Una noche loca. Un matrimonio accidental. Y un trato que lo cambia todo. Zoe Martínez viaja a Las Vegas para olvidar su mala suerte. Pero cuando despierta al día siguiente con un anillo en el dedo y una copia de un acta de matrimonio, todo cambia. Casada con Liam Blackwell, el CEO más temido de Nueva York, arrogante, controlador… y sexy como el pecado. Ella quiere anular el matrimonio. Él tiene otra idea. —Quédate casada conmigo por un año —le propone—. Y haré que tus sueños se hagan realidad. Pero Liam no es el típico esposo. Oculta secretos, arrastra heridas, y tiene enemigos que no dudarán en usar a Zoe en su contra. ¿Podrá Zoe resistirse a su esposo por accidente? ¿O terminará deseando que ese matrimonio jamás termine?
Leer másNarrado por Zoé Martínez
Abro los ojos de golpe. El techo blanco. La luz que se cuela por las cortinas. El olor a madera y colonia cara. El cuerpo masculino a mi lado. La presión en el pecho me golpea como un tren. Me incorporo en la cama sin respirar. No grito. No lloro. Pero el terror es real. Está en mis huesos, en la piel pegajosa por el sudor frío. Y entonces lo veo. El anillo. En mi dedo. Un anillo de matrimonio. Abro la boca, pero no tengo cómo negarlo. Porque no lo recuerdo. El vacío en mi memoria es un abismo que me traga viva. Porque esos malditos ojos —ahora cerrados— sí son sexys. Un destello de atracción atraviesa mi pecho como una daga. Y porque, si algo he aprendido en la vida, es que el alcohol no perdona. La lección más amarga. Grabada a fuego tras errores menores. Pero ninguno tan monumental como este. Un nudo de pánico y culpa me aprieta la garganta. ¿Qué demonios hice? ¿Qué le dije a Camila anoche? ¿Cómo pude ser tan estúpida, tan desesperada, tan… destructiva? La habitación da vueltas. No solo por la resaca. Sino por el vértigo de saber que me casé con un extraño. —Ok —susurro, con la voz tan rota que no parece mía—. Esto es lo que vamos a hacer. Me levanto de la cama como si me estuviera quemando. Camino descalza sobre la alfombra gruesa. Busco mi vestido. Lo encuentro colgado cuidadosamente en una silla. Un gesto de orden que contrasta brutalmente con el desastre de mi vida. —Vamos a ir ahora mismo a la corte —digo—. Y anularemos esto. Fin del chiste. Cada palabra es un martillazo en mi cabeza. Pero lo necesito. Necesito fingir que tengo el control. Aunque por dentro solo quiera desaparecer. Él se mueve. Lo escucho. —¿Zoé? Me congelo. Su voz es profunda, tranquila, casi íntima. Como si esto no lo sorprendiera en absoluto. Como si… lo esperara. Me doy la vuelta, con los zapatos en la mano. —¿Quién eres? —le espeto—. ¿Qué demonios pasó anoche? Se sienta en la cama, sin apuro. Alto, cabello oscuro, mirada intensa. El tipo de hombre que hace que te tiemblen las piernas… y la vida. —Liam Blackwell —dice con naturalidad. Y entonces lo reconozco. Empresario. Escándalos. Revistas. Rumores. Y yo. Me casé con él. No tengo tiempo de procesarlo. Ayer estaba sentada fuera del hospital, con la voz rota por el llanto, suplicando por teléfono que no suspendieran el tratamiento de Camila. —Por favor, no la saquen… ya casi tengo el dinero… juro que lo voy a conseguir. —Señorita Martínez, no podemos esperar más. El nuevo tratamiento empieza en dos días. —Solo un poco más. Por favor… Colgué temblando. Entré al casino porque no tenía a dónde ir. Pedí un trago. Luego otro. La culpa. El miedo. La soledad. Después… oscuridad. Ahora, estoy aquí. —Anularemos esto —repito—. No quiero tu dinero. No quiero nada. Él frunce los labios, como si supiera que eso no es verdad. Pero no me contradice. Solo asiente. —Como quieras. Y esa calma me desarma más que si me grita Narrado por Liam Blackwell La puerta se cierra detrás de ella. Y por primera vez en mucho tiempo, no tengo el control. Podría llamarla impulsiva. Inmadura. Un error. Pero no lo hago. Porque anoche, cuando todos bailaban y reían, yo estaba sobrio. No del todo, pero lo suficiente. Y vi a Zoé. La vi salir del casino con el teléfono pegado a la oreja, llorando. La seguí sin querer hacerlo. La escuché. Su voz rota. Su desesperación. Hablaba de una hermana. De dinero. De un tratamiento urgente. Pude irme. Pude ignorarla. Pero no lo hice. Porque hay algo en ella… Una mezcla de coraje y ruina. De fragilidad y rabia. Que me recordó a mí mismo hace años. Y porque —aunque me cueste admitirlo— necesito una solución. El consejo directivo exige estabilidad. La fusión con Harvik Group está en riesgo. Las acciones caen. La prensa ataca. Y Clara, mi ex, está hambrienta de arruinarme. Una esposa. Una historia humana. Redención. Amor. Todo lo que los inversores quieren oír. Y ella. Zoé. Una mujer que no me pide nada. Que ni siquiera sabía quién era. Perfecta para el papel. Sí. Esto puede ser beneficioso. Pero más que eso… no me arrepiento. Porque quiero protegerla. Porque su mirada me desarmó. Porque, tal vez, me hace sentir humano de nuevo. Marco su número. El que le pedí al conserje del hotel. —¿Hola? —responde. —Zoé, soy Liam. Necesitamos hablar. —¿Qué más quieres? Ya dije que esto fue un error. —No todo error necesita ser borrado —digo—. A veces se transforma en una oportunidad. —¿Oportunidad para quién? —Para los dos. Silencio. Entonces lo suelto. —Puedo ayudarte. Dinero, contactos. Lo que necesites. Puedo cubrir el tratamiento de tu hermana. Silencio. Pero su respiración cambia. Un jadeo sutil. La tengo. Pero entonces su voz tiembla: —¿Por qué harías eso? Sus palabras son cuchillas envueltas en desesperación. —Porque me importas más de lo que debería. Y porque en este mundo donde todos fingen… tú eres real. Y eso vale más que cualquier contrato. Más silencio. —Mándame el contrato —dice finalmente. Fría. Cansada. Rota. Cuelgo. Sonrío. Zoé Martínez ya es mi esposa. Pero aún no lo sabe del todo. Y yo… tampoco.El sol cae lentamente sobre el jardín, tiñendo todo con un dorado cálido que parece abrazar cada rincón de nuestra casa. El aroma del asado flota en el aire, mezclándose con la brisa fresca de la tarde. Liam, con su delantal ligeramente manchado y la sonrisa tranquila de siempre, se ocupa de las brasas, vigilando que todo esté perfecto. A lo lejos, Camila corre detrás de Amelia, ambas riendo a carcajadas, sus voces pequeñas pero llenas de vida, como campanas que anuncian alegría pura.Me siento en el borde de la terraza, apoyando los codos sobre mis rodillas, y dejo que mis pensamientos vaguen. Observo a mi hija, tan diminuta y a la vez tan completa, corriendo detrás de su hermana mayor, y siento que mi corazón se desborda de gratitud. Cada momento, cada lágrima, cada miedo y cada sonrisa, me han traído hasta aquí, a este instante donde todo parece perfecto y, al mismo tiempo, profundamente real.Fui hija de la tormenta… recuerdo tantas noches en las que sentí que el mundo se derrumba
Hoy es un día que huele a nostalgia y a alegría mezcladas. El primer aniversario de Amelia… apenas puedo creer que ya haya pasado un año desde que esa pequeña llegó a nuestras vidas y, sin pedirlo, se convirtió en el centro de todo. Desde temprano, la casa tiene un aire diferente: globos blancos y dorados flotan por la sala, y cada rincón parece susurrar recuerdos de los últimos doce meses.Camila está más emocionada que nadie. No deja de sonreír y de acariciar la cabecita de Amelia, que duerme plácida en su moisés, ajena a todo, como si supiera que el mundo entero hoy gira a su alrededor. Yo, por mi parte, me siento con una mezcla extraña de felicidad y melancolía. Ser testigo de este primer año me ha enseñado que el tiempo es un ladrón silencioso: se lleva momentos que nunca imaginamos que olvidaríamos, y nos deja recuerdos que nos marcan para siempre.La idea de la cápsula del tiempo surgió como un juego, pero ahora me doy cuenta de que es mucho más que eso. Cada carta, cada dibujo
Nunca pensé que volver a este lugar me haría sentir tantas cosas a la vez. El apartamento está igual… y, al mismo tiempo, completamente distinto. Quizá no por lo que tiene dentro, sino por lo que yo llevo conmigo ahora. La última vez que crucé esta puerta, creía que la vida se trataba de controlar, de tener siempre un plan, de no dejar que nadie se acercara demasiado. Y, sin darme cuenta, aquí fue donde todo eso empezó a romperse. Zoé entra detrás de mí, cargando a Amelia contra su pecho. Camila corre unos pasos adelante, mirando a su alrededor como si explorara un museo. —¿Aquí vivías, Zoé? —pregunta con esa curiosidad que no sabe disimular. —Aquí… todo comenzó —responde ella, sonriendo con un matiz de timidez. Recuerdo perfectamente el día en que ella cruzó por primera vez esa puerta. Tenía esa mirada desafiante que parecía decir “no me vas a intimidar”, y una maleta que pesaba más que su cuerpo entero. En ese momento, era mi esposa por contrato, mi… solución temporal. No sabía
Nunca pensé que mi vida interesaría lo suficiente como para que alguien quisiera publicarla. Las historias que siempre imaginé dignas de un libro eran las de otros: mujeres más valientes, con batallas más grandes, con finales más cinematográficos. Pero aquí estoy, con un correo abierto en mi computadora, firmado por una editorial que asegura que mi historia merece ser contada. Me quedo mirando la pantalla sin saber si reír o cerrar la laptop y fingir que nunca lo leí. La palabra novela brilla en negrilla como si quisiera salir del texto y golpearme. Dicen que quieren mi permiso para que un escritor la redacte… pero también me dan la opción de hacerlo yo misma. Y ahí es donde mis manos sudan y mi corazón late como si estuviera de nuevo frente a Clara, luchando por lo que amo. —¿Qué cara es esa? —pregunta Liam, entrando al estudio con Amelia dormida sobre su pecho. La imagen de él así siempre me roba el aliento. Es el hombre que alguna vez pensé que no encontraría… y que ahora sostien
El aire en la finca huele a pinos y a tierra húmeda. La brisa mueve las hojas con suavidad, como si incluso el viento supiera que hoy no es un día cualquiera. Estoy de pie frente al arco de madera que Camila y Zoé decoraron con guirnaldas blancas. No es un altar de iglesia, no hay bancos, ni músicos… y sin embargo, todo en este lugar grita “hogar”. Camila camina delante, sosteniendo un pequeño ramo de flores silvestres que ella misma recogió esta mañana. Lleva un vestido sencillo, el cabello recogido con una cinta de encaje que probablemente Zoé eligió. Su sonrisa es de esas que no necesitan palabras para decir que está feliz. —¿Listo? —me pregunta en voz baja cuando se acerca. Asiento, pero la verdad es que no. ¿Cómo puede uno estar listo para volver a elegir a la misma persona… y que el corazón le lata como si fuera la primera vez? Entonces la veo. Zoé aparece desde el sendero, y el mundo se queda en silencio. No hay pájaros, no hay viento… no hay nada más que ella. Lleva un ves
No sé en qué momento Camila se convirtió en la niña más creativa y organizada del mundo… aunque, pensándolo bien, creo que siempre lo fue. Esta tarde, mientras Amelia duerme en mis brazos, la escucho corretear por la casa con pasos pequeños y decididos. Hay ruidos de cinta adhesiva, papel, tijeras, y un susurro cómplice entre ella y Liam que me hace sonreír.—No puedes entrar al salón todavía, Zoé —me grita desde la otra habitación—. Es súper secreto.Levanto una ceja y miro a Liam, que aparece por el pasillo con esa cara de “yo no sé nada” que lo delata por completo.—¿Súper secreto? —pregunto.—Nivel ultra top secret —responde, conteniendo la risa.Camila siempre ha tenido ideas locas, pero esta vez hay algo distinto. Se nota en su voz, en cómo se afana, en cómo se le escapa una risa nerviosa. Y yo… yo dejo que fluya. Después de todo, la vida con ella me ha enseñado que a veces los mejores momentos llegan sin planificación.Una hora después, por fin me llama.—Zoé… Liam… ya pueden v
Último capítulo