Había otro asunto que no dejaba tranquilo a Carlos, algo muy importante que le daba vueltas en la cabeza y que no lo dejaba dormir. Cuando estaba despierto, todos sus pensamientos se los robaba. Era una mujer, una mujer de hermosa figura, que tenía al jefe con los pensamientos totalmente revueltos.
Es la cosa más linda que he visto, pensaba para sí mismo.
Parece que la felicidad es algo incompleto; siempre estamos deseando algo, y cuando lo conseguimos, queremos más, y con más intensidad que al principio. Eso era lo que le ocurría al jefe. Había querido un hijo varón y, como no pudo, le arrebató el hijo a su mejor amigo. Ahora ansiaba locamente a una mujer que estaba fuera de su alcance.Mary, de piel canela, ojos color miel, cabello ondulado que la brisa movía al compás de sus caderas, piel joven e inmaculada, estaba enloqueciendo a Carlos Robles. El jefe no hacía más que observar a Mary; le gustaba verla caminar. Con solo verla, su pulso se aceleraba. Esta cosa rica, como él la llamaba, era Mary, una hermosa morena que hacía pocos días había llegado al pueblo a trabajar en la hacienda. Ella era sobrina del ama de llaves, quien era la mano derecha de la familia Robles.
Rosa, una mujer ya entrada en años, había trabajado con la familia Castillo, los padres de Margaret, y ahora continuaba al servicio de la familia Robles Castillo. Tía Rosa, como la llamaban todos en la gran casa, era la encargada de la cocina y del personal de aseo y limpieza. Era muy responsable con sus deberes y exigente con el personal a su cargo. Rosa había sido la nana de Margaret, la quería tanto como a su sobrina Mary, y le dolía verla tan triste. Con el paso de los días, su tristeza aumentaba.
Rosa pidió permiso al jefe para traer a su sobrina y hacerse cargo de ella. Carlos no puso problema alguno.
Rosa, esta también es tu casa, y si tu sobrina no tiene dónde ir, puedes traerla con toda confianza.
Es usted un buen hombre, señor, que Dios lo bendiga siempre. Ella solo estará unos pocos días, dijo Rosa agradeciendo sus palabras.
Mary había vivido con sus padres, lejos del pueblo. Estos habían muerto en un accidente de auto y ahora su única familia era su tía Rosa. De igual manera, para Rosa, Mary era su única familia. Se conocieron cuando la joven llegó al pueblo. Rosa la aceptó con mucho cariño. No había podido tener hijos y había tomado a la familia Castillo como propia, de allí su amor por la niña frágil, cariñosa y algo perdida como Margaret.
Mary era una joven culta, respetuosa, acomedida y cumplidora de las labores que se le encomendaban. Rosa estaba muy contenta y se sentía mal por los pensamientos negativos que había tenido sobre la joven.
La juventud de estos tiempos está perdida. Ojalá esta muchacha no salga con cosas raras, pensaba, refiriéndose a su sobrina. Ahora su preocupación era otra: Mary era muy hermosa, y con el paso de los días, había escuchado rumores del personal de la casa. Varios hombres estaban apostando por su amor y las mujeres de estos hombres sentían celos de la joven. Pero eso no era lo peor; el gran señor de la casa también había puesto los ojos en ella y lo hacía sin el menor disimulo, lo que causaba mucho dolor a Margaret, quien sufría en silencio el desamor de su marido. A él no le importaba en absoluto que todos se enteraran de lo que sentía por aquella joven.
Rosa no tenía otro lugar donde mandar a Mary. Le inquietaba que, a tan solo una semana de su llegada, ya hubiera tantos problemas. No quería que su sobrina estuviera vagando. Mientras asistía al colegio, donde le faltaba solo un año, trabajaría en la hacienda arreglando las habitaciones, ya que el personal no era suficiente. Se le pagaría un sueldo para que su trabajo tuviera valor.
Mary no prestaba atención a los piropos y comentarios que le decían al pasar. Se la pasaba escuchando música en un pequeño radio que le había regalado su madre, con los audífonos puestos, escuchando su música preferida y bailando mientras hacía los quehaceres. Así pasaba el tiempo para evadir un poco la realidad y olvidar que ya no tenía a sus padres. Se sentía sola y vacía, y por más que su tía Rosa se esforzaba por hacerla sentir bien, no lo lograba. Sin embargo, agradecía el cariño que le brindaba y todo lo material que necesitaba.
Un día, Mary había ido a la habitación matrimonial a arreglarla. Estaba tan entretenida escuchando música que no se dio cuenta de que alguien se acercaba.
Qué hermosa eres...
Esa voz hizo que Mary volteara. Sus ojos cafés se encontraron con aquellos ojos azules que la observaban sin descanso.
¿Cómo está, señor? Qué pena, no lo vi, contestó Mary, algo confundida.
No sientas pena conmigo, Mary, dijo Carlos, con la voz ronca. Yo quiero...
Se acercó tanto que pareció que iba a besarla. Mary, asustada, salió corriendo y llegó a la cocina donde se encontraba su tía.
¿Qué te sucede, hija? Parece que hubieras visto al diablo, le dijo Rosa, tomándola por un brazo y sentándola en una silla cerca de la mesa donde comían los sirvientes de la casa. Rosa le trajo un vaso con agua y se lo dio. Ahora dime, ¿qué te ha pasado?
¡Tía!, dijo Mary, mirando alrededor. Es que el señor... yo estaba arreglando la habitación y él se me acercó tanto que tuve mucho miedo y salí corriendo.
Rosa guardó silencio. Sabía a lo que se refería su sobrina, pero no quería pensar en el tema. Lo que sí sabía era que se avecinaban problemas, como lo pensaba para sí misma.
Desde la llegada de Mary, Carlos no hacía más que espiarla y perseguirla. Ella comenzó a sentirse incómoda; no le gustaba la forma en que él la miraba. Ahora se mantenía alerta y arreglaba la habitación matrimonial rápidamente, porque cada vez que estaba en ella, Carlos llegaba y le dedicaba miradas que la incomodaban. Mary había pedido a su tía que no la enviara más a esa habitación, y así lo hizo Rosa. Pero el jefe le recordó que quien daba las órdenes era él, y que debía dejar a Mary encargarse de arreglar las habitaciones, especialmente la suya. Rosa ya no sabía qué hacer; todo se le estaba complicando con la llegada de su sobrina.
Carlos se había obsesionado con Mary, jamás se le había visto así, ella era muy joven para él, pero eso a él no parecía importarle. Una mañana ella y otra criada fueron a arreglar las habitaciones de la familia, Carlos entró a la habitación y pidió a la otra joven que se fuera, la chica de inmediato salió de la habitación dejando a Mary a solas con el jefe, este cerró la puerta tras ella. Mary estaba muy asustada pensaba lo peor.- Mary, eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos. - dijo él a unos pasos de distancia y recorriendo su cuerpo con la mirada. – te ofrezco todo lo que tengo si me aceptas como…….- Señor, perdone, pero no me interesa nada, no quiero nada. Las palabras de Carlos parecían no importarle a Mary. Carlos sabía que de esta forma jamás tendría el amor de Mary, y ya se empezaba a impacientar. Mary no era una chica interesada como las demás, a ella no se le podía comprar con joyas, ni salidas a los mejores restaurantes, autos y mucho menos
- Esa niña es muy amable jefe con todo mundo. Carlos no veía en pedro un rival, pero era mejor estar al tanto de todo, no quería sorpresas.- Gracias Pedro, vete a continuar con tus labores.Carlos no quedó contento con las palabras de Pedro, tenía que hacer algo para evitar algo entre ellos dos y para cuidar y estar seguro de quienes se acercaban a Mary, Carlos puso uno de sus trabajadores para que lo mantuviera al tanto de los hombres que se acercaban a la joven y sobre todo que prestara atención a Pedro.Mary en principio se sintió muy cómoda en el trabajo, era bien tratada, buen salario, Margaret y Marcela, la querían como a una hermana y Michael era un joven muy atento con ella, se iban de paseo, a montar a caballo, al cine, estudiaban en el mismo colegio y además estaba con su tía, pero eso había cambiado, sentía muchos ojos sobre ella que la vigilaban sin cesar, además de que muchas compañeras de trabajo no le hablaban y desconocía el porqué.Rosa era una mu
Las horas siguientes fueron eternas para Mary. No podía concentrarse en sus labores diarias, nunca antes había estado en una situación como esa. Sentía vergüenza, como si hubiera cometido algo muy malo. No sabía si contarle a su tía lo que le había ocurrido, no quería preocuparla, ya era suficiente con tantos problemas. Decidió no prestar atención a las palabras ni a los actos de su jefe.—Ese señor está completamente loco. Cuando me case con Pedro, las cosas van a cambiar —se sintió aliviada con este pensamiento.Los días siguientes transcurrieron en cierta calma. Mary se dedicó por completo a su trabajo, aunque su tía Rosa observaba las cosas y sabía que tanta paz y tranquilidad no podían ser ciertas. Sabía que su sobrina le estaba ocultando algo, pero decidió no preguntar. Esperaría a que ella se lo dijera cuando fuera necesario.Mary evitaba a toda costa encontrarse con Carlos. Al momento de arreglar la habitación matrimonial, le pedía el favor a otra empleada que lo hiciera, aduc
Rosa y Mary se fueron a vivir a la casa de Pedro. Rosa decidió acompañar a su sobrina por si él se llegaba a propasar con la joven, mientras a Carlos se le pasaba el berrinche, como ella llamaba a la obsesión que él sentía por ella.Las horas pasaban y Pedro no llegaba. Rosa empezó a impacientarse, ya era hora de que él estuviera de vuelta. Lo llamó varias veces a su teléfono móvil, pero lo mandaba de inmediato al buzón. Mary llevó a Pedrito a la cama, él estaba muy inquieto llamando a su padre, pero fue vencido por el sueño. Tía Rosa le sirvió a su sobrina un té y conversaban sobre la boda. De pronto, se escucharon pasos y tocaron a la puerta.-- Ese debe ser Pedro, hija - dijo Rosa levantándose de su silla y dirigiéndose hacia la puerta. Cuando la abrió, se sorprendió.-- Rosa, buena noche - dijo el recién llegado.-- ¿Qué sorpresa? ¿Cómo estás? ¿Qué te trae por acá? - respondió Rosa nerviosa.-- Quiero hablar con Mary, ¿se encuentra? - Carlos preguntó. Mary había escuchado las pala
Carlos la despojó del vestido de novia que hasta hacía un momento llevaba con tanto esmero. En un arrebato de fuerza, rasgó la tela y se apoderó de sus labios sin escuchar sus súplicas ni sus ruegos. La ansiedad y la confusión nublaban la mente de Mary, quien se encontraba atrapada en un momento que nunca habría imaginado vivir.Mientras él reclamaba su cuerpo, Mary sintió cómo el dolor y el miedo se apoderaban de ella. Cada instante se prolongaba como una eternidad, donde su voluntad y dignidad parecían desvanecerse bajo el peso de la violencia. Su mente divagaba entre el pasado, cuando todo parecía perfecto, y el presente, que se había convertido en una pesadilla interminable.El amanecer llegó, trayendo una calma aparente que solo encubría el tormento que Mary sentía en su interior. Bajo las cobijas, rodeada por los brazos de Carlos, su alma seguía gritando en silencio, buscando consuelo en un lugar donde no parecía haberlo.La casa de las Rosas, que alguna vez se presentó como un
Pronto se quedó dormido y Mary vio su oportunidad para escapar, pero su cuerpo estaba muy adolorido. Hizo un esfuerzo para levantarse y vestirse; tenía que huir ahora que él dormía profundamente. Unos jeans y una camiseta cubrieron su cuerpo, calzó sus pies y se dispuso a emprender la huida de aquel lugar en el que tanto daño le habían hecho.La oscuridad de la noche resultó ser una buena cómplice para lograr su cometido. Salió de la gran casa, aunque pensaba que no lo lograría, ya que era una casa muy grande. Al llegar al patio trasero, se sintió liberada; ahora lo único que seguía era tratar de caminar a prisa. Sin importar el dolor de su cuerpo, se dispuso a huir de aquella tortura, y así lo hizo: corrió tanto como sus pies se lo permitieron. No sabía cuán lejos estaba de la casa de las rosas, ya que no pensó ni por un instante en mirar hacia atrás. Su corazón latía rápidamente y sintió mucho alivio al ver a unos campesinos que se dirigían a realizar sus labores diarias. Se detuvo
Los días de Mary transcurrieron ayudando en la parroquia, esperando el momento y la oportunidad que le había prometido el padre Jesús para salir del pueblo y tratar de rehacer su vida con Pedrito a su lado.Desde su escapada de la Casa de las Rosas habían transcurrido cuatro meses. Su cuerpo había cambiado y trataba de ocultarlo. Al mes de estar en la casa parroquial, se dio cuenta de que estaba embarazada. Sintió que la vida se le acababa, que Dios la había abandonado. Sus malestares se hicieron evidentes, y ella quería esconderse de la mirada del padre Jesús. No quería hablar más de lo que le había ocurrido. El sacerdote tampoco deseaba que ella se sintiera más humillada y prefirió guardar silencio sobre el asunto.—Hay una persona que vendrá a ayudarte. Es alguien de confianza. No quiero que te suceda nada malo a ti ni a tu niño —le dijo el padre.Pedrito era un niño muy inteligente. Quería estar al lado de su padre y no hacía otra cosa que preguntar por él. Mary y el padre Jesús d
Los dolores de parto comenzaron para Mary y, de inmediato, Carlina, la mujer que el padre Jesús había contratado para cuidarla, se puso en acción.—¿Mary, ya es la hora? —preguntó el padre a la joven, quien se encontraba abrazada a una almohada.—¡Creo que sí, padre! ¡Me duele mucho!Mary se veía muy mal, y había que actuar de inmediato. Carlina, con la experiencia de una profesional, sin más ni más, se puso los guantes y pidió a Mary que pujase.Los minutos pasaron, y por fin asomó una pequeña cabecita. Un varón, quien llenó la habitación con su primer llanto al poner sus pulmones en funcionamiento. El niño fue envuelto en una frazada y el padre Jesús lo tomó en sus brazos, arrullándolo con ternura. Mientras tanto, Mary seguía quejándose de dolor sobre la cama. Carlina no entendía por qué aún sentía tanto malestar.—Voy por más sábanas, padre. Ya vuelvo —se excusó Carlina.Al cabo de un rato, regresó un tanto nerviosa. Mientras tanto, Mary continuaba sufriendo.El silencio reinó en l