Rosa y Mary se fueron a vivir a la casa de Pedro. Rosa decidió acompañar a su sobrina por si él se llegaba a propasar con la joven, mientras a Carlos se le pasaba el berrinche, como ella llamaba a la obsesión que él sentía por ella.
Las horas pasaban y Pedro no llegaba. Rosa empezó a impacientarse, ya era hora de que él estuviera de vuelta. Lo llamó varias veces a su teléfono móvil, pero lo mandaba de inmediato al buzón. Mary llevó a Pedrito a la cama, él estaba muy inquieto llamando a su padre, pero fue vencido por el sueño. Tía Rosa le sirvió a su sobrina un té y conversaban sobre la boda. De pronto, se escucharon pasos y tocaron a la puerta.
-- Ese debe ser Pedro, hija - dijo Rosa levantándose de su silla y dirigiéndose hacia la puerta. Cuando la abrió, se sorprendió.
-- Rosa, buena noche - dijo el recién llegado.
-- ¿Qué sorpresa? ¿Cómo estás? ¿Qué te trae por acá? - respondió Rosa nerviosa.
-- Quiero hablar con Mary, ¿se encuentra? - Carlos preguntó. Mary había escuchado las palabras de Carlos y sintió un mal presentimiento.
-- Pasa - dijo Rosa invitándolo a entrar. - Aquí está mi sobrina. Mary salió de la habitación, llevaba puesta una sudadera roja y su cabello recogido en una cola. Carlos la miró con furia de arriba abajo.
-- Necesito hablar contigo - dijo, arrastrando las palabras.
-- No creo que tengamos nada de qué hablar, señor, y no quiero parecer grosera, pero ya tengo mucho sueño.
-- Rosa, al ver esta escena, quiso intervenir, pero Carlos la miró y le hizo un gesto con la cabeza para que se alejara. Ella se dirigió a su habitación, dejando a la pareja sola en la sala. Sintió algo de temor, pero era mejor evitar más problemas con el jefe.
-- Lo único que quiero es hablar contigo - dijo Carlos, algo indignado. Mary dio media vuelta para irse a su habitación, pero Carlos la tomó por un brazo, haciéndola girar nuevamente hacia él.
-- ¿Qué te estás creyendo, niña? He sido muy paciente contigo y ya me hartaste. Te irás conmigo, quieras o no. - Carlos estaba lleno de furia, su rostro reflejaba enojo. Mary sintió miedo y vio en sus ojos que no estaba jugando. Sin más, la sacó a rastras de la casa. Ella gritó llamando a su tía, pero al salir, uno de los hombres de Carlos se interpuso en su camino.
Rosa, con las manos cerca de su corazón, sintió la angustia invadirla. En ese momento, Pedrito también salió de la habitación. El niño intentó auxiliar a Mary, tomó un pedazo de madera y golpeó a uno de los hombres de Carlos, pero fue en vano, fue agredido y quedó casi inmóvil. Tía Rosa y Pedrito no pudieron hacer nada para salvar a Mary de las garras de Carlos.
Mary fue subida al coche bruscamente, y luego él se subió. Ella no conocía el camino por el que la conducían, pero estaba segura de que nada bueno ocurriría. Carlos no apartaba los ojos del camino y conducía con rapidez.
Pasaron cerca de 10 minutos cuando, de repente, el auto se detuvo con violencia. Carlos se bajó, fue hasta ella, la tomó por un brazo y la sacó del coche, llevándola casi a rastras al interior de una casa. Al llegar, Mary vio con asombro un letrero que decía: "BIENVENIDO A LA CASA DE LAS ROSAS". Ese era el regalo que Carlos les había dado a ella y a Pedro, un regalo que ninguno de los dos disfrutaría. Fue llevada al interior de la casa, una mansión grande y elegantemente amueblada, como esperando ser habitada. La llevaron a una habitación perfectamente arreglada.
Mary fue arrojada bruscamente a la cama, y Carlos la observó por un momento.
--Eres el ser más hermoso, eres una reina, mi reina - dijo, golpeándose el pecho. Mary seguía sin decir una palabra, estaba aterrada. Carlos salió de la habitación y Mary quiso gritar, pero al mirar a su alrededor, vio que estaba sola y todo sería en vano. Carlos entró de nuevo a la habitación, esta vez con una caja en las manos, que le arrojó.
Necesito que te lo pongas, vístete para mí - dijo, y salió de nuevo, cerrando la puerta con fuerza. Mary abrió la caja y vio que era un vestido de novia. Él quería que se lo pusiera, y la actitud de Carlos le pareció enfermiza. Un grito desde afuera le recordó que debía vestirse.
Sin prisa, Mary se vistió con el vestido de novia. Un espejo en la pared reflejaba lo hermosa que se veía, el vestido estaba finamente confeccionado y le quedaba perfectamente, realzando sus curvas. Carlos entró, la observó, y su mirada recorrió cada centímetro de su cuerpo. Se acercó a ella y la tomó con fuerza por la cintura.
-- Eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos. Eres mía, solo mía - dijo, besándola con pasión. Mary intentó escapar, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Fue lanzada a la cama, y vio cómo Carlos empezaba a quitarse la ropa. Quería despertar de esa pesadilla. La habían traído a esa casa en contra de su voluntad, y ahora estaba siendo humillada, ultrajada, sin esperanza de ayuda.
-- Esta noche serás mía, vamos a consumar este matrimonio - dijo, con voz ronca y furiosa.
-- ¿Por qué está haciendo esto? Es usted la persona más indeseable del mundo - dijo Mary, con lágrimas en los ojos.
Carlos no hizo caso a sus palabras. Estaba decidido a hacer realidad la obsesión que sentía por Mary, sin importarle nada más que satisfacer su deseo.
Carlos le arrebataba la ropa con furia, con ganas, como si tuviera mucha prisa. Mary nunca había estado en una situación como esta, no había tenido novio, pero si muchos pretendientes y jamás se imaginó ser tratada de esta forma en su primera vez.
-Señor por favor no me haga daño, se lo suplico. Pero por más que Mary se esforzaba en pedir que Carlos tuviera compasión de ella y no le hiciera daño el no hizo caso a sus palabras.
Carlos estaba dispuesto tomarla a como diera lugar, esa obsesión que sentía por Mary sería hecha realidad en este momento, ella sería suya eso era solo lo que importaba.
Carlos la despojó del vestido de novia que hasta hacía un momento llevaba con tanto esmero. En un arrebato de fuerza, rasgó la tela y se apoderó de sus labios sin escuchar sus súplicas ni sus ruegos. La ansiedad y la confusión nublaban la mente de Mary, quien se encontraba atrapada en un momento que nunca habría imaginado vivir.Mientras él reclamaba su cuerpo, Mary sintió cómo el dolor y el miedo se apoderaban de ella. Cada instante se prolongaba como una eternidad, donde su voluntad y dignidad parecían desvanecerse bajo el peso de la violencia. Su mente divagaba entre el pasado, cuando todo parecía perfecto, y el presente, que se había convertido en una pesadilla interminable.El amanecer llegó, trayendo una calma aparente que solo encubría el tormento que Mary sentía en su interior. Bajo las cobijas, rodeada por los brazos de Carlos, su alma seguía gritando en silencio, buscando consuelo en un lugar donde no parecía haberlo.La casa de las Rosas, que alguna vez se presentó como un
Pronto se quedó dormido y Mary vio su oportunidad para escapar, pero su cuerpo estaba muy adolorido. Hizo un esfuerzo para levantarse y vestirse; tenía que huir ahora que él dormía profundamente. Unos jeans y una camiseta cubrieron su cuerpo, calzó sus pies y se dispuso a emprender la huida de aquel lugar en el que tanto daño le habían hecho.La oscuridad de la noche resultó ser una buena cómplice para lograr su cometido. Salió de la gran casa, aunque pensaba que no lo lograría, ya que era una casa muy grande. Al llegar al patio trasero, se sintió liberada; ahora lo único que seguía era tratar de caminar a prisa. Sin importar el dolor de su cuerpo, se dispuso a huir de aquella tortura, y así lo hizo: corrió tanto como sus pies se lo permitieron. No sabía cuán lejos estaba de la casa de las rosas, ya que no pensó ni por un instante en mirar hacia atrás. Su corazón latía rápidamente y sintió mucho alivio al ver a unos campesinos que se dirigían a realizar sus labores diarias. Se detuvo
Los días de Mary transcurrieron ayudando en la parroquia, esperando el momento y la oportunidad que le había prometido el padre Jesús para salir del pueblo y tratar de rehacer su vida con Pedrito a su lado.Desde su escapada de la Casa de las Rosas habían transcurrido cuatro meses. Su cuerpo había cambiado y trataba de ocultarlo. Al mes de estar en la casa parroquial, se dio cuenta de que estaba embarazada. Sintió que la vida se le acababa, que Dios la había abandonado. Sus malestares se hicieron evidentes, y ella quería esconderse de la mirada del padre Jesús. No quería hablar más de lo que le había ocurrido. El sacerdote tampoco deseaba que ella se sintiera más humillada y prefirió guardar silencio sobre el asunto.—Hay una persona que vendrá a ayudarte. Es alguien de confianza. No quiero que te suceda nada malo a ti ni a tu niño —le dijo el padre.Pedrito era un niño muy inteligente. Quería estar al lado de su padre y no hacía otra cosa que preguntar por él. Mary y el padre Jesús d
Los dolores de parto comenzaron para Mary y, de inmediato, Carlina, la mujer que el padre Jesús había contratado para cuidarla, se puso en acción.—¿Mary, ya es la hora? —preguntó el padre a la joven, quien se encontraba abrazada a una almohada.—¡Creo que sí, padre! ¡Me duele mucho!Mary se veía muy mal, y había que actuar de inmediato. Carlina, con la experiencia de una profesional, sin más ni más, se puso los guantes y pidió a Mary que pujase.Los minutos pasaron, y por fin asomó una pequeña cabecita. Un varón, quien llenó la habitación con su primer llanto al poner sus pulmones en funcionamiento. El niño fue envuelto en una frazada y el padre Jesús lo tomó en sus brazos, arrullándolo con ternura. Mientras tanto, Mary seguía quejándose de dolor sobre la cama. Carlina no entendía por qué aún sentía tanto malestar.—Voy por más sábanas, padre. Ya vuelvo —se excusó Carlina.Al cabo de un rato, regresó un tanto nerviosa. Mientras tanto, Mary continuaba sufriendo.El silencio reinó en l
El padre no quedó muy convencido, pero se prometió investigar hasta encontrar pruebas contra la acusada.Los días pasaron y Mary se aferraba más a su pequeña hija. A pesar de la forma en que fueron concebidos, sentía que eran parte de ella. No paraba de observar a su pequeña y decir cuán hermosa era.—Eres tan parecida a mí.—Sí, es verdad —dijo el padre Jesús, que en ese momento entraba en la habitación—. Sacó tus mismos ojos color miel y un poco de tu tono canela.—Sí, padre. Me siento mal porque no tengo a mi otro hijo conmigo. A pesar de todo, los amo con toda mi vida.—Mary, tú significas mucho para mí. Has traído alegría a esta parroquia y a la vida de Pedrito, siendo una madre para él. Te prometo que haré todo lo posible para traerte sano y salvo al niño. Ese infeliz me debe tantas, y quiero empezar a cobrarlas una a una. Perdona, Señor, mi arrogancia, pero siento la necesidad de hacerlo —dijo, mirando al cielo.—Se lo agradezco, padre, por todo el apoyo que nos ha brindado.—N
Margaret era una mujer sumisa y abnegada que, desde que se casó con Carlos, nunca le reprochó su comportamiento: sus salidas con otras mujeres, sus borracheras ni el hecho de que la ignorara por completo. Ahora tampoco se molestaba por haber recibido a su hijo; lo cuidaría con amor y dedicación, pues el niño no tenía culpa de las acciones de sus padres. Sin embargo, quería que Carlos le dijera cuánto amaba a Mary y qué tenía ella que él no veía en su esposa.—¿Cómo estás?—Bien. —Carlos se sintió extrañado; no recordaba que Margaret hubiera ido antes a su oficina.—¿Te sorprende verme aquí? —preguntó ella al notar la expresión de su esposo.—¿Qué quieres? —preguntó Carlos, incómodo con su presencia.—Solo hablar.—Hablemos. —Carlos sirvió un vaso de licor y se sentó frente a Margaret, separados por el escritorio de su gran oficina.—Jamás te he molestado por nada, nunca te he cuestionado. Lo único que he hecho todo este tiempo ha sido amarte y respetarte, y tú pareces ser inmune a mis
—¿Qué sucede, hija? —preguntó el padre, nervioso.—¡No está mi bebé! —gritaba Mary, desesperada.Corrieron a las afueras de la parroquia y preguntaron a un feligrés que venía a la misa. Él dijo haber visto a Carlina correr con un bebé en brazos. De inmediato, fueron a la policía y comenzó la búsqueda por calles y avenidas, pero no encontraron ni a Carlina ni, mucho menos, a la pequeña Isabel. Las autoridades prometieron hallarla lo antes posible.El desespero de Mary era tan grande que sus fuerzas la abandonaron. Cayó al suelo desmayada y, de inmediato, la llevaron a su habitación para brindarle los primeros auxilios. El padre Jesús la observaba; nunca antes la había visto así: frágil, hermosa y desvalida. Una extraña sensación se apoderó de él, y se horrorizó de sus propios pensamientos. En silencio, pidió perdón por tener ideas tan mundanas.Mary no tardó en recobrar el sentido y, al despertar, preguntó insistentemente por su pequeña. La mirada del padre Jesús le recordó que aún no
Siempre cumplo lo que prometo.Rafaela recibió el envoltorio que traía la recién llegada. En su rostro se dibujó una mueca de agrado al ver de qué se trataba. Sacó un paquete de su cartera y dijo:—Con este dinero podrás vivir el resto de tu vida sin preocuparte por nada.—Lo necesito, quiero darme unas merecidas vacaciones.—Ahora márchate y no vuelvas jamás. No quiero verte el resto de mi vida.Carlina se ofreció a la familia Martín para trabajar en la casa, realizando labores de aseo y mandados. Ellos, recién llegados, aceptaron gustosos. Poco a poco, ella los puso al tanto de cómo transcurría la vida en el pueblo: qué hacía cada persona, en quién se podía confiar y en quién no. Con el tiempo, se ganó la confianza de los hermanos y, sobre todo, la de Rafaela.Rafaela le confesó que nunca había podido tener hijos y que ese era un sueño por cumplir. Quería adoptar un niño o una niña, pero sin lidiar con papeleo ni trámites en oficinas. Le preguntó a Carlina si conocía a alguien que e