- Esa niña es muy amable jefe con todo mundo. Carlos no veía en pedro un rival, pero era mejor estar al tanto de todo, no quería sorpresas.
- Gracias Pedro, vete a continuar con tus labores.
Carlos no quedó contento con las palabras de Pedro, tenía que hacer algo para evitar algo entre ellos dos y para cuidar y estar seguro de quienes se acercaban a Mary, Carlos puso uno de sus trabajadores para que lo mantuviera al tanto de los hombres que se acercaban a la joven y sobre todo que prestara atención a Pedro.
Mary en principio se sintió muy cómoda en el trabajo, era bien tratada, buen salario, Margaret y Marcela, la querían como a una hermana y Michael era un joven muy atento con ella, se iban de paseo, a montar a caballo, al cine, estudiaban en el mismo colegio y además estaba con su tía, pero eso había cambiado, sentía muchos ojos sobre ella que la vigilaban sin cesar, además de que muchas compañeras de trabajo no le hablaban y desconocía el porqué.
Rosa era una mujer muy astuta y sabía que debía proteger a su sobrina, que era lo único que le quedaba en el mundo. Tuvo una idea que consultó con ella. Fue hasta la habitación de la joven y le comunicò sus planes.
- ¿Casarme con Pedro? ¿tía no pudiste tener otra idea?
-Hija no se me ocurre nada mejor, eso es lo mejor para ti, Pedro es un hombre bueno, respetuoso, trabajador y además es el único que no te mira como si quisiera comerte.
- ¡Sé que habrá algo más que podamos hacer! - decía Mary caminando de un lado a otro.
- Pues no se me ocurre nada más- dijo Rosa con decepción. El silencio reinó por un momento.
– Está bien tía, pero que sea nada más para que todos esos tontos me dejen en paz, además dejarle muy en claro a Pedro que es un favor ¿me escuchaste tía?
– Está bien hija, pedro es un buen hombre no tendrás ningún problema con él. – las dos mujeres se abrazaron.
Pronto corrió el rumor del compromiso entre Mary y Pedro, rumor que llegó a los oídos del jefe, quien explotó de furia.
- Maldito seas Pedro, maldito seas una y otra vez, espero que no le hayas tocado ni un solo pelo porque te mato. - fue tanta la ira de Carlos que casi destroza la oficina cuando le dijeron la noticia. El informante cuando vio el enojo del jefe salió corriendo del lugar.
Pedro era el hombre más feliz del mundo, desde que se hizo pública la noticia de su matrimonio con Mary se le veía de mejor semblante, él sabía que todo esto era una farsa, pero en el fondo de su corazón guardaba la esperanza de que Mary llegaría a amarlo y que se convertiría en su esposa de verdad ante los hombres y ante Dios.
Carlos no se quedaría con los brazos cruzados viendo como Pedro se quedaba con la mujer que tanto deseaba, ya tenía un plan y quería ponerlo en práctica, no se quedaría tranquilo, viendo cómo alguien que era nada comparado con él, le quitara lo que tanto ansiaba, estaba dispuesto a jugarse el todo por el todo con tal de salirse con la suya.
- Tía rosa el jefe quiere hablar con Mary ¿sabes dónde está? una empleada de la hacienda buscaba insistentemente a Mary.
- Sí, ya la mando a buscar, está haciendo tareas con las niñas, ¿Dónde dices que está el señor? – Preguntó Rosa un tanto inquieta.
- En su oficina. Rosa sintió que todo se derrumbaba a su alrededor, sabía que se avecinaban problemas y muy graves.
Se escucharon suaves toques en la puerta. Una voz masculina contesto desde el interior.
- ¿Quién?
– Señor, soy Mary.
- Adelante. - Mary entró en la gran oficina, permaneció de pie inmóvil frente al escritorio donde se encontraba sentado Carlos.
– Señor ¿usted me mandó llamar?
– Si, toma asiento por favor.
Mary, llevaba puestos unos jeans ajustados de color azul, una camiseta blanca y unos tennis, su cabello recogido en una cola de cabello.
- Gracias señor, pero, …
- ¡Es una orden! - Gritó Carlos. Mary antes de entrar a la oficina ya estaba nerviosa pero ahora lo estaba más.
¡Sí, sí señor ¡- contestó Mary cumpliendo la orden.
- Seré directo contigo ¿es cierto que te casarás con Pedro?
– sí señor - contestó Mary con la mirada fija al piso y con ganas de salir de aquel lugar. Carlos se levantó de su silla y se acercó a ella.
- No quiero que te cases con Pedro, no quiero que te cases con nadie. - Le dijo casi susurrando.
– Yo soy libre de casarme con quien quiera. Le contestó Mary con un poco de arrogancia. – Ni usted ni nadie me dirá lo que tengo que hacer.
- Terminando de pronunciar estas palabras sintió un fuerte golpe en la cara que la hizo tambalear. Carlos la sujetó con fuerza por ambos brazos y la hizo levantar.
- ¡Mírame a los ojos cuando te hablo! ¡Te exijo que no te cases con Pedro! ¿me oíste? ¿Me oíste? ¡De lo contrario lo lamentaras! -Sus ojos se reflejaron en los de ella, sintió que su corazón latía más rápido de lo normal, no quiso esperar más y con furia la besó; La besó con hambre, con ganas, con fuerza. Levantó su menudo cuerpo y en la pared más cercana la inmovilizó, colocó una sus rodillas entre las piernas de ella y continúo besándola. Mary estaba muy asustada y confundida era primera vez que alguien la besaba y tocaba de esa forma, luchaba para soltarse de aquellos brazos que más parecían unos barrotes, pero le fue imposible, Carlos era un hombre bastante alto y corpulento, en cambio ella era muy delgada y mucho màs pequeña que èl. Èl continuaba literalmente devorándola. De repente su atacante paró y volvió a mirarla a los ojos - Que te quede claro, aquí mando yo, si intentas retarme te vas a arrepentir así que más te vale que no me provoques, ahora lárgate antes que me arrepienta de mis actos. Mary Salió corriendo llorando, estaba muy asustada, se limpiaba la boca una y otra vez como si hubiera comido algo desagradable.
Las horas siguientes fueron eternas para Mary. No podía concentrarse en sus labores diarias, nunca antes había estado en una situación como esa. Sentía vergüenza, como si hubiera cometido algo muy malo. No sabía si contarle a su tía lo que le había ocurrido, no quería preocuparla, ya era suficiente con tantos problemas. Decidió no prestar atención a las palabras ni a los actos de su jefe.—Ese señor está completamente loco. Cuando me case con Pedro, las cosas van a cambiar —se sintió aliviada con este pensamiento.Los días siguientes transcurrieron en cierta calma. Mary se dedicó por completo a su trabajo, aunque su tía Rosa observaba las cosas y sabía que tanta paz y tranquilidad no podían ser ciertas. Sabía que su sobrina le estaba ocultando algo, pero decidió no preguntar. Esperaría a que ella se lo dijera cuando fuera necesario.Mary evitaba a toda costa encontrarse con Carlos. Al momento de arreglar la habitación matrimonial, le pedía el favor a otra empleada que lo hiciera, aduc
Rosa y Mary se fueron a vivir a la casa de Pedro. Rosa decidió acompañar a su sobrina por si él se llegaba a propasar con la joven, mientras a Carlos se le pasaba el berrinche, como ella llamaba a la obsesión que él sentía por ella.Las horas pasaban y Pedro no llegaba. Rosa empezó a impacientarse, ya era hora de que él estuviera de vuelta. Lo llamó varias veces a su teléfono móvil, pero lo mandaba de inmediato al buzón. Mary llevó a Pedrito a la cama, él estaba muy inquieto llamando a su padre, pero fue vencido por el sueño. Tía Rosa le sirvió a su sobrina un té y conversaban sobre la boda. De pronto, se escucharon pasos y tocaron a la puerta.-- Ese debe ser Pedro, hija - dijo Rosa levantándose de su silla y dirigiéndose hacia la puerta. Cuando la abrió, se sorprendió.-- Rosa, buena noche - dijo el recién llegado.-- ¿Qué sorpresa? ¿Cómo estás? ¿Qué te trae por acá? - respondió Rosa nerviosa.-- Quiero hablar con Mary, ¿se encuentra? - Carlos preguntó. Mary había escuchado las pala
Carlos la despojó del vestido de novia que hasta hacía un momento llevaba con tanto esmero. En un arrebato de fuerza, rasgó la tela y se apoderó de sus labios sin escuchar sus súplicas ni sus ruegos. La ansiedad y la confusión nublaban la mente de Mary, quien se encontraba atrapada en un momento que nunca habría imaginado vivir.Mientras él reclamaba su cuerpo, Mary sintió cómo el dolor y el miedo se apoderaban de ella. Cada instante se prolongaba como una eternidad, donde su voluntad y dignidad parecían desvanecerse bajo el peso de la violencia. Su mente divagaba entre el pasado, cuando todo parecía perfecto, y el presente, que se había convertido en una pesadilla interminable.El amanecer llegó, trayendo una calma aparente que solo encubría el tormento que Mary sentía en su interior. Bajo las cobijas, rodeada por los brazos de Carlos, su alma seguía gritando en silencio, buscando consuelo en un lugar donde no parecía haberlo.La casa de las Rosas, que alguna vez se presentó como un
Pronto se quedó dormido y Mary vio su oportunidad para escapar, pero su cuerpo estaba muy adolorido. Hizo un esfuerzo para levantarse y vestirse; tenía que huir ahora que él dormía profundamente. Unos jeans y una camiseta cubrieron su cuerpo, calzó sus pies y se dispuso a emprender la huida de aquel lugar en el que tanto daño le habían hecho.La oscuridad de la noche resultó ser una buena cómplice para lograr su cometido. Salió de la gran casa, aunque pensaba que no lo lograría, ya que era una casa muy grande. Al llegar al patio trasero, se sintió liberada; ahora lo único que seguía era tratar de caminar a prisa. Sin importar el dolor de su cuerpo, se dispuso a huir de aquella tortura, y así lo hizo: corrió tanto como sus pies se lo permitieron. No sabía cuán lejos estaba de la casa de las rosas, ya que no pensó ni por un instante en mirar hacia atrás. Su corazón latía rápidamente y sintió mucho alivio al ver a unos campesinos que se dirigían a realizar sus labores diarias. Se detuvo
Los días de Mary transcurrieron ayudando en la parroquia, esperando el momento y la oportunidad que le había prometido el padre Jesús para salir del pueblo y tratar de rehacer su vida con Pedrito a su lado.Desde su escapada de la Casa de las Rosas habían transcurrido cuatro meses. Su cuerpo había cambiado y trataba de ocultarlo. Al mes de estar en la casa parroquial, se dio cuenta de que estaba embarazada. Sintió que la vida se le acababa, que Dios la había abandonado. Sus malestares se hicieron evidentes, y ella quería esconderse de la mirada del padre Jesús. No quería hablar más de lo que le había ocurrido. El sacerdote tampoco deseaba que ella se sintiera más humillada y prefirió guardar silencio sobre el asunto.—Hay una persona que vendrá a ayudarte. Es alguien de confianza. No quiero que te suceda nada malo a ti ni a tu niño —le dijo el padre.Pedrito era un niño muy inteligente. Quería estar al lado de su padre y no hacía otra cosa que preguntar por él. Mary y el padre Jesús d
Los dolores de parto comenzaron para Mary y, de inmediato, Carlina, la mujer que el padre Jesús había contratado para cuidarla, se puso en acción.—¿Mary, ya es la hora? —preguntó el padre a la joven, quien se encontraba abrazada a una almohada.—¡Creo que sí, padre! ¡Me duele mucho!Mary se veía muy mal, y había que actuar de inmediato. Carlina, con la experiencia de una profesional, sin más ni más, se puso los guantes y pidió a Mary que pujase.Los minutos pasaron, y por fin asomó una pequeña cabecita. Un varón, quien llenó la habitación con su primer llanto al poner sus pulmones en funcionamiento. El niño fue envuelto en una frazada y el padre Jesús lo tomó en sus brazos, arrullándolo con ternura. Mientras tanto, Mary seguía quejándose de dolor sobre la cama. Carlina no entendía por qué aún sentía tanto malestar.—Voy por más sábanas, padre. Ya vuelvo —se excusó Carlina.Al cabo de un rato, regresó un tanto nerviosa. Mientras tanto, Mary continuaba sufriendo.El silencio reinó en l
El padre no quedó muy convencido, pero se prometió investigar hasta encontrar pruebas contra la acusada.Los días pasaron y Mary se aferraba más a su pequeña hija. A pesar de la forma en que fueron concebidos, sentía que eran parte de ella. No paraba de observar a su pequeña y decir cuán hermosa era.—Eres tan parecida a mí.—Sí, es verdad —dijo el padre Jesús, que en ese momento entraba en la habitación—. Sacó tus mismos ojos color miel y un poco de tu tono canela.—Sí, padre. Me siento mal porque no tengo a mi otro hijo conmigo. A pesar de todo, los amo con toda mi vida.—Mary, tú significas mucho para mí. Has traído alegría a esta parroquia y a la vida de Pedrito, siendo una madre para él. Te prometo que haré todo lo posible para traerte sano y salvo al niño. Ese infeliz me debe tantas, y quiero empezar a cobrarlas una a una. Perdona, Señor, mi arrogancia, pero siento la necesidad de hacerlo —dijo, mirando al cielo.—Se lo agradezco, padre, por todo el apoyo que nos ha brindado.—N
Margaret era una mujer sumisa y abnegada que, desde que se casó con Carlos, nunca le reprochó su comportamiento: sus salidas con otras mujeres, sus borracheras ni el hecho de que la ignorara por completo. Ahora tampoco se molestaba por haber recibido a su hijo; lo cuidaría con amor y dedicación, pues el niño no tenía culpa de las acciones de sus padres. Sin embargo, quería que Carlos le dijera cuánto amaba a Mary y qué tenía ella que él no veía en su esposa.—¿Cómo estás?—Bien. —Carlos se sintió extrañado; no recordaba que Margaret hubiera ido antes a su oficina.—¿Te sorprende verme aquí? —preguntó ella al notar la expresión de su esposo.—¿Qué quieres? —preguntó Carlos, incómodo con su presencia.—Solo hablar.—Hablemos. —Carlos sirvió un vaso de licor y se sentó frente a Margaret, separados por el escritorio de su gran oficina.—Jamás te he molestado por nada, nunca te he cuestionado. Lo único que he hecho todo este tiempo ha sido amarte y respetarte, y tú pareces ser inmune a mis