Nunca pensé que mi vida interesaría lo suficiente como para que alguien quisiera publicarla. Las historias que siempre imaginé dignas de un libro eran las de otros: mujeres más valientes, con batallas más grandes, con finales más cinematográficos. Pero aquí estoy, con un correo abierto en mi computadora, firmado por una editorial que asegura que mi historia merece ser contada.
Me quedo mirando la pantalla sin saber si reír o cerrar la laptop y fingir que nunca lo leí. La palabra novela brilla en negrilla como si quisiera salir del texto y golpearme. Dicen que quieren mi permiso para que un escritor la redacte… pero también me dan la opción de hacerlo yo misma. Y ahí es donde mis manos sudan y mi corazón late como si estuviera de nuevo frente a Clara, luchando por lo que amo.
—¿Qué cara es esa? —pregunta Liam, entrando al estudio con Amelia dormida sobre su pecho. La imagen de él así siempre me roba el aliento. Es el hombre que alguna vez pensé que no encontraría… y que ahora sostien