La sala del tribunal está llena. El aire está cargado de tensión, como si cada respiración contuviera el peso de los años de secretos, traiciones y heridas abiertas.
Clara está sentada en el banco de los testigos, el corazón golpeándole con violencia contra el pecho. Sus manos tiemblan ligeramente sobre el regazo. Ethan le roza los dedos, un gesto breve pero firme, como un ancla. No está sola.
El juez entra y todos se ponen de pie. El estruendo del mazo anuncia el inicio del juicio. Es oficial. Es real. Lara será juzgada. Por fin.
El fiscal se pone de pie, formal y preciso. Pide que se llame a Lara al estrado.
Cuando Lara entra a la sala, todo parece detenerse. Su rostro está más demacrado, más frío que nunca.
No hay rastro de remordimiento en sus ojos, sólo un destello de furia contenida, como una llama apagada a medias.
Se sienta frente al jurado con la espalda recta y el rostro levantado. Clara siente que el pasado regresa en forma de espectro. Aún con grilletes en las muñecas,