El sonido del teléfono a esa hora no presagia nada bueno.
—¿Señorita Zoé? —La voz al otro lado suena urgente, casi temblorosa—. Soy la doctora Rivas del hospital San Gabriel. Su hermana ha sufrido una recaída. Está en estado crítico.
Siento cómo el aire abandona mis pulmones de golpe.
Mi mundo, ese que ya estaba tambaleando por culpa de un matrimonio fingido, una prensa hambrienta y una mentira que se ha salido de control… colapsa. Simplemente colapsa.
Las lágrimas brotan sin permiso. Me empapan las mejillas antes de que pueda comprender del todo lo que estoy escuchando.
—Camila… —mi voz se rompe—. ¿Qué le pasó? ¿Qué le hicieron?
Mis manos tiemblan mientras busco las llaves, el bolso, cualquier cosa. Me tropiezo con la mesa del comedor, maldigo, mi corazón late tan fuerte que apenas puedo escuchar mis propios pensamientos.
Y entonces, una figura aparece en el pasillo.
Liam.
Descalzo, con el cabello alborotado, el rostro medio dormido, pero el ceño ya fruncido. Su mirada va directo a l