Esperamos por largas horas a que el transplante terminara, Alexander daba vueltas por todos lados, buscando con la mirada a los médicos, pero el quirófano seguía cerrado, nadie nos decía nada y la espera estaba resultando insoportable.—Maldita sea, ¿por qué nadie viene a informarnos qué está pasando?—Tiene que calmarse, señor, estos procesos suelen ser largos.—Lo sé, pero esta espera me está matando, necesito saber que todo salió bien —decía desesperado.—Voy a ir a la cafetería por un té, creo que los dos lo necesitamos —le ofrecí tratando de ayudar un poco.Él asintió y yo me levanté rumbo a la cafetería, me sentía devastada, el cansancio pesaba sobre mí con una brutalidad impactante, pero necesitaba saber que el trasplante había dado resultados, y que ese niño estaría bien, que al menos él tendría la oportunidad de vivir, que una parte de mi hijo estaría por siempre dentro de ese pequeño.Estaba a punto de llegar a la cafetería cuando de repente vi a lo lejos la figura de Alan,
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