Sofía Mangano se ve envuelta en una apretada situación. Descubre que tiene una deuda inmerecida por culpa de su padre, la traición del hombre que amaba ciegamente. Además, el trabajo que ha conseguido con urgencia como niñera resulta ser para ser la madre sustituta de los mellizos de un hombre lleno de misterio: Leonardo Di Napoli, catalogado como el más cotizado y poderoso de toda Italia. Una mirada, pocas palabras, aquella potente presencia que hace en la vida de Sofía torna el ambiente caluroso. Sin embargo, su ex no la quiere dejar ir porque ella es su única salvación. ¿Qué hará Sofía ante sus sentimientos? ¿Quién es ese hombre misterioso que la envuelve sin pedir permiso? Lo que Sofía Mangano no sabía era la rivalidad y el conflicto que hay entre su ex y Leonardo Di Napoli, donde ella estará de por medio. ¿Qué sucederá en esta historia de amor y de llamas ardientes? Acompáñame en esta nueva aventura literaria y recuerda agregarla a tu biblioteca para que no la pierdas de vista. Un fuerte abrazo.
Ler maisViajar a ciegas, sin saber absolutamente nada de Leonardo, Alexander y Lucifero es horrible. La incertidumbre que siente Sofía, Minerva, Luisa, Maggie, Cedric y los niños, no les permitió dormir durante el viaje, todo fue sumamente tenso para cada uno sumergido en sus pensamientos. La policía Velázquez solo le dijo a Minerva que viajará y que le daba 1 hora para salir de Italia si no tomaba cartas en el asunto. Se marchó y ni siquiera dió alguna señal de que todo había salido bien o mal. Tuvieron que salir de Italia sin mirar atrás.Mientras que la agente Velásquez estaba ya lista para recibir su ascenso como directora por haber cazado al mafioso más buscado por años. Ahora que Conti murió y el resto de los socios tanto como de Leonardo cayeron gracias a la información que brindó Alexander.Pero Velázquez se dió el banquete de su vida con él viejo Valentino, aunque no podía descuartizarlo como quería porque eso sería poner en riesgo su carrera o que pensaran que se había tomado pers
—¡Eres tú, Alexander!— Valentino no lo puede creer. —Así es— lo acepta. —Soy yo, querido padre. —Hijo... ¿me has vendido? —Por dinero no, pero por la libertad de mi familia sí. Y ya que estamos en un momento muy importante, te diré unas cosas. Toda la familia Di Napoli te detesta, te odiamos y siempre habíamos deseado tu muerte. Teníamos todo planeado para acabar contigo, pero una cosa es nuestros planes y otra, los planes del destino. Ahora que mueras, todos vamos a ser libres de una escoria de m****a como tú. —¡Soy tu padre! —¡No lo eres! Un padre de verdad no hace daño, y con más razón todo el daño que le hiciste a nuestra madre y que has traicionado a Leonardo porque te acostaste con Francesca, quien resultó siendo la aliada de Conti. Eres un miserable y te odio. No sabes cuánto te odio, Valentino, y cuánto deseaba este momento. —¡Si me vas a matar, hazlo mirándome a los ojos, cobarde! —No me interesa, pues tu muerte no está en mis manos. Alguien más lo va a disfrutar
Lucifero sale rápidamente del baño, está angustiado, y sabe que están a punto de ser rescatados. —¡La puerta!— exclama, y el doctor lo mira con perplejidad. —¡Debemos atrancar la puerta!— dice, y justamente el escolta de Valentino está de regreso, pero Lucifero se pone como tranca para no dejarlo abrir. —¡Abran la maldita puerta!— el escolta empieza a golpear. —¡Joder!— Lucifero está haciendo mucha fuerza y eso lo hace sangrar demasiado. —¡Esto puede ayudar!— el doctor ayuda a correr un objeto pesado para atrancar la puerta. —Escucha, necesitamos colocar más cosas, 8, 9, 10... ¡Inicio!— al decir eso, Lucifero mira al doctor con rareza, y se empieza a escuchar gritos y disparos. —¡¡Señor, nos van a matar!!— el doctor siente un susto horrible. —¡Nos han venido a sacar de aquí! Despierta a Leonardo, necesito que aterrice y deje de estar delirando. —Eso intenté, señor, pero también es por el efecto del medicamento. Creo que será un poco difícil. Eso le puede durar unas dos ho
—¡Ah, Dios mío!— Sofía empezó a llorar como si no tuviera fin. Toda esa historia le provocó un sentimiento de llanto—. Pobrecita, todo lo que le pasó— sollozó, y lágrimas tras lágrimas recorrieron sus mejillas—. Eres muy valiente, agente... Estoy muy sentimental. —Amiga, tranquila— Maggie la abrazó. —Ahora entiendo por qué estás aquí— Minerva se conmovió también, pero no se lo demostró. —¿Ahora me crees, Alexander? Yo no vengo por ti ni por tu hermano. Fácilmente puedo culpar a Valentino de todo lo que ha pasado. Haría todo eso para que ustedes quedaran libres, pero no volviendo a la vida de mafiosos. —¡Agente, voy a confiar en usted!— Minerva quiere una vida diferente para su familia. —Pero Alexander y Leonardo se deben comprometer conmigo a que apenas eso suceda, saldrán de Italia, porque si regresan para continuar con la mafia, yo misma los acabo. —¿Quién te crees?— preguntó Alexander. —Soy la única persona que puede ayudarte. Es eso o también meterte tras las rejas ju
Minerva insistió en llamar al escolta de Alexander y también cayó en el buzón. —¡No puede ser! Tan solo espero que no le haya pasado nada a Alexander, Dios mío— dijo la mujer, volviendo a tomar asiento. —¡Llegó un auto! Seguramente son ellos— exclamó Luisa, colocándose de pie y corriendo a la puerta. Al abrirla, ve a los escoltas apuntando a una mujer. —¿Son ellos?— preguntó Sofía, quien tuvo curiosidad y se acercó a la puerta. Ve a una mujer rodeada de los escoltas que la apuntan con sus armas y está vestida de oficial. —¿Quién es usted?— preguntó Sofía, enojada. Se supone que no debían encontrarlas. —Un gusto, soy la agente Velázquez. ¿Pueden por favor decirle a sus hombres que bajen las armas?— pidió, y Luisa negó con la cabeza. —¿Qué está pasando?— Minerva se asomó y vio la misma escena. —Señora Minerva Di Napoli, es un placer por fin conocerla. —¿Usted quién es? —Soy la agente Velázquez y busco a Alexander. Minerva recordó lo que le dijo Lucifero. —¡Bajen las arm
—¡Alexander Di Napoli!— lo menciona con voz temblorosa el enemigo de su hermano —Así es, vine personalmente para asegurarme de que vayas directamente al hueco. Tres metros bajo tierra donde los gusanos van a consumir tu asquerosidad de cuerpo.—¡Has venido a rescatarme!— exclama Francesca colocándose de pie sin dejar de cubrir su cuerpo con la sabana y el escolta de Alexander lo mira, deseando que no le crea nada a esa mujer —¿De qué estás hablando Francesca?— Conti la mira con desdén —¡Alexander, ese hombre!—. Señala a Conti —me secuestro, me tiene aquí encerrada solo para obligarme a tener sexo con él, que bueno que llegaste— empieza a llorar con hipocresía —de verdad tenía mucho miedo— intenta acercarse a Alexander, pero él le apunta firmemente a la cabeza —Alexander…— susurra retrocediendo —debes creerme, soy la madre de tus sobrinos —¡Cállate! La única madre de mis sobrinos se llama Sofía Mangano, ella si es una madre de verdad —¡Mientes! Yo los traje a este mundo y Leonardo
Último capítulo