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capitulo 4. ¡No me vengas con tonterías Rosa, tu sobrina me tiene loco!

Carlos se había obsesionado con Mary, jamás se le había visto así, ella era muy joven para él, pero eso a él no parecía importarle. Una mañana ella y otra criada fueron a arreglar las habitaciones de la familia, Carlos entró a la habitación y pidió a la otra joven que se fuera, la chica de inmediato salió de la habitación dejando a Mary a solas con el jefe, este cerró la puerta tras ella.  Mary estaba muy asustada pensaba lo peor.

-           Mary, eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos. - dijo él a unos pasos de distancia y recorriendo su cuerpo con la mirada. – te ofrezco todo lo que tengo si me aceptas como…….

-           Señor, perdone, pero no me interesa nada, no quiero nada. Las palabras de Carlos parecían no importarle a Mary.  Carlos sabía que de esta forma jamás tendría el amor de Mary, y ya se empezaba a impacientar. Mary no era una chica interesada como las demás, a ella no se le podía comprar con joyas, ni salidas a los mejores restaurantes, autos y mucho menos con dinero, si él quería tenerla le tocaba hacer las cosas de otra forma.

Nadie le había hablado al jefe así desde que se había convertido en un hombre poderoso, y esta joven lo hacía, mostrando desprecio hacia él.  Terminó de organizar la habitación y salió de ella dejándolo ahí. La rabia y la impotencia se apoderaron de Carlos, estaba dispuesto a darlo todo por tenerla, le haría pagar cada desplante que le había hecho. Decidió ir a hablar con Rosa, de pronto esta podía convencerla de que lo aceptara.

 - ¿Qué te trae por acá? Le dijo al recién llegado, que nunca se había visto por aquel lugar. Debe ser algo muy importante. -dijo Rosa, restándole importancia, aunque sabía que esta visita no sería grata.

- Es muy importante, necesito hablar contigo, a solas. – cuando dijo a solas, miró a todos los que se encontraban en la cocina y estos de inmediato salieron. Se sentó frente a Rosa quien se encontraba leyendo unas recetas en un libro de cocina.

 - Te escucho, quiero saber ¿cuán importante es lo que tienes para decirme? - Rosa era la única persona en la hacienda que llamaba a Carlos por su nombre, también la única que lo contradecía y le llamaba la atención cuando este se equivocaba, el pocas veces objetaba lo que ella decía.

 – Tú sabes que no me gusta andar con rodeos. - Rosa dejó a un lado el libro que estaba leyendo y lo miró. -Me gusta mucho Mary y cuando digo mucho es mucho, quiero que ella sea, mi amiga. – hizo una pausa acentuando la última palabra.

- Eres un hombre casado con una buena mujer, ella te ama y respeta y tú le pagas de esta forma. Rosa trataba de disimular el disgusto que le causaban las palabras de Carlos, Mary era su sobrina y no quería que la lastimaran y mucho menos que cayera en las manos de él.

- No me vengas con tonterías Rosa, tu sobrina me tiene loco, con solo verla me dan ganas de…- La furia con la que hablaba Carlos, pusieron aùn màs nerviosa a Rosa, èl estaba decidido a tenerla al precio que fuera.

-  No me lo digas, guarda tus insolencias para otro día.

– Quiero que sea mi amiga, eso es todo lo que quiero.

- ¿No veo de qué forma yo te puedo ayudar?

–No lo sé- golpeo la mesa con brusquedad. -Quiero ese culo en mi cama. -Gritó levantándose de la silla. - Eso te lo dejo a ti, tú tienes que ayudarme con ella. Y diciendo esto salió de la cocina.

Rosa sabía que esta situación le traería problemas, a Carlos cuando se le metía algo en la cabeza no había poder humano que lo hiciera cambiar de opinión y hasta que no lograba su objetivo no olvidaba el tema. El nerviosismo se apoderó de Rosa, tenía que pensar rápido en algo, para ayudar a su sobrina.

Carlos quería tener a Mary y lo conseguiría, tenía mucho poder y dinero, hasta ahora para él no había nada imposible de alcanzar y esto no sería la excepción.

La belleza y humildad de Mary habían hecho que muchos hombres se fijaran en ella, pero en especial, había uno que no la miraba como un pedazo de carne como los demás. Pedro Castañeda, le proporcionaba mucho apoyo, era muy especial con ella y se mantenía atento a cualquier petición de la joven.  Pedro, el capataz de la hacienda, hombre de confianza del jefe, hombre de respeto y buen trabajador, Pedro tenía un hijo de 13 años llamado de igual forma que él, Pedrito le decían de cariño, era un niño muy inteligente, el cual le gustaba mucho compartir con su padre los días que no asistía a clases. 

Carlos se daba cuenta de todas las atenciones de las que era objeto Mary por parte de Pedro y de muchos otros, pero aun así Carlos lo veía muy insignificante. Pero para salir de dudas ya que había escuchado muchos comentarios de sus empleados, quiso investigar por su propia cuenta que tan cierto era todo y, para eso mando llamar a Pedro.

-           Señor vine en cuanto me llamó, usted dirá ¿para que soy bueno?

-           Siéntate Pedro. - dijo mostrándole una silla. - he escuchado que andas con la sobrina de Rosa. - sirvió dos vasos de whisky y pasó uno a Pedro. Pedro se avergonzó no esperaba que el jefe lo llamara hasta su oficina para hablar de su vida privada.

-           jefe, este, ¡eso no es cierto!, cuanto me gustaría que eso fuera verdad, ella es una muchachita para mí. - Carlos lo observaba atento mientras tomaba grandes sorbos de su vaso, su mirada era penetrante y llena de rabia, mientras tanto Pedro continuaba hablando, tan emocionado estaba que no se daba cuenta de los gestos de su supuesto amigo y jefe. 

- Yo simplemente le ayudo en lo que necesita, además Tía Rosa fue quien me pidió que cuidara a la señorita Mary ¿Por qué jefe la pregunta? - dijo tomando un trago de su vaso

-           Era solo curiosidad Pedro, además tengo que saber en qué están mis empleados. No entiendo por qué Rosa te pidió que la cuidaras.

-           Debe ser porque hay muchos hombres que siempre la andan molestado. Pedro ya entrado en confianza continuó hablando. -  Aunque no puedo negar que está muy linda y además es muy trabajadora, ¿sabe jefe? no lo había pensado así, pero sería bueno darme otra oportunidad con una buena mujer, desde que Ana se fue para el cielo estamos Pedrito y yo muy solos. - Pedro sonreía inocentemente, sin saber que hasta ahora su amigo y jefe tenía para con él los peores pensamientos.

-           Eso me parece muy bien que pienses así y ¿ella es, amable contigo? Carlos, continùo interrogándolo.

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