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Capitulo 7. Prisión de espinas

Rosa y Mary se fueron a vivir a la casa de Pedro. Rosa decidió acompañar a su sobrina por si él se llegaba a propasar con la joven, mientras a Carlos se le pasaba el berrinche, como ella llamaba a la obsesión que él sentía por ella.

Las horas pasaban y Pedro no llegaba. Rosa empezó a impacientarse, ya era hora de que él estuviera de vuelta. Lo llamó varias veces a su teléfono móvil, pero lo mandaba de inmediato al buzón. Mary llevó a Pedrito a la cama, él estaba muy inquieto llamando a su padre, pero fue vencido por el sueño. Tía Rosa le sirvió a su sobrina un té y conversaban sobre la boda. De pronto, se escucharon pasos y tocaron a la puerta.

-- Ese debe ser Pedro, hija - dijo Rosa levantándose de su silla y dirigiéndose hacia la puerta. Cuando la abrió, se sorprendió.

-- Rosa, buena noche - dijo el recién llegado.

-- ¿Qué sorpresa? ¿Cómo estás? ¿Qué te trae por acá? - respondió Rosa nerviosa.

-- Quiero hablar con Mary, ¿se encuentra? - Carlos preguntó. Mary había escuchado las palabras de Carlos y sintió un mal presentimiento.

-- Pasa - dijo Rosa invitándolo a entrar. - Aquí está mi sobrina. Mary salió de la habitación, llevaba puesta una sudadera roja y su cabello recogido en una cola. Carlos la miró con furia de arriba abajo.

-- Necesito hablar contigo - dijo, arrastrando las palabras.

-- No creo que tengamos nada de qué hablar, señor, y no quiero parecer grosera, pero ya tengo mucho sueño.

-- Rosa, al ver esta escena, quiso intervenir, pero Carlos la miró y le hizo un gesto con la cabeza para que se alejara. Ella se dirigió a su habitación, dejando a la pareja sola en la sala. Sintió algo de temor, pero era mejor evitar más problemas con el jefe.

-- Lo único que quiero es hablar contigo - dijo Carlos, algo indignado. Mary dio media vuelta para irse a su habitación, pero Carlos la tomó por un brazo, haciéndola girar nuevamente hacia él.

-- ¿Qué te estás creyendo, niña? He sido muy paciente contigo y ya me hartaste. Te irás conmigo, quieras o no. - Carlos estaba lleno de furia, su rostro reflejaba enojo. Mary sintió miedo y vio en sus ojos que no estaba jugando. Sin más, la sacó a rastras de la casa. Ella gritó llamando a su tía, pero al salir, uno de los hombres de Carlos se interpuso en su camino.

Rosa, con las manos cerca de su corazón, sintió la angustia invadirla. En ese momento, Pedrito también salió de la habitación. El niño intentó auxiliar a Mary, tomó un pedazo de madera y golpeó a uno de los hombres de Carlos, pero fue en vano, fue agredido y quedó casi inmóvil. Tía Rosa y Pedrito no pudieron hacer nada para salvar a Mary de las garras de Carlos.

Mary fue subida al coche bruscamente, y luego él se subió. Ella no conocía el camino por el que la conducían, pero estaba segura de que nada bueno ocurriría. Carlos no apartaba los ojos del camino y conducía con rapidez.

Pasaron cerca de 10 minutos cuando, de repente, el auto se detuvo con violencia. Carlos se bajó, fue hasta ella, la tomó por un brazo y la sacó del coche, llevándola casi a rastras al interior de una casa. Al llegar, Mary vio con asombro un letrero que decía: "BIENVENIDO A LA CASA DE LAS ROSAS". Ese era el regalo que Carlos les había dado a ella y a Pedro, un regalo que ninguno de los dos disfrutaría. Fue llevada al interior de la casa, una mansión grande y elegantemente amueblada, como esperando ser habitada. La llevaron a una habitación perfectamente arreglada.

Mary fue arrojada bruscamente a la cama, y Carlos la observó por un momento.

--Eres el ser más hermoso, eres una reina, mi reina - dijo, golpeándose el pecho. Mary seguía sin decir una palabra, estaba aterrada. Carlos salió de la habitación y Mary quiso gritar, pero al mirar a su alrededor, vio que estaba sola y todo sería en vano. Carlos entró de nuevo a la habitación, esta vez con una caja en las manos, que le arrojó.

Necesito que te lo pongas, vístete para mí - dijo, y salió de nuevo, cerrando la puerta con fuerza. Mary abrió la caja y vio que era un vestido de novia. Él quería que se lo pusiera, y la actitud de Carlos le pareció enfermiza. Un grito desde afuera le recordó que debía vestirse.

Sin prisa, Mary se vistió con el vestido de novia. Un espejo en la pared reflejaba lo hermosa que se veía, el vestido estaba finamente confeccionado y le quedaba perfectamente, realzando sus curvas. Carlos entró, la observó, y su mirada recorrió cada centímetro de su cuerpo. Se acercó a ella y la tomó con fuerza por la cintura.

-- Eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos. Eres mía, solo mía - dijo, besándola con pasión. Mary intentó escapar, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Fue lanzada a la cama, y vio cómo Carlos empezaba a quitarse la ropa. Quería despertar de esa pesadilla. La habían traído a esa casa en contra de su voluntad, y ahora estaba siendo humillada, ultrajada, sin esperanza de ayuda.

-- Esta noche serás mía, vamos a consumar este matrimonio - dijo, con voz ronca y furiosa.

-- ¿Por qué está haciendo esto? Es usted la persona más indeseable del mundo - dijo Mary, con lágrimas en los ojos.

Carlos no hizo caso a sus palabras. Estaba decidido a hacer realidad la obsesión que sentía por Mary, sin importarle nada más que satisfacer su deseo.

Carlos le arrebataba la ropa con furia, con ganas, como si tuviera mucha prisa. Mary nunca había estado en una situación como esta, no había tenido novio, pero si muchos pretendientes y jamás se imaginó ser tratada de esta forma en su primera vez.      

-Señor por favor no me haga daño, se lo suplico. Pero por más que Mary se esforzaba en pedir que Carlos tuviera compasión de ella y no le hiciera daño el no hizo caso a sus palabras.

Carlos estaba dispuesto tomarla a como diera lugar, esa obsesión que sentía por Mary sería hecha realidad en este momento, ella sería suya eso era solo lo que importaba.

                

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