Sofía Mangano se ve envuelta en una apretada situación. Descubre que tiene una deuda inmerecida por culpa de su padre, la traición del hombre que amaba ciegamente. Además, el trabajo que ha conseguido con urgencia como niñera resulta ser para ser la madre sustituta de los mellizos de un hombre lleno de misterio: Leonardo Di Napoli, catalogado como el más cotizado y poderoso de toda Italia. Una mirada, pocas palabras, aquella potente presencia que hace en la vida de Sofía torna el ambiente caluroso. Sin embargo, su ex no la quiere dejar ir porque ella es su única salvación. ¿Qué hará Sofía ante sus sentimientos? ¿Quién es ese hombre misterioso que la envuelve sin pedir permiso? Lo que Sofía Mangano no sabía era la rivalidad y el conflicto que hay entre su ex y Leonardo Di Napoli, donde ella estará de por medio. ¿Qué sucederá en esta historia de amor y de llamas ardientes? Acompáñame en esta nueva aventura literaria y recuerda agregarla a tu biblioteca para que no la pierdas de vista. Un fuerte abrazo.
Leer másAlexander, al ver que Maggie se coloca de pie sabiendo sus intenciones, la agarra de la mano, y Maggie intenta soltarse. —¿Qué esperas, cariño?— Francesca lo mira con una gran sonrisa. Lucifero apunta a Caiman al ver la gravedad del asunto. —¡Baja el arma!— ordena Lucifero. —¡No te metas, perro arrastrado!— lo señala Valentino enfadado. —¿Vas a permitir que maten a la niñera? Nuestros hijos van a sufrir y todo por su orgullo de no quererme besar, cariño— agrega Francesca con un tono de malicia que provocó miles de pensamientos malignos en Leonardo. —¿¡Si disparas te mato!?— Lucifero está firme en su decisión. —¡Te estoy hablando, Lucifero! No te metas— Valentino se coloca de pie. —Suficiente— Alexander saca su arma y también le apunta a Caiman—. Aquí no va a haber derramamiento de sangre. La niñera no sabe cómo se maneja la situación en esta casa, pero con esta escena es más que suficiente para que lo entienda y esto no vuelva a pasar. —¡Ay, no me digas, cuñado, que a ti
Todos se dirigen al despacho, y Sofía, antes de seguirles el paso a los demás, Minerva la agarra del brazo. —Querida, Dios te guarde. —Estaré bien, todo va a estar bien —dijo, y Minerva la suelta, dejándola ir. —Abuelita, tengo mucho miedo —dice Chiara, haciendo pucheros. —Mi niña, el abuelito es algo amargado, pero no pasa nada. Vayan a la habitación de juegos, Cedric, llévalos, por favor —pide, y Cedric obedece. Lucifero mira con pesar a la señora Minerva, quien se queda sumergida en sus pensamientos. —¡Maggie! —Sofía la alcanza. —Niñera, no es el momento, tú haz como si nada —Alexander habla con su mirada al frente. —¡No! Esto no es bueno, Maggie no tiene nada que hacer aquí. ¿Por qué carajos la metiste en esto? —lo repite Sofía entre dientes. —Amiga, no te alteres, luego hablaremos, por favor —susurra, y llegan al despacho, cada quien toma su lugar. Pero lo que ninguno esperaba era que, luego de todos ellos, entrara Caimán, el escolta a cargo del cabecilla. Lucife
Es una ofensa para Sofía. Ha sido humillada en la vida, pero esto fue demasiado. Intenta mantener la calma para no decirle a ese viejo hasta de qué se va a morir. Sabe que debe hacer oídos sordos y también ciega para lo que sus ojos contemplan, como Francesca toca a Leonardo, le propina besos en la mejilla. Total, es un caos en su interior que quiere gritar para desahogarse. —Mi orden ha quedado claro, ¿o debo tomar medidas extremas? —Su pregunta provoca un silencio sepulcral. Sofía para ocultar aún más su disgusto, lleva sus manos hacia atrás y las empuña, clavando sus uñas en las palmas de sus manos. —Sofía sabe perfectamente su papel, padre —dice Leonardo—. Ella está para complacer a mis hijos, y eso solo fue una petición de mi hija. —¡Pero entre los jefes y empleados hay límites! —espetó. —Chiara es una niña. —Y desde entonces, ¿dónde se les enseña? —Mientras esté bajo mi protección, la dejaré disfrutar, ya que tengo muy en claro el futuro de cada uno de mis hijos, y es
Ambas mujeres observan en silencio cómo Leonardo Di Napoli se marcha. Y al quedar totalmente solas, Sofía toma de la mano a la señora Minerva y la ingresa a la habitación. —¿Qué hacía Leonardo en tu habitación? —Señora Minerva, eso no es tan importante ahora. Casi hablas, casi dices la verdad. Por poco me da un infarto. Además, quiero recalcar que él fue quien me buscó y se me metió al baño. —¡Estuviste con mi hijo! —Minerva está perpleja. —Yo... es difícil, señora Minerva. No me regañe. Sé que usted me lo ha dicho muchas veces, pero él también me busca. Entonces es difícil para mí soportar sus acercamientos. —¡Muchacha, por Dios! —suspira. —No se enoje, ¿sí? Más bien, dígame ¿qué pasó con Lucifero? —Me dejó... —toma asiento en la orilla de la cama de Sofía. —¿Qué? —Sofía se sorprende. —Sí... dijo que era lo mejor y sé que él tiene la razón, pero que lo de nosotros solo era un encuentro pasional. Pero... creo que sin querer le metí el corazón a este asunto. —Te enti
Lucifero se encuentra dando órdenes para que todo en base a la seguridad no haya ni un error. —¡Ya se pueden retirar! Total precaución, el que se equivoque deberá pagar con su vida. ¿¡Entendido!? —¡Sí, señor! —responden todos al mismo tiempo y se marchan para hacer su plan de seguridad dentro de la mansión. —Lucifero —Minerva se le acerca. —Señora Minerva, ¿en qué le puedo servir? —habla muy educado. Hay muchos de seguridad ocultos y no quieren que escuchen o vean algo inapropiado. —Lucifero, siento nervios, porque tengo el sentir de que esta cena será un desastre y podemos quedar al descubierto. —Aunque me veas normal, yo también estoy preocupado. No tenemos opción, debemos agachar la cabeza. No quiero que ese maldito infeliz te golpee más. —Eso es inevitable, Lucifero... Pero tengo algo importante que contarte, algo que quizás nos puede ayudar en medio de este caos en el que estamos viviendo. —¿Qué sería? —Sofía vio claramente en el teléfono de Francesca un mensaje de
Su agarre es brutal, causando un mar de sensaciones en el cuerpo de Sofía. Esas inmensas ganas de ser domada y acabada por ese hombre la tienen a un hilo de perder la cordura. Di Napoli no pierde el tiempo y su lengua acaricia sutilmente la oreja de Sofía, haciéndole morder el labio y cerrar sus piernas, pero este las hace abrir y ella se agita. —¿Me crees? —le susurra al oído, un tono de voz suave, ronca, exquisita. Sus grandes manos exploran el cuerpo de Sofía y algo que le encanta de ella son esas jugosas piernas tan llamativas. La chica arquea la espalda y suelta un gemido inconsciente por sus perfectos toques que la hacen arder. —Esto y mucho más te voy a hacer sentir. —No... no tan rápido —jadea, cerrando y abriendo los ojos, necesitando más de él. —No tenemos tiempo para tus juegos, te recuerdo que una cena nos espera. —Exacto, y yo... —ella se gira para mirarlo a los ojos—. No estoy para un rapidito. —¿Te gusta que te den duro a largo tiempo? —A mí me gustas tú
Último capítulo