Carlos se había obsesionado con Mary, jamás se le había visto así, ella era muy joven para él, pero eso a él no parecía importarle. Una mañana ella y otra criada fueron a arreglar las habitaciones de la familia, Carlos entró a la habitación y pidió a la otra joven que se fuera, la chica de inmediato salió de la habitación dejando a Mary a solas con el jefe, este cerró la puerta tras ella. Mary estaba muy asustada pensaba lo peor.
- Mary, eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos. - dijo él a unos pasos de distancia y recorriendo su cuerpo con la mirada. – te ofrezco todo lo que tengo si me aceptas como…….
- Señor, perdone, pero no me interesa nada, no quiero nada. Las palabras de Carlos parecían no importarle a Mary. Carlos sabía que de esta forma jamás tendría el amor de Mary, y ya se empezaba a impacientar. Mary no era una chica interesada como las demás, a ella no se le podía comprar con joyas, ni salidas a los mejores restaurantes, autos y mucho menos con dinero, si él quería tenerla le tocaba hacer las cosas de otra forma.
Nadie le había hablado al jefe así desde que se había convertido en un hombre poderoso, y esta joven lo hacía, mostrando desprecio hacia él. Terminó de organizar la habitación y salió de ella dejándolo ahí. La rabia y la impotencia se apoderaron de Carlos, estaba dispuesto a darlo todo por tenerla, le haría pagar cada desplante que le había hecho. Decidió ir a hablar con Rosa, de pronto esta podía convencerla de que lo aceptara.
- ¿Qué te trae por acá? Le dijo al recién llegado, que nunca se había visto por aquel lugar. Debe ser algo muy importante. -dijo Rosa, restándole importancia, aunque sabía que esta visita no sería grata.
- Es muy importante, necesito hablar contigo, a solas. – cuando dijo a solas, miró a todos los que se encontraban en la cocina y estos de inmediato salieron. Se sentó frente a Rosa quien se encontraba leyendo unas recetas en un libro de cocina.
- Te escucho, quiero saber ¿cuán importante es lo que tienes para decirme? - Rosa era la única persona en la hacienda que llamaba a Carlos por su nombre, también la única que lo contradecía y le llamaba la atención cuando este se equivocaba, el pocas veces objetaba lo que ella decía.
– Tú sabes que no me gusta andar con rodeos. - Rosa dejó a un lado el libro que estaba leyendo y lo miró. -Me gusta mucho Mary y cuando digo mucho es mucho, quiero que ella sea, mi amiga. – hizo una pausa acentuando la última palabra.
- Eres un hombre casado con una buena mujer, ella te ama y respeta y tú le pagas de esta forma. Rosa trataba de disimular el disgusto que le causaban las palabras de Carlos, Mary era su sobrina y no quería que la lastimaran y mucho menos que cayera en las manos de él.
- No me vengas con tonterías Rosa, tu sobrina me tiene loco, con solo verla me dan ganas de…- La furia con la que hablaba Carlos, pusieron aùn màs nerviosa a Rosa, èl estaba decidido a tenerla al precio que fuera.
- No me lo digas, guarda tus insolencias para otro día.
– Quiero que sea mi amiga, eso es todo lo que quiero.
- ¿No veo de qué forma yo te puedo ayudar?
–No lo sé- golpeo la mesa con brusquedad. -Quiero ese culo en mi cama. -Gritó levantándose de la silla. - Eso te lo dejo a ti, tú tienes que ayudarme con ella. Y diciendo esto salió de la cocina.
Rosa sabía que esta situación le traería problemas, a Carlos cuando se le metía algo en la cabeza no había poder humano que lo hiciera cambiar de opinión y hasta que no lograba su objetivo no olvidaba el tema. El nerviosismo se apoderó de Rosa, tenía que pensar rápido en algo, para ayudar a su sobrina.
Carlos quería tener a Mary y lo conseguiría, tenía mucho poder y dinero, hasta ahora para él no había nada imposible de alcanzar y esto no sería la excepción.
La belleza y humildad de Mary habían hecho que muchos hombres se fijaran en ella, pero en especial, había uno que no la miraba como un pedazo de carne como los demás. Pedro Castañeda, le proporcionaba mucho apoyo, era muy especial con ella y se mantenía atento a cualquier petición de la joven. Pedro, el capataz de la hacienda, hombre de confianza del jefe, hombre de respeto y buen trabajador, Pedro tenía un hijo de 13 años llamado de igual forma que él, Pedrito le decían de cariño, era un niño muy inteligente, el cual le gustaba mucho compartir con su padre los días que no asistía a clases.
Carlos se daba cuenta de todas las atenciones de las que era objeto Mary por parte de Pedro y de muchos otros, pero aun así Carlos lo veía muy insignificante. Pero para salir de dudas ya que había escuchado muchos comentarios de sus empleados, quiso investigar por su propia cuenta que tan cierto era todo y, para eso mando llamar a Pedro.
- Señor vine en cuanto me llamó, usted dirá ¿para que soy bueno?
- Siéntate Pedro. - dijo mostrándole una silla. - he escuchado que andas con la sobrina de Rosa. - sirvió dos vasos de whisky y pasó uno a Pedro. Pedro se avergonzó no esperaba que el jefe lo llamara hasta su oficina para hablar de su vida privada.
- jefe, este, ¡eso no es cierto!, cuanto me gustaría que eso fuera verdad, ella es una muchachita para mí. - Carlos lo observaba atento mientras tomaba grandes sorbos de su vaso, su mirada era penetrante y llena de rabia, mientras tanto Pedro continuaba hablando, tan emocionado estaba que no se daba cuenta de los gestos de su supuesto amigo y jefe.
- Yo simplemente le ayudo en lo que necesita, además Tía Rosa fue quien me pidió que cuidara a la señorita Mary ¿Por qué jefe la pregunta? - dijo tomando un trago de su vaso
- Era solo curiosidad Pedro, además tengo que saber en qué están mis empleados. No entiendo por qué Rosa te pidió que la cuidaras.
- Debe ser porque hay muchos hombres que siempre la andan molestado. Pedro ya entrado en confianza continuó hablando. - Aunque no puedo negar que está muy linda y además es muy trabajadora, ¿sabe jefe? no lo había pensado así, pero sería bueno darme otra oportunidad con una buena mujer, desde que Ana se fue para el cielo estamos Pedrito y yo muy solos. - Pedro sonreía inocentemente, sin saber que hasta ahora su amigo y jefe tenía para con él los peores pensamientos.
- Eso me parece muy bien que pienses así y ¿ella es, amable contigo? Carlos, continùo interrogándolo.
- Esa niña es muy amable jefe con todo mundo. Carlos no veía en pedro un rival, pero era mejor estar al tanto de todo, no quería sorpresas.- Gracias Pedro, vete a continuar con tus labores.Carlos no quedó contento con las palabras de Pedro, tenía que hacer algo para evitar algo entre ellos dos y para cuidar y estar seguro de quienes se acercaban a Mary, Carlos puso uno de sus trabajadores para que lo mantuviera al tanto de los hombres que se acercaban a la joven y sobre todo que prestara atención a Pedro.Mary en principio se sintió muy cómoda en el trabajo, era bien tratada, buen salario, Margaret y Marcela, la querían como a una hermana y Michael era un joven muy atento con ella, se iban de paseo, a montar a caballo, al cine, estudiaban en el mismo colegio y además estaba con su tía, pero eso había cambiado, sentía muchos ojos sobre ella que la vigilaban sin cesar, además de que muchas compañeras de trabajo no le hablaban y desconocía el porqué.Rosa era una mu
Las horas siguientes fueron eternas para Mary. No podía concentrarse en sus labores diarias, nunca antes había estado en una situación como esa. Sentía vergüenza, como si hubiera cometido algo muy malo. No sabía si contarle a su tía lo que le había ocurrido, no quería preocuparla, ya era suficiente con tantos problemas. Decidió no prestar atención a las palabras ni a los actos de su jefe.—Ese señor está completamente loco. Cuando me case con Pedro, las cosas van a cambiar —se sintió aliviada con este pensamiento.Los días siguientes transcurrieron en cierta calma. Mary se dedicó por completo a su trabajo, aunque su tía Rosa observaba las cosas y sabía que tanta paz y tranquilidad no podían ser ciertas. Sabía que su sobrina le estaba ocultando algo, pero decidió no preguntar. Esperaría a que ella se lo dijera cuando fuera necesario.Mary evitaba a toda costa encontrarse con Carlos. Al momento de arreglar la habitación matrimonial, le pedía el favor a otra empleada que lo hiciera, aduc
Rosa y Mary se fueron a vivir a la casa de Pedro. Rosa decidió acompañar a su sobrina por si él se llegaba a propasar con la joven, mientras a Carlos se le pasaba el berrinche, como ella llamaba a la obsesión que él sentía por ella.Las horas pasaban y Pedro no llegaba. Rosa empezó a impacientarse, ya era hora de que él estuviera de vuelta. Lo llamó varias veces a su teléfono móvil, pero lo mandaba de inmediato al buzón. Mary llevó a Pedrito a la cama, él estaba muy inquieto llamando a su padre, pero fue vencido por el sueño. Tía Rosa le sirvió a su sobrina un té y conversaban sobre la boda. De pronto, se escucharon pasos y tocaron a la puerta.-- Ese debe ser Pedro, hija - dijo Rosa levantándose de su silla y dirigiéndose hacia la puerta. Cuando la abrió, se sorprendió.-- Rosa, buena noche - dijo el recién llegado.-- ¿Qué sorpresa? ¿Cómo estás? ¿Qué te trae por acá? - respondió Rosa nerviosa.-- Quiero hablar con Mary, ¿se encuentra? - Carlos preguntó. Mary había escuchado las pala
Carlos la despojó del vestido de novia que hasta hacía un momento llevaba con tanto esmero. En un arrebato de fuerza, rasgó la tela y se apoderó de sus labios sin escuchar sus súplicas ni sus ruegos. La ansiedad y la confusión nublaban la mente de Mary, quien se encontraba atrapada en un momento que nunca habría imaginado vivir.Mientras él reclamaba su cuerpo, Mary sintió cómo el dolor y el miedo se apoderaban de ella. Cada instante se prolongaba como una eternidad, donde su voluntad y dignidad parecían desvanecerse bajo el peso de la violencia. Su mente divagaba entre el pasado, cuando todo parecía perfecto, y el presente, que se había convertido en una pesadilla interminable.El amanecer llegó, trayendo una calma aparente que solo encubría el tormento que Mary sentía en su interior. Bajo las cobijas, rodeada por los brazos de Carlos, su alma seguía gritando en silencio, buscando consuelo en un lugar donde no parecía haberlo.La casa de las Rosas, que alguna vez se presentó como un
Pronto se quedó dormido y Mary vio su oportunidad para escapar, pero su cuerpo estaba muy adolorido. Hizo un esfuerzo para levantarse y vestirse; tenía que huir ahora que él dormía profundamente. Unos jeans y una camiseta cubrieron su cuerpo, calzó sus pies y se dispuso a emprender la huida de aquel lugar en el que tanto daño le habían hecho.La oscuridad de la noche resultó ser una buena cómplice para lograr su cometido. Salió de la gran casa, aunque pensaba que no lo lograría, ya que era una casa muy grande. Al llegar al patio trasero, se sintió liberada; ahora lo único que seguía era tratar de caminar a prisa. Sin importar el dolor de su cuerpo, se dispuso a huir de aquella tortura, y así lo hizo: corrió tanto como sus pies se lo permitieron. No sabía cuán lejos estaba de la casa de las rosas, ya que no pensó ni por un instante en mirar hacia atrás. Su corazón latía rápidamente y sintió mucho alivio al ver a unos campesinos que se dirigían a realizar sus labores diarias. Se detuvo
Los días de Mary transcurrieron ayudando en la parroquia, esperando el momento y la oportunidad que le había prometido el padre Jesús para salir del pueblo y tratar de rehacer su vida con Pedrito a su lado.Desde su escapada de la Casa de las Rosas habían transcurrido cuatro meses. Su cuerpo había cambiado y trataba de ocultarlo. Al mes de estar en la casa parroquial, se dio cuenta de que estaba embarazada. Sintió que la vida se le acababa, que Dios la había abandonado. Sus malestares se hicieron evidentes, y ella quería esconderse de la mirada del padre Jesús. No quería hablar más de lo que le había ocurrido. El sacerdote tampoco deseaba que ella se sintiera más humillada y prefirió guardar silencio sobre el asunto.—Hay una persona que vendrá a ayudarte. Es alguien de confianza. No quiero que te suceda nada malo a ti ni a tu niño —le dijo el padre.Pedrito era un niño muy inteligente. Quería estar al lado de su padre y no hacía otra cosa que preguntar por él. Mary y el padre Jesús d
Los dolores de parto comenzaron para Mary y, de inmediato, Carlina, la mujer que el padre Jesús había contratado para cuidarla, se puso en acción.—¿Mary, ya es la hora? —preguntó el padre a la joven, quien se encontraba abrazada a una almohada.—¡Creo que sí, padre! ¡Me duele mucho!Mary se veía muy mal, y había que actuar de inmediato. Carlina, con la experiencia de una profesional, sin más ni más, se puso los guantes y pidió a Mary que pujase.Los minutos pasaron, y por fin asomó una pequeña cabecita. Un varón, quien llenó la habitación con su primer llanto al poner sus pulmones en funcionamiento. El niño fue envuelto en una frazada y el padre Jesús lo tomó en sus brazos, arrullándolo con ternura. Mientras tanto, Mary seguía quejándose de dolor sobre la cama. Carlina no entendía por qué aún sentía tanto malestar.—Voy por más sábanas, padre. Ya vuelvo —se excusó Carlina.Al cabo de un rato, regresó un tanto nerviosa. Mientras tanto, Mary continuaba sufriendo.El silencio reinó en l
El padre no quedó muy convencido, pero se prometió investigar hasta encontrar pruebas contra la acusada.Los días pasaron y Mary se aferraba más a su pequeña hija. A pesar de la forma en que fueron concebidos, sentía que eran parte de ella. No paraba de observar a su pequeña y decir cuán hermosa era.—Eres tan parecida a mí.—Sí, es verdad —dijo el padre Jesús, que en ese momento entraba en la habitación—. Sacó tus mismos ojos color miel y un poco de tu tono canela.—Sí, padre. Me siento mal porque no tengo a mi otro hijo conmigo. A pesar de todo, los amo con toda mi vida.—Mary, tú significas mucho para mí. Has traído alegría a esta parroquia y a la vida de Pedrito, siendo una madre para él. Te prometo que haré todo lo posible para traerte sano y salvo al niño. Ese infeliz me debe tantas, y quiero empezar a cobrarlas una a una. Perdona, Señor, mi arrogancia, pero siento la necesidad de hacerlo —dijo, mirando al cielo.—Se lo agradezco, padre, por todo el apoyo que nos ha brindado.—N