La vida de Aurora queda marcada por el dolor cuando el corazón que era para su hijo es trasplantado por orden de su esposo a la hija de su amante. —Lo sentimos, Sra. Harper, pero su hijo acaba de fallecer. Destrozada, Aurora presencia el sufrimiento de Alexander King, el hombre más poderoso del país, que busca desesperadamente un donante para su hijo. Viendo en él el mismo dolor que la consume, Aurora decide que el riñón de Tommy salve a Max. Cuando Aurora descubre que Alexander es el rival de su esposo en los negocios, le propone una audaz alianza: —Ayúdame a destruirlo y te juro que haré lo que me pidas. —De acuerdo, te ayudaré a vengarte, pero a cambio quiero que te cases conmigo. —¿Porqué ?—. En ese matrimonio no habrá amor, solo una unión de conveniencia. ¿Podrán salir adelante sin ser consumidos por la venganza o será aquel pacto el milagro que les permita volver a empezar?
Ler maisMi hijo estaba tendido sobre aquella fría cama de hospital. Su salud se deterioraba cada vez más. Al no haber recibido el trasplante, su corazón se debilitaba poco a poco, y yo solo podía observar cómo la vida se le escapaba entre las manos. Me sentía completamente impotente, vacía… incapaz de hacer algo para salvarle la vida al ser más importante para mí.
Recordaba con rabia las palabras del doctor Lancaster y la manera en la que desvió la mirada para no tener que enfrentarme.
—Lo sentimos, señora Harper, pero el corazón que estaba destinado para su hijo ha sido redirigido a alguien con condiciones de salud más delicadas.
—¿¡Pero qué demonios está diciendo!? —le grité—. ¿Qué condición puede ser más delicada que la de mi hijo? ¿No se da cuenta de que mi niño se muere? ¡Se muere, maldita sea! ¿Cómo pudieron hacer algo así?
Sabía que mi esposo estaba detrás de esto. Por la manera en la que el doctor me miró, lo supe. Alan lo sabía. Él era uno de los hombres más poderosos del país. Nada escapaba a su conocimiento.
—Dígame… ¿a quién fue donado ese corazón? Es lo menos que puede hacer por mí. Necesito que me diga la verdad.
—Por políticas del hospital no puedo revelarle esa información. Los códigos nos lo prohíben —respondió, mintiendo descaradamente.
Pero no necesitaba que me lo dijera. Bastó con ver cómo sus ojos se desviaban, involuntarios, hacia la suite VIP. Ahí solo recluían a personas de las más altas esferas. Algo se encendió dentro de mí. Un impulso. La rabia, el dolor, la desesperación… todo me arrastró como una corriente salvaje. Corrí hacia allá, ignorando las advertencias del personal y los gritos de los guardias de seguridad que venían tras de mí.
Abrí la puerta de golpe… y me quedé helada.
Frente a mí, una mujer acariciaba el cabello de una pequeña niña que dormía plácidamente. No necesitaba verla de frente. Bastó con escuchar su voz para reconocerla.
—Muchas gracias por lo que hiciste por nosotras, Alan. Eres tan bueno… A pesar de que tu hijo sufre la misma condición que mi pequeña, decidiste redirigir la donación para que ella pudiera tener un nuevo corazón. No sé cómo podría agradecerte —decía Karoline Whitmore mientras hablaba por teléfono.
Sentí que la rabia me invadía como fuego bajo la piel. Ese desgraciado… había preferido darle el corazón, por el que habíamos esperado tanto, a la hija de su exnovia. No le importó que nuestro hijo —su propio hijo, su sangre— pudiera morir sin ser intervenido.
Retrocedí antes de ser vista. No tenía sentido perder ni un segundo con esa arpía. Seguro estaba disfrutando del sufrimiento que mi hijo y yo estábamos viviendo por su culpa.
Tomé el celular con las manos temblorosas y marqué el número de Alan. Iba a decirle hasta de lo que se iba a morir. Iba a obligarlo a mover sus influencias, a buscar a como diera lugar otro corazón para mi hijo.
Pero el teléfono solo sonaba. Hasta que, finalmente, su asistente se dignó a responder.
—Señora Harper, el señor Harris en este momento no puede atenderla.
—¡Es urgente! ¡Necesito que me conteste el maldito teléfono!
—Lamento no poder ayudarla, pero él se encuentra muy ocupado ahora… Lo siento mucho —dijo, intentando sonar amable.
Corté la llamada de golpe. Respiraba con dificultad, al borde de perder el control, cuando una notificación emergió en la pantalla de mi celular.
Era una publicación de Karoline Whitmore en sus redes sociales.
Había subido una fotografía donde Alan aparecía supervisando la decoración de lo que claramente era una habitación infantil. Un cuarto rosado, cuidado al detalle… acogedor, hermoso.
Todo encajaba. Todo. Había redirigido el corazón para la hija de su amante… y ahora estaba decorando el cuarto para recibirla. Mientras tanto, mi niño se moría en esa cama fría de hospital.
Qué tonta había sido. Tantos años desperdiciados al lado de un hombre que nunca pudo olvidar a su amor del pasado. Yo solo fui un reemplazo.
Nunca quiso casarse conmigo. Siempre buscaba algún pretexto para posponer la fecha de la boda: que si tenía mucho trabajo, que aún no era el momento… Incluso habíamos tenido un hijo fuera del matrimonio, y yo, como una estúpida, seguía esperando esa propuesta que tanto anhelaba.
Yo estuve con él cuando esa mujer lo abandonó por otro hombre. Cuando lo dejó por alguien más poderoso. Y ahora, después de su divorcio, había regresado… solo para recuperar lo que siempre creyó suyo.
—Aurora, tienes que entender. Ella está sola con su hija… Necesita un amigo cerca. Está pasando por una depresión muy fuerte. Una separación no debe ser nada fácil. No seas egoísta —me dijo alguna vez, con voz solemne, como si tuviera derecho a pedirme algo así.
Siempre acudía al llamado de esa mujer. Incluso su hija parecía importarle más que nuestro propio hijo. Hacía lo que fuera para consentirla… mientras a mi pequeño lo trataba con frialdad. Como si no existiera.
—Él es tan enfermizo… Si fuera como los otros niños, podríamos pasar más tiempo juntos. Pero así… No quiero ser cruel, Aurora, pero ni siquiera puedo llevarlo al parque sin que se fatigue o se desmaye.
—¡No seas cruel, Alan! ¡No es su culpa estar enfermo, por Dios!
—Lo sé… —decía sin ningún remordimiento—. Pero no deja de afectarme…
Y ahora lo entendía todo. Nunca nos quiso. Siempre fuimos un estorbo en su vida. Desgraciado. Le había robado la única oportunidad a mi hijo. Aquella que tanto habíamos buscado… por la que tanto luchamos.
Todo para salvar a la hija de esa mujer.
Pero la única culpable… era yo.
Por creer en un infeliz.
Por conformarme con las migajas que me daba.
Y lamentablemente, era mi hijo quien estaba pagando el precio de semejante error.
El murmullo en la sala era ensordecedor, los periodistas se empujaban por ganar espacio, los flashes no dejaban de estallar. Sentía el corazón latiendo tan fuerte que temía que se escuchara en los micrófonos. Alexander, en cambio, se mostraba inmutable, sentado con el porte de un rey en su trono, esperando el momento exacto para hablar.El portavoz de la compañía anunció:—Damos inicio a esta conferencia de prensa. El señor King hará una declaración y después se responderán algunas preguntas.Alexander se levantó con una calma que imponía respeto, sus manos firmes sobre la mesa.—He decidido convocarlos porque, en los últimos días, se han publicado imágenes y artículos difamatorios que buscan poner en duda mi relación con la señorita Aurora Harper. —Su mirada recorrió la sala, deteniéndose en cada lente como si hablara directo a cada uno de los presentes—. Hoy quiero dejar algo claro: esas fotografías son manipuladas, y la información difundida es completamente falsa.Un zumbido recor
Las fotografías seguían en mi mente, cada titular venenoso golpeándome como una daga. No podía quedarme callada.—Alexander… —me acerqué a él apenas lo vi en el estudio—, por favor, créeme, nada de lo que muestran es verdad. Yo sería incapaz de hacer algo así.Él me miró fijamente, con esa serenidad que pocas veces mostraba.—Aurora, tranquila. En ningún momento creí nada de lo que dicen.Me quedé helada.—¿Qué… qué dices?—Conozco perfectamente los alcances de un ser repulsivo como Harris —su voz sonaba dura, cortante—. Pero si él piensa que esta vez me quedaré con los brazos cruzados, está muy equivocado.⸻Ese mismo día, Alexander reunió a su equipo de marketing, legal y de seguridad en la sala principal. Yo estaba ahí, observando cómo todos se movían con eficacia, cada uno aportando ideas para enfrentar la situación.—No basta con desmentir las fotografías —dijo el jefe de marketing—. Si atacamos sólo con comunicados, parecerá defensa.—Coincido —respondió uno de los abogados—. Lo
El beso de Alexander fue intenso, demasiado. Su boca buscó la mía con una necesidad que me hizo olvidar por segundos dónde estaba y quién era yo. Sentí su fuerza, su calor, ese impulso contenido que parecía arrastrarnos a los dos hacia un lugar del que no habría vuelta atrás.Pero entonces, de pronto, él se apartó bruscamente. Su respiración estaba agitada, sus ojos cargados de algo que no quise descifrar.—Perdóname… —murmuró, apartando la vista—. No debí dejarme llevar. Aurora, te prometo que no volverá a pasar.El golpe de sus palabras me dejó helada. Lo había sentido… había sentido cada parte de ese beso, y aún así, él lo reducía a un error.—Tienes razón —respondí con la voz más firme de lo que realmente sentía—. Esto no puede volver a suceder. Lo nuestro es sólo un acuerdo. No podemos permitir que estas cosas sigan pasando.Al pronunciar esas palabras, algo dentro de mí se quebró. Era lo que debía decir, lo que tenía sentido. Pero en lo profundo, dolía.Alexander apretó la mandí
La villa era un lugar amplio y acogedor, rodeado de silencio y naturaleza. Caminé por los pasillos explorando cada rincón: los ventanales daban a los jardines, el aire fresco se colaba por todas partes y el ambiente tenía algo de mágico.Mientras recorría una galería llena de cuadros, Max llegó corriendo hacia mí, con esa sonrisa que siempre iluminaba todo a su alrededor.—Mamita —me dijo con entusiasmo—, mi amigo me visitó en mis sueños.Me detuve en seco. Sentí que el corazón me palpitaba con fuerza en el pecho.—Cariño, eso es maravilloso. ¿Me puedes contar qué te dijo?—Él dice que está muy feliz en el lugar donde está. Me dejó verlo, mamita, es un lugar hermoso. Me dijo que le gustaba verte sonreír.Mi respiración se entrecortó.—¿Estás seguro, cariño? ¿Era Tommy a quien viste?—Sí, era él. El niño que me mostraste en la foto, tu hijo.Las palabras me atravesaron como un rayo. Me costaba asimilar lo que estaba escuchando. ¿Tommy? ¿Mi hijo? ¿Un ángel que aún seguía pendiente de mí
Esa noche salimos de la fiesta de los Richmond con la intención de pasar inadvertidos, pero fue imposible. Apenas cruzamos la entrada principal, una multitud de paparazzi nos rodeó, cegándonos con los destellos de sus cámaras. Alexander me tomó de la mano con firmeza, protegiéndome, mientras los flashes iluminaban cada paso que dábamos.—Señor King, ¿es cierto que está comprometido? —gritó uno.—¿Aurora, por qué dejó de ser la pareja de Alan Harris? —preguntó otro con descaro.No hubo respuesta. Alexander me abrió paso hasta el auto, su rostro era un muro infranqueable, impenetrable, mientras me cubría del acoso. Una vez dentro, la persecución no terminó; varios vehículos nos siguieron durante varios kilómetros hasta que por fin logramos despistarlos.Al día siguiente, mi peor temor se hizo realidad. Desperté con el sonido insistente del teléfono y, al abrirlo, encontré decenas de mensajes con enlaces a noticias y portadas de revistas. Allí estábamos nosotros, en cada una de ellas.—
Alan me sujetó con violencia, sacudiéndome como un demente. Su rostro estaba desencajado por la furia.—Dime quién te dio ese anillo, Aurora. ¡Dime su nombre ahora mismo! ¿De verdad piensas que voy a dejar que te cases con otro? Estás muy equivocada. Vas a lamentar haberme engañado.—¿Engañarte yo? —le respondí, sin poder contener la rabia—. No tienes vergüenza, Alan. ¿Con qué cara me reclamas, cuando tú llevas acostándote con Karoline desde que ella regresó? Antes me dolía cómo me tratabas, con esa frialdad que helaba hasta el alma. Siempre quise ser la esposa perfecta, pero ¿sabes qué? Me arrepiento con toda mi alma de haber desperdiciado tantos años contigo. Y más aún… de haberle quitado a mi hijo la oportunidad de ser feliz.Su mirada se volvió más oscura. Me sujetó por el cuello con una fuerza que me cortó el aire.—Ahora mismo me vas a decir el nombre del perro con el que te revuelcas. Voy a hacerlos pedazos a los dos.Ya no era la misma de antes. La furia me dio fuerzas y le so
Último capítulo