Cira y Nicolás iban a salir a cenar una parrillada cuando ella alzó la vista y vio a Héctor. En apenas unos días él se había desmejorado: estaba pálido, con los ojos inyectados de rojo. Le extendió unas hojas.
—Charlotte ya firmó el acuerdo de divorcio. En menos de un mes nos entregan el acta. Ciri, ya no tengo nada que ver con ella. Podemos volver a casa, ¿sí?
Hasta ese momento, Héctor seguía creyendo que Cira se había ido por el registro de matrimonio con Charlotte. Por eso había usado casi todos sus ahorros para pagarle a la familia García y conseguir que Charlotte aceptara el divorcio. Apenas obtuvo los papeles, corrió a buscar a Cira con la esperanza de que ella recapacitara.
Cira frunció el ceño y dio un paso atrás.
—Héctor López, ya te lo dije con todas sus letras: no te amo. Lo nuestro terminó. Te divorcies o no de Charlotte, no voy a volver contigo. ¿Te quedó claro?
Hizo una pausa, miró de reojo a Nicolás y le tomó la mano.
—Además, ya empecé una vida nueva. Y tengo a alguien