Mi hija es del millonario
Mi hija es del millonario
Por: Blondegirl
El sobre

La tormenta arrecia con fuerza sobre la ciudad cuando Clara detiene el auto frente a una mansión de hierro y piedra que parece surgir de las sombras. Las gotas de lluvia golpean con furia el parabrisas, y el trueno que estalla en lo alto le hace temblar las manos. Mira hacia el asiento trasero. Su hija, Ava, duerme profundamente, abrazada a su oso de peluche. Inocente. Indefensa. Ajena a todo.

Clara aprieta el sobre que lleva en la mano, uno que selló días atrás con el corazón destrozado y la esperanza desgastada. Su nombre está escrito con tinta temblorosa: Ethan Knight. El hombre que una vez le prometió el cielo… y desapareció antes del amanecer.

Su garganta arde. No hay vuelta atrás.

Suspira y baja del auto, cubriéndose con la gabardina. La lluvia le cala hasta los huesos, pero no le importa. Debe hacerlo. Por Ava. Por lo que viene.

Ethan Knight está revisando documentos en su despacho cuando el timbre de la entrada suena con insistencia. Frunce el ceño. Nadie toca a esa puerta sin cita previa. Mira el reloj. Las once de la noche.

Se asoma por la cámara de seguridad. Una figura empapada está parada frente a la puerta. Apenas la reconoce.

Su corazón da un salto.

Clara.

No la ha visto en cinco años.

Apareció en su vida como una llamarada, intensa y efímera. Compartieron una noche en la que él, por un instante, bajó la guardia. Pero al amanecer, ella se había ido. Sin notas, sin promesas, sin explicación. Desde entonces, Ethan no volvió a confiar. En nadie.

¿Qué hace aquí? ¿Y a esta hora?

Cuando abre la puerta, su presencia lo golpea como un puñetazo. Está pálida, demacrada, como si estuviera hecha de cristal a punto de romperse.

—Clara… —su voz es grave, cargada de tensión.

Ella apenas puede sostenerle la mirada.

—Necesito que leas esto —le extiende el sobre temblando—. No tengo mucho tiempo.

Ethan lo toma con recelo. No la invita a pasar. El silencio entre ellos es tan espeso que casi puede tocarse.

—¿Qué es esto? —pregunta.

—Solo léelo. Después… después sabrás por qué estoy aquí.

Antes de que pueda decir nada más, Clara se gira y corre de vuelta al coche. Ethan la observa alejarse sin moverse, con el sobre ardiéndole en la mano.

En el auto, Clara seca las lágrimas de su rostro antes de encender el motor. No puede quedarse. Si lo mira una vez más, se va a quebrar. Y no puede permitírselo. Tiene que ser fuerte por Ava.

Pero su cuerpo le tiembla, y una punzada de culpa le atraviesa el pecho.

Murmura un “te amo” apenas audible a su hija dormida.

Una hora después, el coche de Clara es impactado por una camioneta que se salta la luz roja en una intersección vacía.

Todo pasa demasiado rápido y, antes de que todo se vuelva negro, Clara lanza una petición: "Por favor, que mi hijita esté bien".

Al día siguiente, Ethan se despierta con un mensaje de su asistente:

> “Urgente. Clara Stone fue ingresada al hospital anoche. Accidente automovilístico. Estado crítico.”

El café se le cae de las manos.

El sobre aún está sin abrir en su escritorio.

"¿Cómo es posible?" Se pregunta Ethan sin poder creer lo que está leyendo. Clara había estado justo en frente de él la noche anterior.

La había visto, había sentido el olor a lavanda de su cabello, había reconocido el lunar que tenía en su barbilla y se había ahogado en el mar de sus ojos justo como hizo la primera vez que la vio.

Clara había aparecido ante él cinco años después de la última vez que se habían visto.

Estaba más hermosa, pero no tuvo oportunidad de decírselo, su arrogancia y dolor no le dieron la oportunidad y ahora, era muy probable que la hubiera perdido para siempre.

En el hospital, el silencio es más aterrador que cualquier sonido. Ethan camina por el pasillo con el corazón latiéndole desbocado, luchando contra el miedo que creía enterrado.

Al llegar a la habitación, la ve. Clara, conectada a tubos, con el rostro lleno de heridas y el cuerpo inmóvil.

Una enfermera lo reconoce, tenía que ser él, el parecido es increíble.

—¿Es usted el padre?

—¿El… qué? —pregunta él horrorizado.

Ella lo mira con compasión y le señala una pequeña figura sentada en la sala de espera, con los pies colgando del banco y un oso de peluche apretado contra el pecho.

—Ella llegó con la madre. Su nombre es Ava.

Ethan se queda sin aire.

Ava...

La niña lo observa con curiosidad, con grandes ojos color miel que le resultan… familiares.

Demasiado familiares.

—¿Tú eres Ethan? —pregunta con voz baja.

Él asiente, incapaz de hablar.

Ava extiende la mano. Le ofrece el sobre lacrado.

—Mamá dijo que si le pasaba algo, te diera esto.

Ethan toma el sobre con dedos temblorosos y, esta vez, lo abre.

Dentro hay una carta.

“Ethan,

Si estás leyendo esto, es porque algo me ha pasado.

No tienes que perdonarme por no haberte dicho antes…

pero tenía miedo.

Ava es tu hija.

Tiene cinco años. Ama los libros, el chocolate y bailar en calcetines.

Nunca pedí nada de ti. Pero ahora, te pido solo esto: protégela.

Por favor.

Haz lo que yo ya no puedo.”

Ethan siente que el suelo se desmorona bajo sus pies. Mira a la niña de nuevo, esta vez no como una desconocida… sino como suya.

Suya.

Una hija.

La revelación le sacude los cimientos. Todo lo que ha construido, su imperio, su control, su distancia emocional… no significan nada frente a los ojos de esa niña.

Y de pronto, la armadura que lo ha protegido por años comienza a resquebrajarse.

—¿Mamá va a despertar? —pregunta Ava, abrazando su oso.

Ethan se arrodilla frente a ella, sintiendo que se quiebra en mil pedazos.

—No lo sé, princesa…

La palabra le sale sin pensar. Y cuando la dice, Ava sonríe con una ternura tan pura que a Ethan le duele.

Porque esa niña no debería estar sola.

Y ahora, él ya no puede dejarla.

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