—Señorita Ferrera, esta acta de matrimonio es falsa...
El empleado del Registro Civil la miró con un dejo de compasión.
—Y, según el sistema, el señor Héctor López se registró hace dos semanas con una mujer llamada Charlotte Vega.
Al escuchar que su novio de seis años había tramitado a escondidas un acta con su primer amor, Cira Ferrera no se sorprendió demasiado.
—Bien. Gracias por avisarme.
Guardó el acta falsa en el bolso, se puso los lentes de sol y se dio la vuelta para irse.
A la salida del Registro Civil, le escribió a su compañera de la universidad por WhatsApp:
“Sofía, me voy contigo a Port Aurelia a emprender.”
Parecía estar ocupada; no respondió de inmediato.
Cira guardó el celular en el bolsillo, paró un taxi y le mostró al chofer una dirección...
No volvió a casa sino hasta el atardecer. Exhausta, sacó las llaves, y justo entonces escuchó el “ding” del elevador.
Héctor López salió con una sonrisa.
—Ciri, ¿dónde estabas?
Cira se quedó mirando esa sonrisa.
—Fui al lugar donde supuestamente nos registramos. Quería tomar unas fotos extra para el recuerdo, pero resultó ser un terreno baldío. ¿Sabes por qué?
Mientras hablaba, lo miró sin parpadear, buscando en su rostro un rastro de culpa.
Él apenas se tensó un instante y enseguida recuperó su calma habitual.
—Seguro te equivocaste. Ya tenemos el acta; las fotos podemos tomarlas después. Te traje unos macarons, de tu pastelería favorita. Sacaron nuevos sabores. Luego me dices si te gustan.
Le puso en la mano la bolsa con el empaque bonito, abrió la puerta y se fue directo al baño.
Cira bajó la mirada y esbozó una sonrisa sin fuerza.
“Héctor López, lo nuestro ya no tiene futuro.”
Entró en silencio al estudio y devolvió el acta falsa a la caja fuerte.
Tres días antes, cuando “obtuvieron” el acta, Héctor apenas se la mostró un segundo y la guardó a toda prisa en la caja fuerte. Ella, ingenua, creyó que era su manera de cuidar esa unión.
Hasta que anoche, al levantarse por agua, lo escuchó hablando por teléfono en el balcón.
—¿Otra vez con Charlotte Vega? Te la pasaste detrás de ella tres años. En cuanto te dijo que sí, se fue del país con otro. Te trajo de juguete. No me digas que todavía la quieres.
Héctor guardó silencio unos segundos antes de responder, con voz baja:
—Nos casamos hace dos semanas. Sus papás querían obligarla a casarse con un hombre mayor. No podía dejar que pasara por esa humillación...
Cira se quedó helada, como si un balde de hielo le cayera encima.
Tanto ella como la persona del otro lado de la línea sabían que no era solo “piedad”. Héctor nunca había soltado a Charlotte.
Seis años. Creyó que, al fin, podía caminar la vida entera junto al hombre que amaba.
Y al final descubrió que jamás había entrado en su corazón.
“El Registro Civil era un montaje, el acta, una mentira, y estos seis años también lo fueron.”
“Qué risa amarga. Qué triste.”
Si Héctor ya se había casado con Charlotte, no tenía por qué quedarse para soportar humillaciones.
Desde hoy, caminaría hacia un futuro donde Héctor López no existiera.