Los Gallardo, a causa de la sequía, habían perdido casi todo lo que tenían, y lo poco que les quedaba lo iban vendiendo poco a poco para poder subsistir. Carlos observaba la necesidad de la familia y quiso aprovecharse de eso. Michael llegó casi de inmediato a la casa.
—¿Qué te trae a mi humilde casa, compadre? —preguntó el recién llegado.
—Vengo a proponerte un negocio, Michael, amigo mío.
—Si me conviene, ¿por qué no? —respondió Michael, entusiasmado.
—Quiero ser lo más sincero posible, Michael, y quiero hacerlo delante de tu mujer. —El tono de Carlos era bastante serio, lo que empezó a preocupar a Michael, quien había tomado una silla frente a su compadre.
—Ustedes saben que yo no tengo hijo, tengo dos hermosas hijas, pero no es lo mismo. Yo quiero que mi ahijado, Michael, a quien quiero mucho, viva en la hacienda. Yo voy a correr con todos sus gastos educativos, como lo he hecho hasta ahora, y todo lo referente a su futuro.
Un silencio profundo se apoderó de la casa. Michael y Helena no podían creer lo que habían escuchado. Se miraron, buscando una respuesta a las muchas preguntas que tenían. Carlos se había hecho cargo de todos los gastos del muchacho desde hacía mucho tiempo, y este vivía más en la gran hacienda, rodeado de lujos, que con sus padres. Helena empezó a murmurar y su marido le hizo señas para que guardara silencio. Mientras tanto, Carlos siguió hablando, sin mostrar el menor interés en la mueca que se había dibujado en el rostro de sus compadres.
—El muchacho se puede quedar con ustedes el fin de semana. Quiero que él me ayude. Quiero que él sea mi mano derecha en los negocios, como tú, mi querido amigo, en los viejos tiempos —dijo, mirando a Michael—. Yo no les voy a quitar a su hijo, solo quiero que me ayude y que los ayude a ustedes.
La prudencia era una virtud de Michael Gallardo. No se tomaba las cosas a la ligera y pensaba antes de tomar una decisión importante, y este momento no era la excepción.
—¿No estás hablando en serio? —dijo Michael, tratando de disimular su enojo.
—¿Me estoy riendo, Michael? —respondió Carlos en tono cortante.
—¡Mi niño solo tiene 12 años y no estoy de acuerdo con esto! —dijo Helena, casi gritando—. ¡Mi niño no! —gritó, llorando desconsolada. Carlos no le prestó atención al llanto de la madre y continuó.
—Ustedes deciden, a mi ahijado no le faltará nada, cuando sea grande, me lo agradecerá.
El silencio reinó en la casa por un instante.
—Yo creo que es lo mejor para el chico —dijo Michael, en tono fuerte y sin vacilar—. Estará mejor con mi compadre Carlos, tú sabes, mujer —dijo mirando a su esposa—. Que no tenemos en este momento para darle educación a los muchachos, y esto ayudará un poco.
Ahora la que estaba más que sorprendida era su mujer, no podía creer lo que acababa de oír. Su marido siempre había sido un hombre sensato, pero ahora parecía haber perdido la razón.
—¿Te has vuelto loco? ¡Es nuestro hijo, cómo lo vas a regalar! —gritó ella, muy enojada.
—¡No lo estoy regalando, mujer! ¡Estoy pensando en su futuro!
—¿Cuál futuro? Un hijo está mejor con sus padres que con un extraño.
—¡Calla, mujer, no seas insensata! ¡Este es un asunto entre hombres! —El tono de voz de Michael se hizo más fuerte. Mientras tanto, Carlos seguía sentado.
—Ustedes dos están locos. ¿Cómo no voy a intervenir si es mi hijo?
—Hecho, compadre Carlos, deme unas semanas para hablar con mi hijo y prepararlo. —Mientras hablaba, parecía recitar una poesía, sin entusiasmo. Su mirada fría parecía más la de un vendedor sin escrúpulos que la de un padre hablando de su hijo. Ninguno de los dos hombres prestaba atención al llanto de Helena ni a sus reclamos.
—Que no se diga más, compadre. Ha tomado la mejor decisión. Quiero que hablen con el muchacho y le digan todo, y lo espero en dos días.
—Gracias, compadre —dijo Carlos, ofreciendo su mano para sellar el negocio. Michael se la ofreció sin vacilar.
—Solo dos días, ni uno más, ni uno menos. —Carlos arrastraba las palabras, como si no tuviera prisa, o como si estuviera dejando todo claro.
Carlos salió de la humilde casa. No pensó que las cosas serían tan fáciles, pero se sintió bien al lograr su cometido. Una vez más, todo salía como quería.
La familia Gallardo quedó destrozada. El hijo menor se iría de casa por caprichos del gran señor. Michael quería convencer a su esposa de que era lo mejor para el muchacho.—Así como están las cosas, mujer, nuestros hijos no terminarán sus estudios y serán simples campesinos como nosotros, con pocas posibilidades de ser alguien.
—¡No me importa si son campesinos o no! ¡Yo quiero a mi hijo conmigo!
—Helena, por favor, tú no entiendes. Con Carlos todo se hace por las buenas. Yo lo conozco más de lo que imaginas, para él no hay nada imposible, y es mejor no llevarle la contraria, porque nos podría ir muy mal. —La angustia de Michael se dibujaba en su rostro mientras trataba de explicarle a su esposa que era lo mejor para todos. Conocía muy bien a Carlos y sabía que cuando a este se le metía un tema en la cabeza, no había poder humano que lo hiciera cambiar de opinión.
—¡Eres un cobarde! Me das vergüenza como hombre. —Los gritos e insultos de Helena hacia su esposo no paraban, estaba muy angustiada por lo que pudiera pasarle a su hijo en manos de Carlos. Y diciendo esto, se marchó a su habitación, dejando a su marido inmóvil en la mitad del hogar, que para ella ya no era un hogar, ni una familia.
Helena dejó de hablarle a su esposo. Por primera vez en dieciséis años de casados, estaban peleados, y parecía no haber solución a este inconveniente entre ellos. Michael padre llamó a su hijo para decirle lo que estaba pasando y lo que pasaría con él. El chico lo tomó muy bien, quería mucho a su padrino y los costosos regalos que este le daba. Por el contrario, deseaba que llegara pronto por él, cosa que asombró a su padre. Pensó que no querría irse con su padrino, pero el chico celebró la noticia.
Carlos era un hombre muy puntual. A los dos días llegó a buscar al muchacho, como le había prometido. Llegó bien entrada la mañana a la casa de los Gallardo. Estos acababan de levantarse de la cama y se sorprendieron al verlo tan temprano.
—Buen día tengan, querida familia. —La familia no lo recibió de la mejor forma, por el contrario, no lo saludaron. Michael, hijo, en cambio, estaba feliz. Su mente joven veía las cosas de manera diferente. Para él, era como jugar un juego que le divertía mucho. Además, como cualquier niño, le gustaban los buenos regalos. Partió para la gran hacienda, se sentía un tanto extraño, aunque no del todo, ya que, desde que nació, su padrino Carlos siempre estuvo con él y su familia. Margaret y las niñas siempre lo vieron como uno más de la familia, y esta vez lo aceptaron de muy buena gana, como las otras veces. Michael era de la edad de las hijas de Carlos, y esto hizo que se llevaran bien.
Como era costumbre, Carlos ofreció la mano a su amigo Michael para sellar el trato, como él lo llamaba, y este no vaciló en ofrecérsela.
—¿Sabes, Michael? Me gusta hacer negocios contigo. Eres un hombre que cumple su palabra —dijo Carlos, dándole una palmada en el hombro—. Es la mejor decisión que has tomado, de lo contrario, las cosas hubieran sido muy malas para ti y tu familia, y sabes que hablo en serio —le susurró al oído, casi murmurando. Michael sabía con quién estaba hablando; con Carlos no se podía jugar, era un hombre terco al que había que tratar por las buenas.
La familia Gallardo estaba desconsolada. Helena se fue a la habitación a llorar, Michael se dirigió a sus sembrados, igualmente a llorar su pena. Juliana preguntó a sus padres qué ocurría, pero estos no dieron ninguna respuesta. Sin embargo, se imaginaba que no era algo bueno lo que estaba pasando en el hogar, ahora que su hermano viviría con su padrino en la gran hacienda.
Había otro asunto que no dejaba tranquilo a Carlos, algo muy importante que le daba vueltas en la cabeza y que no lo dejaba dormir. Cuando estaba despierto, todos sus pensamientos se los robaba. Era una mujer, una mujer de hermosa figura, que tenía al jefe con los pensamientos totalmente revueltos.Es la cosa más linda que he visto, pensaba para sí mismo.Parece que la felicidad es algo incompleto; siempre estamos deseando algo, y cuando lo conseguimos, queremos más, y con más intensidad que al principio. Eso era lo que le ocurría al jefe. Había querido un hijo varón y, como no pudo, le arrebató el hijo a su mejor amigo. Ahora ansiaba locamente a una mujer que estaba fuera de su alcance.Mary, de piel canela, ojos color miel, cabello ondulado que la brisa movía al compás de sus caderas, piel joven e inmaculada, estaba enloqueciendo a Carlos Robles. El jefe no hacía más que observar a Mary; le gustaba verla caminar. Con solo verla, su pulso se aceleraba. Esta cosa rica, como él la llam
Carlos se había obsesionado con Mary, jamás se le había visto así, ella era muy joven para él, pero eso a él no parecía importarle. Una mañana ella y otra criada fueron a arreglar las habitaciones de la familia, Carlos entró a la habitación y pidió a la otra joven que se fuera, la chica de inmediato salió de la habitación dejando a Mary a solas con el jefe, este cerró la puerta tras ella. Mary estaba muy asustada pensaba lo peor.- Mary, eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos. - dijo él a unos pasos de distancia y recorriendo su cuerpo con la mirada. – te ofrezco todo lo que tengo si me aceptas como…….- Señor, perdone, pero no me interesa nada, no quiero nada. Las palabras de Carlos parecían no importarle a Mary. Carlos sabía que de esta forma jamás tendría el amor de Mary, y ya se empezaba a impacientar. Mary no era una chica interesada como las demás, a ella no se le podía comprar con joyas, ni salidas a los mejores restaurantes, autos y mucho menos
- Esa niña es muy amable jefe con todo mundo. Carlos no veía en pedro un rival, pero era mejor estar al tanto de todo, no quería sorpresas.- Gracias Pedro, vete a continuar con tus labores.Carlos no quedó contento con las palabras de Pedro, tenía que hacer algo para evitar algo entre ellos dos y para cuidar y estar seguro de quienes se acercaban a Mary, Carlos puso uno de sus trabajadores para que lo mantuviera al tanto de los hombres que se acercaban a la joven y sobre todo que prestara atención a Pedro.Mary en principio se sintió muy cómoda en el trabajo, era bien tratada, buen salario, Margaret y Marcela, la querían como a una hermana y Michael era un joven muy atento con ella, se iban de paseo, a montar a caballo, al cine, estudiaban en el mismo colegio y además estaba con su tía, pero eso había cambiado, sentía muchos ojos sobre ella que la vigilaban sin cesar, además de que muchas compañeras de trabajo no le hablaban y desconocía el porqué.Rosa era una mu
Las horas siguientes fueron eternas para Mary. No podía concentrarse en sus labores diarias, nunca antes había estado en una situación como esa. Sentía vergüenza, como si hubiera cometido algo muy malo. No sabía si contarle a su tía lo que le había ocurrido, no quería preocuparla, ya era suficiente con tantos problemas. Decidió no prestar atención a las palabras ni a los actos de su jefe.—Ese señor está completamente loco. Cuando me case con Pedro, las cosas van a cambiar —se sintió aliviada con este pensamiento.Los días siguientes transcurrieron en cierta calma. Mary se dedicó por completo a su trabajo, aunque su tía Rosa observaba las cosas y sabía que tanta paz y tranquilidad no podían ser ciertas. Sabía que su sobrina le estaba ocultando algo, pero decidió no preguntar. Esperaría a que ella se lo dijera cuando fuera necesario.Mary evitaba a toda costa encontrarse con Carlos. Al momento de arreglar la habitación matrimonial, le pedía el favor a otra empleada que lo hiciera, aduc
Rosa y Mary se fueron a vivir a la casa de Pedro. Rosa decidió acompañar a su sobrina por si él se llegaba a propasar con la joven, mientras a Carlos se le pasaba el berrinche, como ella llamaba a la obsesión que él sentía por ella.Las horas pasaban y Pedro no llegaba. Rosa empezó a impacientarse, ya era hora de que él estuviera de vuelta. Lo llamó varias veces a su teléfono móvil, pero lo mandaba de inmediato al buzón. Mary llevó a Pedrito a la cama, él estaba muy inquieto llamando a su padre, pero fue vencido por el sueño. Tía Rosa le sirvió a su sobrina un té y conversaban sobre la boda. De pronto, se escucharon pasos y tocaron a la puerta.-- Ese debe ser Pedro, hija - dijo Rosa levantándose de su silla y dirigiéndose hacia la puerta. Cuando la abrió, se sorprendió.-- Rosa, buena noche - dijo el recién llegado.-- ¿Qué sorpresa? ¿Cómo estás? ¿Qué te trae por acá? - respondió Rosa nerviosa.-- Quiero hablar con Mary, ¿se encuentra? - Carlos preguntó. Mary había escuchado las pala
Carlos la despojó del vestido de novia que hasta hacía un momento llevaba con tanto esmero. En un arrebato de fuerza, rasgó la tela y se apoderó de sus labios sin escuchar sus súplicas ni sus ruegos. La ansiedad y la confusión nublaban la mente de Mary, quien se encontraba atrapada en un momento que nunca habría imaginado vivir.Mientras él reclamaba su cuerpo, Mary sintió cómo el dolor y el miedo se apoderaban de ella. Cada instante se prolongaba como una eternidad, donde su voluntad y dignidad parecían desvanecerse bajo el peso de la violencia. Su mente divagaba entre el pasado, cuando todo parecía perfecto, y el presente, que se había convertido en una pesadilla interminable.El amanecer llegó, trayendo una calma aparente que solo encubría el tormento que Mary sentía en su interior. Bajo las cobijas, rodeada por los brazos de Carlos, su alma seguía gritando en silencio, buscando consuelo en un lugar donde no parecía haberlo.La casa de las Rosas, que alguna vez se presentó como un
Pronto se quedó dormido y Mary vio su oportunidad para escapar, pero su cuerpo estaba muy adolorido. Hizo un esfuerzo para levantarse y vestirse; tenía que huir ahora que él dormía profundamente. Unos jeans y una camiseta cubrieron su cuerpo, calzó sus pies y se dispuso a emprender la huida de aquel lugar en el que tanto daño le habían hecho.La oscuridad de la noche resultó ser una buena cómplice para lograr su cometido. Salió de la gran casa, aunque pensaba que no lo lograría, ya que era una casa muy grande. Al llegar al patio trasero, se sintió liberada; ahora lo único que seguía era tratar de caminar a prisa. Sin importar el dolor de su cuerpo, se dispuso a huir de aquella tortura, y así lo hizo: corrió tanto como sus pies se lo permitieron. No sabía cuán lejos estaba de la casa de las rosas, ya que no pensó ni por un instante en mirar hacia atrás. Su corazón latía rápidamente y sintió mucho alivio al ver a unos campesinos que se dirigían a realizar sus labores diarias. Se detuvo
Los días de Mary transcurrieron ayudando en la parroquia, esperando el momento y la oportunidad que le había prometido el padre Jesús para salir del pueblo y tratar de rehacer su vida con Pedrito a su lado.Desde su escapada de la Casa de las Rosas habían transcurrido cuatro meses. Su cuerpo había cambiado y trataba de ocultarlo. Al mes de estar en la casa parroquial, se dio cuenta de que estaba embarazada. Sintió que la vida se le acababa, que Dios la había abandonado. Sus malestares se hicieron evidentes, y ella quería esconderse de la mirada del padre Jesús. No quería hablar más de lo que le había ocurrido. El sacerdote tampoco deseaba que ella se sintiera más humillada y prefirió guardar silencio sobre el asunto.—Hay una persona que vendrá a ayudarte. Es alguien de confianza. No quiero que te suceda nada malo a ti ni a tu niño —le dijo el padre.Pedrito era un niño muy inteligente. Quería estar al lado de su padre y no hacía otra cosa que preguntar por él. Mary y el padre Jesús d