Cinco años después de haberlo amado en silencio por una sola noche, Clara reaparece en la vida del poderoso y temido CEO Ethan Knight… con un secreto imposible de ignorar: una hija de cinco años que él jamás supo que existía. Clara no busca dinero, ni venganza. Solo protección. Cuando un trágico y sospechoso accidente la deja al borde de la muerte, Ethan se ve obligado a cuidar de la pequeña Ava, una niña con sus mismos ojos… y una dulzura que derrite incluso su corazón de acero. Pero Ethan no está preparado para ser padre, y mucho menos para enfrentar los fantasmas de su pasado. Mientras lucha por ganarse la confianza de su hija y reconstruir el vínculo con Clara, enemigos ocultos comienzan a moverse entre las sombras, dispuestos a destruir todo lo que él ama. ¿Podrá el millonario más temido de Nueva York convertirse en el héroe de su propia historia? ¿O perderá lo único que no puede comprar: una familia?
Leer másLa tormenta arrecia con fuerza sobre la ciudad cuando Clara detiene el auto frente a una mansión de hierro y piedra que parece surgir de las sombras. Las gotas de lluvia golpean con furia el parabrisas, y el trueno que estalla en lo alto le hace temblar las manos. Mira hacia el asiento trasero. Su hija, Ava, duerme profundamente, abrazada a su oso de peluche. Inocente. Indefensa. Ajena a todo.
Clara aprieta el sobre que lleva en la mano, uno que selló días atrás con el corazón destrozado y la esperanza desgastada. Su nombre está escrito con tinta temblorosa: Ethan Knight. El hombre que una vez le prometió el cielo… y desapareció antes del amanecer. Su garganta arde. No hay vuelta atrás. Suspira y baja del auto, cubriéndose con la gabardina. La lluvia le cala hasta los huesos, pero no le importa. Debe hacerlo. Por Ava. Por lo que viene. Ethan Knight está revisando documentos en su despacho cuando el timbre de la entrada suena con insistencia. Frunce el ceño. Nadie toca a esa puerta sin cita previa. Mira el reloj. Las once de la noche. Se asoma por la cámara de seguridad. Una figura empapada está parada frente a la puerta. Apenas la reconoce. Su corazón da un salto. Clara. No la ha visto en cinco años. Apareció en su vida como una llamarada, intensa y efímera. Compartieron una noche en la que él, por un instante, bajó la guardia. Pero al amanecer, ella se había ido. Sin notas, sin promesas, sin explicación. Desde entonces, Ethan no volvió a confiar. En nadie. ¿Qué hace aquí? ¿Y a esta hora? Cuando abre la puerta, su presencia lo golpea como un puñetazo. Está pálida, demacrada, como si estuviera hecha de cristal a punto de romperse. —Clara… —su voz es grave, cargada de tensión. Ella apenas puede sostenerle la mirada. —Necesito que leas esto —le extiende el sobre temblando—. No tengo mucho tiempo. Ethan lo toma con recelo. No la invita a pasar. El silencio entre ellos es tan espeso que casi puede tocarse. —¿Qué es esto? —pregunta. —Solo léelo. Después… después sabrás por qué estoy aquí. Antes de que pueda decir nada más, Clara se gira y corre de vuelta al coche. Ethan la observa alejarse sin moverse, con el sobre ardiéndole en la mano. En el auto, Clara seca las lágrimas de su rostro antes de encender el motor. No puede quedarse. Si lo mira una vez más, se va a quebrar. Y no puede permitírselo. Tiene que ser fuerte por Ava. Pero su cuerpo le tiembla, y una punzada de culpa le atraviesa el pecho. Murmura un “te amo” apenas audible a su hija dormida. Una hora después, el coche de Clara es impactado por una camioneta que se salta la luz roja en una intersección vacía. Todo pasa demasiado rápido y, antes de que todo se vuelva negro, Clara lanza una petición: "Por favor, que mi hijita esté bien". Al día siguiente, Ethan se despierta con un mensaje de su asistente: > “Urgente. Clara Stone fue ingresada al hospital anoche. Accidente automovilístico. Estado crítico.” El café se le cae de las manos. El sobre aún está sin abrir en su escritorio. "¿Cómo es posible?" Se pregunta Ethan sin poder creer lo que está leyendo. Clara había estado justo en frente de él la noche anterior. La había visto, había sentido el olor a lavanda de su cabello, había reconocido el lunar que tenía en su barbilla y se había ahogado en el mar de sus ojos justo como hizo la primera vez que la vio. Clara había aparecido ante él cinco años después de la última vez que se habían visto. Estaba más hermosa, pero no tuvo oportunidad de decírselo, su arrogancia y dolor no le dieron la oportunidad y ahora, era muy probable que la hubiera perdido para siempre. En el hospital, el silencio es más aterrador que cualquier sonido. Ethan camina por el pasillo con el corazón latiéndole desbocado, luchando contra el miedo que creía enterrado. Al llegar a la habitación, la ve. Clara, conectada a tubos, con el rostro lleno de heridas y el cuerpo inmóvil. Una enfermera lo reconoce, tenía que ser él, el parecido es increíble. —¿Es usted el padre? —¿El… qué? —pregunta él horrorizado. Ella lo mira con compasión y le señala una pequeña figura sentada en la sala de espera, con los pies colgando del banco y un oso de peluche apretado contra el pecho. —Ella llegó con la madre. Su nombre es Ava. Ethan se queda sin aire. Ava... La niña lo observa con curiosidad, con grandes ojos color miel que le resultan… familiares. Demasiado familiares. —¿Tú eres Ethan? —pregunta con voz baja. Él asiente, incapaz de hablar. Ava extiende la mano. Le ofrece el sobre lacrado. —Mamá dijo que si le pasaba algo, te diera esto. Ethan toma el sobre con dedos temblorosos y, esta vez, lo abre. Dentro hay una carta. “Ethan, Si estás leyendo esto, es porque algo me ha pasado. No tienes que perdonarme por no haberte dicho antes… pero tenía miedo. Ava es tu hija. Tiene cinco años. Ama los libros, el chocolate y bailar en calcetines. Nunca pedí nada de ti. Pero ahora, te pido solo esto: protégela. Por favor. Haz lo que yo ya no puedo.” Ethan siente que el suelo se desmorona bajo sus pies. Mira a la niña de nuevo, esta vez no como una desconocida… sino como suya. Suya. Una hija. La revelación le sacude los cimientos. Todo lo que ha construido, su imperio, su control, su distancia emocional… no significan nada frente a los ojos de esa niña. Y de pronto, la armadura que lo ha protegido por años comienza a resquebrajarse. —¿Mamá va a despertar? —pregunta Ava, abrazando su oso. Ethan se arrodilla frente a ella, sintiendo que se quiebra en mil pedazos. —No lo sé, princesa… La palabra le sale sin pensar. Y cuando la dice, Ava sonríe con una ternura tan pura que a Ethan le duele. Porque esa niña no debería estar sola. Y ahora, él ya no puede dejarla.El hospital huele a desinfectante y a desesperanza contenida. Las luces frías del pasillo parpadean con una insistencia casi burlona, como si supieran que nadie duerme del todo tranquilo entre esas paredes.Ethan camina con Ava de la mano. Es la primera vez que la lleva a ver a Clara desde que la pequeña se mudó a su casa. La niña lleva una chaqueta azul con orejitas en la capucha y aprieta con fuerza su oso de peluche contra el pecho. Camina en silencio, pero sus ojos van de un lado a otro, atentos a cada ruido, cada sombra, cada enfermera que pasa demasiado cerca.—Está bien si no quieres hablar, pequeña —le dice Ethan suavemente, apretándole la mano.— Solo vamos a verla. Mamá está dormida, pero le va a gustar saber que estuviste ahí.Ava asiente, pero no lo mira. A veces parece mayor de lo que es. Otras, como ahora, no podría verse más pequeña.Cuando entran a la habitación, Ethan siente que el aire cambia. Ahí está Clara. Silenciosa, pálida, conectada a las máquinas que marcan r
El despacho es elegante, silencioso y frío. Como ella.Margaret está sentada al otro lado de la mesa de roble oscuro, flanqueada por dos abogados que no pasan de los cuarenta, perfectamente vestidos y con expresión imperturbable. Ethan llega solo. No quiso llevar a nadie. No confía en nadie más que en su propia rabia.La misma Margaret se puso en contacto con él la noche anterior, justo cuando la trabajadora social se marchó de su casa sin poder encontrar nada que pusiera en peligro la vida de una niña de cinco años.Margaret quería hablar con él, por eso lo había contactado.—Gracias por venir —dice Margaret con una sonrisa que no le llega a los ojos—. Pensé que preferirías hablar esto en privado antes de que el juzgado intervenga.—¿Esto? —Ethan se inclina hacia adelante, sin quitarle la mirada de encima—. ¿Te refieres a tratar de arrebatarme a mi hija mientras su madre está en coma?—Estoy preocupada por Ava —responde ella, pausadamente—. No es personal. Es precaución. Clara no de
Ethan nunca pensó que preparar cereales pudiera ser tan complicado. La caja se resbala de sus manos, la leche se derrama por el borde del tazón, y Ava lo observa desde la mesa con una ceja alzada, como si ya se hubiera dado cuenta de que está completamente fuera de su elemento.—No me gusta con mucha leche —dice ella, sin dejar de abrazar a su oso.—Perfecto —responde él, mientras intenta absorber el desastre con un papel de cocina—. A mí tampoco.Es mentira. Siempre ahoga sus cereales en ella. Pero eso no importa ahora.La niña se sienta en silencio, observándolo con una mezcla de curiosidad y cautela. Ethan se siente como si cada uno de sus movimientos estuviera siendo juzgado. Porque lo están. Porque ella es Clara en miniatura. Porque siente que tiene que ganarse su lugar.Cuando terminan de desayunar, intenta peinarla. Error monumental.—Ay, no así. Me estás arrancando el pelo —protesta Ava, encogiéndose.—Estoy... intentando.—Mamá lo hacía con una crema especial —dice ella, ba
El corazón de Ethan se detiene."Soy la madre de Clara." Las palabras se reproducen en su cabeza una y otra y otra vez.Margaret Stone está allí, erguida en el umbral del cuarto del hospital como una sombra del pasado, impecable como siempre, con los labios tensos y los ojos fríos posados en la pequeña figura dormida en la cama.—¿Por qué no estaba aquí antes? —pregunta Ethan con dureza.Margaret no le responde de inmediato. Camina con pasos calculados hasta la cama de Ava, la observa en silencio, y su expresión se suaviza apenas. Pero hay algo más en esa mirada: tristeza y cálculo.—Esa pregunta te la podría hacer yo a ti ¿Clara te contó de ella? —pregunta al fin, sin mirarlo.—No. Me enteré hace tres días. Ella vino a verme. Luego... ocurrió el accidente.Margaret gira la cabeza con lentitud, como si intentara evaluar si él está diciendo la verdad.—No confío en ti, Knight. Nunca confié. Cuando Clara desapareció, supe que algo había pasado. Y ahora, me entero de esto… —sus ojos vue
El sonido constante de un monitor cardíaco rompe el silencio del hospital. Ethan permanece inmóvil junto a la ventana, con los brazos cruzados y el corazón hecho un nudo. Afuera, el día comienza a clarear, pero para él no hay sol ni luz. Solo hay una mujer inconsciente detrás de una puerta blanca… y una niña dormida en el sillón, con el rostro apoyado sobre un oso de peluche remendado.Ava.Su hija.Todavía le cuesta pensar esa palabra sin sentir que se le corta la respiración. Hace cuestión de horas ni siquiera sabía que era padre y ahora carga con la responsabilidad de cuidar a una niña de cinco años.No ha dormido. No puede. Cada vez que cierra los ojos, ve la imagen de Clara empapada bajo la lluvia, temblando, rogándole con los ojos que leyera ese sobre. Ve también sus propias manos, frías, firmes, negándose a invitarla a entrar.¿Y si hubiera insistido? ¿Y si la hubiera obligado a quedarse?—Idiota… —murmura, apretando los dientes.Gira hacia la cama donde Clara yace, inmóvil, c
La tormenta arrecia con fuerza sobre la ciudad cuando Clara detiene el auto frente a una mansión de hierro y piedra que parece surgir de las sombras. Las gotas de lluvia golpean con furia el parabrisas, y el trueno que estalla en lo alto le hace temblar las manos. Mira hacia el asiento trasero. Su hija, Ava, duerme profundamente, abrazada a su oso de peluche. Inocente. Indefensa. Ajena a todo.Clara aprieta el sobre que lleva en la mano, uno que selló días atrás con el corazón destrozado y la esperanza desgastada. Su nombre está escrito con tinta temblorosa: Ethan Knight. El hombre que una vez le prometió el cielo… y desapareció antes del amanecer.Su garganta arde. No hay vuelta atrás.Suspira y baja del auto, cubriéndose con la gabardina. La lluvia le cala hasta los huesos, pero no le importa. Debe hacerlo. Por Ava. Por lo que viene.Ethan Knight está revisando documentos en su despacho cuando el timbre de la entrada suena con insistencia. Frunce el ceño. Nadie toca a esa puerta sin
Último capítulo