Mundo ficciónIniciar sesión—Señorita Ferrera, esta acta de matrimonio es falsa... El empleado del Registro Civil la miró con un dejo de compasión. —Y, según el sistema, el señor Héctor López se registró hace dos semanas con una mujer llamada Charlotte Vega. Al escuchar que su novio de seis años había tramitado a escondidas un acta con su primer amor, Cira Ferrera no se sorprendió demasiado. —Bien. Gracias por avisarme.
Leer másLo que él dijo dejó congelados a todos en la habitación.Sus amigos se miraron entre sí, con la sorpresa y la impotencia pintadas en la cara.—¿Estás loco, Héctor? —saltó uno—. ¿También vas a aceptar eso?Héctor ignoró los reproches. Siguió clavado en la espalda de Cira.—Ciri, acepté. Estoy dispuesto a esperar a que te cases con Nicolás… —hizo una pausa; las palabras parecieron escapársele a tirones— y a que te divorcies. Si con eso vuelves, voy a esperarte el tiempo que sea.“¿Y toda esa ‘devoción’ dónde había estado antes?”, pensó Cira, con asco. No dudó: salió del cuarto.Si quería esperar, que esperara. Aun divorciado, ella no iba a dar marcha atrás.***Un año después, en la cena de celebración de la empresa, Nicolás le pidió matrimonio a Cira delante de todos. Vestía traje, se arrodilló en un solo gesto y alzó un anillo. El diamante en forma de corazón —diseñado por él y mandado a tallar— destelló bajo las luces.—Ciri, te amo. ¿Quieres casarte conmigo?Él fue el primero en emoc
A la mañana siguiente, Sofía se paró junto a la ventana y llamó con la mano a Cira.—Ciri, Ciri, ¿ese de allá abajo no era Nicolás?Cira detuvo el cepillado de dientes y, con el cepillo en la boca, se asomó. Lo vio de pie, firmísimo, en la entrada del edificio. Sabía que él no podía verla, pero aun así se sonrojó sin razón. Encima, Sofía comentó, burlona:—Míralo, un romántico empedernido. Bien tempranito y ya vino a ver a su novia. Ciri, ¿cómo lo domaste? ¡Un día de estos me enseñas!Cira se puso roja del todo y cambió de tema a las carreras.—Sofía, ven con nosotros a desayunar. De ahí nos vamos juntas al estudio.Sofía agarró una bolsa de pan del escritorio y le dio un mordisco feroz.—Yo no voy de vela. Desayunen tranquilos. Además, tengo unos pendientes.Cira bajó a prisa. Corrió los últimos metros hasta Nicolás.—¿Por qué viniste tan temprano?—Desperté temprano —dijo él, mirándola con luz en los ojos—. Y como no tenía nada urgente… vine a verte.En realidad, él no había pegado u
Cira y Nicolás iban a salir a cenar una parrillada cuando ella alzó la vista y vio a Héctor. En apenas unos días él se había desmejorado: estaba pálido, con los ojos inyectados de rojo. Le extendió unas hojas.—Charlotte ya firmó el acuerdo de divorcio. En menos de un mes nos entregan el acta. Ciri, ya no tengo nada que ver con ella. Podemos volver a casa, ¿sí?Hasta ese momento, Héctor seguía creyendo que Cira se había ido por el registro de matrimonio con Charlotte. Por eso había usado casi todos sus ahorros para pagarle a la familia García y conseguir que Charlotte aceptara el divorcio. Apenas obtuvo los papeles, corrió a buscar a Cira con la esperanza de que ella recapacitara.Cira frunció el ceño y dio un paso atrás.—Héctor López, ya te lo dije con todas sus letras: no te amo. Lo nuestro terminó. Te divorcies o no de Charlotte, no voy a volver contigo. ¿Te quedó claro?Hizo una pausa, miró de reojo a Nicolás y le tomó la mano.—Además, ya empecé una vida nueva. Y tengo a alguien
Desde la tarde, el celular de Cira no dejó de recibir llamadas de números desconocidos. La pantalla también se llenó de mensajes de insultos. Con eso todavía había aguantado; lo que la golpeó fue que el estudio también se vio salpicado. Muchos usuarios, desbordados de enojo, se volcaron a comentar en la cuenta del estudio:“¡Despidan a la amante! ¡Despidan a la amante!”“Si contratan a una tercera, ese estudio no debe ser nada bueno. ¡Ojalá quiebre!”“¡Que Cira-la-amante le pida perdón públicamente a la señora Vega!”Al leerlos, a Cira se le humedecieron los ojos. Nicolás Castillo le apagó el celular.—Ciri, ya no veas eso. Ya pedí ayuda para manejarlo. Descansa unos días, no te preocupes.Sofía Benítez la abrazó con suavidad.—Tú no hiciste nada malo. No tengas miedo. Vamos a estar contigo y a ayudarte a aclarar todo.Cira sabía cuánto había invertido Sofía en el estudio. No iba a permitir que lo destruyeran así. Se secó las lágrimas, respiró hondo y se puso a ordenar, con fechas y he
En backstage, Cira tenía el brazo marcado por los arañazos que le dejó Charlotte.Nicolás la calmó mientras le limpiaba y cubría las heridas. Recién con la llamada de Sofía entendieron el tamaño del problema: el video del evento ya circulaba en redes.El clip estaba editado con mala leche: la imagen frágil y demacrada de Charlotte, frente a una Cira impecable en el escenario. El remate—Charlotte, débil, arrastrada por seguridad—encendió la furia del público.Las redes se volcaron a favor de Charlotte. Los comentarios tronaban:“¡Abajo la amante! ¿Con qué cara se pasea así?”“¿No te enseñaron en tu casa a no romper familias? ¡Qué asco!”“¡Desgraciada! Que la organización del evento le pida perdón a la señora Vega. ¡Que salga esa tercera a disculparse!”Mordiéndose la rabia, Nicolás guardó el teléfono y le habló suave a Cira:—Vámonos. Yo me encargo. No voy a dejar impune a quien movió los hilos.Cira sabía que no era momento de lamentarse. Salieron por la puerta de servicio. Apenas cruz
Apenas oyó la voz, Cira reconoció a la mujer: Charlotte Vega.No sabía qué había vivido en estas dos semanas, pero estaba visiblemente más delgada, con un pálido enfermizo que hacía resaltar unos ojos enrojecidos. Agarró la manga de Cira y suplicó entre sollozos:—Se lo ruego, señorita Ferrera, no le quite a mi esposo. No destruya mi familia.El auditorio quedó helado. La prensa invitada olió el escándalo: cámaras enfocadas a Cira y a Charlotte, y reporteros a punto de abalanzarse por “la primicia”.Cira, conteniendo la rabia, se zafó de su agarre con el gesto frío.—Charlotte, no armes un espectáculo. Héctor y yo terminamos. Y yo estuve con él seis años. Tú y yo sabemos quién fue la tercera en esa historia.Charlotte le mostró una sonrisa feroz, imposible de captar desde las butacas.—¿Y qué? Tengo acta de matrimonio. Soy la esposa reconocida por la ley. ¿Con qué pruebas me compites?En ese tiempo, la familia de José García la había tratado como sirvienta. Como no tenía dinero para pa





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