Ethan nunca pensó que preparar cereales pudiera ser tan complicado.
La caja se resbala de sus manos, la leche se derrama por el borde del tazón, y Ava lo observa desde la mesa con una ceja alzada, como si ya se hubiera dado cuenta de que está completamente fuera de su elemento. —No me gusta con mucha leche —dice ella, sin dejar de abrazar a su oso. —Perfecto —responde él, mientras intenta absorber el desastre con un papel de cocina—. A mí tampoco. Es mentira. Siempre ahoga sus cereales en ella. Pero eso no importa ahora. La niña se sienta en silencio, observándolo con una mezcla de curiosidad y cautela. Ethan se siente como si cada uno de sus movimientos estuviera siendo juzgado. Porque lo están. Porque ella es Clara en miniatura. Porque siente que tiene que ganarse su lugar. Cuando terminan de desayunar, intenta peinarla. Error monumental. —Ay, no así. Me estás arrancando el pelo —protesta Ava, encogiéndose. —Estoy... intentando. —Mamá lo hacía con una crema especial —dice ella, bajito. Ethan se congela. La frase lo atraviesa como un dardo. Luego respira hondo y se pone de pie. —Dame un minuto. Revisa las bolsas que trajo del hospital. Encuentra una crema para peinar entre las cosas de Clara. Regresa con ella como si fuera un trofeo. —¿Esta? Ava asiente. Ethan vuelve a intentarlo, esta vez con más cuidado. Los dedos tiemblan un poco, pero logra hacer una trenza decente. Ava se mira en el espejo y sonríe apenas. —No está tan mal. —Gracias. Me entrené con videos en internet durante tres minutos intensivos. Ella suelta una risita. Pequeña. Pero real. Y por alguna razón, eso le da fuerzas para seguir. En el hospital, el día es largo. Clara sigue inconsciente, pero estable. Ethan se queda con Ava la mayor parte del tiempo, leyéndole libros infantiles que no siempre entiende, buscando juegos en su teléfono que la entretengan sin llenarla de ansiedad. Cada vez que ella se queda dormida, él observa a Clara. Se pregunta cuántas cosas no le dijo. Cuántas veces estuvo a punto de hablarle y se detuvo. A media tarde, revisando la bolsa que Clara llevaba el día del accidente, encuentra una libreta. La portada está desgastada, pero hay un nombre escrito a mano en la primera página: "Para Ava, cuando seas grande." El corazón de Ethan se detiene por un segundo. Luego pasa las hojas con cuidado. Está llena de notas, pequeños pensamientos, recuerdos. Clara hablándole a su hija en secreto. Cosas como: "Hoy dibujaste un sol con ojos y dijiste que era porque te mira siempre, incluso cuando están las nubes. Quiero recordarlo siempre." "A veces me pregunto si hice bien alejándote del mundo que te dio la vida, pero también sé que ese mundo podía tragarte sin avisar. Lo sé porque una vez me tragó a mí." Ethan se queda con la libreta en las manos, en silencio. Hay lágrimas que no se atreven a salir, como si temieran romper la calma artificial que ha construido en torno a sí. —¿Es de mi mamá? —pregunta Ava, a su lado. Asiente. —¿Me la vas a leer? —Claro que sí. Ava se apoya en su hombro, y por primera vez, no parece tener miedo de él. De vuelta en el departamento, al final del día, Ethan se siente agotado. No por las juntas canceladas ni por los mensajes sin responder. Sino por la tarea de ser algo que nunca pensó que podría ser: refugio. Ava está dormida, y él se permite unos minutos de soledad en el salón. Hasta que el timbre suena. Al abrir la puerta, se encuentra con una mujer de mediana edad, con una carpeta en la mano y una mirada profesional. —¿Señor Ethan Knight? —Sí. Ella le muestra una identificación. —Trabajadora social del condado. Hemos recibido una solicitud para evaluar el entorno de la menor Ava Stone. El aire parece salirse de la habitación. Ethan mantiene la compostura. —Margaret Stone... —No puedo confirmar la fuente. Solo puedo decirle que necesitamos verificar las condiciones de habitabilidad y el vínculo entre usted y la niña. De esto dependerá si la tutela provisional se mantiene. Ethan asiente, tragando saliva. —Pase. Mientras la mujer entra y observa cada rincón, cada gesto, cada silencio, Ethan se repite una sola cosa: No la voy a perder. Aunque tenga que aprender a ser padre desde cero. Aunque tenga que enfrentar a medio mundo para lograrlo. Aunque tenga que pelear contra los fantasmas que lo alejaron de Clara. No la voy a perder. Jamás.