Huellas de lo que fuimos

El hospital huele a desinfectante y a desesperanza contenida. Las luces frías del pasillo parpadean con una insistencia casi burlona, como si supieran que nadie duerme del todo tranquilo entre esas paredes.

Ethan camina con Ava de la mano. Es la primera vez que la lleva a ver a Clara desde que la pequeña se mudó a su casa.

La niña lleva una chaqueta azul con orejitas en la capucha y aprieta con fuerza su oso de peluche contra el pecho.

Camina en silencio, pero sus ojos van de un lado a otro, atentos a cada ruido, cada sombra, cada enfermera que pasa demasiado cerca.

—Está bien si no quieres hablar, pequeña —le dice Ethan suavemente, apretándole la mano.— Solo vamos a verla. Mamá está dormida, pero le va a gustar saber que estuviste ahí.

Ava asiente, pero no lo mira. A veces parece mayor de lo que es. Otras, como ahora, no podría verse más pequeña.

Cuando entran a la habitación, Ethan siente que el aire cambia. Ahí está Clara. Silenciosa, pálida, conectada a las máquinas que marcan ritmos que ya no dependen de su voluntad.

Ava se detiene a los pies de la cama. Sus deditos aprietan el oso hasta que le tiemblan los nudillos. Ethan se arrodilla a su lado.

—Puedes hablarle si quieres. Aunque no conteste, creo que te escucha.

La niña no dice nada por unos segundos. Luego, da un paso hacia adelante.

—Hola, mamá —susurra—. Hoy desayunamos pancakes. Pero papá los quemó un poquito.

Ethan siente un nudo tan fuerte en el pecho que por un momento cree que no va a poder respirar. "Papá." No lo había dicho en voz alta desde aquella noche, y aún entonces, con dudas. Pero ahora, frente a Clara, lo ha llamado así como si fuera natural. Como si le perteneciera.

Ava trepa con cuidado a la silla al lado de la cama y apoya la cabeza en el brazo de su madre. Ethan se queda quieto, como si moverse pudiera romper algo demasiado frágil. Y entonces ocurre.

Un leve movimiento. Apenas una contracción de los dedos de Clara. Mínimo, casi imperceptible. Pero real.

Ethan se endereza, conteniendo el aliento. Mira el monitor. No hay grandes cambios, pero sí una leve aceleración en el pulso. Se acerca y toma la mano de Clara entre las suyas.

—Clara, soy yo. Estoy aquí. No estás sola.

Nada más ocurre. El silencio vuelve a asentarse como una manta espesa. Pero Ethan lo sabe: ella lo escuchó. Está ahí. Atrapada, tal vez, pero resistiendo.

Esa noche, después de acostar a Ava, Ethan no puede dormir. La imagen de Clara en la cama, el movimiento leve de su mano, la voz pequeña de su hija contando sobre los pancakes quemados... todo le da vueltas.

Busca entre las cosas de su escritorio, hasta que lo ve de nuevo. Ahí, dentro de uno de los cajones se encuentra el sobre que Clara le dio cuando se apareció sin avisar en su casa. Hasta ahora no había tenido valor de revisarlo.

El sobre trae dentro una carpeta de cartulina amarilla. Dentro, hay dibujos de Ava, una receta arrugada con una lista de supermercado escrita al dorso y, al fondo, una hoja con el membrete de un abogado.

Ethan la despliega. Es un borrador de declaración jurada. Clara lo nombraba a él como padre de Ava. Fechada tres meses antes del accidente.

Siente como si alguien le hubiera dado un golpe en el pecho. No era solo un presentimiento. Clara iba a reconocerlo. Lo sabía.

Hay más. Una carta. Sin sobre, doblada en cuatro. Su nombre escrito con tinta negra en la parte superior.

“Ethan.”

Se sienta en el borde de la cama, la espalda tensa, y empieza a leer.

"Ethan:

No sé si alguna vez vas a leer esto. Quizás me falte valor para dártelo. Quizás sólo necesitaba escribirlo para entenderme a mí misma.

Te mentí. No cuando te dije que fue especial, porque lo fue. No cuando te dije que hablabas dormido y yo me reía en silencio. No cuando sentí que, por un instante, podía respirar de nuevo.

Te mentí al desaparecer. Y lo peor es que pensé que hacía lo correcto. Quise proteger a Ava de mis decisiones, de mis errores, de mi historia. Y también te quise proteger a ti. Pensé que no querrías esto. Que una noche no era suficiente para convertirte en padre.

Pero me equivoqué. Te vi con esa chica aquella vez, cuando nos cruzamos por accidente en el parque. Y lo supe.

Pensaba decítelo. En serio. Estaba esperando el momento, cuando ella estuviera más grande, cuando todo fuera más estable. Pero la vida no espera, ¿verdad?

Si alguna vez lees esto, espero que no me odies.

Espero que, de alguna forma, puedas perdonarme.

Porque si algo tengo claro, es esto: Eres su padre. Siempre lo fuiste.

Y si yo no estoy, ella te va a necesitar.

C.'

Cuando termina de leer, Ethan tiene los ojos ardiendo. La carta tiembla en sus manos.

Mira hacia el cuarto donde duerme Ava, su pecho subiendo y bajando acompasado. Se pregunta cuántas noches Clara la vio dormir igual. Cuántas veces pensó en él. En lo que pudo ser.

Guarda la carta con cuidado, como si fuera algo sagrado. Luego, toma su teléfono y graba un mensaje de voz para sí mismo. Su voz está ronca, cargada de emoción.

—Voy a pelear por ella, Clara. Con todo lo que tengo. Y cuando despiertes, si despiertas, quiero que sepas que lo hice por ti. Por lo que fuimos. Por lo que somos. Por nuestra hija.

Apaga la luz. Pero no duerme. Solo observa el techo y deja que el silencio le cuente lo que las palabras no pueden.

Afuera, la ciudad sigue su curso. Ajena. Indiferente.

Pero en un departamento pequeño, un hombre que había dejado de creer en el futuro vuelve a sentir algo que se parece mucho a esperanza.

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