras tanto, Carlos finalmente encontró el paradero de Carlina. El lugar no podía ser más desolador: un barrio olvidado, donde la miseria convivía con la drogadicción y el abandono. Sentada en el suelo, con un cigarrillo colgando de los labios, Carlina parecía una sombra de la mujer que alguna vez fue.—¿Carlina? —la llamó.—Sí… ¿Quién lo pregunta?—Carlos Robles.Carl
El alivio volvió a Isabel. Se sentía segura nuevamente en su casa. La policía había asignado varios agentes para su protección, y ella misma había reforzado el sistema de seguridad privada. Eso la tranquilizaba.Pasaba los días ocupada: haciendo llamadas, visitando abogados y representantes. Su relación con Juliana se había enfriado. Apenas cruzaban palabras, y rara vez se veían en el comedor.Mientras tanto, Pedro comenzaba a hacer preguntas. Su curiosidad despertaba, y Juliana, sin dudar, decidió contarle la verdad. Al oírla, Pedro comenzó a recuperar fragmentos de su memoria: eran vagos recuerdos, pero eran la clave para entender por qué estaba allí.Lo que no sabía era que su mente pronto recordaría más de lo que hubiera querido.Michael fue hasta la mansión con la excusa de visitar a Juliana, pero en realidad deseaba ver a Isabel. No podía dejar de pensar en ella. Al llegar, fue Pedro quien lo vio primero, desde el jardín.Apenas lo divisó acercarse por el camino, una ola de imág
En los días siguientes, Isabel no hacía más que salir acompañada de su abogado. Se les veía muy ocupados, trabajando sin descanso en los asuntos legales y financieros. Mientras tanto, Juliana continuaba visitando a Pedro en el hospital, siempre acompañada de su hijo.Michael, por su parte, estaba sumergido en su trabajo, pero no lograba dejar de pensar en Isabel. Aquella sensación le incomodaba profundamente, y eso lo irritaba. Nunca antes se había sentido así. Era como una frustración constante. Esa mujer había puesto su mundo patas arriba, como si lo dominara, como si sus pensamientos ya no le pertenecieran.Le costaba entender cómo una mujer de figura frágil y aire inocente podía hacerle tanto daño. Pasaba noches en vela pensando en ella, deseándola en silencio. Quería besarla, tocarla, tenerla. Jamás imaginó que terminaría sufriendo por alguien que, aparentemente, lo ignoraba por completo.¿Tendría dueño su corazón?Carlos aprovechó un momento para preguntarle a Michael por los av
Isabel no vio otra salida que casarse con Michael. Necesitaba recuperar su fortuna y contratar a un investigador que encontrara a su madre y la trajera sana y salva. No tenía un solo peso en los bolsillos, y Juliana tampoco. No quería ser una carga para Michael, ni depender de él económicamente. Además, deseaba alejarse de ese pueblo que tan pocos buenos recuerdos le había dejado.Michael llegó al apartamento alrededor de las nueve de la noche, luego de recibir la llamada de Juliana. Ella ya le había adelantado un poco sobre el favor que Isabel pensaba pedirle.Se sentaron en la gran sala. Michael se dirigió al bar, se sirvió un vaso de whisky y regresó con las dos mujeres.—Quiero casarme con usted —dijo Isabel sin entusiasmo, pero mirándolo a los ojos.Michael, sorprendido por la propuesta, tomó un sorbo de su vaso.—Es un favor que quiero pedirle… si usted acepta —añadió ella.—Yo acepto, pero con una condición —respondió él.—¿Qué condición? —preguntó Isabel, algo asustada ante lo
Mientras tanto, en el hospital, Pedro despertó del coma en el que se encontraba hacía más de un año. Su médico llamó a Juliana, ya que era la única persona cercana a él y quien, durante todo ese tiempo, no dejó de visitarlo ni un solo día.La alegría se apoderó de ella. Tomó al pequeño y partió rumbo al hospital, sin querer molestar a Isabel, quien aún dormía, y con Michael ya ausente.Pedro estaba siendo valorado por el personal médico. Una enfermera invitó a Juliana a pasar a la habitación. Ella se quedó a un lado, en silencio, mientras uno de los médicos se acercaba a Pedro.—¿Recuerdas a esta mujer? —preguntó el doctor.Pedro la miró fijamente, pero negó con la cabeza. Tocó su sien, como esforzándose por recordar. Juliana sintió un nudo en el corazón.Cuando el personal médico abandonó la habitación, ella se acercó a él.—Pedro, soy Juliana... tu mujer. Y este hermoso bebé —dijo acariciándolo— es tu hijo.Pedro sonrió, extendió los brazos y tomó al pequeño entre ellos. Juliana, em
El trinar de los pájaros rasgó el silencio, anunciando que el amanecer había llegado. Isabel, aunque aún confundida y dolorida, retomó su camino. Reconoció el río del pueblo y, a lo lejos, el ruido de los autos en la carretera le devolvió un hilo de esperanza. Si lograba llegar hasta allí, tal vez alguien podría ayudarla.Caminando entre la hierba y la maleza, se abrió paso con desesperación, luchando contra el cansancio que atenazaba su cuerpo herido. Se sentó sobre una piedra para recuperar fuerzas, pero apenas pudo cerrar los ojos: unos pasos crujieron en la maleza cercana. Sin pensarlo, se levantó y echó a correr, el corazón golpeándole el pecho, huyendo del monstruo llamado John.El dolor de la golpiza recibida punzaba cada músculo, pero su voluntad era más fuerte: tenía que sobrevivir.Mientras tanto, Michael y Juliana llevaban horas buscándola. Desde el día anterior no habían descansado. Al llegar a la imponente casa Martín, tocaron la puerta una y otra vez, pero nadie respondi