Elena Park tiene una vida cotidiana, hincada en la monotonía, después de terminar sus estudios universitarios y especializaciones quedó embarazada y por petición de su esposo Warren Caruso se quedó en casa cuidando a su pequeño bebé. En el momento menos esperado de su vida conoce a Ryan Wine, su ginecólogo de cabecera quien pondrá su vida de revés cuando le propone un extraño pero placentero trabajo. Pasaría de ser ama de casa a Ama dominante sexual, prometiéndole remuneraciones placenteras y económicas. ¿Elena tendrá el valor de firmar el contrato? ¿Podrá serle infiel a su querido esposo?
Leer más– ¿Elena Park? – preguntó un hombre alto del otro lado del pasillo. Sacándome de mis pensamientos.
– ¿Sí? Soy yo – contesté distraída. El lugar olía a desinfectante y medicamentos por todos lados.– Siga, por favor – a simple vista era un hombre intenso, llamativo, había logrado llamar la atención de varias mujeres en el lugar, incluidas las del personal médico.Me levanté deprisa de mi silla y caminé directo a él.Cuando entré al consultorio él ya se encontraba en su silla detrás del escritorio.– Cierra la puerta, por favor.– Buenos días – me giré y cerré la puerta con seguro.– Buenos días, Elena –sus ojos brillaban oscuros e intensos.Le sonreí amablemente.– Bien, detrás encontrarás una bata, quítate la falda y la ropa interior y te acuestas en la camilla, en un momento voy – dijo señalando el biombo que separaba el espacio en la habitación.Pasé detrás de él que le daba la espalda a la camilla. Detrás del biombo se alcanzaba a observar su cabello negro. Me puse la bata, me bajé la cremallera, un poco nerviosa. Era algo estúpido, saber que minutos después iba a estar en esa camilla y él iba a observarme completamente.Terminé de quitarme la falda, la doblé y la puse sobre la camilla, me quité las medias veladas con cuidado y seguido las bragas. Doblé todo junto y los metí con cuidado en mi bolso. Subí los peldaños de la escalerilla que reposaba junto a la camilla y me recosté. Mi corazón latía fuertemente.– ¿Estás lista? – escuché del otro lado, su voz era profunda y ronca.– Sí, doctor – dije en un hilo de voz.– Bien – me sonrió de medio lado, caminó directo hacía a mí, poniéndose los guantes en cada mano.Tomó con cuidado mi pie derecho y lo puso en la taconera de la camilla, luego hizo lo mismo con mi pie izquierdo.– Abre las piernas – me miró directamente a los ojos. Mis mejillas ardieron de inmediato.Obedecí.– Tranquila, no te va a doler – sonrió de medio lado, como si fuera algo divertido.– ¿Por qué estás aquí? – preguntó observando con atención mi sexo.– ¿Disculpe?– ¿Por qué te haces el examen? ¿Sientes alguna molestia? – preguntó explicándose a la pregunta anterior. Mirándome de nuevo directamente a los ojos, su mirada me ponía nerviosa.– Exámenes de rutina –susurré.– Perfecto.Miró con detenimiento mi sexo unos segundos más y se apartó, dio unos cuantos pasos y acercó una mesa metálica con instrumentos ginecológicos.– Te veo algo tensa Elena, respira profundo –puso sus manos sobre mis pies y los apretó un poco, aún sobre el látex podía sentir sus manos cálidas.– Si sientes alguna molestia, solo dime.Simplemente afirmé con mi cabeza.Hundió uno de sus dedos en mi vagina suavemente sin quitarme la mirada de los ojos. Un estremecimiento me recorrió todo el cuerpo y tuve que ahogar un gemido. Lo retiró igual suavemente y seguido hundió dos dedos. Mi espalda se arqueo involuntariamente y pude ver una chispa de diversión en sus ojos.Giró sus dedos dentro de mí y palpó toda la zona. Bajó su mirada hacia mi sexo y tragó saliva. Mi boca se abrió, estaba excitada con tan solo esos dos movimientos. Excitada como hace años no lo estaba. Sacó sus dedos de mi sexo y tomó el espéculo de la mesa metálica, con su otra mano, rozó mis labios vaginales y adentró el instrumento.– Mm – se me escapó un pequeño gemido.Levantó su negra mirada y me observó por unos eternos segundos muy quieto, bajó de nuevo la mirada, acomodó el espéculo, lo abrió y tomó rápidamente la prueba de mi interior.– ¡Ah! –exclamé ante el pequeño pellizco dentro de mí.Retiró el instrumento y apartó la mesa de nosotros. Cerré las piernas para levantarme.– No he terminado contigo – esta vez su voz se escuchó más ronca y profunda.En mi mente pasaban miles de imágenes, de situaciones en las que deseaba estar, pero todo esto era una locura.– Ábrete de piernas, Elena. Obedecí. Mi pecho subía y bajaba rítmicamente.– Quiero revisar que estés bien – dijo en un tono más suave.Introdujo de nuevo dos dedos. Cerré los ojos y disfruté del roce. Hizo tres movimientos lentos dentro de mí como si llamase a alguien.– Mm – se escapó de nuevo un gemido.Mi respiración estaba acelerada. Con su pulgar tocó mi clítoris. Lo oprimió y retiró sus dedos de mi vagina.– Ya te puedes vestir – dijo dando la vuelta en sus dos pies, apresurándose a sentarse de nuevo en su silla. Quitándose los guantes y desechándolos en una pequeña caneca.Me quedé inmóvil unos segundos, qué había sido todo eso, para luego quedarme así, qué podía hacer ahora, estaba muy excitada.Respiré profundo.Con mucho cuidado me levanté de la camilla, tomé mi ropa del bolso y me dispuse a vestirme. Estaba algo ofendida por dejarme así. Antes de ponerme las bragas me di cuenta de que mis muslos estaban mojados y mi sexo estaba muy húmedo.Rebusqué en mi bolso el paquete de pañitos. ¡Maldición! ¿Dónde los dejé?A mi mente llegó de golpe el recuerdo de esta mañana, en el coche antes de dejar a mi pequeño Santi en la escuela, le limpié su carita llena de lágrimas con los pañitos y los dejé en la silla de atrás. ¡Maldición!– En la puerta detrás de ti encontrarás toallas de papel – escuché decir al doctor.¡Maldición! Esta era la situación más bochornosa que había vivido jamás.Abrí la puerta y había un pequeño baño. Tomé mi ropa y entré, me limpié y me vestí rápidamente. Me mojé el rostro para bajar el calor y el color. Tomé dos bocanadas de aire para salir, me sentía muy avergonzada.– Toma asiento, por favor – levantó un poco la voz cuando me dirigía a paso rápido hacia la salida.– Falta hacerte unas preguntas.Me senté resignada con la mirada sobre mis inquietas y sudorosas manos.– ¿Cuántos años tienes?– 36.– ¿Tienes hijos?– Uno… parto natural – me adelanté a su siguiente pregunta.– ¿Casada?–Sí, doctor.– La última vez que tuviste relaciones sexuales. Levanté la mirada, él veía directamente la pantalla de su computador, levantó la mirada, era neutra, tranquila, como si nada hubiese pasado. Bajé de nuevo mi mirada, mis mejillas ardían nuevamente.– Un mes – susurré.– ¿Tienes otros compañeros sexuales?– ¿Qué? ¡No! – contesté rápidamente.– ¿Te gustaría tenerlos?Levanté de nuevo la mirada, mi boca se abrió de par en par. Mi ceñó se frunció.Este tipo está loco. O ¿Escuché mal? Su mirada era seductora y divertida.– Fecha de tu última menstruación.No podía procesar lo que estaba pasando en este lugar, cómo podía seguir sin removerse ni un poco.– Elena… Fecha de tu último periodo – repitió.– Hace dos semanas – dije en un hilo de voz.– Bien, enviaré la muestra al laboratorio, tendrás los resultados en una semana – retomó su papel de médico.– Ten un buen día Elena, espero verte muy pronto – en sus últimas palabras había algo más que buenos deseos.Me levanté de la silla sin decir más y salí casi corriendo del lugar.Una vez dentro de mi coche cerré los ojos para intentar entender lo que había sucedido.Respiré profundamente varias ocasiones. Mi corazón quería salir corriendo de mi pecho.Y mi cuerpo me traicionaba, traicionaba mi moral. Aún estaba húmeda y excitada.– No puedes destruir todo – sentenció Reina mientras veía los hombres entrar, destruyendo su casa y gritando como si fuese una terrorista – Alguien tiene que quedar a cargo, alguien tiene que cargar con todo para que algunas cosas sigan funcionando. Es un equilibrio. De eso no tenía idea Elena, ella había formado su plan perfecto para que eso no funcionará más así, pero estaba tan equivocada. Ella solo había logrado derrumbar una ficha en medio de un gran campo de juego. Mientras tanto, Ryan que había salido a cumplir una de las citas de Reina, nunca había llegado a su destino, así como la mente de Elena lo pensó, así había sido, detrás de Reina había alguien más fuerte, más poderoso en todo esto. Alguien que no estaba dispuesto a perder todo lo que con mucho enfuerzo le había logrado construir.La policía tomó a Reina y la hizo tirarse al piso con tanta violencia que Elena intentó apartarlos, ella también fue empujada a un lado, mientras le hacían lectura de
– ¿Qué haces aquí? – Solo vine de vacaciones – Elena mezcló la bebida que sostenía en las manos para después darle un gran sorbo. – ¿¡Quién te dejó entrar!? – gritó Reina, se sentía ofendida, se jactaba de que la seguridad de su casa, de su personal, de todos en los hombres que ella creía le eran fieles y ahora encontraba a Elena recostada en uno de sus sillones con una bebida en las manos y descansando como si fuese la dueña de casa. – No hagas un berrinche, Reina. Tú sabes muy bien que fueron tus mismos hombres quienes me dejaron entrar. – ¿Qué demonios haces aquí?– Solo vine a visitarlos.Reina frunce el ceño, desconcertada preocupada, con el corazón latiendo a mil por hora, algo presiente que sucederá, algo no muy buen
Todos creen que ser una ama o una sumisa implica estrictamente en la humillación física o mental, que el dolor hace parte de esto, pero no es así necesariamente, ni siquiera el sexo hace parte de esto, esa es tu decisión. Se trata de una liberación, es quitarse una carga mental por ciertos instantes y dejar que sea alguien más quien tome esas decisiones por ti. Cuando tu poder es grande, cuando tus responsabilidades son aún más grandes, necesitas un descanso en donde no te permitas pensar más allá de obedecer. Y cuando eres una persona tímida e introvertida esa partición de tu personalidad queda anulada cuando te conviertes en un amo o ama, y rompes ese esquema y lideras, sientes el poder en tus palabras y en los actos de la otra persona. Eso era lo que Joseph intentaba explicarle a Elena con sus propias palabras.– Podemos empezar con conceptos sencillos que desees que h
– ¿¡Qué!? ¿Estás loco? ¿De verdad crees que después de todo lo que me hiciste puedes pedirme tal cosa? – empezó Elena a alterarse a caminar de un lado al otro olvidando donde se encontraban y que la gente la empezaba a observar. – Déjame terminar de enseñarte este mundo, déjame culminar tu aprendizaje – le suplicó Joseph, esta era tal vez su última oportunidad de salvar a Elena de ese mundo, sí él la guiaba y le enseñaba lo terrible que podía ser, ella se iría para siempre y si en el camino lograba conquistarla sería una ganancia extra, aunque eso implicara quebrarle un poco su inocencia de este mundo. Esa inocencia que Ryan había logrado mantenerle. Joseph ese día en que la salvó de las garras de Warren en ese evento social quedó flechado, por la inocencia, dulzura y timidez de
– ¡Mamí! – esa única simple, sencilla pero poderosa palabra removió cada fibra, cada célula del cuerpo de Elena. A ella volvía su mundo, su alma su ser, solo una madre que recupera su hijo podrá entenderlo.Había soñado con ese momento una y otra vez, y aún así no se había podido preparar para sentirse embriagada de tanto sentimiento, sabía que su pequeño estaba bien en las manos de la señora Caitlen, ella procuraba enviarle fotos de su hijo a escondidas de Warren, pero cuando lo vio correr a lo lejos sintió que había pasado una eternidad lejos de él, había crecido en su ausencia, se había perdido de grandes momentos a su lado, jamás los iba a recuperar, pero las cosas de ahora en adelante mejorarían para ambos. O eso creía. Lo vio soltarse de la mano de la señora Caitlen y correr hac
Quiero que entiendas que esto ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida, pero no podía seguir ocultándolo, no después de escuchar a esas mujeres en la corte y ver cómo vivieron en una irrealidad con Warren, no puedo seguir haciéndote eso, no puedo darte una realidad que no existe, al menos no existe para mí, solo puedo dejar que construyas tu propio camino al lado de tu pequeño hijo Santiago y lo veas crecer, te enamores de nuevo, y que seas feliz. Soy tan culpable como él, he hecho cosas terribles, Elena, de las que sí, me arrepiento y sobre todo por eso he decidido irme de tu lado. Sin embargo, las hice en su momento, estuve consiente de cada paso que he dado en mi camino y por eso soy tan culpable como cualquier otro. Todo empezó cuando ingresé a la universidad, era todavía un adolescente y no lo digo como excusa, te lo digo porque quiero que entiendas qu
Último capítulo